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Correr reduce la incidencia de algunos cánceres en un 72%, según estudio israelí

Las personas que hacen ejercicio aeróbico de modo regular, caminar, correr, nadar, bicicleta, reducen sus posibilidades de desarrollar algunos tipos de cáncer en un 72 por ciento según concluye un estudio de la Universidad de Tel Aviv (TAU).

La investigación llevada a cabo por los doctores Carmit Levy e Yftach Gepner, recién publicada en la prestigiosa revista Cancer Research revisada por pares, sugiere que el ejercicio aeróbico es tan eficaz a la hora de absorber el azúcar en el cuerpo que deja sin alimento de glucosa a los tumores.

El estudio se centró en metástasis de cáncer, que se refiere al que se expande desde su localización original al resto del cuerpo y que es la segunda causa de muerte más frecuente en Estados Unidos, y la primera en Israel.

Finalmente, el motivo por el que hacer ejercicio es tan saludable

“Hemos demostrado en nuestro estudio que el ejercicio aeróbico de alta intensidad, que deriva su energía del azúcar, puede reducir el riesgo de cáncer metastásico en hasta un 72 por ciento”, señalaron ambos investigadores en un comunicado oficial. Y agregaron que, si hasta ahora el mensaje al público general era ‘ser activos para estar saludables’, gracias a su investigación ahora pueden explicar por qué la actividad aeróbica puede ser la mejor prevención contra los cánceres más agresivos.

El estudio se basó en dos secciones. En la primera se procesaron datos ya existentes de 3000 sujetos recogidos durante un período de 20 años para analizar patrones de ejercicio e incidencia de cáncer. Es en esta parte del análisis en la que descubrieron que había un 72 por ciento menos de cáncer metastático en las personas que hacían ejercicio aeróbico de alta intensidad.

La segunda parte del estudio monitorizaba ratones mientras éstos hacían ejercicio y analizaba el comportamiento de sus órganos internos antes y después del ejercicio y después de inocular cáncer. Descubrieron que los ratones que hacían ejercicio aeróbico enfermaban mucho menos de tumores metastásicos en los pulmones, hígado y nódulos linfáticos.

Levy y Gepner concluyeron que la actividad aeróbica convertía a los órganos en “máquinas de consumo de energía, muy parecidas a los músculos”, en palabras de Levy. 

Además, este cambio no es temporal, sino que tras esta actividad física regular, “el tejido de los órganos internos se modifica y se acaba pareciendo al tejido muscular”, indicaron los investigadores.

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