El impacto de la desinformación

“La forma más baja de cultura popular -falta de información, desinformación, desinformación y desprecio por la verdad …- ha invadido el periodismo real”. Carl Bernstein, periodista estadounidense que, reveló el escándalo Watergate.

Las personas son presa de mentiras o desinformación con mucha mayor frecuencia de la que podríamos pensar. Las razones de ello son múltiples y tienen que ver, tanto con fenómenos de contexto y con la forma en la que se articula la información, como con fenómenos conductuales y relacionados con la forma en la que procesamos información y validamos nuestro conjunto de creencias.

De acuerdo con la investigadora Nadia Brashier, de Purdue University, las personas tendemos a asumir que si escuchamos una versión o información que se repite de manera sistemática, asumimos que probabilísticamente ésta debe ser cierta; razonamiento que en principio es falso porque usualmente hay una sola versión de la verdad y múltiples o infinitas versiones de información falsa sobre el mismo tema.

Existen estudios que demuestran que, por ejemplo, tratándose de información de redes sociales, aún una única o primera exposición a encabezados que contienen información falsa, genera una percepción de verdad o realidad.

Durante mucho tiempo se creyó que este efecto de repetición solamente era efectivo cuando se trataba de aseveraciones o información que tenía un elevado componente de ambigüedad, la cual facilitaba que las personas reinterpretarán la información y que aceptaran como válida información falsa, pero investigaciones más recientes como “Prior exposure increases perceived accuracy of fake news”, de Pennycook et al, han mostrado que la repetición permite provocar un efecto de percepción de verdad, incluso con información notoriamente falsa y evidentemente contradictoria e inconsistente.

Por otro lado, se ha documentado la existencia de un fenómeno conocido como efecto de influencia continua, que se expresa como el hecho de que las personas que tienen una creencia (errónea) determinada, su efecto persiste incluso cuando a partir de información correcta contraria, la persona identifica que su información previa era errónea, pero se mantiene cierto nivel de influencia en su percepción y decisiones con base en la información errónea previa.

En el artículo “The psychological drivers of misinformation belief and its resistance to correction”, de Ecker et al, se concluye que existen una serie de factores cognitivos, sociales y afectivos que llevan a las personas a adherirse e incluso impulsar información incorrecta, así como barreras psicológicas que afectan la capacidad

de las personas para revisar – desde su propio conocimiento – y corregir sus percepciones incorrectas.

Se han presentado distintos modelos alternativos para que en plataformas como por ejemplo las redes sociales, se prueben mecanismos de verificación e incentivos de análisis y repetición, para la corrección de información incorrecta o imprecisa. Pero la realidad es que el funcionamiento y estructura actual de las redes sociales, en los hechos, no sólo posibilita, sino que estimula la difusión de información incorrecta y la ratificación de las creencias actuales, limitando la capacidad de corrección de la percepción de las personas.

Por lo anterior, hoy la sociedad se enfrenta ante el dilema de, por un lado contar con plataformas que permitan la rápida difusión de ideas y, simultáneamente, la absoluta certeza de que la mayoría de la información que ahí se divulga es imprecisa y tendenciosa, pero los distintos grupos, casi siempre antagónicos y contrapuestos, siempre pensarán que la información de los contrarios es la errónea.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

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