La presente semana marca un año desde que el presidente ruso, Vladimir Putin invadió Ucrania, un suceso que empujó a la economía global hacia una serie de impactos geopolíticos y económicos, cuyas consecuencias tendrán efectos a largo plazo.
Debido ya sea a que detonaran un incremento drástico en la energía global y precios de los alimentos, impulsando en potencia una desglobalización, o que alentaran una marcada expansión en los presupuestos de la defensa en Europa, la guerra de Rusia contra Ucrania probablemente no va a ser recordada como el fin de una era, sino como el inicio de una nueva.
Al demostrar un nivel de determinación y unidad, Occidente ha logrado desafiar a los malos presagios de una forma que pocos hubieran esperado. Aunque está resultando particularmente costoso para Europa, el paquete de
sanciones que los países occidentales han implementado contra Rusia ha sido sin precedentes y
claramente minado las perspectivas de crecimiento del país en el largo plazo. Su capacidad industrial nacional está soportando un choque severo a partir de la disrupción de sus cadenas de suministro y el remplazo de equipo clave por
alternativas tecnológicamente menos avanzadas. Sin embargo, la Guerra también ha revelado la necesidad de abordar debilidades estructurales entre las alianzas de países occidentales. Este es incluso más el caso a medida que Rusia fortalece sus relaciones con el Oriente y redefine sus alianzas globales.
Se necesitará invertir una cantidad significativa de capital para financiar los numerosos retos que nos esperan,
Especialmente aquellos que se relacionan con la seguridad del sector energía y la resiliencia de las cadenas de suministro.
Por el lado positivo, esto deberá detonar un nuevo super ciclo de inversiones y confrontar el argumento secular de un estancamiento que ha cobrado impulso en la última década. Sin embargo, ahora que las economías desarrolladas están experimentando una desaceleración económica, los legisladores no deberán desperdiciar el ímpetu político generado por la guerra para tomar las decisiones necesarias para preparar a sus economías para los desafíos de esta nueva era.
Cortesía Natixis