Irracionalidad y confrontación en el debate político

“En verdad, quien pueda hacerte creer absurdos, puede hacerte cometer atrocidades”. Voltaire

En el entorno político actual de nuestro país y del mundo, es posible identificar elementos de polarización y de confrontación que se caracterizan por el elevado nivel de irracionalidad y radicalización de las posturas, frente a las opiniones de los que se consideran adversarios.

El aparente avance de décadas, hacia mecanismos de formulación de acuerdos o por lo menos de resolución de disensos dentro de ámbitos institucionales e incluso de reprobación social a la polarización extrema, ha cedido el paso a una nueva exaltación de la confrontación e incluso a la promoción de la violencia.

En la mayor parte de las sociedades pareciera haberse regresado a un entorno en donde la norma es confrontación y la descalificación e incluso la presentación de propuestas cercanas al límite de la violencia.

La mayoría de las personas tienden a pensar que actúan de manera racional, incluso cuando se refiere a sus posiciones políticas, pero la realidad es que, como en casi cualquier otro tema, las personas tendemos a tener comportamientos irracionales, a ser notoriamente incapaces de un juicio autocrítico y, cada vez más frecuentemente, a aceptar la violencia que se promueve en distintas arenas de confrontación política.

En el artículo “Por qué las personas son irracionales acerca de la política” de Michael Huemer, el investigador de la Universidad de Colorado concluye que el desacuerdo político es una constante en la mayor parte de las sociedades y que este tiende a ser: muy extendido, con muchos tópicos diferentes de desacuerdo; es muy robusto, confrontativo y no admite validez en la opinión de los contrarios y; es sumamente persistente, siendo casi imposible de erradicar, incluso mediante ejercicios de debate para tratar de encontrar puntos de acuerdo.

De acuerdo con este autor, disputas y confrontaciones frecuentemente no pueden ser explicadas simplemente como apreciaciones incorrectas o producto de la desinformación, sino que tienen raíces mucho más profundas.

Existe evidencia de qué factores tales como la raza, el sexo, el estatus económico o incluso el nivel social percibido, así como factores de personalidad, están fuertemente correlacionados con las percepciones y creencias políticas de las personas.

El autor describe una Teoría de la Irracionalidad Racional, como fuente de explicación de este comportamiento de confrontación política. Señala como factores fundamentales el que las personas tienden a sostener más vehementemente creencias políticas, que creen que podrían beneficiarlos a sí mismos o al grupo con el que se identifican. También, las personas tienden a representar creencias políticas que creen que se ajustan mejor con la imagen de sí mismos que quieren proyectar o adoptar, aun cuando no necesariamente es la que realmente creen. Y que las personas utilizan las creencias políticas como mecanismos de vinculación social; hoy lo vemos frecuentemente en redes sociales, la aseveración o reafirmación de una creencia política, por más irracional que sea, genera la pertenencia a un grupo que opina lo mismo.

El problema de la irracionalidad es que, cada vez más induce las personas a cometer actos que previo a la creencia, sería impensable para ellos cometer.

El problema que enfrentamos las sociedades hoy, es que la irracionalidad sirve a intereses de grupos (y más concretamente a sus liderazgos abiertos u ocultos), porque la confrontación permite que quienes enarbolan esas banderas, se presenten como los reivindicadores de esas creencias, como los representantes de quienes las comparten y así exaltar una polarización en la que ellos son los únicos que resultan ganadores.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

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