La situación de Coppel tras el ciberataque de abril de 2024 pone de relieve la falta de preparación de la empresa para un incidente de esta magnitud.

A pesar de su tamaño y alcance, Coppel no había invertido adecuadamente en medidas de ciberseguridad ni en la capacitación de su personal para manejar crisis.

Esto plantea serias preocupaciones sobre su modelo de negocio, que depende en gran medida de servicios digitales, exponiéndolo a vulnerabilidades que pueden comprometer operaciones clave.

Además, aunque la recuperación del 86% de los servicios en un plazo de dos meses y medio podría parecer un logro, el hecho de que la restauración total tardara tres meses sugiere que los planes de contingencia y respuesta ante incidentes son inadecuados.

Esta ineficiencia no solo afecta las operaciones diarias, sino que también erosiona la confianza del cliente. Las pérdidas millonarias mencionadas por Raúl Goycoolea, Chief Information Officer, son una señal de que el impacto económico del ataque va más allá de la mera interrupción del servicio, lo que podría requerir una revisión de las prácticas de gestión de riesgos de la empresa.

La falta de transparencia, deficiente comunicación, y manejo de crisis, sobre el ataque y sus consecuencias también es preocupante. Una información más clara y abierta es fundamental para mantener la confianza de los clientes y las partes interesadas.

Como una empresa de gran escala, Coppel tiene la responsabilidad de proteger no solo sus propios intereses, sino también los de sus clientes. En este contexto, es crucial que Coppel reevalúe su enfoque hacia la ciberseguridad, aumentando su inversión en tecnologías avanzadas y creando una cultura organizacional centrada en la seguridad.

La crisis actual podría ser una oportunidad para que la empresa refuerce su estrategia de ciberseguridad, garantizando así la continuidad de sus operaciones y la confianza de sus clientes en el futuro.