Ford de México celebra un siglo de operaciones en el país, presentando cifras, anuncios de inversión y su programa de responsabilidad social, pero detrás de esta conmemoración persisten varias preguntas sobre el verdadero impacto de la armadora y sus compromisos con la sociedad mexicana.

Aunque la compañía resalta el lanzamiento de Ford Pro y la expansión de su programa educativo, estos anuncios parecen más una estrategia de relaciones públicas que un auténtico giro transformador.

La inversión de 2 millones de dólares adicionales en becas y la construcción de dos nuevas escuelas —en un país con rezagos educativos profundos y millones de niños sin acceso digno a la educación— luce insuficiente frente a los enormes recursos y ganancias de la empresa en el país.

La restauración de una escuela inaugurada hace casi 60 años difícilmente puede presentarse como una acción disruptiva o de gran alcance en términos de compromiso social.

A esto se suma que buena parte del discurso de Ford sigue anclado en promesas a futuro, mientras las comunidades donde opera continúan enfrentando problemáticas como la precarización laboral, el impacto ambiental y la concentración de beneficios en ciertas regiones.

Por otro lado, la llegada de Ford Pro, con su discurso de tecnología y eficiencia, parece más una maniobra comercial orientada a capitalizar un mercado que ya demanda soluciones integrales para flotas y vehículos comerciales, en lugar de un verdadero compromiso por resolver problemáticas estructurales como la reducción de emisiones o el acceso equitativo a la movilidad.

Aunque Ford celebra 100 años de presencia en México, el balance deja entrever que el centenario se utiliza como escaparate para anuncios que, si bien positivos, no logran borrar los desafíos de fondo ni las expectativas incumplidas de comunidades y trabajadores que esperan mucho más de un actor con ese peso histórico y económico en el país.