La afirmación de Diana Ávalos, directora de AMIVE, de que los autos eléctricos asiáticos seguirán dominando ventas en México, incluso sin una planta de BYD, es simplemente desproporcionada.
Hace unos días, el presidente Donald Trump firmó una orden que impide a California avanzar hacia la obligatoriedad de autos eléctricos, frenando la prohibición de vehículos de combustión hasta 2035.
Este giro pone en evidencia que el entorno internacional está lejos de favorecer la transición eléctrica. El mensaje de Trump es claro: hay vehículos de combustión para rato, y no duda en respaldarlos a nivel federal, por encima de políticas estatales que buscan impulsar los autos eléctricos.
En México, una empresa se calcula porque no transparenta sus números sigue representando el 30.2 % de las ventas del segmento. Le siguieron Nissan con 22.1 %, Tesla con 10.8 % y Volvo con 9.2 %. Además, seis de los diez autos eléctricos más vendidos en el país provienen de marcas chinas, incluyendo modelos de Volvo (fabricado bajo Geely, marca china), JAC, ORA y MG. Pero con todo y todos estos datos lejos, muy lejos de los autos a combustible que hoy se siguen vendiendo en México.
Sin embargo, sostener este liderazgo sin una planta propia es poco realista. La manufactura local fortalece la competitividad, reduce costos logísticos, minimiza riesgos arancelarios y ancla la marca en el país, asegurando un compromiso a largo plazo. La ausencia de producción nacional deja a México vulnerable ante políticas proteccionistas y fluctuaciones del mercado internacional.
Por si fuera poco, la infraestructura para vehículos eléctricos en México es deleznable, escasa y precaria. Las estaciones de carga pública son insuficientes y mal distribuidas, lo que limita la viabilidad del uso diario de estos autos.
Además, instalar una estación de carga en el hogar es sumamente costoso y el gasto corre por cuenta de los consumidores, sin apoyos ni subsidios significativos. Esta realidad representa una barrera concreta para la adopción masiva de autos eléctricos, más allá de las ventas y la oferta de vehículos.
La visión optimista de Ávalos ignora no solo las tensiones políticas y comerciales internacionales, sino también las graves limitaciones estructurales que enfrenta México para consolidar un mercado de electromovilidad sólido y sostenible.
Sin inversión en manufactura local e infraestructura adecuada, el crecimiento del mercado de autos eléctricos será limitado y vulnerable a los vaivenes globales y nacionales.