Todas las entradas de: Raúl Martínez Solares

Inequidad y desigualdad económica de género

“Cualquier cambio serio hacia sociedades más sostenibles debe incluir la igualdad de género”.

Helen Clark, ex Primer ministro de Nueva Zelanda.

Esta semana se conmemora nivel internacional el día internacional de la mujer. Conviene recordar que no se trata de un evento motivo de felicitación a las mujeres. Es un recordatorio (que no debería ser anual), de la necesidad de realizar adecuaciones a los temas económicos, políticos y sociales que han generado y mantienen, barreras de acceso, desigualdad e inequidad de género y que impiden el acceso a las mismas oportunidades a las mujeres, a nivel mundial.

De acuerdo con los datos más recientes de la OCDE, la diferencia salarial por género se encuentra en niveles cercanos al 14% para el conjunto de los países pertenecientes a esa organización. El dato desglosado es más grave; existen países de mayor nivel de desarrollo, que tienen brechas salariales mayores como el caso de Corea con una brecha de 35%. Países como México reflejan niveles de brecha aparentemente inferiores (11% para el caso de nuestro país) pero la cifra no evidencia que una gran parte de la población, con salarios muy deteriorados, no tiene mucho margen para una diferencia salarial mayor; la cual es mucho mayor al promedio general tratándose de segmentos de niveles mayores de ingreso de la sociedad.

La diferencia es más grave en personas auto empleadas. Si bien no existen datos para México, en Italia, que muestra una brecha salarial de 5.6%, cuando se trata de personas auto empleadas la brecha aumenta hasta casi 50%, situación que debe ser muy similar a la que se presenta en México.

El nivel de desigualdad en casi todos los campos es tan significativo que se requiere de políticas y acciones que establezcan, de arranque, un trato desigual que permita compensar la situación actualmente imperante. Los frecuentemente criticados programas de acción afirmativa parten de esa premisa: no basta garantizar acceso igual; es necesario crear accesos desiguales que por lo menos en las primeras etapas compensen las enormes diferencias.

Lo anterior exige voluntad política y acuerdos sociales para llevar acciones que en muchos casos provocarán oposición de ciertos grupos. Incluso de aquellos que en abstracto pueden compartir la simpatía por las causas de género, pero que en los hechos son poco proclives a aceptar sacrificios para compensar los rezagos existentes.

En México tendemos a pensar que la simple declaración de principios legales, la inclusión de nuevos conceptos en la ley o las declaraciones, permiten avanzar en la corrección de la desigualdad. La experiencia internacional prueba lo contrario.

El estudio “Women’s Economic Empowerment in Selected MENA Countries”, de la OCDE, encontró que para que los gobiernos pueden realizar cambios legales significativos se requiere que hay una completa comprensión de los impactos económicos y sociales de la inequidad de género, una adopción de recomendaciones internacionales para los sistemas legales, una mejora en los sistemas de acceso a la justicia para las mujeres, la armonización de los marcos legales relativos a los derechos en la familia (que reconozcan la realidad y no sólo el deber ser legal), y por supuesto, el fortalecimiento de la equidad en el mercado laboral a partir de leyes que no sólo señalen, sino que penalicen de manera puntual y efectiva las prácticas de discriminación.

Con frecuencia se habla de que las diferencias de género tienen, en países como el nuestro, profundas raíces culturales. Este argumento olvida que la cultura y sus patrones son resultado de prácticas que gradualmente evolucionaron y se hicieron costumbre en la sociedad. En casi cualquier tema negativo al que se presume derivado de un patrón cultural (como la corrupción o la discriminación de género), el contar con marcos legales aplicables y efectivos es la primera condición para romper las tendencias de conducta no deseada de ciertos grupos de la sociedad. Los derechos de igualdad y equidad de género (y de cualquier otro tipo), nunca se han alcanzado a partir de un consenso social autoimpuesto. Se requiere invariablemente de una visión legal de lo que es correcto y justo, por encima incluso de la opinión de grandes grupos de la población, que establezca un marco de referencia para empezar a cambiar, con firmeza, los patrones de conducta de la sociedad.

No debemos olvidar que en aquellos países en que las mujeres participan en condiciones de menor inequidad en los temas económicos y políticos, se genera una mayor riqueza económica, se contribuye a reducir la desigualdad de toda la sociedad y se favorece la creación de una sociedad más justa que favorezca el desarrollo pleno de las familias.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Por qué los mecanismos de control de precios resultan tan atractivos y al mismo tiempo son tan negativos

“Los economistas han dicho durante mucho tiempo que no hay almuerzos gratis, pero los políticos son elegidos prometiéndolos”.

Thomas Sowell.

Periódicamente, con particular énfasis en los tiempos recientes, han resurgido visiones que desde la política pública o desde algunas organizaciones laborales, promueven la incorporación de elementos de control de precios como parte de una política pública que pretende beneficiar a la población.

Históricamente, no existen experiencias internacionales que de manera clara muestren los beneficios del establecimientos de controles de precios. Por ello, resulta importante entender qué función tienen los precios en una economía y cuáles son los riesgos de controlarlos artificialmente, así como los potenciales efectos negativos para la misma población que se pretende beneficiar.

El precio, es el mecanismo que permite equilibrar la oferta de servicios y productos con la demanda de estos. Es el valor de un producto o servicio que para el consumidor tiene en términos monetarios. Es el mecanismo que permite a una empresa, que produce un bien o servicio, encontrar el nivel al que el mercado y los consumidores están dispuestos a pagar en entornos donde existe cierto nivel de competencia.

Evidentemente, economías como la mexicana, presentan condiciones que no garantizan una competencia plena en muchos sectores, lo cual genera algunas distorsiones en la fijación de precios. Existe frente a ello una tentación importante de buscar mecanismos que, en todos los sectores, permitan reducir los precios que pagan los consumidores. Sin embargo, el establecimiento de precios artificiales, desde una visión de política pública, típicamente genera distorsiones en detrimento para el consumidor.

Un primer efecto asociado al establecimiento de controles de precios es la reducción en la oferta de productos o servicios sujetos de dicho control y ello típicamente se traduce en desabasto.

Las experiencias de controles de precios (por ejemplo en las economías centralizada de Europa central antes de los 80s, en la década de los setentas en Estados Unidos o en algunos momentos de la historia de México de los años setentas, así como otras economías latinoamericanas como la venezolana), muestran evidencia suficiente y contundente de que rara vez un control de precios

no conduce al desabasto y este produce con frecuencia un mercado negro con precios más altos de los que existían antes del establecimiento de los controles.

La creación de mecanismos artificiales de precio genera una afectación en la creación de utilidades de corto plazo para las empresas lo que (al margen de evidentemente reconocer que existen áreas donde los márgenes pueden resultar excesivos), termina por afectar la inversión privada, que históricamente es el principal motor del crecimiento económico futuro.

Existen otras formas de control de precios, que se refieren al establecimiento de precios mínimos, los llamados precios de garantía. Con ello se busca el establecimiento de subsidios que permitan, por ejemplo, en precios de productos agrícolas, garantizar un mínimo nivel de ingreso a los productores de ciertos bienes. Este tipo de controles también genera distorsiones importantes. Una canalización de recursos fiscales que deberían de beneficiar a toda la población apoya apoya un grupo específico al margen de sus niveles de productividad y de la rentabilidad de su actividad. Como ocurrió en México en los años setentas, el establecimiento de precios de garantía no contribuyó a la mejora de la calidad de vida de los productores y se generó en cambio distorsiones que afectaron la productividad del campo y evitaron la canalización de recursos hacia sectores agrícolas más productivos.

En estos casos, también el afectado termina por ser por ser el consumidor final. Porque está comprando productos que tienen en su origen un precio artificialmente elevado.

En el libro “Price Controls and the Damage They Cause”, editado por Christopher y Rachel Coyne, se señala que los mecanismos de control de precios sustituyen la competencia en el mercado por una competencia política, en la que más que los sectores más eficientes, los que resultan más beneficiados son aquellos que tienen más capital político para presionar la definición de la política pública; así como que las empresas, más que vigilar su eficiencia operativa buscan mecanismos que permitan influir en los reguladores gubernamentales como una fuente de seguridad económica.

Siempre resultará atractivo y políticamente rentable anunciar controles de precios. Sin embargo, la historia económica del mundo y de México muestran que los controles de precio acaban por generar más distorsiones que aquellas que pretenden combatir, en detrimento de los intereses de los consumidores y del crecimiento económico, que es la única vía para generar bienestar.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de

Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Malas decisiones por sesgo de sobre precisión

“Todo este mal juicio que tenemos el uno del otro se basa en la ignorancia”.

Marjane Satrapi historietista y pintora franco iraní.

Desde hace ya muchos meses hemos presenciado un ambiente de polarización en la discusión de prácticamente cualquier tema económico, político o social, que toca la esfera de lo público.

Se pensó que ello terminaría después de la elección presidencial, después que ello ocurriría al concretarse el cambio de gobierno, pero la polarización no sólo no disminuye, sino que se acrecienta. Ello genera, además de una reducción de los espacios de discusión y conversación, una peligrosa reducción y sobre simplificación de los problemas, para convertirlos en posturas antagónicas que no admiten ni diagnóstico ni discusión sobre puntos de coincidencia o explicaciones alternativas.

Este entorno de polarización afecta la vida económica. Muchas de las discusiones que presenciamos se refieren precisamente a temas relacionados con el presente y futuro de la economía o a temas que tienen un efecto directo sobre la evolución de la misma; así como al diagnóstico de lo ocurrido en el pasado que, con frecuencia, es utilizado para justificar las visiones del presente o propuestas para el futuro.

Este fenómeno de polarización no es privativo de México, en el estudio “Unmotivated bias” and partisan hostility: Empirical evidence”, de Daniel F. Stone, se hace un análisis de los factores que han contribuido a la polarización en la discusión en los Estados Unidos.

El estudio encontró que las personas tienden a generar un sesgo en contra de aquello (personas o argumentos), que representan temas que no les gustan o por los que tienen aversión.

Ello deriva en un sesgo denominado de “sobre precisión”. Las personas tendemos a tener un exceso de confianza que nos lleva a creer que conocemos de los temas más de lo que realmente conocemos y que, consecuentemente, somos capaces de opinar aun careciendo de conocimientos básicos al respecto. Este sesgo se refiere a una fe excesiva en la calidad de nuestros juicios y a que consideramos que cualquier información que tenemos es suficientemente precisa para validar los argumentos y creencias que exponemos y que son la base de nuestras decisiones.

Lo anterior resulta negativo para nuestras decisiones. Primero, aquello por lo que tenemos aversión lo rechazamos sin análisis; después, tenemos sobre confianza de

nuestro conocimiento sobre los temas y ello nos lleva a creer que los datos que tenemos (sin importar la fuente, la consistencia lógica o la validación que exista sobre los mismo), es suficiente para formular un juicio o tomar una decisión.

Cuando estos sesgos se manifiestan tan sólo en argumentaciones simplistas en redes sociales, los efectos negativos pueden ser menores; sin embargo, cuando estos se traducen en decisiones respecto de temas como el ahorro, el gasto presente o nuestras perspectivas del futuro económico, las consecuencias pueden ser sumamente negativas.

Como la mayoría de los sesgos y conductas, este tipo de condiciones son difíciles de auto diagnosticar y, consecuentemente, de evitar; sin embargo, el desarrollo de un pensamiento crítico puede ayudarnos a identificar cuándo nuestro razonamiento no está fundado en datos consistentes y en argumentación lógica. Para aquellos que genuinamente están interesados en mejorar la calidad de sus decisiones es fundamental desarrollar el sentido autocrítico que les permita evitar la validación automática de aquello que les resulta afín, evitar la descalificación automática de aquello por lo cual sienten aversión y, sobre todo, construir sus decisiones a partir de información verificable y consistente.

Como sociedad y como individuos debemos recobrar nuestra capacidad de razonar y decidir a partir de información lógica y verificable que fundamente adecuadamente nuestras decisiones.

Conducta económica y decisiones de aseguramiento

“La salud no se valora hasta que llega la enfermedad”.

Thomas Fuller. Historiador inglés.

Las decisiones relacionadas con la salud deberían, en principio, ser tomadas desde una perspectiva que atendiera con claridad a los beneficios individuales que cada persona busca para su presente y su futuro.

Sin embargo, es más que evidente que, tratándose de conductas que tienen impactos de corto mediano y largo plazo sobre la salud, la mayoría de las decisiones que tomamos no necesariamente están alineadas con nuestro mejor interés.

Una persona que tiene (tenemos) sobrepeso, aun cuando cuente con mínima información, sabe que esta condición puede crear condiciones de potencial enfermedad o incrementar los riesgos de afectaciones graves a la salud que, además de comprometer el bienestar físico, afectan el bienestar financiero.

Existe, sin embargo, evidencia de que, tratándose de temas relacionados con la prevención de salud y sus efectos para la vida económica de las familias, las personas no solamente tomamos malas decisiones, sino que, con frecuencia, conociendo los peligros de ciertas conductas o condiciones, conscientemente los ignoramos e incluso evitamos confrontar tanto el problema, como las decisiones asociadas a solución.

Así, por ejemplo, algunos estudios demuestran que uno de los principales obstáculos para que las personas con padecimientos como la diabetes cambien conductas cotidianas que agravan su condición de salud, es precisamente la propensión para evitar reconocer el problema de salud, para evitar a su vez enfrentar la angustia que provocan tanto la enfermedad, como la necesidad de cambiar conductas de alimentación y de estilo de vida cotidianas.

En temas de aparentemente menor riesgo y complejidad futura, como por ejemplo la atención dental, esta conducta también es evidente.

Una persona que en principio guardara, de manera diaria, hábitos de higiene dental poco complejos y de aparente poca “inversión”, puede tener un beneficio claro y significativo tanto en calidad de vida como en impacto económico, respecto de aquella persona que desatiende este aspecto de su salud.

Sin embargo, también es frecuente encontrar personas que, abandonando casi cualquier cuidado dental preventivo, tienen que enfrentar después afectaciones

a su calidad de vida y costos elevados de atención, derivados de problemas graves que pudieran pudiesen haber prevenido.

Adicionalmente, otro de los factores que los sesgos de conducta que provocan afectaciones financieras derivadas de temas de salud es la prevención y el aseguramiento médico.

En México, el sistema privado de salud presenta extremos en términos de la calidad y el costo de la atención, pero casi siempre puede representar, en caso de eventos de salud, elevados gastos que, precisamente por tratarse de eventos no contemplados, generan graves afectaciones a el bienestar financiero de las familias.

En muchos casos, la previsión para la atención de estas contingencias, a través de esquemas de aseguramiento de gastos médicos, puede representar una herramienta que proteja contra estos impactos financieros probables.

Sin embargo, al igual que ocurre con otras áreas de prevención, operan dos mecanismos conductuales que impiden que para muchas personas esta actividad de previsión se considere prioritaria.

Por un lado, existe en la mayoría de los casos, una notable incapacidad para analizar eventos de forma probabilística. Existen personas que no contratan un seguro de gastos médicos mayores por considerar que es improbable que tengan una afectación de esta naturaleza, cuando por el contrario adquieren sorteos o loterías cuya probabilidad de ocurrencia es infinitamente menor (uno en treinta y dos millones). En México, existe una propensión genética para la presencia de enfermedades como la diabetes, por lo que no contar desde una temprana edad con vehículos de prevención para la cobertura de gastos asociados a este padecimiento (siempre que económicamente sea posible) representa un riesgo de salud y financiero elevado.

Para las familias es fundamental entender que es de mucha ayuda la prevención de la salud y la contratación, cuando es financieramente viable, de mecanismos de cobertura que permitan enfrentar contingencias de salud (y financieras) de grave afectación para las familias.

Los riesgos de ser ignorante (y no reconocerlo) cuando se toman decisiones económicas

“Con frecuencia, la ignorancia engendra más confianza que el conocimiento”.

Charles Darwin.

Vivimos en una era en la que el acceso a la información es tan amplio y diverso, que potencialmente nos genera la oportunidad de tener el mejor conocimiento e información sobre casi cualquier tema. Sin embargo, derivado de las limitaciones para analizar y discriminar información, el riesgo mayor es de estar muy mal informados y ser profundamente ignorantes sobre los temas, en medio de un mar de información.

Éste fenómeno en ningún lugar es más evidente que cuando leemos información por ejemplo publicadas en redes sociales. A partir de un tweet, un post, o un video, de orígenes y procedencia desconocido o dudoso, con información no verificable; la mayoría de las personas asumen posiciones y emiten opiniones como si conocieran a profundidad temas que, en su mayoría y por su complejidad, requerirían tener información de muy diversas fuentes, contrastables y aun así podrían existir posturas contrastantes al respecto.

La ignorancia es más grave cuando esta puede ser calificada como supina (en definición de la Real Academia, aquella que procede de negligencia de aprender o inquirir lo que puede y debe saberse). Es más peligrosa, cuando se trata de una ignorancia que reconocemos y que nos lleva a tomar decisiones como si entendiéramos los temas sobre los cuales opinamos y decidimos.

Cuando estas decisiones u opiniones se expresan por ejemplo en redes sociales, sobre temas del ámbito de lo político lo público, su único defecto es “simplemente” la propagación de información incorrecta. Pero cuando esa ignorancia profunda se lleva el ámbito de las decisiones económicas personales, su efecto es aún más pernicioso que el de la ignorancia reconocida.

Lo anterior, en virtud de que la mayoría de las personas que reconocen desconocer información sobre algún tema, típicamente asumen uno de dos caminos: o buscan allegarse información que les genere algún nivel de confianza y que les permita decidir o, en el peor de los casos, evitan tomar decisión alguna.

Sin embargo, las decisiones tomadas en ignorancia que no es reconocida, típicamente conducen a decisiones erróneas con efectos negativos para las personas.

Así, por ejemplo, si una persona tiene que decidir sobre tomar un endeudamiento y sabe que ignora los elementos fundamentales para tomar la mejor decisión entre las alternativas que se le presentan, optará por no endeudarse o por buscar información confiable que le permita dilucidar cuál es la alternativa que más conviene a su circunstancia específica financiera. Por el contrario, una persona que enfrenta la misma decisión, pero que desconoce su nivel de ignorancia, tomará la decisión a partir de preconcepciones y de información incorrecta, lo que casi con seguridad lo llevará a condiciones negativas para su estabilidad financiera futura.

Hoy, la facilidad de divulgación de opiniones en medios digitales genera la falsa sensación, “democrática”, de que todas las opiniones son igualmente válidas. Pero ello es una falacia. Una opinión basada en datos verificables y en un análisis crítico de los mismos es mucho más valiosa que una basada en información superficial e imperfecta, sin análisis alguno.

En el paper “Digital literacy and the epistemology of ignorance” de Bhatt y MacKenzie, se muestra como incluso en estudiantes universitarios, las prácticas usuales de búsqueda de información digital pueden conducir a la ignorancia sobre fuentes alternativas que contribuyan y enriquezcan su capacidad de análisis.

Opinar sin información sobre ciertas políticas de gobierno, no tiene un efecto potencial para nuestra vida personal; pero no reconocer la ignorancia en decisiones que tienen repercusiones sobre nuestra condición económica y financiera, si tiene efectos negativos para nuestro futuro.

La importancia de la confianza para las decisiones económicas

“La mejor manera de saber si puedes confiar en una persona, es confiar en ella”.

Ernest Hemingway.

En estricto sentido, las decisiones económicas que tomamos las personas deberían ser ajenas a la confianza. En principio, debería bastar la información dura y disponible que tenemos frente para ayudarnos a tomar las decisiones y elegir las alternativas que más nos convenga.

Lo mismo debería ocurrir tanto para decisiones individuales de personas que eligen productos de deuda o de inversión, o la compra de un televisor, que para grandes inversionistas institucionales que buscan localizar recursos entre distintas economías, distintos sectores y distintos países.

Sin embargo, la realidad es que no es inusual que los agentes económicos carezcamos de información completa, perfecta y adecuadamente interpretable lo que, con frecuencia, obliga utilizar la confianza que tenemos en la fuente de información, en el proveedor del servicio o en la persona que presenta la información o las alternativas frente a nosotros, como elemento relevante para efectos de tomar decisiones específicas.

Uno de los aspectos negativos de lo anterior es que, en muchos casos, productos financieros y que tienen un claro beneficio para los consumidores, son relegados en las decisiones frente a otros, probablemente de menor calidad, cuando la persona que los presenta es capaz de transmitir confianza, aun cuando esta sea infundada.

Cuando se habla de una economía nacional, la confianza es fundamental porque de ella se derivan decisiones que, en el largo plazo, afectan la conducta de inversionistas nacionales e internacionales y que se traduce, al final de cuentas, en recursos que permiten a la economía crecer, generar empleos y mantener un ritmo y estabilidad que beneficie en su conjunto a segmentos importantes de la población.

De ahí la importancia que tiene la confianza, con frecuencia menospreciada, al transmitir mensajes que generan confianza adecuada en la población, no sólo en el corto plazo, sino una expectativa de confianza institucional duradera que, por ejemplo, tratándose de fondos que localizan recursos, les llevan a creer que las condiciones de su inversión permanecerán relativamente estables en periodos largos de tiempo, particularmente cuando se trata de montos muy importantes que son visualizados como inversiones que requieren un retorno y estabilidad en el tiempo.

Por ello es fundamental que los gobiernos mantengan discursos y mensajes consistentes, basados en datos, que transmitan esa visión de confianza en general a la población y a los actores económicos, para que estos sean capaces de tomar decisiones más estables, sin que éstas se vean influenciadas por temores (reales o infundados) sobre el comportamiento futuro de un gobierno y su impacto sobre la economía.

Esta semana asisto a la 23ª Conferencia Latinoamericana de Santander de Emisoras Públicas e Inversionistas en la que es posible constatar la importancia que los inversionistas asignan a la confianza par determinar sus decisiones de inversión. Coincidentemente, esta semana, el nuevo gobierno mexicano logró su primera emisión de bonos en mercados internacionales, que tuvo una respuesta en principio favorable.

La respuesta representa, aunque de manera en cierta forma acostada, un voto de confianza de los mercados internacionales frente a las perspectivas del comportamiento futuro de las políticas públicas. Mantener esa confianza es fundamental si queremos que las personas en lo individual y los inversionistas nacionales y extranjeros, mantengan una visión positiva del crecimiento y el comportamiento futuro de la economía mexicana; para que esta se traduzca, a la larga, en condiciones que favorezcan el empleo y el crecimiento económico, porque sólo a través de ello será factible mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población.

Asegurar consistencia en los mensajes y confianza institucional, es fundamental si queremos tener una economía que mantengan los niveles de crecimiento que aseguren el bienestar económico para la mayoría de las familias del país.

La importancia de considerar datos y hechos para tomar decisiones económicas y financieros

“Cuantos menos hechos se tienen, más fuerte es la opinión”. Arnold H. Glasow, empresario estadounidense.

 

Imaginemos por un momento que acudimos una consulta a un médico y, apenas después de haber hecho algunas preguntas, el médico nos diagnostica diabetes y prescribe un tratamiento a base de insulina. En principio, como pacientes deberíamos preocuparnos por, en primer lugar, asegurarnos que el médico realizó los exámenes adecuados para confirmar su diagnóstico.

 

Porque, suponiendo que tuviéramos estudios clínicos en la mano, que mostraran datos no consistentes con un diagnóstico de diabetes, debería preocuparnos enormemente que el médico nos respondiera “pues para mí es diabetes”, sin importar los datos duros al respecto.

 

En la actualidad, paradójicamente vivimos una doble condición que nos permite en teoría tener acceso a la información más puntual y confiable para tomar decisiones de cualquier tipo (incluyendo por supuesto las económicas y financieras); pero, al mismo tiempo, la mayoría de las personas presentan serias limitaciones para allegarse y valorar adecuadamente la información relevante e incluso para reconocer la importancia de contar con datos verificables y puntuales para tomar decisiones.

 

Se dice que todo el mundo tiene derecho a su propia opinión, pero no a sus propios datos. A nivel mundial y por supuesto en México, escuchamos frecuentemente argumentaciones respecto de tópicos muy diversos, en los que se invalidan datos simplemente negándolos a partir de opiniones sin ningún tipo de sustento.

 

En temas económicos, por ejemplo, es fundamental analizar los problemas con base en datos puntuales y verificables, que nos permitan generar diagnósticos a partir de los cuales y sólo entonces, se propongan distintas alternativas de acción sobre las cuales decidir.

 

Distintos estudios demuestran, por ejemplo, que frecuentemente las personas al analizar sus decisiones financieras familiares o personales, parten de una valoración subjetiva de su situación, sin analizar las causas reales o la enorme cantidad de información disponible que permitiría comprender el origen de la problemática, su situación presente y, consecuentemente, las mejores alternativas y cursos de acción para resolverla.

 

En el libro “Factfulness”, el investigado hace algunos años fallecido Hans Rosling, especialista en análisis de datos, plantea la importancia de analizar adecuadamente los hechos y reconocer los sesgos y desviaciones que nos llevan a malinterpretarlos, a desvirtuarlos o incluso a dejarlos de lado antes de tomar decisiones.

 

En economía conductual, se conoce como sesgo de confirmación la propensión de las personas a rechazar cualquier dato o información que no encaje con su preconcepción sobre algún tema determinado y a sólo aceptar información, aun cuando presente inconsistencias u orígenes dudosos, cuando esta ratifique la posición subjetiva que se tiene.

 

Cuando abordamos temas relacionados por ejemplo con las finanzas familiares, ante condiciones de restricciones importantes en la capacidad de gasto, frecuentemente se presenta una visión completamente centrada del lado de los ingresos. Se presume, también casi siempre con razón, que el nivel inadecuado de las percepciones familiares es el origen y fundamento único de una precaria condición de bienestar financiero. Sin embargo, casi siempre, dicho análisis es incorrecto o por lo menos, incompleto.

 

En un altísimo porcentaje de los casos, los desequilibrios de las familias tienen como un detonador fundamental la generación de endeudamiento, mal manejado y asumido con información deficiente, lleva a cargas de deuda con altas tasas de interés y pesado servicios mensuales a la deuda que aprietan y limitan enormemente los probablemente producidos ingresos familiares.

 

De la misma manera, frecuentemente en el análisis de las condiciones que afectan las finanzas familiares, se tiene un diagnóstico incompleto respecto de la estructura del gasto familiar que puede presentar, incluso niveles de ingreso bajo, gastos inadecuados que consumen una porción relevante de los ingresos disponibles pero que, además, no generan valor de largo plazo para la familia.

 

En el mundo y en México por supuesto, vimos un entorno en el que se ha abandonado e incluso hecho de lado, la importancia fundamental que tiene la capacidad de un pensamiento crítico y basado en la ciencia. Sólo la disciplina, la consistencia y el análisis basado en datos objetivos y verificables, nos permite realizar los diagnósticos que conduzcan a las medidas adecuadas para la corrección de los grandes problemas que presentamos como país, como sociedad, como familias y como individuos.

 

 

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Cómo afecta la percepción de ganancia o pérdida de una inversión las decisiones financieras futuras

“Nos hacemos sabios no por el recuerdo de nuestro pasado, sino por la responsabilidad de nuestro futuro”. George Bernard Shaw, dramaturgo y Premio Nobel de Literatura irlandés

Generalmente, cuando se trata de anticipar las posibles decisiones de las personas en relación con potenciales inversiones, se considera que la tasa de interés es un factor central de la decisión.

 

Sin embargo, distintas investigaciones han probado a lo largo el tiempo, que otros factores pueden determinar con mayor puntualidad las decisiones de inversión, con independencia de la tasa de interés que se espera obtener por mi inversión determinada.

 

Particularmente cuando se trata de decisiones de inversión que se toman como continuación de una inversión similar que pudo haber presentado ganancias o pérdidas, resulta fundamental entender qué factores pueden influenciar el comportamiento de las decisiones y propiciar comportamientos de inversión favorables o perjudiciales al interés financiero.

 

La investigación “Different investors–different decisions: On individual use of gain, los and interest rate information”, de Nichel Gonzalez, analiza cuál es el comportamiento posible de personas a las que se les presenta información sobre el desempeño de los últimos cinco años de una inversión, incluyendo si esta tuvo ganancias o pérdidas y cuál fue la tasa de rendimiento del periodo; así como información sobre el potencial desempeño futuro de esas inversiones para los siguientes cinco años, con pronósticos tanto de tasas de rendimiento potencial como de riesgo, para que las personas analizaran a la luz de información pasada y del potencial futuro, sus decisiones de inversión futura.

 

Del resultado del análisis se encontró que, a nivel grupal, la percepción de ganancias o pérdidas de la inversión en el pasado (sin importar el tamaño de las mismas) predice mejor las decisiones futuras, por encima de la tasa de interés esperada.

 

Sólo cuando hay variaciones significativas en las tasas de interés obtenidas en el pasado, estas influyen en una mayor orientación de inversión hacia el futuro. Las tasas de interés resultan poco significativas en las decisiones de inversión, cuando la percepción es que estas mismas inversiones presentaron pérdidas en el pasado, sin importar el tamaño de las pérdidas o el nivel de las tasas anteriores.

 

A nivel individual, la información y percepción sobre las ganancias y pérdidas del pasado tienen poca relevancia ante las decisiones futuras, si existe una gran diferencia respecto de las tasas de interés que se presentan como posible retorno futuro.

 

Dado que la mayoría de los inversionistas tienen una limitada capacidad para analizar las implicaciones de sus propias estrategias de inversión, la forma en la que analizan la información de productos financieros, puede sesgar sus decisiones y llevarlos a invertir en productos que no necesariamente satisfagan sus necesidades objetivas de riesgo y rendimiento.

 

Cotidianamente encontramos casos en que las personas (con independencia del comportamiento pasado de algunas inversiones o con una visión sumamente limitada en el desempeño muy reciente de las mismas), toman decisiones basadas exclusivamente en una expectativa de rendimiento futuro, aunque esta no necesariamente está soportada en información objetiva sobre el comportamiento esperado de ese activo financiero.

 

Frecuentemente, en escenarios como los descritos, las personas olvidan que uno de los principios básicos de la inversión es que, a mayor rendimiento ofrecido, corresponde necesariamente un mayor riesgo implícito a la inversión, porque un mayor retorno implica que se tiene que ofrecer un premio más grande sobre una tasa “libre” de riesgo.

 

Y este problema de comprensión, no solamente afecta a grandes inversionistas. Cotidianamente escuchamos casos en los que productos o servicios financieros (dirigidos incluso segmentos de menor capacidad económica), ofrecen retornos sumamente elevados sin evidenciar a los potenciales inversionistas que existe un riesgo importante asociado a estas inversiones.

 

De ahí la importancia de analizar puntualmente y, en caso de ser necesario, acceder a asesoría calificada, para tomar las decisiones adecuadas inversión, que permitan un mayor beneficio para nuestro patrimonio futuro.

 

 

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Beneficios y los riesgos de la información que recibimos para tomar decisiones financieras

 

“Si no puedes explicarlo simplemente, no lo entiendes lo suficientemente bien”. Albert Einstein

En la mayoría de los países y México no es la excepción, existe regulación específica que obliga a los proveedores de servicios financieros a revelar y presentar información, en muchos casos estandarizada, a los consumidores, bajo la premisa de que dicha información les permite tomar decisiones informadas y vigilar así su mejor interés.

 

En muchos casos, se trata de información que busca estandarizar y simplificar las comparaciones, revelar las características de los productos diversos y permitir una adecuada evaluación de las necesidades, características y riesgos inherentes para cada consumidor de los productos financieros.

 

Sin embargo, esto que en principio para cualquiera puede resultar una norma favorable, presenta matices que, desde distintos estudios elaborados por la economía conductual, significan riesgos inherentes a este tipo de comparaciones de información revelada de forma regulatoria; así como la influencia de sesgos que, potencialmente, pueden llevar a los consumidores a tomar decisiones inadecuadas para sus propios intereses financieros de corto o largo plazo.

 

En el estudio “Beyond information: Disclosure, distracted attention, and investor

Behavior”, de Hillenbrand y Schmelzer, se analizó cuál es el impacto de este tipo de información, que se presenta los consumidores, específicamente tratando de terminar si la forma de presentación de la información genera cambios en las decisiones, para ello se comparó aquella información que se presenta de manera simple y neutra, con la que incorpora elementos adicionales visuales de la empresa proveedora de productos financieros.

 

Se compararon inversiones reales en fondos mutuos, presentando a las personas en la investigación dos tipos información estrictamente igual, pero diferenciadas por la presentación y la incorporación de otros elementos, que la investigación como califica como “distractores”.

 

Los resultados muestran que las personas invirtieron en promedio 14% más en aquellos fondos en los que la información presenta elementos visuales adicionales, respecto de aquellos en los que la información se presentaba de manera neutra.

 

También se encontró, que las personas tienden a esperar menores variaciones en los rendimientos de los fondos invertidos en aquellos casos en que la información se presentó con este tipo de distractores visuales respecto de los que analizaron información neutra. Ello implica una menor comprensión del riesgo de volatilidad del rendimiento asociado.

 

Un tercer resultado de la investigación es que las personas se toman más tiempo para revisar la información en presentaciones neutras, que en aquellas con distractores visuales. Lo que les permite entender de manera más correcta la información que recibieron.

 

En suma, el documento concluye que, si bien es deseable que exista información específica que debe ser revelada por las empresas y proveedores de servicios financieros a las personas, como elementos de soporte para una mejor decisión; también es necesario conocer y reconocer que sesgos potenciales puede presentar la información, que modifican la adecuada comprensión y análisis de la información recibida para efectos de tomar una mejor decisión financiera.

 

Como consumidores de servicios financieros, lo anterior nos obliga a revisar con mayor detenimiento y puntualidad la información que se nos presenta, evitando que factores como el diseño o distractores visuales, nos impidan poner atención en los temas específicos que son relevantes para una adecuada decisión de inversión.

 

Hoy, que para el público inversionista se le presentan miles de alternativas de inversión, que incorporan condiciones, montos, volatilidades y riesgos diferentes, es fundamental que tengamos la precaución de comprender adecuadamente la información, realizar invariablemente todas las preguntas necesarias para la mejor comprensión de las implicaciones de un producto financiero que estemos por contratar y recordar que, en cada decisión, estamos comprometiendo parte del patrimonio que hemos construido y esperamos preservar para el futuro.

 

“Cómo influye la comunicación en el hogar la conducta financiera de las personas”

 

“El mayor problema en la comunicación es la ilusión de que ha tenido lugar”. George Bernard Shaw, dramaturgo irlandés. El concepto de alfabetismo financiero ha adquirido relevancia creciente como una forma de incorporar de forma integral, tanto el nivel de comprensión y conocimiento que las personas tienen para tomar decisiones financieras, como la actitud y conductas financieras concretas asumen.

 

Muchos estudios, algunos de los cuales he comentado en esta colaboración, muestran que los niveles de información y conocimiento no necesariamente se traducen en conductas y hábitos financieros favorables.

 

De la misma manera, otros estudios muestran que ciertos conocimientos básicos en temas matemáticos son una precondición que contribuye a tener la capacidad de comprensión de los temas y problemas que subyacen en las decisiones financieras y ayuda a construir el razonamiento abstracto que a su vez permite anticipar decisiones de largo plazo en temas económicos y financieros.

 

La investigación apunta también a que en aquellas familias en las que la información de los temas financieros o presupuestales del hogar se socializa al interior del hogar, existe una mejor comprensión de los aspectos financieros por parte de los niños, que lleva a que cuando sean adultos jóvenes, tengan una mejor comprensión de la importancia de tener hábitos financieros más saludables.

 

En este mismo sentido un estudio recientemente publicado en el Journal of Behavioral and Experimental Finance, titulado “Financial literacy and family communication patterns”, de Hanson y Olson, mostró que, además de los temas señalados, los patrones de comunicación al interior de las familias pueden estar relacionados con el conocimiento financiero y contribuir a generar mejores resultados en el futuro manejo de las finanzas personales por parte de los jóvenes.

 

El estudio mostró en este sentido, una clara correlación entre el tipo de patrón de comunicación que se establece al interior de los hogares y el conocimiento financiero y posteriores prácticas en esa materia.

 

Existe también evidencia de la relación entre la experiencia financiera cotidiana de las familias y las conductas cotidianas de los padres, en el futuro el conocimiento y comportamiento financiero de los jóvenes adultos. La inclusión de los niños en la discusión de los temas relacionados con el presente y futuro financiero de la familia es también en este sentido relevante.

 

Este estudio en particular mostró que la que familias en las que existen patrones de comunicación basadas en mecanismos de “conversación”, reflejar un mayor nivel de conocimiento financiero que se traduce a su vez en mejore conductas financieras futuras.

 

Por el contrario, en aquellas familias en las que se exhiben patrones de comunicación denominados de “conformidad”, en los que los temas y decisiones no están sujetos a ningún tipo de discusión, muestran resultados de conocimiento y de comportamiento financiero inferiores.

 

Lo anterior no debe confundirse con un mecanismo de decisiones “democráticas” al interior del hogar; simplemente se trata de mecanismos que permiten una comunicación fluida y en dos sentidos, que se traduce en una comprensión y análisis de los fenómenos financieros que afectan a las familias y, consecuentemente, en la posibilidad de reflejar posteriormente esta comprensión en conductas financieras más favorables.

 

Sabemos que hoy existe un problema particular resultado del hecho de que, en  las últimas décadas, el nivel de conocimiento financiero entre los jóvenes educación media y superior, ha venido reduciéndose. Ello pese a pertenecer claramente a generaciones con más acceso a información y conocimiento.

 

De ahí la importancia de establecer patrones de comunicación que permitna a los niños y jóvenes ser capaces de comprender la problemática y decisiones financieras que se enfrentan en sus hogares y, consecuentemente, tomar las mejores decisiones para su futuro.

 

 

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Los efectos de subestimar en nuestras decisiones de endeudamiento y ahorro

“Las personas tienden a subestimar la gravedad de las situaciones.” Nassim Nicholas Taleb, ensayista e investigador. Dos de los temas que más afectan las finanzas de las familias, son las tendencia a sobre endeudarse y la baja proclividad al ahorro.

 

Evidentemente, existen factores relacionados con el nivel de ingreso que inciden sobre ambos factores, sin embargo, distintos estudios muestran que existe una influencia fundamental de sesgos cognitivos y de conducta que llevan a las personas, incluso aquellas con niveles medios o superiores de ingreso, a actuar de manera poco favorable para su interés económico.

 

En el estudio “Exponential Growth Bias and Household Finance” de Victor Stango y  Jonathan Zinman, se detallan dos tipos de estos sesgo. El primero, llamado sesgo de pago / interés, se refiere a la tendencia que tienen las personas a subestimar el tamaño y efecto del interés asociado a una serie de pagos futuros en relación con una deuda. El segundo sesgo, llamado de valor futuro es la tendencia a subvaluar el valor futuro de los rendimientos que por un ahorro o inversión podemos obtener en el tiempo.

 

De acuerdo con el estudio, ambos sesgos, que coinciden para afectar negativamente las decisiones de deuda y ahorro de las personas, están relacionados a su vez con un sesgo denominado de crecimiento exponencial. Este se refiere a la tendencia que tenemos a calcular de manera lineal el comportamiento del valor en el tiempo cuando en realidad este tiende a comportarse de manera exponencial.

 

El estudio señala que este sesgo, provoca que las personas tiendan a presentar este comportamiento de subestimación de la carga de los intereses de una deuda, particularmente en deudas de corto plazo o revolventes, como son las asociadas a instrumentos como las tarjetas de crédito, que por su propia naturaleza tienden a tener las tasas de interés más altas.

 

El ejemplo más claro se da cuando una persona quiere pagar con su tarjeta de crédito un producto como una televisión y va pagando los mínimos a la tarjeta. Raramente las personas alcanzan a calcular de manera adecuada cuál será el efecto de los intereses del pago de dicha deuda; por lo que, si a ello sumamos en la mayoría de las ocasiones se desconoce el intereses asociado a la tarjeta de crédito (y que incluso la decisión de contratación de una tarjeta rara vez se vincula con buscar el interés más bajo), frecuentemente encontramos que el efecto de pago de intereses en una deuda como la del ejemplo, termina por representar más del 50% del valor original del producto adquirido.

 

Por el contrario, cuando una persona está ante la decisión de ahorrar, particularmente en momentos la percepción es de tasas bajas, este sesgo provoca que el potencial ahorrador no sea capaz de valorar adecuadamente el efecto de acumulación exponencial que tendrán los ingresos obtenidos por el rendimiento futuro, haciendo crecer su ahorro en el tiempo. Ello es particularmente notorio, por ejemplo, cuando se le planeta a una persona el siguiente ejemplo hipotético: Dos personas ahorran para su retiro empezando una (la persona X) a los 25 años ahorrando durante 10 y otra persona (la Y) decide ahorrar precisamente cuando la persona tiene 35 años y hasta su edad de retiro. Ante un escenario de iguales montos de ahorro mensual y tasas de rendimiento asociada, tiende a pensar que la persona Y tendrá más dinero al momento del retiro, por tratarse de más años de ahorro. Sin embargo, la realidad es lo contrario; porque la acumulación más temprana genera un efecto exponencial del rendimiento que favorece el crecimiento mayor del ahorro.

 

Para la mayoría de las personas, la conjunción de estos sesgos genera malas decisiones de endeudamiento de corto plazo y una poca proclividad para tomar decisiones de ahorro, condiciones ambas que generan hábitos financieros negativos y consecuentemente disminuyen la posibilidad de un futuro bienestar financiero.

 

 

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Algunas de las razones por las que malinterpretamos nuestro entorno económico

 

“Malinterpretar es el más mortal de los pecados humanos.” Lester del Rey, escritor estadounidense de ciencia ficción. Frecuentemente encontramos aseveraciones u opiniones que, desde distintos espectros y posiciones, muestran una baja o nula comprensión de la realidad económica y financiera de nuestro país.

 

En muchos casos tendemos a malinterpretar la información que nos rodea, por una reducida capacidad para analizar los datos existentes; centrándonos en opiniones, bajo la premisa (falsa) de que todas las opiniones son igualmente válidas, tengan o no fundamento.  En otros casos, malinterpretamos por la falta de comprensión o por la falta de conocimiento de la información existente; así como por no creer en la veracidad de los datos (aún cuando carezcamos de fundamento para cuestionarlos).

 

Uno de los científicos que más ha contribuido al análisis de la información en diversos temas a nivel mundial, fallecido el año pasado, Hans Rosling, desarrolló estudios estadísticos para promover una visión del mundo basada en hechos y datos públicos y verificable.

 

En una de sus últimas publicaciones el libro “Factfulness”, Rosling hace referencia a una serie de “instintos” que nos llevan limitar nuestra capacidad de comprender la información sobre nuestro entorno; mismos que afectan, consecuentemente, la naturaleza y orientación de las decisiones que tomamos; incluyendo por supuesto, las decisiones económicas y financieras.

 

De los variosinsitntos me limitaré a tres de los descritos en el libro. El “instinto de generalización”, se refiere a la propensión de los seres humanos a tratar de englobar las explicaciones acerca del comportamiento de personas o fenómenos, aplicándolse reglas generales.

 

Tratándose decisiones de naturaleza financiera, la generalización puede llevarnos a perder de vista las diferencias específicas entre, por ejemplo, productos financieros o mecanismos de inversión, cuyas características puntuales pueden representar para cada persona, con necesidades diferentes, el que sirvan o no para apoyar sus propósitos financieros de mediano y largo plazo.

 

La generalización impide la adecuada comparación entre alternativas y limita en ese sentido, la capacidad que tenemos para tomar decisiones acordes a nuestros intereses.

 

El “instinto de culpabilidad” es descrito como la proclividad que tenemos para tratar de encontrar invariablemente una razón o sujeto culpable de escenario negativo que enfrentamos o padecemos.

 

Tratándose decisiones financieras, la búsqueda instinto de buscar culpables, puede llevarnos a dos situaciones: A no reconocer las verdaderas causas complejas de un resultado negativo, o a liberarnos de la responsabilidad personal sobre una decisión equivocada que tomemos.

 

En casos recientes, en los que empresas financieras ofrecieron rendimientos exageradamente elevados (evidentemente falsos), muchos de los que se vieron afectados declaran culpables a la autoridad o a la empresa (que por supuesto la tienen) pero no reconocen su responsabilidad personal de una decisión equivocada.

 

El “instinto de perspectiva única”, es la propensión a atractiva la visión de ideas simples y únicas con las cuales pretendamos explicarnos el entorno. Ello nos evita la necesidad de reconocer la complejidad de factores que pueden incidir en un fenómeno determinado, que frecuentemente, específicamente hablando de contextos económicos, pueden ser multi factoriales.

 

Un ejemplo, es la explicación sobre la volatilidad del tipo de cambio. En algunos casos se trata de centrar la explicación de manera simplista en la actuación o falta de ella de, por ejemplo, algún actor gubernamental o de atribuirla a la intencionalidad de entidades financieras globales.

 

Ello, aunque tentador, evita reconocer los múltiples factores que inciden en el tipo de cambio que pueden ir, desde percepciones y manifestaciones conductuales (como por ejemplo la expectativa de una rápida aprobación de la renegociación del TLC), hasta factores netamente estructurales como la balanza comercial o el déficit público.

 

Tratándose de decisiones económicas y financieras, la generalización, la búsqueda de culpables únicos y la simplificación de perspectivas que adoptamos para comprender los fenómenos económicos, son elementos perjudiciales, tanto para comprender nuestro entorno, como para tomar las decisiones que más nos convengan como individuos y como sociedad.

 

 

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Factores de personalidad que determinan el estrés (y el futuro) financiero en los jóvenes

“Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta”. Aristóteles. Uno de los temas que frecuentemente se sobre simplifican, es la explicación de porqué algunas personas presentan en mayor o menor medida, situaciones de estrés financiero.

Típicamente, se asocia la presencia de momentos de estrés, quebranto o falta de bienestar financiero, a factores puntuales como el nivel de ingreso. Sin embargo, la experiencia real muestra que, frecuentemente, personas con similares niveles de ingreso presentan condiciones de crisis financiera personal variadas.

Hoy, distintas investigaciones muestran que son múltiples los factores que determinan las conductas financieras, que a su vez tienden a provocar o predecir la frecuencia e intensidad de los momentos de crisis financiera personal.

En el estudio Personality and “Young Adult Financial Distress” de Xu, Beller, Roberts y Brown, se utilizaron datos del comportamiento de adolescentes y jóvenes adultos, y de su evolución hacia la edad adulta, encontrándose que ciertos patrones de conducta específicos están correlacionados con la presencia de momentos de estrés financiero futuro.

La relevancia de analizar el comportamiento de jóvenes adultos se deriva de que las primeras experiencias y comportamientos financieros que una persona joven tiene tienden a ser determinantes en su comportamiento financiero futuro. Asimismo, algunas condiciones específicas, relacionadas con las finanzas personales, que se manifiestan en la juventud, tienden a determinar la situación futura de las finanzas; un ejemplo de ello es un endeudamiento excesivo a edad temprana que limita las posibilidades futuras para generar un ahorro sostenido de largo plazo.

Los factores de estrés financiero que se identificaron el los jóvenes, y que predicen el comportamiento futuro en la edad adulta, fueron la falta de pago de algún servicio, la pérdida del servicio telefónico por falta de pago, la falta de pago en hipotecas o renta, la insolvencia frecuente, la recurrencia en la incapacidad para enfrentar los gastos alimentarios periódicos o el uso de mecanismos de asistencia pública, como complemento del ingreso personal.

El estudio, parte de la premisa de que una adecuada administración financiera personal en los jóvenes implica implementar planes financieros personales, resistir las tentaciones de consumo de corto plazo y enfrentar las presiones de comparación social que frecuentemente impulsan el consumo irresponsable.

Los jóvenes que presentan mejores capacidades de administración financiera manifiestan comportamientos específicos medibles: como pagar sus cuentas a tiempo, ahorrar para eventualidades inciertas del futuro y, en algunos casos incluso para el retiro, así como evitar un endeudamiento creciente inmanejable.

Los factores de conducta psicológica que se analizaron fueron el sentido de conciencia, la estabilidad emocional entre otros. El estudio encontró que el nivel de conciencia sobre nuestra situación y nuestro entorno está inversamente correlacionado con la presencia futura de condiciones de estrés financiero. Esto es, entre mayor es el nivel de conciencia de la condición personal actual y de los factores que afectan el entorno de una joven, su conducta asociada impedirá que enfrente condiciones de estrés financiero, derivadas de un mal comportamiento financiero.

Asimismo, el nivel de estabilidad emocional tiene un impacto fundamental en la presencia de condiciones de estrés financiero. Los jóvenes que manifiestan menor estabilidad emocional y mayor nivel de neuroticismo presentarán con mayor frecuencia eventos de estrés financiero que, como ya se señaló, generan marcas permanentes, tanto en su comportamiento financiero futuro, como en su estabilidad financiera de largo plazo.

Aunque no con la misma intensidad, otro factor de personalidad que salió en el estudio correlacionado con la posibilidad de menores eventos de estrés financiero entre adultos jóvenes es que tan introvertido o extrovertido es un joven. La investigación arrojó que entre más extrovertidos son los jóvenes adultos, su conducta financiera pronostica menor frecuencia de momentos de estrés financiero de corto plazo.

Como ha comentado en otras ocasiones, más que pensar de manera fatalista, que estas características de personalidad marcan de manera absoluta el futuro financiero; lo importante es extender que si propiciamos condiciones que fortalezcan ciertas características en los jóvenes, estaremos abonando a ayudarles a construir un futuro financiero más estable y promisorio para ellos y sus familias.

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Si el dinero produce felicidad, ¿la felicidad produce dinero?

 

 

“El dinero es Felicidad humana en abstracto”. Arthur Schopenhauer, filósofo alemán. Habiendo sido este 20 de marzo, día mundial de la felicidad (y evidentemente de forma relacionada, mi cumpleaños), conviene recordar que, con frecuencia, distintos estudios han tratado de encontrar la relación que existe entre la condición económica de las personas y su felicidad.

 

Se trata en su mayoría de estudios que tratan de analizar los efectos que pueden tener ciertos comportamientos o conductas económicas en la percepción subjetiva de bienestar asociado a la felicidad. En este sentido, se han estudiado factores como el desempleo, la inflación, el nivel de ingreso y su impacto en la felicidad; destacadamente, algunos modelos permitieron encontrar una correlación entre el nivel de ingreso y la felicidad percibida, la cual crece en la medida en que lo hace el ingreso, pero llegado cierto límite deja de crecer: es decir, llegado cierto nivel de ingreso ya no hay incrementos en la percepción de felicidad

 

En el estudio “Reversing the Question. Does Happiness Affect Individual Economic Behavior?”, de Cahit Guven, se trata de revertir la pregunta y encontrar, por el contrario, si existe alguna relación en la que la felicidad percibida incida en la conducta (y bienestar) económico de las personas.

 

Los resultados del estudio presentan – a partir de Información de los hogares en Holanda – arrojan datos interesantes.

 

Por un lado, se concluye que incrementos inesperados de felicidad de corto plazo, no tiene efectos duraderos en la conducta económica de mediano plazo; sin embargo, se encuentra que las personas que se declaran así mismos felices tienden a incurrir con menor frecuencia en hábitos que están asociadas con conductas que afectan negativamente a las personas, como el fumar o beber alcohol.

 

También se muestra que las personas que se perciben como felices, tienden a ahorrar más y gastar menos en el corto plazo y conductas claramente correlacionadas positivamente con hábitos financieros que producen bienestar económico sostenido en el largo plazo.

 

Ese efecto no sólo se materializa en el corto plazo, ya que también las personas más felices manifiestan planes de ahorro para el futuro más consistentes, lo que les permite, por lo menos en términos previsionales, establecer mejores elementos para un futuro y vejez más tranquila.

 

Los datos muestran también, que las personas que reportan niveles de felicidad más altos tienen una propensión marginal a consumir menor; esto es, que, ante incrementos de su ingreso, su propensión a gastar más es menor que en el caso de personas que se reportan así mismo como menos felices.

 

En particular, esta investigación arrojó datos que, de manera contradictoria con otras investigaciones, muestran que las personas más felices son más adversas el riesgo y, en términos de inversión prefieren instrumentos más seguros. También reportan mayor control y seguimiento sobre sus cuentas de ahorros y de inversión.

 

Un resultado adicional sumamente importante, es que las personas que reportan niveles significativos de felicidad muestran en general mayores habilidades cognitivas y de toma de decisiones; condiciones ambas directamente relacionadas con la capacidad para tomar mejores y más frecuentes decisiones que contribuyan al bienestar financiero de corto mediano y largo plazo.

 

En este sentido, así como es posible afirmar que investigaciones anteriores muestran que el dinero si hace la felicidad (pero hasta cierto nivel), también es señalar que estar felices nos llevará a tomar mejores decisiones, que a la larga contribuyan a una felicidad más duradera con finanzas y bienestar patrimonial sólido para nosotros y nuestras familias.

 

 

 

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Influencia de las emociones en las creencias, preferencias y decisiones financieras

 

“Es la repetición de las afirmaciones lo que conduce a las creencias.” Mohamed Ali.

La mayoría de los modleos económicos y financieros, parten de la premisa de que los seres humanos asumimos nuestra decisiones; específicamente aquellas de naturaleza económica y financiera;  desde una perspectiva racional, que busca maximizar nuestro beneficio.

Pero como ya he comentado en otras colaboraciones, la realidad es que cotidianamente asumimos decisiones con un alto componente de  irracionalidad que llevan de manera frecuente, a resultados inadecuados para nuestro bienestar financiero.

Una rama de la ciencia que vincula las decisiones económicas con el funcionamiento del cerebro, la neuroeconomía; ha realizado avances importantes para identificar cómo opera el cerebro cuando tomamos decisiones que involucran el riesgo y las recompensas; ambos conceptos, directamente relacionadas con las decisiones financieras.

En el estudio “The Influence of Affect on Beliefs, Preferences, and Financial Decisions”, de Kuhnen y Knutson, se trató de encontrar la vinculación que existe entre las áreas del cerebro que están relacionadas con estados emocionales, con la forma en la que estas mismas áreas procesan información relevante para tomar decisiones financieras. En particular, el estudio se centra en los componentes del cerebro encargados de la toma decisiones bajo condiciones de riesgo e incertidumbre.

El núcleo accumben, por ejemplo, procesa la información acerca de las ganancias y las recompensas, por lo que afecta la motivación para tomar decisiones en entornos en los que se perciben que algunas alternativas están asociadas a recompensas, particularmente de corto plazo.

De la misma manera, peor en sentido contrario, la ínsula anterior muestra en diversos estudios, que está relacionada con la forma en que procesamos información que asociamos con entornos de potencial pérdida o castigo y que puede llevarnos a evitar incrementar nuestra percepción de riesgo en entornos en que percibimos existe mayor potencial de pérdida o incertidumbe; todo ello vinculado con emociones de ansiedad.

Algunas de las conclusiones del estudio son relevantes porque nos muestran que, a través de la estimulación de emociones específicas, vinculadas con esas áreas del cerebro, es posible provocar, en mayor o menor medida, la reacción asociada de búsqueda de ganancia o aversión a la pérdida.

En entornos en los que las personas perciben posibilidades de recompensas importantes, se estimula la actividad cerebral que tiende a buscar desproporcionadamente nueva recompensas. El ejemplo más claro, sería el entorno en un casino, en el que comida o bebida gratis provoca estados de búsqueda de recompensas que disminuyen la aversión al riesgo, en demérito de la calidad de sus decisiones posteriores.

Éste fenómeno, también puede ser encontrado el precencia de burbujas especulativas, en mercados en los que la generación de ganancias aceleradas en algún activo, provocan un estado de existacion que a su vez estimula la búsqueda de ganancias aceleradas, disminuyendo la aversión al riesgo y la calidad del análisis asociado a sus decisiones financieras.

De la misma manera, la generación de estímulos pueden propiciar que las personas enfrente las decisiones financieras desde una perspectiva menos favorable al riesgo y, consecuentemente tomar decisiones inadecuadas.

Por ejemplo, algunos estudios muestran que las personas en momentos de angustia asociada a pérdidas, toman decisiones sub óptimas por el incremento de percepción de riesgo ya bate el temor de una potencial pérdida.

Entender que la forma en que tomamos las decisiones es modelada por la estructura y conformación de nuestros procesos cerebrales es fundamental; no para tener una visión fatalista y determinista de nuestras elecciones, sino para entender como ciertos contextos emocionales específicos, pueden llevarnos a tomar decisiones que comprometan nuestro futuro patrimonial.

 

 

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolar

 

Educación financiera, tolerancia al riesgo y conducta de ahorro en los hogares

“Aquel que no es suficientemente valeroso para tomar riesgos no alcanzará nada en la vida.” Muhammad Ali

24 de Enero de 2018

En otras colaboraciones me he referido al efecto que tiene la educación y la “alfabetización” financiera para la conducta de las personas, la formación de sus hábitos y consecuentemente, para su bienestar económico presente y futuro.

 

En el artículo “Risk Tolerance and Goals-based Savings Behavior of Households: The Role of Financial Literacy”, de Chatterjee, Fan, Jacobs y Haas; publicado el año pasado, se trata de hacer analizar a partir de un estudio empírico, la relación entre la alfabetización financiera, con la tolerancia al riesgo y el comportamiento de ahorro orientado a metas de largo plazo en los hogares.

 

En el artículo, se define el concepto de tolerancia al riesgo, como un concepto inverso asociado al de aversión al riesgo usado frecuentemente en temas financieros; se conceptualización como la disposición de un inversionista a perder parte de su inversión, ante la perspectiva – con cierto grado acotado de incertidumbre – de tener un retorno mayor en el futuro.

 

Distintos estudios muestran que, particularmente cuando se trata de metas financieras de largo plazo, por ejemplo las relacionadas con el retiro; se requiere una mínima comprensión de los elementos asociados al riesgo financiero, para incrementar la tolerancia el mismo y, en esa medida, buscar alternativas de inversión que generen en el tiempo un rendimiento promedio mayor. Se trata de que cuenten con información que haga que las personas estén dispuestos a buscar un relativo mayor riesgo, a cambio de un retorno que, en el tiempo, compense ese riesgo y favorezca un retorno mayor que permita cumplir los objetivos de largo plazo.

 

Otros estudios muestran que existe una correlación negativa entre el nivel de alfabetización financiera con el nivel de aversión al riesgo y que a su vez está positivamente relacionada con una condición de tolerancia moderada al riesgo.

 

Este estudio en particular confirma que, tanto el nivel de alfabetización financiera, como un adecuado nivel de tolerancia al riesgo, se relacionan positivamente con las prácticas de: constitución de fondos emergencia en los hogares, así como del establecimiento de planes de ahorro para el retiro de largo plazo.

 

Adicionalmente, el estudio encontró que una moderada tolerancia al riesgo, también se encuentra positivamente relacionada con el establecimiento de mecanismos de ahorro para la educación de los hijos en familias de EUA.

 

Como en todos los casos, se trata de un tema de balances y equilibrios. El estudio muestra claramente que, así como una tolerancia moderada al riesgo es positiva, los niveles excesivos de tolerancia al riesgo tendrán aparejadas conductas negativas de sobre confianza y de comportamiento irracional de los inversionistas, que los llevan a tomar decisiones incorrectas, que comprometen su bienestar financiero y el retorno de las inversiones incluso en el largo plazo.

 

Las conclusiones son relevantes para que, en los programas asociados a promover la alfabetización y el conocimiento financiero, se contemple como relevante la creación de visiones orientadas a una moderada tolerancia riesgo, que posibilite alcanzar las metas de ahorro de largo plazo.

 

Para las personas, el estudio nos muestra la importancia de que nos alleguemos de información financiera suficiente y necesaria; tanto para mejorar nuestros hábitos y conductas relacionadas con la práctica cotidiana financiera (en temas como el ahorro o el gasto), como para entender las implicaciones asociadas a aceptar riesgos moderados en las inversiones que, en periodos largos, generen un retorno más importante el ahorro.

 

Ello es particularmente importante en economías con la mexicana, en la que encontramos prácticas que típicamente se encuentran en extremos: o condiciones extremas a aversión al riesgo que impiden la toma de decisiones financieras adecuadas o; condiciones de limitada aversión al riesgo, que llevan a tomar decisiones que propician escenarios de pérdida al patrimonio y ahorro de los hogares.

 

 

 

 

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Seminario de proyecciones y perspectivas económicas 2018

 

“Cualquiera que diga que los negocios se basan en hechos y no en ficción nunca ha leído proyecciones de hace 5 años.” Malcolm Forbes, empresario estadounidense.

 

La semana pasada se llevó acabo en el Instituto Tecnológico Autónomo de México, el “Seminario de Perspectivas Económicas 2018”, con el subtítulo “Retos y oportunidades para el próximo sexenio”.

 

Como es habitual, tuvieron presentaciones el Secretario General de la OCDE,José Ángel Gurría, el Gobernador del Banco de México Alejandro Díaz de León, el Secretario de Hacienda, José Antonio González Anaya; así como la presencia en paneles de la Comisionada Presidente de la Comisión Federal de Competencia Económica, Juan Pablo Castañon del Consejo Coordinador Empresarial, un representante de KPMG, un representante de la Secretaría de Economía, así como analistas económicos y de temas comerciales; acompañados por supuesto por el rector y otros integrantes de la comunidad ITAM.

 

El tono de muchas de las presentaciones fue, en muchos sentido, (exageradamente) optimista. Sin embargo, de los mucho temas que se abordaron, por las implicaciones que pueden tener para las familias y las personas en sus finanzas, me parece importante destacar lo siguiente.

 

En temas relacionados con el intercambio comercial, en la perspectiva de Alejandra Palacios, se destacó que uno de los temas poco señalados pero potencialmente negativos, derivados de una posible cancelación del TLCAN, se refiere a la aplicación de aranceles en importaciones que realiza México de Estados Unidos, particularmente en productos que relevantes para el consumidor mexicano como el frijol y el pollo, cuya imputación sin tratatdo, implicaría la aplicación de aranceles que elevarían en más de 20% el costo actual del producto en el mercado nacional.

 

Ello tendría un evidente impacto para los ingresos de las familias y por ello obligaría a cualquiera de dos caminos: o alguna cancelación unilateral de los aranceles aplicables a esas importaciones, para no afectar a los consumidores mexicanos y/o, a la búsqueda de nuevos países que provean de esas importaiocnes a México, lo que al mismo tiempo serviría como mecanismo de presión hacia EUA, especialmente hacia estados específicos de ese país cuyas exportaciones de esos productos a México constituyen una parte significativa de su comecio y su actividad económica en general.

 

Por su lado, el Gobernador del Banco de México destacó que el comportamiento de la inflación subyacente en 2017, refleja un cambio en los precios de los productos que está asociado, por un lado, al efecto de una depreciación acumulada muy importante del tipo de cambio y, por el otro, a los efectos relacionados con el incremento de los energéticos a principios del año pasado.

 

Señaló tres retos específicos para las economías emergentes en el entorno inmediato entre las que se incluyen México.

 

Una potencial reducción de los precios de materias primas con impactos en el la balanza comercial de los ingresos fiscales y en el crecimiento económico.

 

La continuación la normalización monetaria mundial, que implica el incremento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal, con el consecuente efecto sobre el alza de las tasas en México, y por último,

 

Las discusiones que existen nivel mundial, en términos de la revisión de los modelos de integración económica comercial; dentro de los que se inscribe la visión de renegociación o cancelación de los tratados comerciales, incluyendo el TLCAN.

 

Respecto de la inflación, el Gobernador destacó también que la inflación representa una afectación al crecimiento económico y el empleo y ello ha sido evidente en episodios inflacionarios en México, como los de principios de los ochentas y mediados de los noventas y, en mucho menor medida, también en la inflación de 2017.

 

Otra señalamiento importante fue que la inflación tiene un impcato mayor hacia la población de menor recursos, por lo que genera, en los hechos una redistribución negativa del ingreso afectando el poder adquisitivo.

 

Como relexión personal respecto de este último tema, es fundamental sostener la preocupación, por algunos olvidaba, de tener políticas en la siguiente administración que, de manera responsable, concilien la evidente necesidad de recuperación de los ingresos de las familias, sin generar desequilibrios que alimenten procesos inflacionarios, los que terminan por afectar a los que menos tienen, además de que generan entornos de incertidumbre que afectan a las empresas y el crecimiento económico en general.

 

 

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Qué habilidades necesitamos para tomar mejores decisiones financieras

 

“El número de grados académicos no es tan importante, como que tanto desarrolla un estudiante sus habilidades cognitivas como el pensamiento crítico.”

Derek Bok, ex presidente de la Universidad de Harvard

 

Para muchas personas, la principal característica que nos lleva a tomar mejores decisiones en nuestra vida; incluyendo los temas financieros; es la inteligencia. Se parte de la premisa que una persona inteligente estará en mejores posibilidades de comprender aquellos temas que son fundamentales, para planear y conducir las decisiones económicas y financieras personales y familiares y, consecuentemente, tomará decisiones que le permitan evitar riesgos innecesarios y aprovechar las oportunidades para construir un patrimonio.

 

Sin embargo, en la realidad cotidiana, personas con una inteligencia superior, toman decisiones equivocadas.

 

Distintas investigaciones han tratado de comprender este tema. En el último número de la revista Scientific American Mind, en el artículo “Por qué personas listas hacen cosas tontas”, Heather A. Butler aborda diferentes investigaciones propias y de otros autores, que tratan de resolver esta interrogante.

 

Las investigaciones muestran que, más allá de la inteligencia, el mejor predictor de decisiones y conductas favorables para los eventos importantes en la vida (incluyendo por supuesto los financieros y económicos), es el pensamiento crítico.

 

En el artículo, se destaca que el pensamiento crítico incorpora como concepto cinco componentes y habilidades: la capacidad de razonamiento verbal, el análisis argumentativo, la capacidad de probar hipótesis, la comprensión de los temas relacionados con la probabilidad y la incertidumbre, la toma de decisiones y la resolución de problemas.

 

En una investigación específica de la misma autora, publicada en septiembre del año pasado, se trató de medir qué tanto el pensamiento crítico (medido a través de diferentes test) y la inteligencia, sirven como indicadores para pronosticar los resultados favorables o negativos de eventos a lo largo de la vida. Se encontró que, la capacidad de pensamiento crítico se vincula (más que la inteligencia) con una menor frecuencia de eventos negativos derivados de decisiones incorrectas asumidas a lo largo de la vida y con mejores resultados de vida futura en general

 

Una conclusión importante de la investigación es que (en principio) la inteligencia tiene un elevado componente genético y hereditario, por lo que su desarrollo presenta algunas limitaciones. Sin embargo, el pensamiento crítico, entendido como el conjunto de habilidades antes mencionadas, sí puede ser enseñado y entrenado lo largo de la vida.

 

De los componentes del pensamiento crítico es evidente su relevancia para una mejor comprensión y toma decisiones relacionadas con los aspectos económicos y financieros de la vida.

 

Por ejemplo, la capacidad de entender y probar hipótesis, que se refiere a la noción de que una idea puede y debe ser corroborada a través de medios que nos permitan asegurar su validez; lleva a que las percepciones en que basamos nuestras decisiones sean corroboradas y nos den certeza de estar ancladas en la realidad y que no son simples presunciones con fundamentos erróneos o derivados de sesgos de percepción.

 

En muchos casos, las decisiones económicas y financieras erróneas se derivan precisamente preconcepciones equivocadas, que nos llevan a mantener una visión equivocada y a repetir los mismos errores.

 

Otro elemento fundamental del pensamiento crítico: la comprensión de los temas de probabilidad de incertidumbre; se encuentra frecuentemente ausente en decisiones financieras equivocadas. Personas que parecerían tener información y la inteligencia puntual sobre temas financieros y económicos, cuando tienen una capacidad limitada para comprender los fenómenos asociados a la incertidumbre (hoy una constante en lo financiero) o para entender cabalmente la probabilidad mayor o menor de que se presente un determinado riesgo (como en el cumplimiento de un rendimiento financiero), toman frecuentemente decisiones equivocadas que afectan su patrimonio futuro.

 

Por ello, si tenemos que elegir, para tomar mejores decisiones económicas y financieras, es fundamental que individualmente y en lo familiar, construyamos cotidianamente una mejor capacidad de pensamiento crítico que abone a las decisiones que ayuden a obtener la estabilidad financiera que deseamos para el futuro.

 

 

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Qué nos puede ayudar a cumplir las resoluciones financieras de Año Nuevo

 

 “Yo pienso en términos de resoluciones del día; no del año.” Henry Moore, escultor inglés

En muchos países, algunos de los propósitos de Año Nuevo más frecuentes se relacionan con la situación y los hábitos financieros de las personas.

En México, una encuesta publicada hace un año por consulta Mitofsky puso en un lejano 11ª y 13º lugares los temas relacionados con estar bien económicamente y ahorrar; anteponiéndose temas como conseguir trabajo, bajar de peso, mejorar la salud y estudiar.

Para algunas personas, los propósitos financieros no se colocan en primer lugar porque tienen la percepción (sólo parcialmente fundada), de que resolver estos temas no depende exclusivamente de su voluntad. Creen que una limitada orientación al ahorro es consecuencia de un bajo nivel de ingresos y que por ello su mejora no está a su alcance. Sin embargo, si bien factores como el nivel de ingreso promedio de la economía, los niveles de inflación o la inestabilidad financiera no son controlables por las personas, la creación de mejores hábitos financieros si está alcance de la mayoría y tiene una incidencia relevante en la construcción del bienestar económico futuro.

Por ello, la búsqueda de mejores hábitos financieros, si puede y debe ser considerado un objetivo de Año Nuevo fundamental por su impacto y trascendencia futura.

Como todos los objetivos y metas que nos ponemos la posibilidad de alcanzar su cumplimiento es limitada y frecuentemente condicionada por factores relacionados con la conducta.

En la mayoría de los casos, los propósitos de Año Nuevo involucran el abandono de hábitos anteriores y la creación de nuevos hábitos; por lo que es importante considerar una serie de recomendaciones puntuales que permiten, no solo construir, sino sostener a lo largo del tiempo los nuevos hábitos deseados.

Distintos estudios muestran por ejemplo que existe una correlación significativa entre el sostenimiento de un nuevo hábito deseado y la capacidad de creación de motivadores internos no relacionados con recompensas y castigos específicos (así lo apuntan estudios relacionados con la teoría de la autodeterminación).

Una recomendación al respecto es el establecimiento de metas macro que representen el gran objetivo general que se pretende alcanzar, pero acompañándolas de “micro cuotas”, que se refieren a la cantidad mínima de actividad o esfuerzo relacionado con nuevo hábito, que se tiene que llevar a cabo cada día para alcanzar la meta global. Si mi propósito es ahorrar más, mi meta es

ahorrar el 10% de mi ingreso y la micro cuota es cuánto tengo que ahorrar o dejar de gastar cada día.

Otra recomendación es lo que se conoce como el establecimiento de “cadenas de conducta” y que se refiere a que, más allá de alterar total y significativamente la conducta previa, se establezcan patrones vinculados con conductas actuales, pero orientados a la generación de los nuevos hábitos. En términos financieros, implicaría, por ejemplo, más allá de pensar que mi objetivo es gastar menos, plantearlo en términos de “en mis salidas con amigos limitaré lo que pida a X cantidad de dinero”. Ello permite montar un nuevo patrón de conducta sobre una conducta existente, lo que incrementa las posibilidades de construir el hábito en el tiempo.

Otro elemento importante (derivado de estudios realizados en UCLA), se refieren a la forma de visualizar el proceso para la construcción del nuevo hábito. Ello implica imaginar las acciones vinculadas con el nuevo hábito como un proceso concreto, sin que implique una fantasía excesiva sobre el mismo. Un ejemplo, sería visualizar qué mecanismos semanales de ahorro llevaré a cabo y en que invertiré semanalmente el ahorro; pero sin fantasear exclusivamente sobre un supuesto enorme ahorro final que gastaría al concluir el año.

Aprovechar un cambio de ciclo, aun cuando sea arbitrario, para mejorar nuestros hábitos puede ser un buen comienzo para empezar a construir el bienestar financiero que anhelamos para nosotros y nuestras familias.

Les deseo un 2018 con salud y trabajo para Ustedes y sus familias.

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Estado del conocimiento y “alfabetismo” financiero en nuestro país

“Una buena vida es la que se inspira en el amor y es guiada por el conocimiento.” Bertrand Russell, filósofo británico

6 de Diciembre de 2017

En muchos temas, los mexicanos tenemos a creer que nuestro país se encuentra peor que la mayoría. Y aún en este tipo de visión no somos únicos; existen muchos estudios que muestran como la mayoría de los ciudadanos distintos países, se tienden a calificar peor de lo que califican a otros países y viceversa.

Cuando hablamos temas de temas relacionados con las prácticas financieras también ahí generalmente pensamos que en México nos encontramos en peores niveles de los que resto del mundo. Sin embargo, la realidad es que México no se encuentra muy lejos de algunos indicadores de ahorro respecto de países con mayores niveles de desarrollo.

En reportes con datos obtenidos por la OCDE, el porcentaje de los ahorros de los hogares en relación con los ingresos disponibles de los mismos (con datos a 2015) son similares en México a países como Austria, Australia y Holanda y superiores incluso a Estados Unidos y al promedio de la región europea en su conjunto.

Uno de los elementos que se analiza para comprender la conducta financiera, se refiere, de acuerdo con estudios de la propia OCDE, es el nivel de “Alfabetismo” (financial literacy) financiero, el cual se mide, entre otros medios, a través de la prueba PISA; entendiendo este “Alfabetismo” como la combinación de conciencia, conocimiento, habilidades, actitudes y comportamientos financieros, necesarios para tomar decisiones sólidas y alcanzar el bienestar financiero individual.

En la medición de un índice desarrollado por la propia organización, se incorporan elementos de conocimiento actitudes y comportamientos financiero, en los que México se encuentra ligeramente por debajo del promedio de los países pertenecientes al G20, pero arriba de países similares como Brasil, India, Argentina e Italia.

Pero más allá de pensar que nuestro país es peor o mejor que otros, para mejorar en el largo plazo la situación financiera de los hogares en nuestro país, es fundamental conocer el detalle de cuales aspectos resulta critico atender.

En promedio, del total de países del grupo G20, sólo 52% de los adultos alcanzan el mínimo deseable de seis de nueve de comportamientos que presumiblemente debería tener la población para mantener una conducta financiera sana.

Los temas fundamentales de conocimiento financiero se refieren en el estudio, a la comprensión de los efectos de la inflación, el cálculo de tasas de interés (simple y compuesto), así como la comprensión del riesgo asociado a una inversión.

En cuanto a conocimiento financiero, México resultó particularmente mal calificado en la capacidad para calcular un interés simple sobre un ahorro y en el cálculo de un interés compuesto. Ello refleja la notable debilidad del sistema educativo de nuestro país en temas matemáticos, que consecuentemente se traslada a la capacidad de comprensión de las elementales matemáticas asociadas a las finanzas.

En cuanto a conducta financiera, otro de los elementos de los que México salió sensiblemente mal calificado, es el relativo a cuantas de las personas declaran que, en sus hogares, se toman las decisiones financieras a partir de un presupuesto. También resultó mal calificado en cuanto a la frecuencia con la que se revisan los temas financieros del hogar y al establecimiento de metas financieros de largo plazo y las decisiones y acciones que permitan alcanzarlas.

Del análisis de esta información debe preocuparnos que la falta de una adecuada capacidad de planeación financiera, derivada de problemas alfabetización financiera, se suma en nuestro país a la debilidad de los ingresos de muchas de las familias, lo que crea condiciones propicias para el surgimiento de crisis recurrentes en los hogares en el manejo de sus finanzas, impidiéndoles alcanzar un mínimo de bienestar financiero en el futuro.

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares