Las narrativas económicas / Columna de Raúl Martínez Solares

El concepto de narrativa económica, según lo describe Robert Shiller, Premio Nobel de Economía en su más reciente libro, se refiera al contagio de ideas que se reproduce a través de la comunicación de boca en boca y que típicamente involucra el esfuerzo de personas por difundir historias y hacer que éstas se propaguen.

Schiller busca identificar cómo estas narrativas que se propagan y contagian, particularmente de forma recientemente a través de medios digitales que producen una muy rápida expansión de la explicación sobre eventos económicos específicos.

Las narrativas económicas pueden reproducirse, ya sea por la divulgación de ideas que pueden resultar atractivas para las personas o, en ocasiones, por una clara intencionalidad de parte de quienes buscan propagar una versión específica de los hechos.

En el libro se ejemplifica como en los Estados Unidos se construyó una narrativa económica para tratar de describir al actual presidente de Estados Unidos como un brillante hombre de negocios. Se trató de un esfuerzo intencional por cambiar la percepción, basada en datos duros y verificables, de que en los hechos el actual presidente había sido no sólo un mal empresario con varias quiebras de en su historia, sino además un mal negociador. La narrativa lo logró y ello explicó en parte su triunfo electoral.

En otros casos, la narrativa se produce a partir de expectativas de quienes interpretan los hechos a partir de una visión que le resulta favorecedora, aunque no esté fundadas en la realidad. Así, la utilización de ejemplos de personas que habiendo abandonado sus estudios lograron situarse como grandes emprendedores (particularmente en los sectores de la economía de la información y digital), llevó a generar esta visión de que no se requiere tener estudios para ser exitoso; aun cuando toda la evidencia probabilística muestre que los casos de estos grandes empresarios son estadísticamente muy poco representativos de lo que ocurre para la mayoría de la población.

El problema de las narrativas económicas es que frecuentemente incurren en generalizaciones y simplificaciones. Cuando además buscan apoyar una cierta visión económica, típicamente reducen el diagnóstico, eliminan cualquier posibilidad de que la visión tenga alguna debilidad e imputan todos los defectos a las visiones que consideran contrapuestas.

El defecto de estas narrativas es a su vez, su principal fortaleza, su simplismo reduccionista las hace muy atractivas para un amplio espectro de la población, que carece de información objetiva y amplia y frecuentemente prefiere diagnósticos simplistas, aunque no correspondan a la realidad.

Hoy enfrentamos una narrativa que, de un lado del espectro en términos económicos, trata de encontrar la raíz de todos los problemas económicos del país en un supuesto modelo neoliberal, como si estos problemas hubiesen surgió de la nada en las últimas décadas y no tuvieran raíces profundas en la etapa en de un estado intervencionista y sin disciplina fiscal.

Del otro lado, otra narrativa trata de centrarse en identificar defectos en el actual gobierno, sin reconocer en algunos casos la profundidad de los problemas previos; centrándose además en temas intrascendente, sobre todo si se contrastan con ciertos elementos de la visión económica actual que si son de profunda preocupación y que limitan la capacidad de alcanzar un adecuado nivel de desarrollo y crecimiento económico.

Como comenté recientemente, hoy el discurso lo ganan los estridentes. Se olvida frecuentemente que el conocimiento no es necesariamente democrático; como si cualquiera tiene la capacidad de expresar una opinión objetivamente válida y fundada. El conocimiento requiere disciplina, acceso a fuentes, capacidad de discriminación, comprensión y análisis de datos. Mientras la discusión de los problemas se base en narrativas construida sobre falacias y supuestos simplistas, la verdadera construcción de soluciones no será posible.

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