A ocho años del “taper tantrum”, fantasmas de un nuevo episodio de caídas ronda los mercados financieros globales – Análisis

Este próximo 22 de mayo, se cumplen ocho años del fenómeno conocido como el “taper tantrum”. La expresión se acuñó en 2013, cuando Ben Bernanke era el presidente de la Reserva Federal.

Durante una comparecencia ante el Congreso estadounidense el 22 de mayo de 2013, el entonces presidente de la FED, Ben Bernanke, mencionó que el banco central estadounidense podría empezar a reducir su programa de compra mensual de bonos en los próximos meses.

La sola posibilidad de que la autoridad estadounidense comenzara a reducir el programa de compra de bonos que se había implementado para inyectar liquidez a la economía tras la crisis financiera global de 2008-2009, los mercados financieros reaccionaron con pánico lo cual se tradujo, entre otros factores, en un aumento en los rendimientos de los bonos del tesoro estadounidense (cerca de 100 puntos base en pocas semanas) y en un fortalecimiento generalizado del dólar ante la mayoría de monedas en el mundo, incluido el peso mexicano. A ese episodio, que dejó ver la enorme dependencia que los mercados habían desarrollado desde entonces a la política monetaria ultra-acomodaticia de la FED, se le denominó “taper tantrum” o el berrinche del retiro.

A ocho años de ese fenómeno, desde marzo pasado han estado rondando fantasmas de un nuevo “taper trantrum”, sobre todo desde la aprobación de los más recientes apoyos de estímulos fiscales en EUA. Así lo reflejó en su momento el alza de tasas de interés en bonos soberanos. En particular, el de EUA a 10 años pasó de 0.9132% en diciembre de 2020 a 1.74% en marzo pasado (actualmente se ubica alrededor de 1.64%).

Poco después de que estallara el año pasado la crisis de la pandemia por COVID-19, la FED volvió a actuar de forma decisiva, bajando las tasas de interés de corto plazo a cero e implementando un agresivo programa de compra mensual de bonos (con mayores montos que el aplicado hace más de una década como respuesta a la crisis financiera global). Esta institución además ha indicado que mantendrá la política monetaria expansiva hasta al menos el año 2023 cuando estima que se alcancen condiciones de pleno empleo. Eso ayudó a mitigar el impacto de la pandemia en la economía y también trajo un aumento en el apetito de riesgo de los inversionistas.

La realidad es que una economía fuerte sugiere que la FED pronto tendrá que comenzar a poner sobre la mesa la posibilidad de endurecer su política monetaria, en particular sobre el tema del programa de compra de bonos.

La situación actual de la economía estadounidense es de fortaleza y encaminada a que en el segundo trimestre de 2021 el PIB pueda retomar los niveles previos a la pandemia de COVID-19.

Este boom económico ha generado una preocupación, un posible surgimiento de presiones inflacionarias.

El dato de inflación estadounidense de abril reflejó lo frágil y excesivamente dependientes de la FED que están los mercados. La mayoría de los activos de mayor riesgo se mueven entre las voces que especulan con que la subida de la inflación en Estados Unidos podría provocar un endurecimiento de la política monetaria por parte de la FED antes de lo previsto y entre aquellas que siguen confiando en las palabras de la FED de que estos aumentos en precios son temporales, por lo que no consideran que harían ajustes a su política expansiva. En meses subsecuentes se podrá demostrar de qué lado está la razón.

En ese sentido, si bien los funcionarios del banco central estadounidense y la mayoría de los analistas reconocen el impulso temporal, no está claro si se está produciendo un repunte más duradero de las presiones inflacionarias en un contexto de aumento de los precios de las materias primas, billones de dólares en estímulos económicos gubernamentales y signos incipientes de mayores costos laborales.

Así, consideramos que parte de la aceleración de la inflación será transitoria y compartimos la opinión de la FED de que este no es el comienzo de una espiral inflacionaria ascendente. Esperamos que los desequilibrios entre la oferta y la demanda se resuelvan gradualmente y que el ritmo de la inflación se enfríe paulatinamente de cara al 2022. Así, es probable que en los próximos meses la inflación inicie una gradual trayectoria a la baja en lo que resta del año y en la medida que los efectos de la pandemia se vayan disipando, en determinado momento, quizá en 2022, se observe el regreso a cierta normalidad en los niveles de tasa anual. Sin embargo, el escenario no está exento de riesgos y puede haber factores del tipo estructural que provoquen alzas continuas en los precios, lo que acrecentará las apuestas de un tapering (reducir el programa de compra de bonos) y con ello un taper tantrum.

En 2013, en ese año, entre el proceso de que se informó que se iniciaría la reducción de compra de bonos y el comienzo formal, la moneda mexicana se depreció cerca de 1.50 pesos por dólar. Creemos que las lecciones del episodio de 2013 influirán en gran medida en la forma en que la FED comunique los cambios en su programa de adquisición de activos y el futuro desenlace, por lo que el impacto podría ser menor.

En los últimos días han crecido las voces de que la FED podría utilizar el simposio de política monetaria de Jackson Hole (finales de agosto) para hacer un anuncio de esta naturaleza. Estas apuestas se enfocan por el tema del avance en precios, pero dejan a un lado la situación del mercado laboral estadounidense. La realidad es que ese mercado todavía dista de estar cerca de los niveles previos a la pandemia. Existe un rezago cercano a 7 millones de trabajos por recuperar. En ese sentido, vemos poco probable que la FED realice un anuncio de gran calado en este encuentro.

Todavía luce menos probable que se iniciaría en el 2021 una reducción del programa de compra de bonos, aunque a finales de este año podrían sentarse las bases de cómo se terminaría llevando a cabo muy probablemente en 2022.

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