Días decisivos: los sorbos de la paz: López Vela – Análisis

“La guerra se complace en venir como un ladrón en la noche; y la noche está hecha de promesas de amistad eterna”

Ambrose Bierce

El segundo año de la pandemia ha hecho palidecer a los anteriores pues, además de los problemas sanitarios, las tensiones internacionales han cobrado fuerza; pareciera como si los días oscuros de la enfermedad global fueran la antesala de noches aún más negras.

En un mundo volcado en la administración de los estragos pandémicos, con poblaciones y economías debilitadas, con la moral mundial a la baja, lanzar una ofensiva militar es moralmente perverso pero estratégicamente oportuno.

Me refiero a la posibilidad de un conflicto armado de grandes alcances —en letalidad, países involucrados y duración— pues, que nadie lo dude, una escalada militar por parte de Rusia tendría al territorio ucraniano como primer objetivo, pero no es el único.

La crisis entre Ucrania y Rusia ha hecho que la OTAN se prepare para un enfrentamiento militar de muy alto impacto. Pareciera que el encuentro entre el presidente Macron y Vladimir Putin no logró un acuerdo definitivo pero alcanzó, al menos, para comprar algunas horas más de paz. Por otra parte, la Casa Blanca y el gobierno de Ucrania han mostrado unidad —política y armamentista— para enfrentar al ejército ruso; al tiempo que el gobierno alemán se muestra cauto, levantando sospechas de traición a los antiguos aliados.

En otras columnas he escrito sobre el arsenal armamentístico de los países involucrados, sobre el farragoso camino que ha sido mantener a raya las ambiciones imperiales de Putin y el cheque en blanco que significó la administración Trump para el fortalecimiento de las armas y los arsenales rusos, así como el oneroso desgaste de la fuerza, credibilidad y unidad de los entonces aliados.

En el Diccionario del diablo, de 1906, Ambrose Bierce definió a la guerra de la siguiente forma: “Guerra, s. Subproducto de las artes de la paz. Un periodo de amistad internacional es la situación política más amenazadora. El estudioso de la historia que no ha aprendido a esperar lo inesperado, puede perder la esperanza de cualquier revelación. La máxima ‘en tiempo de paz prepara la guerra’ tiene un significado más profundo de lo que parece; quiere decir, no sólo que todas las cosas terrestres tienen un fin, que el cambio es la única ley inmutable y eterna, sino que el terreno de la paz está sembrado con las semillas de la guerra y favorece su germinación y crecimiento”. Y a la paz como: “un periodo de engaños entre dos de lucha”. Mucho me temo, tenía razón.

¿Qué sigue? Algunas semanas más de tensa calma en lo que los ejércitos terminan de ocupar posiciones estratégicas y se crean las alianzas internacionales correspondientes. Después, despedirnos de la quimera en la que algunos alcanzamos a hacer la vida. Espero equivocarme.

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