Los lamentos perforaron las paredes de la clínica sin cita previa escondidas entre casas deterioradas en el corazón de la capital venezolana. Artemis Parra recibió una vacuna en cada brazo, para la poliomielitis y el sarampión. Las inyecciones eran gratuitas en el sitio del gobierno, y llenaron lagunas en el historial de vacunación del niño de 1 año. Pero no fueron suficientes para cumplir con los requisitos nacionales para los niños de su edad. Artemisa necesita dos más, a un costo de 400 dólares, una factura que su madre desempleada y su padre trabajador del gobierno no pueden permitirse.

Los funcionarios de salud pública han advertido durante mucho tiempo que Venezuela, con un sistema de atención médica en desmoronado y aproximadamente una década de disturbios políticos, tiene tasas de vacunación alarmantemente bajas. Al país se le prohíbe comprar vacunas a través de un sistema regional que ofrece precios asequibles hasta que pague una deuda de 11 millones de dólares, en gran parte el resultado de una lucha de poder entre el gobierno y la oposición respaldada por Estados Unidos.

Los datos específicos sobre las tasas de vacunación han sido difíciles de alcanzar en Venezuela, donde las instituciones están envueltas en el secreto, la corrupción y la burocracia. El país no ha publicado tarifas desde 2015.