Todas las entradas de: Lorena San Mamés

Abogada, millennial. Escribo sobre la vida.

Santiago de Compostela (Primera Parte)

 

Decidí estudiar un semestre de la carrera en otro país en cuanto supe que existía esa posibilidad. No sabía cómo o cuándo pero sabía que tenía que lograrlo. Esa misma noche, al llegar a casa después de clases, compartí con mis papás el recién surgido anhelo y creo que lo platiqué con tanta ilusión que me apoyaron al instante.

Elegí como destino España, opté por la experiencia de estudiar en la Universidad de Santiago de Compostela y de vivir en esa pequeña ciudad de cuento.

Aunque durante la planeación del viaje hubo obstáculos significativos, no hubo día en el que mi objetivo dejara de estar en la mira. Recibir la carta de aceptación de la Universidad fue como una inyección de alegría; el sueño se materializaba poco a poco.

Bien dicen que “no hay fecha que no se llegue ni hay plazo que no se cumpla”, y el día de emprender el vuelo llegó. La noche anterior a mi partida no pude dormir bien, pues una sentimental como yo no se despide de la familia para irse sola medio año a otro continente sin derramar una buena dosis de lágrimas.

Hasta que abordé el avión caí en la cuenta de que no había marcha atrás y más valía comenzar a disfrutar el trayecto hacia una de las más grandes aventuras de mi vida.

A unas horas de iniciado el vuelo, luego de haber cenado, cerré los ojos para intentar dormir. Cuando apareciera el sol por la ventanilla próxima a mi asiento, estaría arribando a España.

Con los ojos cerrados pensaba en mi familia y en el hogar que dejaba atrás. El miedo que sentía se mezclaba con la ilusión del capítulo que estaba comenzando…

LSM

Hay quien quiere verte fuerte

 

Recientemente escribí sobre las personas que intentan dañar a los demás mediante palabras, acciones u omisiones, y mientras escribía pensaba también en aquellas personas que intentan ayudarte, aquellas que quieren verte fuerte, así que no puedo dejar de escribir sobre ellas.

No sé si tú que me lees te has encontrado preguntándote qué quieres hacer en la vida, cuestionándote quién eres realmente, tratando de encontrar un propósito o buscando respuestas. Bien dicen que crecer duele, ¡vaya que duele! Pasan los años y la vida te va colocando en diversos escenarios, que no siempre son cómodos, que no siempre son felices.

Todos hemos pasado por momentos complicados, dolorosas pérdidas, enfermedades, injusticias, o peleas con seres queridos (y con otros nada queridos). Si hay algo que puedes rescatar de estas situaciones es la lección que te dejan, además del gran regalo que es descubrir que en tu vida siempre habrá quien te quiera, quien te apoye y quien te tienda la mano.

Sin embargo, creo que comúnmente esperamos recibir de los demás algo que nosotros mismos no nos otorgamos. Así que, antes de pensar en quiénes son aquellos que quieren verte fuerte, sé tú la primera persona que desea y busca esa fortaleza. Sólo así podrás reconocer que a tu alrededor hay quien te ama, quien celebra tus alegrías, quien siente tus tristezas e intenta ayudarte a salir de ellas. A esos que quieren verte fuerte aprécialos, quiérelos, mantenlos cerca, y agradéceles el estar a tu lado.

LSM

Hay quien quiere verte débil

 

“Naturalmente, todo idealista se echa encima enemigos, pero nosotros preferimos sacar la cuenta de nuestros amigos, que son muchos más.” Isabel Allende

En algún momento podrás sentir que hay personas que quieren verte débil. Sé que es una afirmación dura pero, aclaro, éste no es un mensaje de odio ni una invitación a desconfiar de todo aquel que te rodea. Simplemente escribo desde mi experiencia con personas que, en vez de ayudarme, intentaron perjudicarme.

Cuando estás atravesando una situación en la que te sientes ofendido o lastimado, es difícil entender las razones por las que alguien actúa de cierta forma. Creo que todas las personas que aparecen en nuestra vida vienen a enseñarnos algo, incluyendo a aquellas con quienes tenemos conflictos.

Si años atrás hubiera tenido la conciencia de que todos estamos en un proceso de aprendizaje y de que cada persona está luchando sus propias batallas tal vez no me habría sentido decepcionada, ofendida o lastimada, tal vez me habría sido más fácil perdonar.

Hoy entiendo que todos actuamos a partir de lo que nos ha tocado vivir, a partir de cómo nos han tratado, a partir de nuestras carencias… y es un hecho que en este mundo hay una gran carencia de amor. Piénsalo, quien constantemente habla mal de los demás y quien busca dañar a sus semejantes es quien más carece de amor, principalmente de amor propio.

Y sí, en algún momento podrás sentir que alguien quiere verte débil, pero recuerda que siempre serán más las personas que quieren verte fuerte, que quieren verte feliz.

LSM

Los Propósitos y El Miedo

 

La llegada de un nuevo año invita a recapitular lo vivido, a dar gracias por los momentos alegres y, ¿por qué no?, a agradecer que dejamos atrás los días difíciles; nos invita también a recordar a quienes adelantaron el vuelo hacia el lugar a donde todos volaremos algún día. Así mismo, esta transición nos permite desear cosas nuevas, nos da la oportunidad de soñar.

Lo triste es que los sueños son muy fáciles de sabotear. Y más triste aún es el hecho de que somos nosotros mismos los primeros que saboteamos nuestros sueños.

¿Cuántos anhelos dejamos fuera de nuestra lista de propósitos de año nuevo porque nos parecen inalcanzables? Parece ser que a medida que crecemos vamos perdiendo la habilidad de soñar y, por el contrario, vamos sumando miedos, miedos que al final del día nos hacen sentir que no vale la pena ni siquiera soñar algo, mucho menos intentarlo, pues no lo lograremos.

En mi último cumpleaños uno de mis propósitos para esa vuelta al sol que estaba iniciando fue atreverme a hacer algo que desde hace mucho tiempo tenía en mente, escribir un blog. Mi miedo al ridículo era grande pero mis ganas de compartir lo que escribo se impusieron, y el miedo tuvo que ceder. En ese momento yo me conformaba con que una persona me leyera, y hoy me llena de dicha y gratitud saber que mis letras llegan a más de una persona.

Otro de mis propósitos para esa edad que estaba a punto de estrenar fue ser más valiente. Y para mi valiente no es quien no tiene miedos, sino quien enfrenta de manera consciente lo que le provoca temor. Pienso que cuando estás abierto al cambio la vida te pone en el camino herramientas para cambiar y para crecer como persona, y así me sucedió hace unos meses cuando una curiosa coincidencia me llevó a retomar las clases de Kabbalah.

Durante las clases una de las lecciones más repetidas fue la certeza. Lo comparto porque me parece que practicar la certeza debería ser nuestro propósito cada año nuevo hasta lograr erradicar completamente la incertidumbre. La certeza implica saber que todo lo que nos sucede es para nuestro beneficio, que todo desafío que la vida nos pone en frente, por más caótico que parezca, se resolverá de la mejor forma y se nos ha presentado para obtener un bien mayor.

Por último, debo decir que otra de mis intenciones para mis 29 años fue reír más. Y es un propósito que confirmo en este 2018. No sé si la risa pueda catalogarse como un hábito, yo diría que sí. Es más, diría que la capacidad de reír es como un músculo que se tiene que fortalecer.

Considero que, desgraciadamente, la angustia, la tristeza, y la queja también podrían considerarse músculos que se fortalecen a medida que se practican. Así que, si hemos de adquirir algún hábito en este nuevo año, que sea el hábito de apreciar lo que tenemos, el hábito de reír y de disfrutar, sabiendo que la vida es breve y que es mejor vivirla feliz.

LSM

¿Cuántos “me gusta” se necesitan para ser feliz?

 

Hace varios años tuve la fortuna de asistir a una graduación de preparatoria donde Isabel Allende, mi escritora favorita, habló ante los graduados. Durante su discurso ella expresó una idea que recuerdo especialmente: “Vivimos en una era de conexión obsesiva y verdadera soledad. Puedes tener 200 amigos en Facebook, pero ninguno que te tome de la mano cuando realmente lo necesitas”.

Triste, ¿cierto?

Pertenezco a una generación que conoció la vida antes de las plataformas sociales y, sin embargo, debo reconocer que hoy en día son parte de mi rutina diaria, al igual que lo es una taza de café por la mañana. Me pregunto qué droga será más adictiva y cuál será la más dañina.

Pero la incógnita qué más me preocupa es la relativa al efecto que tendrá en las nuevas generaciones el hecho de que las tabletas, los teléfonos celulares y el mundo virtual estén integrados a su vida desde muy pequeños. Me inquieta pensar que las niñas caigan en la trampa de creer que los “me gusta” que reciben sus fotos determinan cuan bonitas son, y que su autoestima dependa de ello. O que los niños piensen que la forma más fácil de pertenecer es uniéndose a grupos de Facebook que los incitan a cometer actos de violencia o a participar en retos que incluso llegan a poner en riesgo su vida.

De por sí, los adultos no escapamos a la farsa de que la cantidad de “me gusta” que recibe una de nuestras publicaciones es directamente proporcional al nivel de aceptación que tenemos entre quienes nos rodean o entre quienes integran nuestra comunidad virtual.

Aquí es donde me pregunto, ¿cuántos “me gusta” se necesitan para ser feliz?

¿Te has cuestionado cuántas veces estando de viaje te has ocupado más en tomar la foto perfecta para Instagram que en disfrutar lo que tienes ante tus ojos?, ¿cuántas veces has ignorado a la persona con quien estás comiendo por estar editando la foto de la comida para luego subirla a tus redes sociales?

¿En cuántas ocasiones el “compartir” en redes te ha alejado del verdadero compartir con tus seres queridos?

No hay que perder de vista que las redes sociales son herramientas diseñadas para facilitar nuestra vida, no para complicarla, para acercar personas, no para alejarlas. Y como herramientas, tú debes de tener siempre el control sobre ellas, no ellas sobre ti. Así que no te permitas llegar a un punto en el que mostrar tu vida a los demás sea la forma de buscar validación, pues la única validación y aceptación que requieres es la propia. No permitas que el estar tan conectado a tus “amigos” virtuales te desconecte de tus verdaderos amigos, esos que sí están dispuestos a tomar tu mano y a brindarte compañía en los días grises, cuando más lo necesitas.

La vida no se detiene. La vivas o no, la disfrutes o no, la publiques o no, la vida no se detiene. Y si hay algo que con certeza llegará es la muerte, que no te pille hipnotizado por la pantalla de tu teléfono móvil.

LSM

La Crisis de los 30

Mucho había escuchado sobre la “crisis de los 30”, y aún cuando me faltan algunos meses para llegar a esa edad, sospecho que ya entiendo de qué va este asunto.

A mi parecer esta crisis existencial es resultado de una presión social por haber alcanzado todas tus metas (o metas que ni son tuyas pero que te enjaretaron los demás) antes de llegar al famoso “tercer piso”.

Y si antes ya existía esa urgencia por parte de la sociedad, las redes sociales han venido a enredar más las cosas.

No estoy en contra de las redes sociales, de hecho las utilizo bastante y las considero una gran herramienta que ha revolucionado el mundo. Lo que sí creo es que lo que compartimos en estas redes tiene la intención de mostrar una cara de nosotros mismos, la cual no necesariamente es real, y justo ahí es donde el asunto se complica.

Generalmente compartimos nuestros mejores momentos, los logros, los viajes, las fiestas, lo que compramos, o lo que consumimos en restaurantes. Sin embargo, difícilmente compartimos los días tristes, los fracasos, las decepciones, los momentos de mayor soledad, es decir, no compartimos la realidad tal como es, sin filtro.

Entiendo que no es muy buena idea publicar algo cuando tienes un problema con alguien cercano a ti, cuando tu ánimo está por los suelos o cuando tienes problemas económicos, incluso podría considerarse de mal gusto hacerlo. Pero al no ver “la película completa” de lo que les ocurre a otros de alguna forma estamos alimentando la idea de que su vida es mucho mejor que la nuestra. Ojo, “muros vemos, depresiones y complejos no sabemos”.

Sí, vemos los viajes o las compras, pero no vemos la deuda en la tarjeta de crédito ni tampoco podemos saber cuánto esfuerzo y trabajo hay detrás de ese viaje o esa compra.

Compararte con alguien más es un error mayúsculo, cada quien debe ir a su ritmo en esta vida. Estés en tus veintes, en tus treintas, en tus cuarentas o en tus cincuentas, sólo tú conoces el camino que has transitado para llegar hasta donde estás hoy. Busca inspiración en otras personas pero no permitas que eso te lleve a la frustración.

¿Aún tienes muchas metas por alcanzar? ¡Genial! Preocúpate cuando sientas que ya cumpliste tu propósito y no hay más que hacer.

La vida es corta y no siempre podemos estar en control de todo lo que nos sucede, así que sé feliz, aprende de tus caídas, disfruta el trayecto y, sobre todo, no prestes tanta atención al andar de los demás.

LSM