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Banco de Japón pondrá en marcha un nuevo plan para combatir el cambio climático

El Banco de Japón sorprendió a los mercados el viernes al dar a conocer un plan para impulsar la financiación para combatir el cambio climático, uniéndose a un número creciente de bancos centrales que intensifican sus esfuerzos para abordar sus consecuencias económicas y financieras.

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Bancos centrales, impresión monetaria y especulación

El domingo el gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, prometió continuar con los estímulos monetarios hasta que la inflación ahí alcance el 2 por ciento. Kuroda está convencido de que la inyección de liquidez y la depresión de tasas de interés que ha implementado, “han contribuido significativamente al cambio positivo en la economía de Japón”.

Las cifras mismas de inflación lo desmienten, pues el dato más reciente muestra una caída de 0.4 por ciento en el Índice de Precios al Consumidor contra hace un año. En vez de subir, sigue bajando.

Kuroda dijo que no había posibilidad de reducir el nivel de acomodación monetaria. De hecho, los bancos centrales del mundo hace mucho que pasaron el punto de no retorno, por lo que la salida de este absurdo de creación de dinero y crédito sin fin, será violenta, destructiva y forzada por el mercado, no decidida por los políticos.

Se espera que esta locura de los tipos negativos continúe en el país del sol naciente, incluso por debajo del nivel actual de menos 0.1 por ciento.

Kuroda fue explícito: “a menudo se argumenta que hay un límite a la flexibilización monetaria pero no comparto ese punto de vista”. Tiene razón pero: ¿Qué quiso decir?

Sus palabras significan que seguirá imprimiendo yenes a más no poder, y se jactó de que podrá comprar más bonos del gobierno, recortar las tasas y adquirir otros activos como bonos corporativos, acciones y fondos estatales de bienes raíces.

La razón de que no haya límites a su facultad de emitir dinero comprando activos, se debe a que no hay ningún freno ni respaldo de valor en las divisas actuales. Los billetes que cargamos en todo el mundo representan deuda gubernamental, ya no una determinada cantidad fija de oro como en el pasado. Sin ese extintor de deudas, éstas crecen y crecen hasta colapsar.

El problema con esto es que nos condena a una vida de ciclos interminables de auge y crisis cada vez más severas.

El exceso de crédito no respaldado en ahorro, genera distorsiones económicas muy profundas.

Con una baja artificial de tipos, se envía una señal tergiversada, de que hay mucho ahorro que en realidad es crédito. Los inversores toman el dinero, lo invierten en bienes de capital para producir para la aparente gran demanda que hay y que viene, reducen el empleo humano, expanden la capacidad instalada, sus espacios inmobiliarios, etc. que al final, quedan sin ser empleados cuando queda claro que todo era un espejismo.

Otros inversores –más avezados que los primeros-, sí se percatan de esta falsa señal y optan por colocar el dinero recibido a bajo costo en otro lado: mercados emergentes, bolsas de valores, bonos, etc. Dicho de otro modo, los banqueros centrales aumentan la especulación financiera e inflan burbujas que, cuando revientan, generan una onda de choque deflacionaria.

Esos especuladores saben que deben aprovechar cada vez que se abaraten los activos porque, cuando llegue la debacle, el banco central saldrá a comprar, podrán venderle más caro de lo que compraron y así realizar una ganancia “sin riesgo”. Otra ilusión.

Así que las autoridades monetarias de Japón, Estados Unidos, Zona Euro, etc., están en un callejón sin salida: no pueden dejar de meterle dinero creado de la nada a la economía, porque en cuanto lo hacen, el castillo de naipes que ellos construyeron se colapsa, regresan para levantar otro todavía más grande y el ciclo recesivo se repite.

La mala noticia es que esta tragicomedia no puede durar para siempre. Tarde o temprano el público ahorrador se cansa de meterle dinero bueno al malo, y terminará corriendo en pánico hacia la seguridad del oro.

Cuando se pierda la poca confianza que se tiene aún en los bancos centrales, el valor de las divisas será aniquilado, y una vez más, quedará claro que imprimir dinero para intentar salir de una crisis, tiene garantía al 100 por ciento de fallar.

GuillermoBarba.com

Twitter: @memobarba