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Subastada la muestra de moho con la que Fleming creó la penicilina

La casa de subastas Bonham vendió el miércoles un pequeño espécimen de moho que se usó en la creación de la penicilina.

El diminuto platillo lleno de hongo se vendió en Londres por 14 mil 597 dólares, dijo Bonham. La muestra de casi 90 años de antigüedad fue creada por Alexander Fleming para hacer penicilina, un descubrimiento revolucionario que llevó a la invención de los antibióticos.

El disco de cristal lleva una frase escrita por Fleming: “El moho que se usó para hacer penicilina por primera vez”.

Eso en realidad pudiera ser una exageración. Lo más probable es que Fleming hiciera decenas de muestras con moho.

Matthew Haley, director de publicaciones de Bonham, dijo que Fleming solía regalar ejemplares a dignatarios en todo el mundo “como si fuera una especie de reliquia religiosa”.

foto: internet

Apuntó que otras muestras fueron entregadas al Papa Pío XII, Winston Churchill y a Marlene Dietrich, quizás en un esfuerzo para cimentar el legado de Fleming como descubridor de la penicilina en 1928.

Antes del descubrimiento, infecciones como neumonía y fiebre reumática eran virtuales sentencias a muerte.

“Cuando comenzó a usarse, la penicilina fue llamada una medicina milagrosa”, dijo Kevin Brown, archivista del Alexander Fleming Laboratory Museum. “Su descubrimiento comenzó una nueva era en la medicina”.

De cierta manera, el hallazgo fue accidental. Fleming encontró moho en un experimento cuando regresó a su laboratorio luego de pasar tiempo en su casa de campo. Una de las placas de Petri estaba llena de bacteria, a excepción de un área donde había moho. Fleming se dio cuenta de que el moho —penicillium notatum— estaba matando a las bacterias a su alrededor.

“Fleming notó algo que otras personas no habrían notado y vio el potencial de la penicilina para tratar a pacientes”, dijo Brown.

Científicos en Oxford desarrollaron más la penicilina y se aceleró la producción para que estuviera disponible para la invasión de los aliados en Normandía en 1944. Fleming y los científicos de Oxford Ernst Boris Chain y Howard Walter Florey recibieron el Premio Nobel de Medicina en 1945.

Con información de AP

JZCD

La penicilina y el primer paciente que no salvó

Alexander Fleming no descubrió la penicilina, se la encontró el 09 de enero. Hasta el diccionario de la RAE usa su caso para ejemplificar la definición de serendipia. Pero es que tampoco supo ver sus posibilidades terapéuticas. Eso lo logró un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford (Reino Unido) que, cuando el hallazgo de Fleming caía en el olvido, lo retomaron. Hace ahora 75 años, primero probaron este misterioso hongo con ratones y después con humanos. Aunque el primero de sus pacientes se les murió, fue el verdadero inicio de la era de los antibióticos.

Hasta los años cuarenta del siglo pasado, cualquier infección de origen bacteriano podía acabar con una persona. Una simple herida podía complicarse y matar en unos días. Es lo que le estaba pasando al oficial de policía de 43 años Albert Alexander cuando ingresó en Radcliffe el hospital público de Oxford. En diciembre de 1940 se arañó la boca mientras olía una rosa. Al poco, la infección se le extendió por toda la cara, los ojos (uno tuvieron que extirpárselo) y las vías respiratorias, llegando a los pulmones.

Cuando ya lo habían desahuciado, el doctor que le trataba, Charles Fletcher, le habló a Alexander de un tratamiento experimental que aún no se había probado en humanos. Además del hospital, Fletcher colaboraba con Howard Florey, un profesor de patología de la escuela de patología sir William Dunn de la Universidad de Oxford. Florey, que había llegado a la universidad hacía cinco años había reunido un equipo de científicos y médicos para estudiar distintos agentes biológicos con propiedades antibacterianas, entre ellos el hongo Penicillium notatum, el mismo que estropeó los cultivos de Fleming.

Fleming abandonó el estudio de la penicilina por su inestabilidad y la dificultad para purificarla

Florey retomó el trabajo donde Fleming lo había dejado. La historia dice que en septiembre de 1928, al volver de vacaciones, Fleming descubrió que varias placas de Petri con cultivos de bacterias estaban contaminadas por un hongo. Fue un colega el que afinó y vio que alrededor de los hongos las bacterias se habían retirado. A pesar de estudiar su antibiosis, Fleming perdió el interés por la penicilina ante su inestabilidad y su dificultad para purificarla. Fue Florey, con la ayuda Ernst Chain, un químico judío de origen alemán y el biólogo Norman Heatley, el otro gran olvidado de esta historia, el que logró estabilizar y purificar el primer antibiótico de la historia.

En mayo de 1940, con los ejércitos alemanes invadiendo media Europa, el grupo de Oxford decidió probar la eficacia de la penicilina. Para ello, infectaron a ocho ratones con una dosis letal de estreptococos. A cuatro de ellos les inocularon penicilina. Por la tarde, los roedores no tratados habían muerto mientras a los que les habían administrado el antibiótico seguían con vida y lo siguieron por muchos días. Uno de ellos llegó a la quinta semana.

Era el momento de probarlo en humanos. Florey diría entonces: “Tratar y curar infecciones en un ratón es una cosa, pero los humanos son unas 3.000 veces más grandes y necesitarían 3.000 veces más penicilina”. Heatley llenó la escuela de patología de bidones de leche, bañeras y escupideras o bacinillas donde cultivar penicilina.

Alexander recibió su primera dosis de penicilina el 12 de febrero de 1941. A pesar de la gravedad de su estado, el policía mejoró ya al día siguiente. El doctor Fletcher, con la supervisión de Florey siguió inyectándole otros tres días. Pero al quinto ya habían acabado con toda la penicilina que habían purificado en casi un año. A pesar de que recurrieron a la que pudieron recuperar de la propia orina del enfermo, Alexander acabó muriendo a mediados de marzo.

A pesar de la muerte de Alexander, Florey y su equipo siguieron cosechando penicilina y tratando a más enfermos. Los cinco siguientes infectados sí acabaron por curarse. Aquel verano, la revista The Lancet publicaba los resultados de estos experimentos. Pero, en pleno esfuerzo bélico, ni las autoridades ni la industria química británica apostaron por la producción masiva de penicilina. Así que Florey y Heatley volaron a EE UU, un país aún no beligerante y donde tenían colegas de formación.

Una campaña desde el hospital de Fleming silenció el papel del equipo de Oxford en el desarrollo de la penicilina

En noviembre de 1941, hace 75 años, el estadounidense Andrew Moyer, con la ayuda de Heatley, simplificaba el proceso para obtener penicilina, multiplicando por 10 la cantidad de antibiótico obtenido de la fermentación. Para 1943, ya se comercializaban ampollas de penicilina. Ese mismo año, los antibióticos también entraron en guerra, siendo una poderosa arma de los soldados aliados contra las infecciones.

El hecho de que todo el mundo sepa quién es Fleming pero que muy pocos hayan oído hablar de Florey, Chain (ambos recibieron el Nobel el mismo año que Fleming) o Heatley es para Sidebottom una injusticia. “Todos conocen a Fleming porque la maquinaria publicitaria del hospital de St. Mary [donde trabajaba Fleming], incluido lord Beaverbrook, un magnate de la prensa que era además uno de los patronos del hospital. siempre mantuvo que la penicilina fue descubierta por Fleming, sin mencionar a Oxford o a Florey”, sostiene.