Banco de México y la fiebre de la inflación

 

Banco de México (Banxico) tiene como objetivo prioritario procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional. Lo que eso significa, es que debe de echar mano de sus herramientas de política monetaria para contener en todo lo posible el alza generalizada de los precios.

Diciembre pasado cerró con una tasa anual de inflación de 6.77 por ciento, la más alta para un cierre de año desde 2000.

Dicha inflación puede –y debe- verse de otro modo para comprender mejor su gravedad: no es que los precios suban, sino que nuestros ingresos, ahorros e inversiones en pesos pierden valor. La consecuencia es que con la misma cantidad de dinero alcanza para comprar menos bienes y servicios que satisfacen nuestras necesidades, lo que de no corregirse y/o compensarse, afecta de manera directa nuestro nivel de vida.

Esta es la carnada perfecta que utilizan toda clase de voces populistas para llamar a que ‘con la fuerza del Estado’, se evite por decreto que los precios suban. ¡Grave error!

Expliquemos. En primer lugar, los precios deben ser SIEMPRE libres. A usted le debe estar permitido ponerle el precio que quiera a sus mercancías, sean tortillas, celulares, autos o lo que sea, y sólo el consumidor es el que debe decidir si su producto o servicio lo vale o no. De no ser así y no le compran, usted se verá obligado a bajar el precio –recortando su utilidad, aumentando eficiencias, reduciendo costos, o como sea- para vender, o a tenerse a salir del negocio. ¡Así es como deben funcionar las cosas!

 

Los precios libres son SEÑALES que nos indican cómo se están comportando las fuerzas de oferta y demanda en un mercado y momento determinados. Si se eliminan dichas señales, se generan distorsiones con consecuencias peores al alza de precios que se quería evitar, como escasez generalizada, mercados negros, en fin. Pregúntele a los venezolanos.

Sólo un mercado abierto y competitivo es capaz de asegurar el abasto suficiente a los mejores precios posibles.

Ahora bien. En países como México, contrario a lo que se cree, los mercados abiertos y competitivos son más la excepción que la regla. Con todo y un montón de tratados firmados, hay una cantidad aún más grande de barreras arancelarias y no arancelarias al comercio libre, claro, en perjuicio de nosotros, los consumidores, pero con el pretexto de ‘proteger’ a la industria nacional.

Esa es una de las causas de que nuestro país padezca de inflación crónica, que al ser indicativo de alzas de precios, es también una señal de que algo anda mal, de una enfermedad económica subyacente.

En este sentido, Banxico cuenta con instrumentos como la tasa de interés, con la que abarata o encarece el crédito. El banco central está hoy día inmerso en un ciclo alcista de tipos justo porque pretende, mediante el encarecimiento del crédito bancario, contraerlo para contribuir así a quitar presiones a la inflación por el lado de la demanda agregada.

Banxico pues, está enfocado más en contener la ‘fiebre’ inflacionaria, es decir, el efecto, que en curar la ‘infección’ que la provoca. Eso está muy bien, porque sí es necesario ‘bajar la temperatura’ de los precios, desde luego, pero no debemos perder de vista que hay que atacar la enfermedad principal.

Entre las causas fundamentales de esta se encuentra –ya decíamos-, la ausencia de un mercado abierto de par en par, pero también el desenfrenado gasto público permanentemente deficitario, la ausencia de un Estado de derecho en plena vigencia que garantice la propiedad privada y la seguridad de las inversiones, la baja captación de capitales como consecuencia de una baja competitividad en múltiples áreas como la fiscal, y un largo etc., que están más allá de la esfera del banco central.

En suma, pensamos que en Banxico se está haciendo lo correcto con los tipos de interés dadas las circunstancias actuales, que nos permiten anticipar nuevas alzas de tasas como respuesta a choques externos –como una política más restrictiva por parte de la Fed estadounidense y una posible cancelación del TLCAN- e internos, como lo sería un triunfo de López Obrador en las elecciones presidenciales de este año.

Sin embargo, sigue pendiente que obliguemos a nuestros políticos a limitarse a cumplir con sus obligaciones de brindarnos seguridad, de ser austeros para tener siempre un presupuesto equilibrado, de cero corrupción, y donde nos esté permitido comprarle a quien más nos convenga, por preferencia o precio, sin importar que el oferente sea nacional o extranjero.

Mientras no resolvamos nuestra enfermedad económica de fondo, la historia del peso seguirá siendo de pérdida permanente de valor (depreciación e inflación), y la de México, la de un país que no explota su potencial para crecer.

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