Winnie Pooh libra obstáculo generacional

Si algo distingue el concepto creado por el británico Alan Alexander Miln es el saber conjugar el humor y la imaginería cotidiana con el encanto y sabiduría de la simpleza, que es precisamente a lo que ahora recurren como principal herramienta para encontrar la universalidad e impregnar con ella esta secuela mezcla de live action con animación, que se convierte en una delicia, tanto para quienes crecieron viendo las aventuras del simpático oso protagonista —cuyo apetito por la miel nunca termina—, como para las que se encuentran con él por primera vez.

Y es que no sólo se trata de una propuesta familiar con un molde bastante conocido —recordemos Hook: el regresó del capitán Garfio (1990), por ejemplo—, sino que evita las falsas pretensiones y utiliza la inteligencia.

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