Los retos de la movilidad social para las mujeres

En tiempos recientes, pareciera que hablar de movilidad social en nuestro país se ha vuelto más frecuente, en especial cuando se trata de buscar fórmulas eficaces para gestionar la compleja transformación global con los menores costos sociales posibles.

La lucha contra la desigualdad se erige en los liderazgos políticos y económicos para evidenciar aquellos aspectos que favorecen o limitan las posibilidades de un individuo o grupo, de mejorar sus niveles de bienestar.

Sin embargo, el hecho de que el tema esté en la agenda social y mediática no garantiza que se trabaje de manera efectiva en la generación de oportunidades de desarrollo y prosperidad para todos los integrantes de nuestra sociedad.

El verdadero valor de una persona

Entendiéndola como la posibilidad de ascenso o descenso entre estratos socioeconómicos, nuestro país se ha caracterizado por una baja movilidad social, convirtiendo a la exclusión como un elemento que puede heredarse de generación en generación. Esto deriva en un círculo vicioso -no virtuoso- que detiene las expectativas de progreso de las mujeres y de sus hijos, quienes crecen con una huella que suele marcar su desarrollo educativo y profesional, profundizando las desigualdades y acrecentando la brecha entre las distintas capas sociales.

Ante este panorama, las mujeres tienen que remar contracorriente y enfrentarse a un reto más en la larga lista de desigualdades de género que incluyen a la violencia y la discriminación.

Uno de los principales obstáculos es la mayor carga diferenciada en las tareas no remuneradas como el cuidado de menores o adultos mayores, hecho que les impide, en distinta medida, participar en la educación y el empleo, así como el acceso a mejores servicios de seguridad social, formación de patrimonio y contar con planes de pensiones y retiro.

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