Los factores que propician conductas faltas de ética

Así como la ciencia económica ha tenido que enfrentar la necesidad de explicar decisiones económicas e irracionales de las personas que contradicen los principios tradicionales de la economía, hoy se plantea también la posibilidad de que las decisiones faltas de ética respondan a sesgos que las propician.

La ética, la equidad y los principios de justicia no cambian con el calendario.

DH Lawrence, escritor inglés.

 

Así como la ciencia económica ha tenido que enfrentar la necesidad de explicar decisiones económicas e irracionales de las personas que contradicen los principios tradicionales de la economía, hoy se plantea también la posibilidad de que las decisiones faltas de ética respondan a sesgos que las propician.

Hoy, que tanto a nivel nacional como internacional vemos y discutimos comportamientos poco éticos —que se manifiestan en fenómenos como la corrupción o en la toma de decisiones, evidentemente contrarias a los principios éticos de convivencia humana—, es importante comprender qué factores inducen estas conductas, particularmente en personas que en otras condiciones podríamos considerar fundamentalmente honestas.

En el artículo “Unethical behavioral finance: why good people do bad things”, de Ronald F. Duska, publicado recientemente, se trata de comprender por qué personas que en otros contextos podríamos calificar como buenas cometen actos incorrectos. Los factores que pueden llevar a ello son los siguientes:

Débil fuerza de voluntad. La mayoría de las personas tiene un limitado recurso de fuerza de voluntad que, ante condiciones extremas, puede agotarse y provocar que los fundamentos del comportamiento ético se pierdan. En lo personal, ello hace necesario que reconozcamos cuáles son los elementos que ejercen una tentación relevante sobre nuestra conducta y nos alejemos de ello, pero si, por el contrario, lo que pretendemos es vigilar la conducta de otras personas (por ejemplo, figuras de las esferas gubernamental y pública), es indispensable establecer marcos de conducta que limiten la posibilidad de exposición ante estas tentaciones. En México, por ejemplo, la estructura normativa existente y los mecanismos de contrapeso en la actuación pública son extraordinariamente débiles y facilitan, e incluso propician, que la falta de voluntad permita caer en la tentación de actos de corrupción.

La ignorancia. Existen momentos en los que la falta de información precisa o la existencia de “áreas grises” facilita la toma de ediciones poco éticas. Un elemento que puede incidir es el sesgo conocido como framing, que se refiere a que la forma en la que se nos presenta una decisión determina la orientación que damos a la misma, favoreciendo en muchos casos una conducta falta de ética. Se refiere el ejemplo de la catástrofe del transbordador espacial Challenger, en el que, antes del lanzamiento, un grupo de ingenieros se preocupaba por el funcionamiento de una pieza, pero, al pedirles que analizaran el problema desde una perspectiva de administración del proyecto, antepusieron el resultado de lanzamiento a la seguridad que como ingenieros se sentían comprometidos a vigilar.

Progresividad. En muchas ocasiones, las conductas poco éticas no inician siendo francamente tales. Típicamente inician como una pequeña infracción que paulatinamente va creciendo y degradando la ética de la conducta, que a partir de la repetición se hace hábito y se acrecienta.

Racionalización. Las personas tendemos a racionalizar conductas negativas tratando de justificarlas frente al resto, pero sobre todo, con nosotros mismos. En el caso de la corrupción, la principal justificación es que todos los demás también lo hacen. También pueden encontrarse elementos de racionalización que aparentemente apelan a condiciones superiores que, en los hechos, son inexistentes. En la reciente decisión del gobierno estadounidense de bloquear el acceso de migrantes de siete países (una evidente violación de los derechos humanos) se aducen elevadas razones de seguridad. En este caso, la racionalización claramente pretende justificar un acto falto de ética.

Arrogancia. Este elemento se refiere a la incapacidad que mostramos para reconocer las fallas propias en nuestra conducta. Esa falta de objetividad típicamente nos lleva a ser capaces de distinguir el comportamiento poco ético en otras personas, pero no en nuestras acciones. De ahí la importancia del escrutinio y transparencia de la conducta, particularmente pública, que es la que permite evitar que en la obscuridad la arrogancia justifique y haga prevalecer las conductas poco éticas, como ocurre con excesiva frecuencia en el ejercicio público y político de nuestro país.

Docilidad. La apacibilidad de las personas puede llevarlas a someterse a comportamientos faltos de ética, sin otra justificación que una aparente directriz superior, que, en ocasiones, expresamente, pero, en otras, sólo a partir de una suposición, justifican dichas conductas negativas.

El comportamiento ético es, ante todo, una decisión individual, pero tratándose de conductas sociales y colectivas, es fundamental propiciar mecanismos que permitan crear condiciones que por lo menos dificulten la falta de ética en las decisiones y comportamientos, creando consecuencias puntuales cuando se presenten, porque, cuando ocurren, especialmente en la conducta de personas públicas o con acceso a poder, las consecuencias pueden ser negativas para todos.

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, columnista en El Economista y  director general de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo.    

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