La persistente violencia y la indispensable unidad

Los hechos de la semana pasada en Michoacán, Guerrero y Sinaloa generaron un debate público con una gran diversidad de enfoques y posturas, lo que siempre será sano y, sin duda, es mejor que la apatía o el desdén, en tanto que se conserve el indispensable principio de unidad que el país requiere.

Podemos tener desacuerdos y divergencias. Y los tenemos. Para bien, porque de las ideas que se colocan sobre la mesa depende la calidad de nuestras decisiones como país.

Lo que no debe ponerse en duda ni en riesgo es la unidad de mexicanas y mexicanos. Estamos en una circunstancia compleja, producto de más de 12 años de una violencia que se ha introducido en nuestra vida cotidiana, que todos los días nos cuenta relatos de terror y crea en nuestra percepción una alerta permanente.

Dos administraciones federales han transcurrido. Y ninguna de las dos, ni la que inició esta batalla ni la que la continuó, atemperaron la violencia más que por periodos cortos. Ambos gobiernos lograron aprehensiones relevantes, pero no pudieron descifrar la dinámica ni el entramado que permitiera atender múltiples causas, facetas ni consecuencias de una criminalidad más armada y cruel, y de un sistema de procuración de justicia atrofiado, de una corrupción extendida y de fenómenos nuevos que la propia batalla fue generando.

Cada uno de estos gobiernos tuvo que entregar al siguiente un país adolorido, con cientos de miles muertos, de desaparecidos y desplazados y con una alta proporción de su población, 80%, que declara, desde hace una década, sentirse insegura.

El gobierno federal actual, y los estatales y los municipales, herederos de este saldo atroz, así como las corporaciones militares y policiales tienen una gran responsabilidad, tan enorme como irrenunciable, a la que deben hacer frente. Es fundamental el respaldo y respeto que debemos brindar todos a las Fuerzas Armadas (militares, marinos y fuerza aérea, así como a las corporaciones policiacas) que todos los días combaten a la delincuencia.

Nos corresponde respaldar lo que nos parezca adecuado y señalar lo erróneo o insuficiente, pero siempre unidos. Los enemigos de México son aquellos que nos arrebatan la paz y quieren imponer la violencia como norma de nuestra lastimada convivencia.

Mantenernos unidos requiere reconocer que nos necesitamos e implica apoyar a quienes ponen en riesgo su vida para proteger la nuestra; mantenernos unidos incluye no culparnos mutuamente ni descalificar los esfuerzos de pacificación institucionales o personales; mantenernos unidos es tener presente que no hay heroicidad en el delito y no hay modelo a seguir en el delincuente; es condenar la violencia, honrar a los agentes del Estado caídos y hacer un solo frente de manifestación y expresión ante la delincuencia extrema.

Y, además, cuidar nuestra propia conducta, porque en tiempos como éstos, cada uno de nosotros debe ser un agente de paz.

 

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