Archivos de la categoría Mauricio Farah

Trata: conciencia e indiferencia: Farah – Análisis

Al parecer, los seres humanos somos esclavistas. Lo hemos sido en todos los tiempos y lugares. Durante la mayor parte de nuestra historia, hemos asumido como normal y legal la coexistencia de amos y esclavos: millones y millones de seres humanos han sido privados de su libertad o no la han conocido nunca a causa de guerra, deudas, herencia, capricho, abuso, compra, sometimiento.

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2020: el camino es la unidad

La agenda 2020 para México es muy amplia, como lo es cada año porque siempre hay desafíos, oportunidades y necesidades, pero quizá convengamos en que existe una base esencial que nos compete a todos fortalecer: la conciliación nacional, cuya ausencia haría extremadamente difícil avanzar en todos los ámbitos de nuestro desarrollo.

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Hace 30 años se cayó un muro y ahora hay 70

Cuando hace 30 años se derrumbó el Muro de Berlín, creíamos que sus lecciones habían sido claras y serían aprendidas: un muro causa dolor en las personas y las comunidades, crea un ambiente de segregación, de aislamiento, de cruel separación familiar, de desesperación, de decisiones temerarias y de muerte.

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La persistente violencia y la indispensable unidad

Los hechos de la semana pasada en Michoacán, Guerrero y Sinaloa generaron un debate público con una gran diversidad de enfoques y posturas, lo que siempre será sano y, sin duda, es mejor que la apatía o el desdén, en tanto que se conserve el indispensable principio de unidad que el país requiere.

Podemos tener desacuerdos y divergencias. Y los tenemos. Para bien, porque de las ideas que se colocan sobre la mesa depende la calidad de nuestras decisiones como país.

Lo que no debe ponerse en duda ni en riesgo es la unidad de mexicanas y mexicanos. Estamos en una circunstancia compleja, producto de más de 12 años de una violencia que se ha introducido en nuestra vida cotidiana, que todos los días nos cuenta relatos de terror y crea en nuestra percepción una alerta permanente.

Dos administraciones federales han transcurrido. Y ninguna de las dos, ni la que inició esta batalla ni la que la continuó, atemperaron la violencia más que por periodos cortos. Ambos gobiernos lograron aprehensiones relevantes, pero no pudieron descifrar la dinámica ni el entramado que permitiera atender múltiples causas, facetas ni consecuencias de una criminalidad más armada y cruel, y de un sistema de procuración de justicia atrofiado, de una corrupción extendida y de fenómenos nuevos que la propia batalla fue generando.

Cada uno de estos gobiernos tuvo que entregar al siguiente un país adolorido, con cientos de miles muertos, de desaparecidos y desplazados y con una alta proporción de su población, 80%, que declara, desde hace una década, sentirse insegura.

El gobierno federal actual, y los estatales y los municipales, herederos de este saldo atroz, así como las corporaciones militares y policiales tienen una gran responsabilidad, tan enorme como irrenunciable, a la que deben hacer frente. Es fundamental el respaldo y respeto que debemos brindar todos a las Fuerzas Armadas (militares, marinos y fuerza aérea, así como a las corporaciones policiacas) que todos los días combaten a la delincuencia.

Nos corresponde respaldar lo que nos parezca adecuado y señalar lo erróneo o insuficiente, pero siempre unidos. Los enemigos de México son aquellos que nos arrebatan la paz y quieren imponer la violencia como norma de nuestra lastimada convivencia.

Mantenernos unidos requiere reconocer que nos necesitamos e implica apoyar a quienes ponen en riesgo su vida para proteger la nuestra; mantenernos unidos incluye no culparnos mutuamente ni descalificar los esfuerzos de pacificación institucionales o personales; mantenernos unidos es tener presente que no hay heroicidad en el delito y no hay modelo a seguir en el delincuente; es condenar la violencia, honrar a los agentes del Estado caídos y hacer un solo frente de manifestación y expresión ante la delincuencia extrema.

Y, además, cuidar nuestra propia conducta, porque en tiempos como éstos, cada uno de nosotros debe ser un agente de paz.

 

La inmigración en la imaginación de Donald Trump

– Disparemos a los migrantes en las piernas cuando estén cruzando la frontera.

– Sería ilegal, señor.

– Entonces hay que poner un foso lleno de serpientes y caimanes.

– En general, no sería bien visto.

– ¿Y qué tal electrificar el muro para que se electrocuten los que quieran brincarlo?

– Sería un poco inhumano, señor.

– Pinten de negro todos los tramos de muro para que absorban el calor y los migrantes se quemen al tocarlo.

– El costo por cada milla aumentaría en un millón y medio de dólares, señor.

Este despliegue de imaginación es de Donald Trump, de acuerdo con Guerras fronterizas: en el interior del asalto de Trump a la inmigración, de los periodistas de The New York Times, Michael Shear y Julie Davis.

Tiene más ideas brillantes contra la migración que todos sus asesores juntos. Pero él ha dicho que no, que la prensa se ha vuelto loca, porque él es duro, “pero no tanto”.

La imaginación podría ser de los periodistas, pero Trump tiene antecedentes, como cuando dijo que los soldados deberían dispararle a los migrantes que arrojaran piedras, o que EU “no debería recibir inmigrantes de esos países de mierda, sino de Noruega”.

O cuando separó a 4 mil niñas y niños de sus padres, de los cuales, a pesar de la orden de un juez, siguen sin ser reunificados unos 900. O cuando suspendió el programa DACA, que amparaba a 750 mil jóvenes indocumentados. O cuando ordenó redadas masivas, supuestamente en contra de migrantes criminales, pero el mismo ICE informa que sólo la tercera parte de los detenidos en redadas tiene antecedentes penales.

Ordenó que los patrocinadores de quienes han obtenido la residencia o la nacionalidad paguen por los servicios de salud que hayan recibido sus patrocinados. Quiere que paguen. Bueno, nada más que la documentación está en papel, resguardada en una instalación subterránea en una zona de cuevas de Kansas City. Se dice que son más de 20 millones de ficheros y cada año se suma un millón y medio más. Pero Trump ha dicho que lo quiere todo listo el 3 de noviembre.

Y ahora va también contra quienes quieren migrar legalmente a EU: o demuestran que están asegurados o que pueden pagar sus servicios médicos, o no hay visado para aspirantes a residentes.

Y ha ido quitando a organizaciones no lucrativas el cuidado de los niños migrantes para encargárselos a contratistas privados, a uno de los cuales ya pagó 300 millones de dólares en 2019. Ha dicho, que “año tras año miles de estadounidenses son asesinados por extranjeros ilegales.”

Se puede concluir que las medidas que los periodistas atribuyen a Trump coinciden con sus empeños xenófobos.

Cambio climático: No hay planeta B

Si nadie actúa, lo haremos nosotros. No somos simples jóvenes que se saltan las clases. Somos la vía para el cambio. Juntos somos imparables.

Greta Thunberg

Hay 108 millones de personas que necesitan asistencia humanitaria por el cambio climático.

Y si no actuamos, en 2050 serán 200 millones los afectados, según cifras del Informe 2017 de la Federación de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja.

Y para finales de siglo, si seguimos con la mayoritaria actitud destructiva, apática o contemplativa, el mundo presenciará un desastre.

El fin de siglo no está lejos: ya nacieron millones que lo vivirán. Pero aunque no fuera así, nuestro egoísmo no puede llevarnos a calcular si en lo personal sufriremos el cataclismo.

Ya fuimos muy irresponsables al creer que el progreso industrial, los métodos de producción masiva y la sociedad de lo desechable eran inocuos. Entonces quizá nos justificaba la ignorancia. Pero ya hace tiempo que lo sabemos: estamos propiciando el cambio climático.

Eso significa un adelanto de una visión apocalíptica y probable: más nivel de calentamiento, mayores temperaturas medias, deshielo de los polos, aumento de los niveles del mar. Aliento a una dinámica de destrucción del medio ambiente, encadenamiento de una devastación inimaginable.

Todos contribuimos a la generación de gases de efecto invernadero. Algunos lo hacen a lo bárbaro: China aporta 30 por ciento, Estados Unidos 15, la Unión Europea 9, India 7, Rusia 5, Japón 4, y el resto de los países 30 por ciento.

Estados Unidos abandonó desde hace dos años el Acuerdo de París, orientado a la colaboración global para frenar el aumento de los gases invernadero y poner un alto al incremento de la temperatura en el mundo.

Por decisión de Donald Trump no sólo se evaporó el compromiso de nuestro vecino de reducir su emisión de gases en 28 por ciento para 2025, sino que obtuvimos a cambio la certeza de que el segundo país más contaminante del mundo oficializa su indiferencia, y, por lo tanto, valida, alardea y anuncia que dará libre marcha a su capacidad destructiva.

Por eso y por muchísimas razones más, el viernes pasado cuatro millones de personas, en su mayoría jóvenes, se manifestaron en más de 150 países para demandar responsabilidad y acción de los líderes del mundo.

Lo hicieron en la víspera de la Cumbre sobre la Acción Climática que se realizará hoy en Nueva York, en la que la ONU espera detallar acciones concretas para implementar el Acuerdo de París.

En la cumbre, 19 países presentarán nueve proyectos para contrarrestar desde muy diversos frentes el calentamiento global. Urge.

Los jóvenes lo dicen más claro: el viernes, adolescentes que se manifestaban en Washington portaban dos consignas rotundas: Una: “No hay planeta B”. Y otra: “Esto no puede esperar hasta que termine la secundaria”.

Niños y adolescentes nunca más víctimas ni victimarios

Niñas, niños y adolescentes tal vez sean las víctimas menos visibles de la violencia que nos agobia desde hace más de 12 años, pero seguramente son las más dolorosas e inquietantes.

En otros tiempos, nuestra niñez y adolescencia sólo excepcionalmente eran víctimas del delito, pero ahora son arrastradas sin ninguna consideración por el río de la violencia.

Van en ese caudal primero como víctimas ocasionales, pero cada vez más como víctimas intencionales. Niños y adolescentes, incluso bebés, son ahora destinatarios de venganzas y ajustes de cuentas, lo que nos ha llevado al indeseable promedio de entre tres y cuatro homicidios de niñas y niños cada día.

Infortunadamente, van también en esa corriente como victimarios que, en su caso, es otra forma de ser víctimas.

Desde 2017 a la fecha, el Ejército, la Policía Federal, la Marina y la Fiscalía General de la República han detenido en operativos contra el crimen organizado a 9 mil 385 niñas, niños y adolescentes (El Universal, 19 de agosto y 5 de septiembre de 2019).

Por la fuerza, mediante engaños o deslumbrados por el pago pronto y por la ilusión de formar parte de algo, niños y adolescentes son incorporados o se suman a organizaciones delictivas y se adentran en territorios de los que casi nunca hay retorno.

De las ilusorias alturas se precipitan al abismo: del halconeo en calles y carreteras a la vigilancia de lugares del delito; de la extorsión a la agresión; del tráfico de drogas, armas y personas al secuestro y al homicidio; del tiroteo a ciegas a la ejecución a sangre fría. De halcón a sicario puede haber un largo trecho o sólo un paso.

Más allá de los 800 niñas y niños que viven en prisión porque allí nacieron y allí viven con sus madres, normalmente la población de los centros de tratamiento e internamiento de adolescentes es de 2 mil 500. Y un número similar entra y sale cada año de estos lugares.

Hay testimonios de niños que fueron reclutados a los 10 u 11 años, de otros que fueron coaccionados para sumarse al delito y de otros que se ilusionaron con el poder, la aventura y el dinero. Muchos de ellos coinciden en que prefirieron optar por una vida abundante y corta, en lugar de una larga y de carencias.

En algún momento de nuestros años de violencia se tergiversaron valores, referencias y aspiraciones. Pero podemos recuperar su sentido original mediante un profundo compromiso con nuestros hijos e hijas, y con las hijas y los hijos de todos.

En tanto se logra el restablecimiento de la paz que tanto queremos, tenemos la obligación de impedir que nuestra niñez siga siendo arrastrada por el caudal de la violencia.

Nadie, y menos nuestros niños, niñas y adolescentes, merecen formar parte esta tragedia. Nunca más víctimas ni victimarios.

La responsabilidad es nuestra. Está en nuestras familias, casas, escuelas, y en cada rincón de nuestra sociedad.