La solidaridad humana, única salida al Covid-19

En los últimos años, la vida humana se había convertido en un exceso de individualismo. El individuo, sus necesidades básicas, el nihilismo, sus gustos, pasiones y aspiraciones estaban por encima de todo. Así, los procesos económicos e incluso la función del gobierno a través del Estado orientaron sus incentivos y acción a dirigirse al individuo por encima de lo colectivo. El individuo se encumbró por arriba de la sociedad. El dilema antagónico planteado por las ideologías capitalista y comunista ya no es aplicable en estos tiempos de retos universales como el manejo de pandemias, crisis de solvencia moral y económica estatal, deshumanización del capitalismo, fracaso del bienestar comunista, y el increíble avance tecnológico, así como el reto migratorio sin precedentes. Ninguna de las aplicaciones prácticas de estas dos propuestas ideológicas dio, ni darán, respuesta a los retos que tenemos enfrente. El falso dilema de que primero va el bienestar del individuo y con ello se produce el bienestar colectivo ha sido tan falaz como el inverso, que nos dice que es el bienestar colectivo el que va primero y una vez logrado, el individuo naturalmente estará bien. Ya llegó la hora en que la sociedad avance más allá de estos modelos que nada logran en beneficio real colectivo, ya que el primero se queda en lo díscolo del sólo yo y, el otro, se queda en el rollo de repartir lo que no hay ni se genera. El individualismo de los dos modelos quedó atrás y no tendrá cabida en el nuevo mundo. Hay que abrir paso a lo colectivo, a la solidaridad con rostro humano con menos rollo ideológico-romántico del comunismo y menos materialismo obsceno del capitalismo.

No hay duda de que será la economía de mercado y no el Estado, quien desarrolle la vacuna y la cura global para el Covid-19, y los siguientes virus y bacterias a los que se enfrente la humanidad como lo hizo con el dengue, el sarampión y la influenza; la diferencia es que ahora debemos de estar atentos para que sea con ganancias justas y no inmorales. Como bien ha apuntado el pensador Antonio Navalón, ¿por qué no hay cura para el ébola?, simplemente porque África no puede pagarla; eso ya no nos puede pasar, como seres humanos solidarios, debemos frenar este mercantilismo desmedido. Tampoco hay duda de que será el Estado y no el mercado, quien tendrá un papel más relevante sobre el cuidado de la sociedad en todos sus estratos, dejando de lado la falsa respuesta del cuidado de las mayorías a costa del dinero de las minorías sin que éstas reciban el obligado y solidario apoyo para seguir creando riqueza, aquella que se va a repartir.

El libre mercado, con su enorme capacidad de generar riqueza, y el Estado democrático con su capacidad redistributiva y de cohesión social tendrán que trabajar juntos para unir a las sociedades y no dividirlas en estratos cada vez más separados y mucho menos en mantener el individualismo a toda costa por encima de la colectividad. La colectividad, sin embargo, no debe de ser vista bajo el disfraz que le permite al Estado desaparecer las clases medias y la creación de riqueza al mismo tiempo que lo parta de su función básica de garantizar la seguridad pública de la sociedad en su conjunto. El tiempo del individualismo se agotó, sigue el paso a la solidaridad colectiva de la mano del mercado y el Estado.

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