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Muere José Luis Cuevas.

La tarde de este lunes, se dio a conocer la muerte del artista plástico José Luis Cuevas.

De acuerdo con fuentes médicas, Cuevas murió hace cuatro horas después de haber permanecido internado.

El presidente Peña Nieto confirmó la noticia en su cuenta de Twitter.

La secretaria de Cultura confirmó la noticia a través de su cuenta de Twitter.

https://twitter.com/mcristina_gc/status/882023337333018624

Cuevas, considerado como el máximo exponente de la Generación de la Ruptura, nació en febrero de 1931 en la Ciudad de México.

De formación inicialmente autodidacta, se convirtió en uno de los artistas mexicanos más importantes debido a su labor como pintor, grabador, escultor, e ilustrador y puesto que, a través de su obra, buscó mostrar gran parte de su vida y su visión de degradación del mundo.

Foto de Facebook

Fue considerado el responsable de bautizar a la zona rosa con ese nombre sitio en el que se encargó de montar murales efímeros que posteriormente instaló en diversas partes de la ciudad.

https://twitter.com/mcristina_gc/status/882036202832003073

En 1992 abrió su propio museo, el Museo José Luis Cuevas, en donde mostró gran parte de su obra reciente y que compartió con artistas emergentes.

Conocido por haberse autodenominado enfant terrible del arte mexicano, sus obras conservan una estética muy particular que se ha reconocido en el mundo entero por marcadas líneas geométricas y sus obras de gran formato.

Desde hace unos meses su salud se había deteriorado, lo que lo había llevado a permanecer internado en Médica Sur, donde finalmente murió la tarde de este lunes.

MiHeL

Rufino Tamayo mezcló tradición y vanguardia pictórica

Considerado un artista de talla internacional que supo mezclar la tradición con la vanguardia pictórica de su tiempo, el pintor mexicano Rufino Tamayo, quien este 24 de junio es recordado a 26 años de su muerte, dejó a la posteridad un vasto legado artístico pero también el ejemplo de alguien que vivió por y para la pintura.

Con más de dos mil obras en su haber, diseminadas por todo el mundo, Tamayo es uno de los más prolíficos artistas del México del siglo XX, no en vano repetía a sus discípulos: “Si te gusta pintar, pinta todos los días y si puedes ocho horas diarias”.

Al cumplirse 24 años de su muerte, el renombrado artista plástico es recordado como creador de una poética única e inédita en la historia del arte moderno en este país.

La vigencia de su obra está presente en las múltiples exposiciones con las que es evocado en el museo que lleva su nombre y en las subastas de arte, donde sus pinturas son valuada en miles de dólares. Por ejemplo, el cuadro “La Familia”, subastado en Nueva York, alcanzó un precio de tres millones de dólares.

Rufino Arellanes Tamayo vio la primera luz el 25 de agosto de 1899 en la ciudad de Oaxaca; su padre fue un empleado, su madre una ama de casa.

De acuerdo con el perfil biográfico que de él publica el portal en Internet “oaxaca-mio.com”, durante su niñez el pequeño Rufino fue monaguillo mayor en la iglesia, en la cual además dirigió coros, por lo que algunos descubrieron en él cierta vocación religiosa, entre ellos sus padres, quienes llegaron a pensar que sería un notable cura.

Posteriormente, por decisión de la familia viajó a la capital del país, donde de acuerdo con las órdenes de su progenitor debía estudiar para ser tendero de libros.

No obstante, Rufino se reveló y en 1910 ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes, antigua Academia de San Carlos, donde permaneció hasta 1919.

En 1920, el joven pintor ya había creado diversas obras, que revelaron una afinidad con la pintura de la época, aunque también mostraban su estilo personal caracterizado por los detalles nacionales.

La cronología del artista disponible en el sitio electrónico del Museo Rufino Tamayo “museotamayo.org”, destaca que a partir de 1930 y hasta 1939 en sus obras aparecieron naturalezas muertas y paisajes urbanos que lo sitúan en la línea de los descendientes del pintor francés postimpresionista Paul Cézanne (1839-1906).

Sin embargo, también fue influenciado por el cubismo de Georges Braque (1882 -1963) y su propuesta artística se distinguió por la exaltación del color.

Tiempo después, en los años 40, el artista mexicano se trasladó a Nueva York, Estados Unidos, donde radicó por cerca de 20 años y donde desarrolló gran parte de su arte.

En esos años también conoció Europa, al montar diversas exposiciones en París, Francia; Londres, Inglaterra, y Roma, Italia.

Con sus contemporáneos Jean Dubuffet (1901-1985), Jean Fautrier (1898-1964), Francis Bacon (1561-1626), Balthus (1908-2001) y Willem de Kooning (1904-1997) compartió afinidades y en una serie de telas violentas descubrió la facultad metafórica de los colores y las formas.

Ya para 1950, Rufino Tamayo había alcanzado reconocimiento nacional e internacional, prestigio que le valió la encomienda e ocho murales, entre ellos: “El nacimiento de nuestra nacionalidad”, “México de hoy” y “Homenaje a la raza india”.

En 1962, el artista regresó definitivamente a su país natal, donde finalizó seis murales más y obra gráfica, que reveló un refinamiento y una gran cualidad en relación con la terrosidad lograda en sus pinturas.

Los siguientes años de su vida, el artista se volcó a la creación pictórica y gráfica, para esta última utilizó diferentes materiales y el “collage”, con lo que consiguió texturas y calidades ilimitadas.

Dedicado a su gran pasión, la pintura, Rufino Tamayo murió el 24 de junio de 1991, a los 81 años de edad. No obstante, dejó un invaluable legado, que actualmente es disfrutado por amantes del arte, tanto nacionales como extranjeros.

ntx/jcd

José Clemente Orozco, embajador artístico e incansable viajero.

José Clemente Orozco Flores (Zapotlán el Grande -hoy Ciudad Guzmán-, Jalisco, 23 de noviembre, 1883 – Ciudad de México, 7 de septiembre, 1949), fue uno de los cuatro hijos del matrimonio de Irineo Orozco Vázquez y Rosa Juliana Flores Navarro; cuando tenía dos años de edad su familia se trasladó a Guadalajara, para después de cinco años llegar a la capital de la República Mexicana en 1890, año en que ingresó a la escuela primaria anexa a la Normal de Profesores.

El pintor José Clemente Orozco murió en la Ciudad de México el 7 de septiembre de 1949. Fue sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres, honor que por primera vez en México se dio a un artista, quien consideraba que la pintura no debía ser “un comentario sino el hecho mismo; no un reflejo, sino la luz misma; no una interpretación, sino la misma cosa por interpretar”.

Orozco fue el primer pintor en ingresar al Colegio Nacional, fue un hombre que atravesó el siglo XX con todo este bagaje de conocimientos, vivencias, problemáticas bélicas y revolucionarias ideológicas que fueron transformando el país.

El director del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, Renato González Mello, resaltó la vigencia de Orozco en temas relacionados con la libertad, el autoritarismo de los estados y las ideologías.

El historiador Jonatán Sánchez, coordinador del área de voluntariado de servicios al público del Antiguo Colegio de San Ildefonso, consideró por su parte que hablar de José Clemente Orozco por su formación, el contexto en el que desarrollo su obra y experimentación es referirse a un artista completo, que siempre buscó la manera de crear con base en la experimentación, la formación y rigor profesional.

Por todo ello, retomó González Matute, al Premio Nacional de Artes 1946 se le debe recordar como un gran hombre, artista, pintor, ideológico y pensador, quien hizo ver una realidad, ubicando a México como un país que tiene un lugar muy importante dentro de la historia universal, y que trascendió los límites nacionales para ser reconocido en el internacional.

Sobre el carácter complejo de su obra, González Mello recordó el interés de Orozco en la historia de México y que apostó a incidir o intervenir en las representaciones de la historia nacional.

Cuentan sus biógrafos que tomó algunas clases nocturnas de dibujo en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, que estaba a dos cuadras de la Escuela Normal, y tiempo después, en 1897, su familia lo envió a estudiar por tres años la carrera de perito agrícola en la Escuela de Agricultura de San Jacinto.

En 1904, Orozco perdió su mano izquierda, a raíz de un accidente con pólvora, este hecho habría influido en- su personalidad, mostrándose como una persona retraída y tímida, que puede identificarse con una paleta de colores sombría, triste de alguna manera y un tanto melancólica.

Al suscitarse el renacimiento de la pintura mural en 1922 con patrocinio estatal, Orozco se reservó las paredes del patio grande de la Escuela Nacional Preparatoria, antiguo colegio jesuita de San Ildefonso.

Interrumpiendo estas obras en 1925 para pintar “Omnisciencia”, un mural en la Casa de los Azulejos; y en 1926, para realizar otro (una interpretación del periodo postrevolucionario) en la Escuela Industrial de Orizaba.

Su obra mural que puede ser admirada en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (Justo Sierra 16, Centro Histórico), la Escuela Nacional Preparatoria, en La katharsis (1934), en el Palacio de Bellas Artes, Estados Unidos, en Guadalajara, en los muros del foro del paraninfo de la Universidad, la escalera del Palacio de Gobierno y la capilla del Hospicio Cabañas.

Renato González Mello recordó que Orozco también hizo pintura de caballete, pero que se le recuerda más por su obra mural porque en ella fue más crítico, ambicioso y agresivo.

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