No, no es un gran negociador

La política del presidente Trump a veces parece errática, a veces absurda, otras caprichosa. Algunos quieren leerlo como un “gran negociador que apuesta doble o nada”. No estoy de acuerdo. Si consideramos las promesas de campaña y las órdenes ejecutivas que ha firmado hasta hoy, es posible encontrar un itinerario muy preciso de gobierno que está alineado con los intereses que expresó en su toma de posesión: la agenda de la ultraderecha supremacista americana, la Alt Right.

La Alt Right se define por ser “un conjunto de ideologías de extrema derecha, grupos e individuos cuya creencia básica es que la “identidad blanca” es atacada por fuerzas multiculturales usando “corrección política” y “justicia social” para socavar a los blancos y a su civilización”.

La Alt Right desprecia ideas como tolerancia, igualdad y derechos humanos; son, además, defensores de la noción de “raza” y de un darwinismo social de lo más trasnochado que hemos visto en años.

La versión del siglo XXI del Ku Kux Klan se fue fortaleciendo en las zonas rurales de Estados Unidos —no es casualidad que el candidato Trump no haya ganado los votos en una sola ciudad americana—. Su líder, David Duke, mostró su apoyo al entonces improbable candidato, le ofreció los votos que lo llevaron a la presidencia y le dictó las líneas de comunicación y de gobierno que  hoy son el norte de la política de la Casa Blanca.

La Alt Right es la que organiza las marchas contra los inmigrantes, la que promueve los discursos de odio contra los mexicanos, la que hace declaraciones antisemitas, la que descalifica el trabajo de las universidades, la que cuestiona la información de las agencias de noticias.

Aunque suene inverosímil, es momento de encarar que estamos frente a un gobierno que da la espalda a los tratados internacionales –en una semana traicionó las promesas comerciales del TLCAN, los compromisos ecológicos del Acuerdo de París y las humanitarias de la Convención de Ginebra. Un gobierno que tiene una agenda marcada por la división, el odio y el racismo. Un gobierno racista, xenófobo, misógino. Intolerante, pues.

Así que no nos engañemos. Con ese tipo de gobiernos no se negocia; a ese tipo de administraciones se les enfrenta, como ya han sugerido los presidentes de Francia y Chipre, François Hollande, y Nikos Anastasiadis, respectivamente, y los primeros ministros de España, Mariano Rajoy; Italia, Paolo Gentiloni; Grecia, Alexis Tsipras; Portugal, António Costa, y Malta, Joseph Muscat.

Un “gran negociador” juega con las reglas, respeta a los otros jugadores y no embosca a sus aliados. Un buen negociador no compromete sus principios y sabe que su palabra es el activo más valioso con el que cuenta. Un buen negociador defiende sus intereses pero no compromete los ideales y ése, mucho me temo, no es Donald Trump.

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