El cinismo como criterio y método

El paso del tiempo es inevitable. Pero ni las ciudades, ni los monumentos, ni las personas ni los libros envejecen igual. Algunos muestran signos tempranos de caducidad; mientras que otros mantienen la frescura de la juventud y el asentamiento de la madurez. Vale la pena fijar la mirada sobre estos últimos —ya sea que se trate de una ciudad, de un monumento, de una persona o de un libro—.

En 1983, el filósofo Peter Sloterdijk publicó un influyente texto titulado Crítica de la Razón Cínica, en una clara alusión a las obras de Emanuelle Kant —Crítica de la Razón Pura, Crítica de la Razón Práctica—, que dieron un giro a la forma de pensar el conocimiento y el comportamiento humano.

Sloterdijk, por su parte, hizo una precisa descripción de las sociedades del siglo XX que partieron “del sueño ilustrado de condicionar la historia mediante la planificación política”; así, se pusieron en marcha los esfuerzos marxistas y los liberales cuya síntesis entre ingenuidad y avaricia dieron paso al cinismo como criterio y como método. Porque, en justicia, excesos y omisiones hubo de ambos lados. Y defensores a ultranza, merolicos del poder, apologetas de la barbarie y profesionales de la mentira, también.

En poco tiempo, la fatiga política se convirtió en el signo de nuestras sociedades; los ciudadanos nos cansamos de los exabruptos, de las ocurrencias como políticas públicas, del descaro de los actores quienes —a lo sumo— justifican con mentiras inverosímiles sus tropelías; aunque también están los que nos culpan de su ineptitud y de su mediocridad, como si fuera nuestra.

Sloterdijk define al cinismo como la “falsa conciencia ilustrada en la que sabemos que todo ha sido desenmascarado y no pasa nada, como sabemos que las cosas no son lo que parecen y sabemos también por qué, sin inmutarnos por ello”.

Y del cinismo sigue el hartazgo, el desinterés, la desesperanza y el olvido. Tal vez nos quede un poco de ironía y después, nada: la renuncia total a la actividad política, al bien común, a la convivencia entre iguales. El libro de Sloterdijk fue, en 1983, una alerta frente al inminente individualismo egoísta que avanzaba en las sociedades. No supimos detenerlo; no quisimos enfrentarlo.

Cambiamos impunidad por confort; normalizamos la corrupción. Y eso es, en mi opinión, lo que nos ha llevado al sinsentido político actual. Ése en el que el delirio manda y las medidas de austeridad matan; mientras que la cínica mentira mantiene en el poder a Donald Trump, a Jair Bolsonaro, a Viktor Orban, a Tayyip Erdogan.

Frente al cinismo no vale bajar los brazos. Tampoco podemos conformarnos con la sorna ni con la ironía. Sólo nos queda redoblar el compromiso, saber que la vida cambia en siete segundos y que la suerte puede acompañar a nuestros países. Creo que sólo así seremos personas y sociedades a las que el paso del tiempo, les sienta bien.

Cortesía de LA RAZÓN

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