Los días de lo imposible: el antimexicanismo

Últimamente, las noticias parecen sacadas del mundo de lo imposible. Cada vez que leo una nueva noticia que va en contra del ideal de democracia o de los derechos humanos, resuenan en mis oídos las voces de los bien-pensantes: “no, eso no va a pasar. No en este siglo”; “cómo crees, nadie se atrevería”; “no, para nada. Eso es ilegal.” Hasta que la injusticia pasa, frente a nuestros ojos y a través de los labios sellados de los gobernantes.

Cuando comencé a señalar el discurso de odio en contra de los mexicanos, por parte de Trump, las buenas conciencias me señalaron que: “Obama era el deportador en jefe”. Como si nombrar el pasado fuera una suerte de abracadabra preventivo del futuro. Y pues no, no lo fue.

El discurso de odio en contra de los migrantes —muchos de ellos, mexicanos— comenzó en los primeros días de su campaña presidencial. En esa ocasión, escribí en La Razón que llamar a los mexicanos “violadores” era el inicio de un discurso peligroso que, más temprano que tarde, derivaría en discursos de odio en las tres versiones que le hemos escuchado estos días al presidente: racismo, nativismo y demonización.

Por aquellos días, los candidatos a la presidencia de México hicieron caso omiso de las declaraciones, con la comprometida excepción de Margarita Zavala, quien, incluso, publicó una columna al respecto, en El Universal.

El resto de los candidatos no quiso escuchar la campana de alerta. Desde entonces, la administración Trump ha llevado al extremo el desprecio por los migrantes.

Hace cuatro años, el escenario de persecución y cacería en contra de los migrantes que hemos visto desde el pasado fin de semana, sonaba imposible; hoy, por no haber sabido poner freno al tirano, vemos familias separadas, condiciones de encarcelamiento, muertos. Como ha dicho Porfirio Muñoz Ledo: cambiar carne humana por aranceles es demasiado caro.

Llama la atención que aunque el presidente Trump sea hijo de inmigrantes y su esposa sea migrante haya lanzado la ofensiva más fuerte que en contra de nuestros paisanos que se ha visto en años. Las declaraciones de Trump son racistas, nativistas, xenófobas, clasistas.

Por inverosímil que suene, la batalla por los migrantes la están dando los legisladores demócratas —especialmente, el ala progresista—. Alexandria Ocasio-Cortez ha mostrado más valor, mayor solidaridad y mejores estrategias que los políticos de los países de origen de los migrantes. A Ocasio-Cortez le molesta que Estados Unidos cometa atrocidades en sus fronteras; a los gobernantes de los países de origen no parece importarles o molestarles el trato que reciben sus ciudadanos.

La estrategia de la Cancillería ha sido la contención; seguramente, con el ufano sueño de que esto no vaya a más. No creo equivocarme cuando escribo que esto es el principio de un abierto antimexicanismo en Estados Unidos. Las buenas conciencias me dirán, nuevamente: “no, eso no va a pasar. No en este siglo”; “cómo crees, nadie se atrevería”; “no, para nada. Eso es ilegal.” Hasta que la escalada del odio y la violencia toquen a la puerta, y volvamos a leer y a vivir los días de lo imposible.

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