¿Han perdido los bancos centrales el control sobre la Inflación?

Por Philippe Waechter, Economista en Jefe, Ostrum AM

Los bancos centrales se reunirán esta semana. La Fed dará su veredicto este miércoles mientras que el Banco Central Europeo y el de Inglaterra tomarán decisiones este jueves.


Esta serie de reuniones llega a la vez que las tasas de la inflación escalan mes con mes. La cifra se acerca al 7% en Estados Unidos en noviembre y a 5% en la zona euro. Estas medidas tan elevadas de la evolución de los precios al consumidor no han realmente llegado a alterar el interés de los bancos centrales, aunque los números están mucho más allá de las metas que establecieron.

Ningún banco central ha amenazado con cambiar abruptamente la condición francamente acomodaticia de su política monetaria, si bien la estabilidad de los precios es crucial para su mandato. La independencia de los bancos centrales en los 80s encontró una justificación en la capacidad de un banco central independiente para combatir rápidamente a la inflación para que el impulso más alto de la inflación no castigara el crecimiento.


El Banco de Inglaterra se vio desilusionado el mes pasado, pero los comentarios de los miembros del comité de Política Monetaria no resultaron en ningún cambio a las tasas de interés.

Debemos afirmar que los bancos centrales están atrapados en un estricto marco de referencia que ellos mismos han implementado. Con el fin de salir de la política monetaria acomodaticia, el esquema es primero detener la compra de activos antes de cualquier alza a la tasa de interés. Esto Brinda cierta inercia al proceso de toma de decisión y una incapacidad de intervenir tan pronto como sea necesario.


El otro aspecto cuestionable de la política monetaria es tomar en cuenta demasiado sistemáticamente las expectativas y reacciones de los actores económicos. Esto se refleja en el deseo de los bancos centrales de indicar lo que están por hacer en el futuro (proyecciones) con el fin de orientar las expectativas para que el anuncio de alguna medida no vaya a crear una ruptura. Janet Yellen hizo esto notablemente después de diciembre de 2015. Este método, sin embargo, reduce drásticamente la capacidad de los bancos centrales de intervenir con rapidez.


Las expectativas de un alza en las tasas de interés al segundo semestre del 2022 están en el centro de esta proyección, pero ¿tiene esto sentido si la duración de la inflación tiene un periodo de tiempo limitado? No puede descartarse que para entonces, en la segunda parte de 2022, la tasa de inflación podría haber retornado a una zona cercana al 2%. ¿Cuál hubiera sido entonces el papel de la política monetaria?


La política fiscal, en el centro del impacto de la demanda generada por esta presión inflacionaria, habrá tenido un papel más importante en la gestión de los cambios en los precios al consumidor.

Además, los bancos centrales no están demostrando una inquebrantable disposición a cambiar la ruta de la inflación, y de este modo reflejan la incapacidad de elegir. ¿Es este perfil inflacionario el mismo que en los años 1946-48 en EEUU cuando el retorno a la normalidad de la economía después de la guerra y las privaciones resultaron en una tasa de inflación alta, de casi 20%, o el periodo actual se parece más a los 70s, con una inflación más elevada con el tiempo?

La acelerada demanda de bienes y el impacto del choque a la oferta sugieren que el periodo actual es más parecido a los años 46/48 en vez de la década de 1970, cuando un choque real en la oferta resultado del alza drástica en los precios del petróleo y la instead de la cláusula de indexación salarial en los precios causó la persistencia de la inflación.


Sin una clara definición, los bancos centrales parecen estar optando por la noción de una inflación limitada en el tiempo y sin ningún mecanismo real de persistencia. Y para que la inflación sea sostenible, se necesita un mecanismo específico que genere persistencia, como la indexación de precios en los 70s, incapaces de expresar una decisión, los bancos centrales no están dispuestos a apresurar los ajustes para no descarrilar la recuperación de la actividad. Un banco central que eleva sus tasas rápida y repentinamente se arriesgaría a castigar su propia economía. En efecto, el choque en la oferta resultante del violento incremento en la demanda de bienes ocurre en una economía globalizada donde los procesos de producción están internacionalizados. Debido a que todos los países desarrollados experimentan una alta inflación y un choque en la oferta, la política monetaria restrictiva penalizaría a las empresas locales en beneficio de los competidores extranjeros. Los bancos centrales no pueden jugar este juego.

Solamente pueden intervenir en una forma coordinada con el fin de tener un marco de referencia global y consistente que no dañe y desbalancee el impulso al crecimiento. La expectativa que alguien pudiera tener de las sesiones de los bancos centrales esta semana es una serie de medidas consistentes de banco central a banco central para evitar cualquier desequilibrio. Dicha coordinación ya ha existido en el pasado, en tiempos de crisis con el fin de brindar la necesaria liquidez. Esto por lo general ha sido efectivo. Hoy, sin embargo, el reto ya no es la liquidez de los mercados financieros, sino la capacidad de las economías para ward off una tasa de inflación que sea demasiado alta. Es más complejo porque cada economía reacciona de forma diferente dependiendo de sus propias estructuras económicas, especialmente en el mercado laboral.

La otra dificultad en un esquema cooperativo es que debemos tomar en cuenta a China, cuya limitante actual no es la inflación sino el crecimiento, que se desacelera rápidamente. Las probabilidades, no obstante, no son las mismas para EEUU o la Euro zona ante el Oriente. ¿Van los estadounidenses a favorecer su alianza con Europa o los intereses compartido con China? Este dilema rechaza cualquier capacidad de coordinar la política monetaria entre europeos y estadounidenses.

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En este episodio inflacionario en los países desarrollados, parece que los bancos centrales están procrastinando en el mensaje que urge enviar a los actores de la economía. Incapaces de intervenir inesperadamente y por tanto fuera de la jugada en su mandato de estabilidad de precios, claramente están tardando en definir su estrategia. Así, Powell se ha alejado de un discurso sobre una tasa inflacionaria transitoria que ya no puede sostenerse. Esto calmó a los inversionistas, pero no confirma la capacidad de los bancos centrales de analizar y lidiar con esta aceleración en la inflación. Si creen que la inflación se acerca a la de los años 1946/1948, esto debe afirmarse claramente. Si éste no es el caso, tenemos derecho a esperar una acción especifica de las autoridades monetarias.

De hecho, el riesgo real es que los bancos centrales hayan perdido el control.

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