Un nuevo ministro

En el famoso libro de 2010, How judges think,  el juez Richard Posner puso en claro que en los casos estándar, los jueces pueden argumentar suficientemente con la lógica jurídica. Pero que en los casos difíciles —esos que terminan en las Cortes Supremas— los jueces incluyen criterios subjetivos, opiniones emotivas e —incluso— hasta prejuicios.

Por ello, sólo un manipulador, o un ingenuo, sostendría que el derecho carece de carga ética y política; de convicciones metalegales. Todos sabemos que la interpretación de las leyes pasa por el crisol de los principios filosóficos; también, que cuando eso no ocurre es porque triunfó el pragmatismo, que también es una postura filosófica.

Por eso, el papel que desempeñan los jueces y —en especial— las Cortes Supremas de Justicia son tan importantes en la configuración política de los países. A manera de ejemplo, la Suprema Corte de Estados Unidos resuelve —en promedio— no más de 80 casos por año pero su impacto se refleja en la vida de la mayoría de los norteamericanos.

Tras la muerte del Juez Scalia, en febrero de 2016, el presidente Obama propuso al juez Merrick Garland como candidato para ser el noveno ministro de la Corte. Los republicanos, en una actitud poco conciliadora y en contra de la práctica política imperante hasta entonces, impidieron las audiencias y desecharon la candidatura de Garland.

Con ello, garantizaron que el presidente Trump eligiera al nuevo ministro con la intención de inclinar la Corte en su favor. Así, llegó la nominación de Neil Gorsuch, un juez más conservador que el fallecido Scalia, defensor de los intereses de los súper ricos, paladín de los derechos de las empresas.

Trump busca, con esta nominación, tener el control del ejecutivo, la mayoría en las cámaras y la Corte en su favor. Permitirlo es poner en riesgo no sólo el juego de pesos y contrapesos de la democracia sino la seguridad de la humanidad entera.

La elección del nuevo “justice” es trascendental pues frente a los desvaríos del presidente Trump han sido —precisamente— los miembros del poder judicial quienes han hecho valer las enmiendas constitucionales y han logrado salvaguardar, hasta hoy, los principios de la democracia americana.

En mexicano: los jueces han sido quienes le plantaron cara a las locuras de Trump. Y si los casos llegaran a la Suprema Corte es indispensable lograr un equilibrio reflexivo que garantice la independencia del poder judicial de los deseos de la Casa Blanca.

Para que el juez Gorsuch pueda ser confirmado por el Senado necesita una mayoría especial de 60 legisladores y, afortunadamente, los republicanos tienen sólo 52 lugares; así, necesitarían el apoyo de ocho demócratas para lograr la confirmación.

El Comité Judicial del Senado ha adelantado que será hasta el 3 de abril cuando la nominación de Gorsuch se discuta en el pleno. Ojalá tengamos noticias razonables antes del receso del 15 de abril, y se desestime esta candidatura.

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