Minotauros, anomalías y caprichos

El Mito del Minotauro cuenta la historia de Teseo y la batalla por asesinar a ese terrible animal –mitad toro, mitad hombre– conocido como el Toro de Minos que habita en un temible laberinto. Pero el héroe no enfrenta solo esta batalla; Ariadna –su amante– sostiene la punta de un hilo de oro que le permitirá a Teseo encontrar la salida del lugar. El valiente griego tendría, entonces, que luchar contra una bestia horrorosa con la confianza de saber que volvería a casa.

Pero imaginemos un giro en la historia. Pensemos —por un momento— que al entrar al laberinto, Teseo se encuentra con la noticia de que no hay un Minotauro sino varios —algunos más fuertes que otros—; además, descubre que ciertas alianzas entre los monstruos pueden serle útiles. Decide, así, armar a una guerrilla de mini-minotauros para que lo acompañen en su aventura. En el trayecto, algunos intentan traicionarlo pero el héroe sale venturoso del enfrentamiento; otros monstruos lo abandonan sin mayor explicación llevándose consigo las armas. Los más perversos, cortan el hilo de oro dejando a Teseo sin seguridades y sin certezas.

Construir la paz es encontrar la salida al laberinto: cada paso que damos puede llevarnos al siguiente callejón sin salida, a la próxima traición; también, parece que por más giros que damos volvemos, inevitablemente, a las mismas encrucijadas.

La sombra de la violencia se asoma, hoy, por todas partes: ya sea por vía de los desvaríos de Trump o  las amenazas de Putin; también, por medio de los ataques terroristas que se han vuelto parte esencial de la agenda de la semana; por si fuera poco, están los grupos de la delincuencia organizada que juegan en contra de los estados pero desde los estados. En resumen, no sabemos por dónde aparecerá pero vivimos de la mano de la guerra.

A diferencia de Teseo, nosotros no tenemos un hilo sostenido por Ariadna que nos muestre gentilmente el camino o que nos sostenga la confianza. Tampoco sabemos cuántos Minotauros enfrentaremos, ni cuáles son leales ni cuáles traidores. Por más fuertes que hayan sido los intentos y las manías de los historiadores y los filósofos por contar la historia y encontrar un sentido, mucho me temo que no hay tal.

El desenvolvimiento de los actos humanos en el tiempo responde a caprichos —las más de las veces—y a anomalías circunstanciales que reunidas en las páginas de los libros dan pie a esto, a lo que hemos decidido llamar historia. No hay mucho más.

Lo que vemos, día a día, son enfrentamientos, violencia, guerra y terrorismo sin sentido. Caprichos encumbrados y delirios puestos en marcha, a costa de la vida de las personas.

Si se me permitiera un solo deseo, me gustaría que la historia fuera la madeja de oro que nos devolviera a casa después de haber enfrentado a los minotauros en el laberinto.

* Profesora Investigadora de la Universidad Anáhuac.

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@ValHumanrighter

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