La historia del cine está llena de rodajes interminables y películas que podrían llamarse “malditas”, por las complicaciones ya sea para concluirlas o por la suerte que tienen antes o después de su estreno.
Uno de los casos más famosos es el El hombre que mató a Don Quijote (2018) de Terry Gilliam, un filme que comenzó a rodarse en las Bardenas Reales en Navarra durante seis días de octubre de 1991 y que debido a las inclemencias del tiempo, entre otras dificultades, tuvo que interrumpirse. Desde entonces el director se ha esforzado mucho en lograr la transformación de la idea a la película terminada.
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