Divorcios y perspectivas educativas

“El divorcio probablemente se remonta a la misma época que el matrimonio. Yo creo, sin embargo, que el matrimonio es algunas semanas más antiguo.”

Voltaire.

Prácticamente en todas las sociedades modernas se ha presentado un fenómeno de crecimiento de la tasa de divorcios y de disminución de los matrimonios.

En México, de acuerdo con información del INEGI publicada en los primeros meses del año, los matrimonios se han reducido en poco menos del 10% en los últimos años. Pasando de registrarse 567,000 matrimonios en el año 2010 a 526,000 en el año 2017. Lo anterior resulta doblemente significativo si consideramos que el porcentaje de personas que empieza a colocarse en grupos de edad donde potencialmente podría casarse, ha aumentado. Ello, como resultado de que las últimas generaciones grandes de la pirámide poblacional del país están entrando a edades de matrimonio.

Simultáneamente, la tasa de divorcios ha mostrado una tendencia contraria y creciente, pasando de tener 86,000 divorcios en el 2010 a más de 146,000 en el 2017. Ello implica, en una relación de divorcios por cada 100 matrimonios, que en el 2010 se presentaban 15.1 divorcios por cada 100 matrimonios, mientras que para el 2017 esta tasa se situó en 28.1 y seguramente para 2019 se estará alcanzando el doble de la tasa del 2017.

También para 2017, la edad promedio de divorcio de los hombres fue de 41 años y de mujeres de 38.4 años. Lo anterior implica que, en muchos casos, los matrimonios se disuelven cuando ya tienen la edad suficiente para haber procreado por lo menos un hijo.

Si bien no existen en México estudios específicos que con profundidad analicen el impacto de los cambios en el estatus de las relaciones matrimoniales en la educación futura de los hijos, en el estudio fulano de tal se hace referencia a una investigación realizada en Taiwán para comprender el efecto detienen los divorcios en educación superior de los hijos.

No se trata en este sentido de juzgar el crecimiento de los divorcios desde una perspectiva moral. Y crecimiento de los divorcios los vendemos tu pieza actores entre otros a procesos en permitido la liberación y empoderamiento aún muy limitado, y grupos de mujeres y una modificación, producto de cambio sociodemográficos, los patrones de relación de las personas.

De lo que se trata aquí ese entender si este crecimiento de los patrones de divorcio tiene una acto específico en la posibilidad de que los niños tengan una educación superior en relación con aquellos matrimonios que permanecen unidos.

Las conclusiones del estudio apuntan a que el divorcio genera una reducción del ingreso promedio de los hogares y típicamente es mayor del lado del hogar dividido en donde permanecen los hijos.

Necesariamente implica que los recursos disponibles para apoyar en todo tus gastos los relacionados con la educación, disminuyan.

En el estudio “Understanding the mechanisms of parental divorce effects on child’s higher education”, de Chen, Fan y Liu, se encontró que, cuando el divorcio se presenta cuando los niños se encuentran en edades entre los 13 y los 18 años, se produce una la disminución de 10.6% en la probabilidad de que los niños ingresen a la universidad cuando alcancen 18 años.

El estudio encontró también que, incluso de manera más pronunciada que los efectos económicos, existen una serie de mecanismos no económicos, tales como los efectos psicológicos, que pueden incidir con mayor fuerza en una reducción de la posibilidad de acudir a la universidad. El efecto es mayor entre menor sea la edad del niño (dentro de esos rangos de edad señalados).

En México, la tasa de divorcios ha aumentado también en segmentos de edad que antes se consideraban de alguna manera protegidos contra este fenómeno, por ejemplo, en rangos de edades de mujeres mayores de 50 años.

Sin embargo, el incremento de la tasa divorcio en ese segmento de edad genera también efectos negativos, pero ahí ya no sólo para los hijos, sino específicamente para el bienestar económico de las mujeres que son divorciados a esa edad.

Dado que estas tendencias son presentes a lo largo del mundo, más que pensar es una perspectiva moral o de valores acerca de cuál es el origen de esta tendencia, conviene que las familias si bien evidentemente busquen permanecer unidas, también contemplen establecer mecanismos de planeación que les permitan, en caso de que el matrimonio se disuelva, que existan mecanismos que les permitan mantener una mayor probabilidad de contar de manera planificada, con los recursos para sufragar los costos de la educación superior de sus hijos. Y, de la misma manera, que las mujeres, que de por si reciben una presión adicional en el entorno laboral, que limita su capacidad de acumulación de recursos para el retiro, planeen con anticipación el construir los recursos para su vejez de manera individual, con independencia de su estatus marital.

Es fundamental ,en este sentido, que entendamos que, como señala algún dicho estadounidense, “hay que esperar lo mejor, pero prepararse para lo peor”. La planeación financiera invariablemente debe de considerar escenarios negativos

extremos, para impedir que, en caso de que estos se presenten, se altere de manera radical el futuro bienestar económico de las familias.

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