Inseguridad: ¿Percepción o realidad? (Segunda parte)

En tanto que ayer pusimos el énfasis en datos de la realidad sobre inseguridad, hoy lo pondremos en los indicadores de percepción para aportar una reflexión al actual debate acerca de lo que podríamos llamarInseguridad real vs. Percepción de inseguridad.

Para algunos analistas la percepción de inseguridad refleja la realidad, en tanto que para diversos responsables de la seguridad en el país y en entidades federativas la percepción es “sólo percepción” y la realidad es muy distinta.

Si bien saber qué tanto se concatena la percepción con la realidad requiere análisis cuantitativos y cualitativos de fondo, la percepción tiene un valor por sí misma, pues es ella la que hace que una persona o una comunidad vivan con mayor o menor confianza, se desenvuelvan libremente o modifiquen sus hábitos y conductas en función de la inseguridad que perciban.

También es la percepción la que alienta o desalienta la inversión, el turismo, el trabajo y el esparcimiento, y la que determina el grado de satisfacción que tienen las familias y la sociedad con sus instituciones de seguridad y justicia, lo que se traduce en su valoración de su propia calidad de vida.

La más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, elaborada por el Inegi, revela que 71.9 por ciento de las personas se siente inseguro en su ciudad.

En algunos lugares el porcentaje equivale a nueve de cada 10: en Ecatepec, 95 de cada 100 encuestados dicen sentirse inseguros; en la zona oriente de la Ciudad de México, 94; en Coatzacoalcos y en Acapulco, 93, y en Villahermosa, 90.

En promedio nacional, ocho de cada 10 se sienten inseguros al acudir a cajeros automáticos localizados en la vía pública, siete en el transporte público y en el banco, seis en la calle que habitualmente usan y cinco en el mercado.

Éstas son actividades diarias, no extraordinarias, por lo que si los porcentajes en la percepción de inseguridad son tan altos, es claro que ello se traduce en una sensación de miedo o intranquilidad cotidiana, independientemente de que esa percepción corresponda o no a situaciones reales de riesgo.

Por ello los resultados de la encuesta en cuanto a la modificación de hábitos señalan que 61 por ciento prefiere no llevar consigo dinero o tarjetas de crédito, 56 por ciento no permite que sus hijos menores salgan de su vivienda, 49 por ciento evita caminar por los alrededores de su casa después de las ocho de la noche y 32 por ciento ha cambiado rutinas de visitas a amigos y parientes.

Modificar los hábitos por temor implica una cesión del empoderamiento social en favor del poder de la delincuencia.

Ésta es la consecuencia que nos debe llevar a la reflexión y a la acción. La ciudadanía no tiene por qué renunciar a las actividades y espacios que le pertenecen; es la delincuencia la que tendría que retraerse.

Allí está el gran desafío que enfrenta el Estado mexicano. Hay que fortalecer la capacidad institucional, la relación sociedad-gobierno, el entramado social, la prevención del delito, la procuración y la administración de justicia. Más que discutir la validez de la percepción, hay que tomarla en cuenta, pues ella nos indica si lo que está avanzando o retrocediendo es la conducta delincuencial de unos pocos o la vigencia de los derechos y las libertades de todos.

Twitter: @mfarahg

Secretario general de la Cámara de Diputados y especialista en derechos humanos.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.