Fidel Castro: La amenaza no ha muerto

Fidel Castro, el tirano, está muerto. Sin embargo, su pernicioso legado de autoritarismo sigue aquí, lo mismo que la indignante e inexplicable fascinación de miles de fanáticos obsesionados con celebrar sus ‘hazañas’ revolucionarias de dominación, sangre y muerte.

La parte más preocupante es que a estas alturas del siglo XXI, en México hayan sido tantos los políticos, académicos, etc., que salieron presurosos a hacer públicas sus lamentaciones por la pérdida de ese gran símbolo de opresión y miseria. Sus loas son un insulto para las víctimas del régimen castrista, sus familiares, y para todo aquel que valore la libertad y la dignidad de las personas.

Preocupa en particular que quienes ejercen –o aspiran a ejercer el poder-, se deshagan en elogios hacia el histórico dictador cubano. Tal parece que su gran sueño y máxima aspiración fuese ser como él. ¡Terrible!

Este hecho basta para resaltar la importancia de limitar el poder político, pues entre mayor sea éste, menor será la independencia y autonomía de los ciudadanos.

El repudio entonces debe ser unánime –en especial-, para los jefes de Estado que acudieron a la ceremonia en homenaje al dictador, entre los que por desgracia se encuentra nuestro presidente Enrique Peña Nieto. Ponerse a la altura de impresentables homólogos como Nicolás Maduro, de Venezuela; Evo Morales, de Bolivia; Daniel Ortega, de Nicaragua o Robert Mugabe, de Zimbabue, es una más en la lista de torpezas de la política exterior mexicana.

Y es que a Fidel Castro sólo se le puede defender por ignorancia o mala fe, y ninguna, tiene justificación.

Así que se equivocan quienes con gráficas, estadísticas y discursos, intentan legitimar el actuar del ex dictador con un presunto desarrollo alcanzado en la isla, como si se tratara de un edén donde la abundancia –y no la escasez, como es-, fuesen la constante.

Que nadie se pierda: ningún progreso –real o ilusorio- podría jamás justificar la anulación de la libertad de los cubanos, ni expiar la menor de las atrocidades cometidas por Fidel.

Pese a que debería como el nazismo recibir una condena unánime, el socialismo recibe todavía un fuerte respaldo. ¿A qué se debe? A que se cae en el error común de considerar a las buenas intenciones como legitimadoras de sus políticas, en vez de atender a los resultados, que no por casualidad, son de miseria.

Por más que les incomode a sus partidarios, lo cierto es que el socialismo es imposible, como imposible es imponerlo sin pisotear la libertad. ¿Por qué a los socialistas les molesta tanto que el individuo haga lo que se le pegue la gana mientras no vulnere derechos de terceros?

Porque en el socialismo cada uno, al unísono, debe escuchar y obedecer las instrucciones del iluminado, del ‘gran líder’ que, como por gracia divina, sabe lo que es ‘mejor’ para todos. Cualquier disidencia u osadía –como pensar por uno mismo-, debe ser eliminada de inmediato.

Ya no habrá pues, más Fidel, pero el fantasma del socialismo con todo su veneno, nos acecha de cerca. Por el bien de los habitantes de la gran isla caribeña, ojalá que esa pesadilla esté llegando a su final.

Para el resto de nosotros, la muerte del opresor debe servirnos como recordatorio de que nuestra libertad debe ser defendida de forma permanente, porque quienes nos la quieren quitar, trabajan sin descanso.

E-mail: inteligenciafinancieraglobal@gmail.com

@memobarba

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