El árbol y el bosque

Hay momentos en que, para comprender la realidad, hay que analizar los detalles más precisos, al modo de un cirujano. Y hay otros, como éste, en que hay que mirar el cuadro completo para comprender cuáles son los riesgos. Se trata de la conocidísima sentencia: mirar el bosque para entender al árbol.

La geopolítica de la era Trump es así; en un ambiente cultural en el que la verdad importa poco —de la posverdad a las fake news— es indispensable estar al tanto de cualquier movimiento para, en una labor más bien detectivesca, poder entender hacia dónde va el giro de la historia.

Dejo aquí, algunas claves que hay que seguir de cerca y con cautela: miremos la geopolítica en bloque para comprender los movimientos particulares.

Hace algunos años, estuve en la base naval de Coronado —en San Diego. Ahí pude ver tres de los ocho portaaviones con los que Estados Unidos garantiza la seguridad de su país. He de decir que son, simplemente, imponentes: más grandes que cualquier crucero, albergan alrededor de cinco mil 500 soldados y transportan 80 aviones. Mirarlos de cerca de las costas de cualquier país no es otra cosa que una amenaza directa. Eso fue lo que hace unos días vimos que hizo el presidente Trump con Corea del Norte: amenazarlo de guerra.

Además, hay un país que es un nudo: Siria. Por un lado, lo dirige un dictador llamado Al Assad –aliado de Putin. Por otro, el Estado Islámico controla una parte del territorio y se enfrenta al gobierno. La paradoja parece imposible: atacar a uno es beneficiar al otro. Por eso, Obama no quiso bombardear al Estado Islámico pues era hacerle el trabajo al dictador; además, era poner en riesgo al ejército norteamericano para que los rusos recogieran la cosecha. Pero, Trump no es Obama. El perverso vínculo entre el gobierno ruso y el de Trump hacen que la lectura de estos eventos sea tan difícil de leer, tan impredecible.

Todo esto acompañado de actos terroristas a lo largo y ancho del Viejo Continente: Reino Unido, Francia, Italia, Alemania. Ningún sistema de inteligencia ni de seguridad han podido vencer a las sombras —inquietantes y escurridizas— del EI.

No hace falta ser Nostradamus para saber que se aproxima un conflicto internacional importante; los tantos frentes abiertos, la poca diplomacia y el incremento en la compra de armas anuncia a gritos lo que no queremos oír: ¡ahí viene la guerra!

Es indispensable preguntarnos qué posición tomará nuestro país. La vecindad con Estados Unidos es una oportunidad y un riesgo. Hoy necesitamos recuperar el liderazgo de la región, impulsar las industrias que puedan mejorar la economía en medio de un conflicto internacional y blindar las reservas. En buen mexicano: es momento de activar la economía de guerra antes de que la guerra desactive a nuestra economía.

* Profesora Investigadora de la Universidad Anáhuac.

[email protected]
Twitter:
@ValHumanrighter

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.