Aprendiendo a Volar

¿Alguna vez le ha pasado que le da miedo lo desconocido? ¿ Ha sentido esa sensación extraña en el cuerpo cuando va a realizar algo nuevo? Yo pienso que todos hemos pasado por esa experiencia fantástica de la vida, y es de lo mejor, a mi forma de ver la vida.

 

Recuerdo la primera vez que me quedé solo, sin mi mamá. Tenía 9 años. Recuerdo que un día se fueron a una típica fiesta de adultos, a mi a esa edad me gustaba jugar videojuegos, ver el fútbol, etc.

 

Ese día no quería ir, quería quedarme en casa a jugar videojuegos y ver el fútbol por televisión, pero por otro lado, no me gustaba la idea de quedarme solo, me asustaba, me aterraba. Jamás me había quedado solo, mis demonios, me decía que era lo peor, que no lo hiciera.

 

Después de un par de minutos de meditación, de si me iba con papá y mamá, mi capa de superhéroe salió a flote y le dije a mamá, “Ustedes váyanse, yo me quedo” Mamá, se quedó implantada, con una cara de no lo puedo creer. Le tengo que confesar que al escuchar cerrarse la puerta de casa, rompí en llanto, un llanto que hasta la fecha cuando lo recuerdo, se me llena de nostalgia el alma y el corazón.

 

Pasaron las horas, poco a poco me di cuenta que quedarse solo en casa, no era tan malo como me decían mis demonios, al contrario, era divertido, podía hacer el ruido que quisiera, poner mi música favorita, y sobre todo, lo más importante, tienes tiempo para ti, para hablar con tu mejor amig@ y compañer@, tú mismo. Esto último para mí, fue el mejor regalo que descubrí y que hasta la fecha, sigo practicando.

 

Pasaron los años, podía quedarme en casa cuantas veces fuera necesario. Es más, se estaba volviendo necesario.

 

Recuerdo que años más tarde, mamá me platicó de una asociación de personas con discapacidad llamada, “Vida Independiente.” Esta, tiene como fin brindar técnicas de manejo de silla de ruedas, para poder andar por escaleras peatonales y pasar cualquier obstáculo arquitectónico que haya en las calles, casa o lugar de trabajo de las Personas con Discapacidad.

 

Ellos realizan campamentos a lo largo de México y su fundador, Santiago Gonzalez es un referente de la inclusión para nosotros, y un gran amigo.

 

Mamá me llevó a sus oficinas y “a regañadientes” acepté ir de campamento con ellos. Yo nunca había salido solo, sin mis papás Y aquí vamos, a empezar de nuevo. Mis demonios se volvieron a apoderar de mí. Estaba aterrado por ir solo, no quería, pero mamá estaba convencida y firme por la decisión tomada.

 

Fui a Mazatlán, un lugar extraordinario de nuestro país, estaba emocionado. Conocí a grandes personas que ahora, son mis grandes amigos, mis hermanos. A mi llegada a Ciudad de México, mis papás me preguntaron si quería ir a otro lado o si quería estar con ellos. Mi respuesta fue, “¡Me voy a Cancún!” El majestuoso paraíso del Caribe mexicano.

 

Desde aquel día, le agradezco a mis papás, por comenzar a tejerme alas para volar. Gracias a ellos, tengo la ilusión de vivir de forma independiente, tener una familia, y por supuesto, viajar, viajar mucho, solo, con mi familia o con amig@s, pero siempre con la consigna de disfrutar a donde vaya.

 

 

 

Esta columna la escribo porque justamente, este fin de semana, salgo a Monterrey, al primer encuentro de los Global Shapers en México. Como ya le he contado, los Global Shapers es una iniciativa del Foro Económico Mundial, la cual está integrada por jóvenes de 20 a 30 años, y busquen incidir a través de su comunidad. Yo voy como Vicecurador del Hub de Ciudad de México. Y será un honor y privilegio compartir este evento tan importante para nuestra comunidad, acompañado de grandes amig@s y emprendedores de mi país.

 

Así que, “Sultana del Norte” agárrate, porque allá voy, con mis alas bien abiertas, para seguir “Aprendiendo a Volar…”

 

Con Cariño:

 

Xicani.

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