Polonia: prohibido decir, prohibido recordar

Hace un par de semanas, el presidente de Polonia —Andrzej Duda— ratificó la ley sobre el Holocausto, que prohíbe las afirmaciones públicas y generalizadas que digan que la “nación polaca” fue cómplice en diferentes momentos —Delación, operación, ejecución, silenciación— de los campos de exterminio nazis; los artistas y los académicos quedan al margen de las penas, que contemplan multas y privación de la libertad.

Conocemos de primera mano las historias de los campos de exterminio porque fueron contadas por tres grandes escritores sobrevivientes: el austriaco Jean Amery; el italiano Primo Levi y el húngaro Imré Kerstesz; todos ellos fueron testigos, víctimas, narradores y escritores del infierno nazi. Los tres estuvieron presos en Auschwitz: el terrorífico campo de concentración en Polonia. Ocupada, sí. Colaboracionista, también.

En las primeras páginas de ¿Esto es un hombre?, Primo Levi habla de la delación de los vecinos, cuyas filtraciones a la SS enviaba a los judíos a la muerte: El amanecer nos atacó a traición; como si el sol naciente se aliase con los hombres en el deseo de destruirnos. En Más allá de la culpa y la expiación, Jean Amery precisa las características del método de destrucción: disolución del yo, aniquilación de la confianza, arrebato del locus mediante el traslado a los campos de exterminio mediante la tortura que es el acontecimiento más atroz que un ser humano puede conservar en su interior.

Por su parte, en Yo –Otro, Kertesz —Premio Nobel de Literatura en 2002— concluye que Auschwitz es uno de los grandes toques de atención que se presentan en forma de golpe terrible para advertir a los hombres… siempre que estén dispuestos a prestar atención. En cambio, sacan a colación motivos científicos y hablan, por ejemplo, de la banalidad del asesinato, que es algo así como una postal de los infiernos. El Nobel adelantó, en 1997, las ganas de silenciar y banalizar las muertes en los campos.
Y le pregunto al primer ministro Mateusz Morawiecki y al presidente Andrzej Duda: ¿prohibirían y sancionarían las lecturas públicas de los libros de Levi, Amery y Kerstész? No hay respuesta aceptable frente a una ley que censura la libertad de expresión y hiere la memoria histórica.

Mucho me temo que esta ley no busca proteger la reputación ni el valor de la marca “Polonia”; más bien, conseguirá difuminar la culpa, desdibujar el pasado y, finalmente, negar las atrocidades innegables. Ahora, el Estado polaco será responsable de crear las condiciones legales del silencio mediante una paradoja legal: prohibiendo decir, prohibiendo recordar.

Hace tiempo que la frágil paz que construimos después de la segunda Guerra Mundial se viene resquebrajando. He dado cuenta de ello en esta columna; los totalitarismos van al alza; el racismo aumenta; los verdugos se disfrazan de víctimas.

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