Nuevos aliados, viejas traiciones

La gira internacional de la semana pasada de Donald Trump fue el final —ya muy anunciado— de la geopolítica como la conocimos desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Los desencuentros entre la canciller alemana y el presidente norteamericano no podían ser más fuertes. Merkel es una mujer que ha liderado el rumbo europeo durante los años aciagos de la gran recesión económica. Que enfrentó a las economías locales para mantener en la balanza al Euro; que exigió duras reestructuraciones a Grecia, a Portugal y a España para sacar a flote la economía de la región. Sus pasos resonaron a lo largo del continente por más de una década. Y lo hizo bien.

Pero ya sabemos lo que Trump opina de las mujeres y, nuevamente, a tuitazos, retó a la canciller con la misma retórica con la que —en su momento— intentó descalificar a nuestro país: han sacado ventaja económica de Estados Unidos, encajosos, esto va a cambiar, ¡viva América!

Así, un Trump de miras cortas amenazó a México con un muro fronterizo y a Alemania con un muro fiscal. El otrora constructor solo sabe de paredes pero nada de alianzas ni de política. Mucho menos, de historia. A Trump, como a tantos otros, se les olvida que es insensato hacer un pacto con Judas.

Quedan ya muy lejos los días de la Guerra Fría; el antagonismo Washington-Moscú hoy es un escandaloso amasiato que pone en entredicho acuerdos internacionales y principios normativos de convivencia. También se fueron los años de los convenios con la OTAN. Trump ha dado la espalda a los viejos aliados para enredarse con su enemigo. Por donde se mire no es una decisión que tomaría un hombre sabio.

Los tuits del presidente no han hecho sino oxigenar el viejo antiamericanismo; se ha reforzado la imagen prepotente y absurda que caricaturiza a la cultura americana pero que hoy, representada por su presidente, se parece más a un retrato.

Todo indica que será Emmanuel Macron, filósofo y presidente de Francia, quien tome las riendas del nuevo rumbo de Europa. El centrista liberal ha dado un respiro a Angela Merkel quien encuentra en su homólogo a un aliado frente a la sombra que acecha al continente.

Macron está convencido de la pertinencia del Acuerdo de París, de los compromisos humanitarios y de la necesidad de frenar los ataques químicos en Siria. Principios políticos que antes hubieran defendido por las democracias liberales occidentales pero que hoy son exclusivas de los países europeos.

Es bueno que ciertas cosas terminen: lo que ya no funciona, lo que no es positivo, lo que puede ser mejor de otra manera. También es necesario que haya algo que nunca muera, como nuestras lealtades, nuestros ideales y nuestros principios; Merkel y Macron saben bien esto. Mientras que a Trump se le olvida que sólo hay algo peor que la muerte: la soledad.

* Profesora Investigadora de la Universidad Anáhuac.

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@ValHumanrighter

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