Trump antiinmigrante

En materia migratoria, las promesas/amenazas de Trump incluyen cinco medidas: construir un muro fronterizo; triplicar el número de agentes de inmigración; frenar las acciones ejecutivas del presidente Obama; deportar a 11 millones de migrantes indocumentados; y acabar con las ciudades Santuario. La duda ahora es si podrá realizarlas.

Según su oficina, el muro tendría un costo de 12 mil millones de dólares. Se supone que se bloquearían las remesas para obligar a México a aportar entre cinco y 10 mmdd con tal de seguir recibiéndolas. ¿Le parece burdo? Lo es.

The Washington Post calcula, por su parte, que el costo sería de 25 mmdd, lo que lo haría prácticamente inviable.

Además, Trump quiere triplicar el número de agentes de la Patrulla Fronteriza, que contaría con 75 mil elementos. Parece improbable que el Congreso apruebe tal incremento.

El muro completo dificultaría el paso, pero no detendría la migración y sí, en cambio, aumentaría el número de mexicanos que fallecen en el intento, tal como ha sucedido desde que en 1994 se levantaron los primeros kilómetros de barda hasta cubrir una tercera parte de la frontera, medida que los mexicanos han pagado con miles de vidas.

México no puede impedir la construcción del muro, puesto que Estados Unidos lo levantaría en su propio territorio, pero sí puede generar adhesión de la comunidad internacional a su rechazo. La barda sería el testimonio de una herida abierta en las relaciones entre ambos países.

En cuanto a frenar las medidas de acción diferida del presidente Obama, éstas fueron suspendidas desde junio por la Corte Suprema. Se preveía que Trump las cancelaría, pero recientemente hizo una declaración inesperada: “Vamos a buscar una solución que deje contentos y orgullosos a todos. Fueron traídos a una edad muy joven, algunos fueron buenos estudiantes, otros tienen muy buenos trabajos. Y se encuentran en una especie de tierra de nadie, en la que no saben qué va a pasar”.

Esta declaración fue tan comprensiva que sus asesores intentaron diluirla y negaron que Trump “haya cambiado su política hacia la inmigración ilegal”.

La deportación de millones, por otra parte, parece de difícil aplicación porque existe un debido proceso que Trump ni siquiera ha mencionado.

Según Univisión, en junio había 503 mil casos acumulados en los tribunales de inmigración, por lo que, calcula, la primera audiencia sería en tres años. ¿Y qué hay de un previsible reclamo masivo de empresarios, agricultores y comerciantes? Quizá por ello Trump ya sólo habla de “dos o tres millones de indocumentados con antecedentes penales”.

La promesa de acabar con las Ciudades Santuario ha encontrado una oposición firme. Los alcaldes de Nueva York, Los Ángeles, Chicago y Seattle, entre otros, sostienen que seguirán dando amparo a los migrantes irregulares, a pesar de la amenaza de Trump de retirarles fondos federales.

Así, hay elementos para creer que el paquete antiinmigrante puede quedarse en el discurso, pero esto no lo hace inocuo, pues los principales efectos negativos que Trump ha causado -resurgimiento del racismo, la xenofobia y la polarización social- han sido precisamente producto de su discurso.

A México y los mexicanos nos corresponde articular previsiones institucionales para la defensa política, diplomática, legal y hasta mediática de los derechos humanos y civiles de nuestros connacionales en Estados Unidos.

Y además, el persistente desafío: impulsar el desarrollo en las regiones donde el recurso de la migración se ha normalizado y a las que, eventualmente, regresarán los que quieran o tengan que hacerlo.

La migración debe ser una opción y no un fatal destino, como lo ha sido para millones de mexicanos en décadas recientes.

El autor es especialista en derechos humanos y secretario general de la Cámara de Diputados.

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