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Lo mejor de México y para México en 2017

Ante un horizonte que algunos califican de difícil y otros de desafiante, los mexicanos no tenemos opción: hay que mantenernos unidos en nuestra diversidad y con una mentalidad de trabajo y de confianza en nuestras capacidades.

No se trata de optimismo fácil, sino de compromiso.

Los desafíos de 2017 no se van a resolver solos ni pueden dejarse a la inercia. Hay que enfrentarlos con acción y buen ánimo, el cual no soluciona los problemas pero hace posible que se atiendan con el vigor y la inteligencia necesarios para obtener los mejores saldos.

El 20 de enero Donald Trump iniciará su periodo presidencial y ello implica que México esté preparado porque es previsible que grandes porciones de su política y desempeño afectarán el interés nacional y pondrán a prueba la fortaleza de nuestras instituciones y nuestra cohesión como nación.

Al menos tendremos que estar atentos a los temas tatuados en la agenda de Trump: su decisión de renegociar el Tratado de Libre Comercio, su empeño en presionar a las empresas con inversiones en México, su obsesión por el muro y por que nuestro país reembolse su costo; y su discurso y eventuales acciones antiinmigrantes.

Como no se trata o no debe ser un desafío de fuerza, tendrá que serlo de inteligencia y capacidad diplomática y negociadora, lo que incluye poner sobre la mesa factores económicos, políticos y de vecindad mutuamente benéfica.

Hay un antes de Trump y habrá un después de Trump. La historia va más allá de un periodo de gobierno. La relación bilateral es más, mucho más, que una visión personal. El largo plazo es lo que importa, pero hay que cuidar el corto con decisión y acierto. Aquí uno de los grandes retos del actual gobierno, de la presente legislatura y de sus correspondientes sucesores.

La seguridad seguirá estando presente en la agenda con todo lo que ello implica: la reducción de la violencia, la recuperación de la tranquilidad social y las reformas que deban hacerse para dotar de un marco legal adecuado a las Fuerzas Armadas en beneficio de todos.

Las elecciones en cuatro estados son otro foco de atención y de oportunidad, en el sentido de que deben realizarse en paz, en condiciones de equidad y con la mayor participación posible para el relevo de tres gubernaturas, 270 ayuntamientos y dos Congresos locales. No será un paseo, pero deberá evitarse la polarización y habrá de lograrse que prevalezcan el derecho, la democracia y la decisión popular.

Puede asumirse que la mayoría de los mexicanos lo que desea es tranquilidad social, seguridad, certidumbre, justicia, oportunidades de desarrollo y crecimiento económico. Y es obligación de los gobiernos y de la clase política así procurarlo. Éstos deben estar a la altura de nuestros anhelos y desafíos como país, que se verán incrementados con Trump.

Nuestras aspiraciones pueden encontrar resistencia de grupos o intereses que se benefician de la incertidumbre y de la oposición a todo. Para que estas posturas no se impongan son necesarios la participación ciudadana, un constante y acertado esfuerzo institucional con resultados muy por encima de los que hemos tenido por décadas y mucha unión, sin demérito de la amplia gama de convicciones, ideas y posturas frente a los asuntos de interés general.

Ante las adversidades, nada sustituye al trabajo y a una visión compartida de un país unido y capaz de luchar por su presente en pos de un mejor futuro. Puede parecer utópico, pero la utopía ayuda a emprender el camino y sostener el paso.

Twitter: @mfarahg

Secretario general de la Cámara de Diputados y especialista en derechos humanos.

Gasolinazo: la protesta legítima y la mala fe

La ciudadanía debe distinguir entre las muestras de inconformidad y los actos delictivos que algunos están realizando.

Como toda libre manifestación, las protestas en contra del aumento en los precios de las gasolinas deben ser respetadas. Ese derecho no está a discusión. Pero las actuales circunstancias no deben dar margen a la ingenuidad.

A la sombra de reclamos ciudadanos legítimos y espontáneos puede vislumbrarse la incubación de movimientos que sólo aspiran a capitalizar la inconformidad social para sus propios fines.

De una naturaleza es la protesta frente a lo que se considera un agravio y de otra distinta el eventual aprovechamiento de algunos grupos para llevar los acontecimientos al terreno de la inestabilidad.

Es probable que los ciudadanos inconformes encuentren en el aumento de los precios de los combustibles una válvula de salida a su hartazgo frente la violencia, la corrupción y la impunidad, pero difícilmente esto los conduciría a cometer ilícitos que para ser ejecutados requieren de cierta dosis de talante delictivo.

¿Quiénes lanzan convocatorias para saquear establecimientos comerciales? ¿Quiénes encabezan el vandalismo? ¿Quién conduce un enorme camión refresquero y lo estrella en la cortina metálica de una tienda de autoservicio? ¿Quién lleva todas las herramientas que se requieren para romper candados y seguros? ¿Por qué supuestos pobladores que sólo protestan van encapuchados, y en algunos casos armados con palos y machetes? ¿Se trata de ciudadanos inconformes, de delincuentes consumados o de desestabilizadores profesionales?

El crimen organizado, por su parte, aprovecha a su manera. En Hidalgo, Tamaulipas, sus integrantes visitaron los negocios de la cabecera municipal para decirles a los empleados que debían cerrar “porque los queremos el jueves 5 en el ejido El Tomaseño, frente a la gasolinera que está en la carretera, para protestar contra el gasolinazo. Cuidadito alguien no vaya”. Así se fraguó al menos esa manifestación, ocurrida hace unos días en ese municipio. Las imágenes que se transmitieron en los noticieros locales daban cuenta, en efecto, de un acto en contra del gasolinazo, cuando nadie estaba allí por propia voluntad.

Hay una enorme diferencia entre estos hechos y la legítima protesta. Por ello la ciudadanía debe estar atenta a distinguir entre las manifestaciones de inconformidad y los actos delictivos que ponen en riesgo la paz pública e incluso la integridad física de los manifestantes.

Y debe estar atenta también a no dejarse llevar por la ola de mensajes que con grave irresponsabilidad propagan supuestos hechos presentes o inminentes, tiroteos inexistentes, amenazas ficticias, rumores que tienen el criminal propósito de generar un entorno de pánico y nerviosismo social.

A la autoridad corresponde una actuación cuidadosa para no afectar el derecho a la libre manifestación y a la vez contener a quienes pretenden proyectar inestabilidad e ingobernabilidad mediante acciones provocadoras o francamente delictivas.

Al mismo tiempo, el Estado debe hacer un esfuerzo eficaz para frenar dos delitos sistemáticos que desde hace tiempo afectan la economía familiar y la nacional, esto es, la alteración de equipos de algunas gasolineras para robar a los consumidores, y la ordeña de ductos por parte del crimen organizado, cuyo monto representa miles de millones de pesos cada año, según lo ha reconocido Pemex.

Estos dos delitos nada tienen que ver con el movimiento social de protesta, pero sí, además de otras afectaciones, inciden en el hartazgo social respecto de la impunidad y contribuyen a la crispación colectiva.

Se trata, en síntesis, de cruzar exitosamente un río turbulento en beneficio de la paz pública y de la imprescindible estabilidad que se requiere para llevar a buen puerto este difícil momento. Gobierno y ciudadanos tenemos una enorme responsabilidad para lograrlo. A todas luces, es mejor y más viable conservar la tranquilidad social de que ahora gozamos en lugar de, una vez alterada, intentar restaurarla.

(*) Especialista en derechos humanos y secretario general de la Cámara de Diputados

Trump antiinmigrante

En materia migratoria, las promesas/amenazas de Trump incluyen cinco medidas: construir un muro fronterizo; triplicar el número de agentes de inmigración; frenar las acciones ejecutivas del presidente Obama; deportar a 11 millones de migrantes indocumentados; y acabar con las ciudades Santuario. La duda ahora es si podrá realizarlas.

Según su oficina, el muro tendría un costo de 12 mil millones de dólares. Se supone que se bloquearían las remesas para obligar a México a aportar entre cinco y 10 mmdd con tal de seguir recibiéndolas. ¿Le parece burdo? Lo es.

The Washington Post calcula, por su parte, que el costo sería de 25 mmdd, lo que lo haría prácticamente inviable.

Además, Trump quiere triplicar el número de agentes de la Patrulla Fronteriza, que contaría con 75 mil elementos. Parece improbable que el Congreso apruebe tal incremento.

El muro completo dificultaría el paso, pero no detendría la migración y sí, en cambio, aumentaría el número de mexicanos que fallecen en el intento, tal como ha sucedido desde que en 1994 se levantaron los primeros kilómetros de barda hasta cubrir una tercera parte de la frontera, medida que los mexicanos han pagado con miles de vidas.

México no puede impedir la construcción del muro, puesto que Estados Unidos lo levantaría en su propio territorio, pero sí puede generar adhesión de la comunidad internacional a su rechazo. La barda sería el testimonio de una herida abierta en las relaciones entre ambos países.

En cuanto a frenar las medidas de acción diferida del presidente Obama, éstas fueron suspendidas desde junio por la Corte Suprema. Se preveía que Trump las cancelaría, pero recientemente hizo una declaración inesperada: “Vamos a buscar una solución que deje contentos y orgullosos a todos. Fueron traídos a una edad muy joven, algunos fueron buenos estudiantes, otros tienen muy buenos trabajos. Y se encuentran en una especie de tierra de nadie, en la que no saben qué va a pasar”.

Esta declaración fue tan comprensiva que sus asesores intentaron diluirla y negaron que Trump “haya cambiado su política hacia la inmigración ilegal”.

La deportación de millones, por otra parte, parece de difícil aplicación porque existe un debido proceso que Trump ni siquiera ha mencionado.

Según Univisión, en junio había 503 mil casos acumulados en los tribunales de inmigración, por lo que, calcula, la primera audiencia sería en tres años. ¿Y qué hay de un previsible reclamo masivo de empresarios, agricultores y comerciantes? Quizá por ello Trump ya sólo habla de “dos o tres millones de indocumentados con antecedentes penales”.

La promesa de acabar con las Ciudades Santuario ha encontrado una oposición firme. Los alcaldes de Nueva York, Los Ángeles, Chicago y Seattle, entre otros, sostienen que seguirán dando amparo a los migrantes irregulares, a pesar de la amenaza de Trump de retirarles fondos federales.

Así, hay elementos para creer que el paquete antiinmigrante puede quedarse en el discurso, pero esto no lo hace inocuo, pues los principales efectos negativos que Trump ha causado -resurgimiento del racismo, la xenofobia y la polarización social- han sido precisamente producto de su discurso.

A México y los mexicanos nos corresponde articular previsiones institucionales para la defensa política, diplomática, legal y hasta mediática de los derechos humanos y civiles de nuestros connacionales en Estados Unidos.

Y además, el persistente desafío: impulsar el desarrollo en las regiones donde el recurso de la migración se ha normalizado y a las que, eventualmente, regresarán los que quieran o tengan que hacerlo.

La migración debe ser una opción y no un fatal destino, como lo ha sido para millones de mexicanos en décadas recientes.

El autor es especialista en derechos humanos y secretario general de la Cámara de Diputados.

La importancia económica de los migrantes mexicanos para EU

Para Trump nada más fácil, en sus palabras, que expulsar de Estados Unidos a los inmigrantes ilegales; son delincuentes, y los que no lo son toman los empleos que deberían ser de los nativos, y además se apropian de los beneficios de los programas sociales que deberían ser de los estadounidenses.

Con lo ignorante que es Trump, no debe saber lo siguiente:

Según datos del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME, agosto, 2016) son 11.7 millones los mexicanos que migraron a EU y viven allá, en tanto que los que nacieron y residen en EU son 23.7 millones, para un total de 35.4 millones, población que representa 8 por ciento del PIB estadounidense, de acuerdo con datos oficiales de ambas naciones.

El trabajo de los mexicanos que emigraron a EU produce bienes y servicios por un valor de al menos 600 mil millones de dólares (MMD), y contando a los méxico-estadounidenses de segunda y tercera generación, la cifra casi se triplica.

De acuerdo con estudios del Selig Center de la Universidad de Georgia, el poder de compra de los hispanos alcanzó 1.5 trillones de dólares en 2015, cerca del 11 por ciento del poder de compra registrado en Estados Unidos.

El número de emprendedores hispanos aumentó de 500 mil en 1990 a más de 2 millones en 2012, en tanto que cada inmigrante crea 1.2 nuevos empleos en una comunidad.

El IME retoma datos de estudios elaborados por instituciones estadounidenses y sintetiza que los migrantes mexicanos en EU son dueños de alrededor de 570 mil pequeñas empresas que, de manera global, generan un ingreso de 17 MMD anuales.

El 28 por ciento de los negocios creados en EU fueron fundados por inmigrantes y le dan empleo a cerca del 10 por ciento de los trabajadores estadounidenses. De estos negocios, 12 por ciento son propiedad de mexicanos.

El índice Fortune 500 sostiene que 40 por ciento de las 500 empresas más grandes de EU fueron fundadas por inmigrantes de distintas nacionalidades (incluyendo mexicanos) de primera y segunda generación.

Datos del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos y del Banco de México señalan que, una vez descontado lo que envían como remesas, los migrantes gastan 87 por ciento de su salario en la economía estadounidense. Y como el envío total anual de las remesas ronda los 20 MMD, los mexicanos inyectan a esa economía alrededor de 160 MMD cada año.

En cuanto a que los inmigrantes indocumentados abusan de los servicios de seguridad social, la mejor aclaración es la de la Social Security Administration: los inmigrantes no autorizados —aquellos no elegibles para recibir beneficios de Seguro Social— pagaron 100 MMD al fondo de 2004 a 2014.

Stephen Goss, actuario en jefe de la SSA, dijo a CNNMOney: “Sin los aproximadamente 3.1 millones de inmigrantes indocumentados que pagan al sistema, la Seguridad Social habría entrado en un déficit persistente de ingresos fiscales para cubrir los pagos desde 2009”.

Aún más, a medida que la generación del baby boom envejece y se jubila, los trabajadores inmigrantes son clave para apuntalar la Seguridad Social y contrarrestar los efectos de este declive generacional. Sin inmigrantes, dice la SSA, el sistema no sería capaz de pagar todos los beneficios comprometidos para 2037.

Y todo esto sin contar los más de 20 MMD anuales que las familias encabezadas, por inmigrantes indocumentados, pagan en impuestos estatales y locales, e impuestos sobre la renta, sobre la propiedad y sobre las ventas.

A Trump no lo detendrán consideraciones de justicia social ni valoraciones humanitarias sino cálculos económicos. Sólo basta con que alguien tenga la paciencia de explicárselos.

Twitter: @mfarahg

Secretario general de la Cámara de Diputados y especialista en derechos humanos.

Violencia contra la mujer, pandemia global

25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

La violencia contra las mujeres es la mayor pandemia del mundo. Ninguna otra se le compara porque las pandemias pueden extenderse por amplias zonas, pero no están en todas partes, y porque aunque sus periodos son largos ninguna está presente todo el tiempo.

Infortunadamente, la violencia en contra de las mujeres se aferra con ánimo de perpetuarse. Podemos, debemos, evitarlo.

Según datos de la ONU, 70 de cada 100 mujeres sufren algún tipo de ataque sexista en su vida.

El gran movimiento por el rechazo a la violencia machista, la cotidiana y disfrazada de broma, la ofensiva y revestida de insultos, la grave y convertida en ataque, y la extrema que arrebata la vida, debe expresarse con la mayor energía y mantenerse en pie hasta que cesen los atentados en contra de los derechos y la dignidad de las mujeres.

Y debe ser respaldado por todos, mujeres y hombres unidos en una misma causa, con independencia de edad, oficio, etnia y lugar. En la mayoría de los países es clara la tendencia al aumento de agresiones y feminicidios. Es urgente poner freno a esta violencia. Sería absurdo esperar a que la estadística de la muerte crezca para contenerla.

Debe cerrarse el paso a la minimización, a la apatía, a los argumentos defensivos de las autoridades o a las explicaciones acerca de lo complejo del desafío. Todo eso ya se sabe. Lo que importa es encontrar cómo sí es posible acabar con el desprecio por la integridad física, la vida y los derechos de la mujer.

Hay que premiar los comportamientos honestos y reprobar los abusivos; reconocer en las escuelas aquellas conductas que revelan respeto y corregir las que acosan, insultan y agreden; fortalecer la relación cordial y señalar las expresiones y las acciones discriminatorias.

Es necesario contar con un entorno de armonía y erradicar el actual estado de cosas en el que se han “normalizado” los insultos en las calles, los abusos en los transportes públicos, los acosos en escuelas, oficinas y fábricas, como si las mujeres tuvieran que vivir siempre en medio de ofensas veladas, molestias sistemáticas, amenazas permanentes.

Es indispensable que los Estados cuenten con mecanismos de protección eficientes, que garanticen la vida en paz, sin sobresaltos, sin agobios sexistas, sin contrariedades frecuentes, sin que ninguna mujer vuelva a tener que denunciar, como se leía en una cartulina en una manifestación de la Ciudad de México: “Desde niñas todas sufrimos acoso sexual”.

Es sabido que la impunidad es detestable aliciente para que el delito se perpetúe y se incremente. Lo sabemos, pero ello no nos ha llevado a abatirla. Hacen falta voluntad política, compromiso, sensibilidad y eficacia para acabar con ella.

La misoginia es una expresión que tiene su soporte en costumbres y contextos culturales que debieran haber sido superados desde hace mucho tiempo. Tenemos que lograrlo ahora.

Por todas las mujeres, por todos sus derechos.

Y por la dignidad social y el respeto como norma de conducta, único camino por el que podemos alcanzar la justicia, la equidad y la armonía.

Twitter: @mfarahg

Secretario general de la Cámara de Diputados y especialista en derechos humanos.

Trump y la legitimación del racismo en Estados Unidos

En contraste con el ánimo de 2008, cuando parecía comenzar una nueva era de igualdad racial, política y social en Estados Unidos por el triunfo de Barack Obama, hoy, luego de la victoria de Donald Trump, se vive un ambiente de retroceso, como si de pronto regresáramos a tiempos oscuros

Estos son algunos de los testimonios publicados en redes sociales por personas que han experimentado el miedo y la violencia, producto de expresiones racistas envalentonadas por la retórica de Trump y su próxima llegada a la Casa Blanca.

1. “Hoy fui acosada por un hombre blanco mayor que pensaba que yo era mexicana. ‘No puedo esperar a que Trump nos pida que violemos a su gente y que los mandemos de vuelta del otro lado del muro más grande que vamos a construir. Regrésate al infierno, mojada.’ Después me lanzó agua al rostro, me insultó con el dedo medio y corrió. Apenas pude contenerme para no responder. Nunca había estado tan aterrada de ser una mujer y una minoría.”

2. “Estaba en el autobús y estas chicas de la preparatoria de St. Francis se suben. Miraron a su alrededor, me miraron y dijeron: ‘¿No se supone que tu gente se debe sentar al fondo del autobús? Trump es presidente’. Miré a mi alrededor y vi que mayoritariamente era gente negra e hispánica los que estaban sentados atrás.”

A Estados Unidos le ha llevado 240 años avanzar hacia la igualdad de derechos de sus habitantes. Lento ha sido el camino desde 1776, cuando en la Declaración de Independencia se asentó: “Todos los hombres han sido igualmente creados…”

Entre otros muchos acontecimientos, tuvo que suceder la sangrienta Guerra de Secesión (1861-1865) para imponer la abolición de la esclavitud y un siglo después Martin Luther King y miles de afroamericanos padecieron una violenta persecución antes de lograr el reconocimiento de sus derechos civiles (1955-1968).

A pesar de su hondura, esos acontecimientos no acabaron con la esclavitud ni con la discriminación de tajo, pero al menos se había logrado que racistas y xenófobos guardaran las formas. No era ni social ni políticamente correcto declararse racista.

Con la campaña de Donald Trump y sus discursos excluyentes, empezaron a salir de las sombras los segregacionistas, los puristas, los nativistas, pero una vez que el candidato republicano se convirtió en presidente electo, el odio ha emergido como lava de volcanes hasta hace poco solo humeantes.

Más testimonios de estos días:

3. Un director en Pennsylvania admitió que varios estudiantes estaban coreando: “¡Levanta-algodón, eres un negro, Heil Hitler!’’.

4. “Tres de mis amigas musulmanas, a las cuales nunca había visto sin hijab, vinieron hoy a la escuela sin ellos porque tenían miedo.”

5. “¡Acabo de vivir una de las peores cosas de mi vida! Mientras cargaba gasolina, un auto se orilló junto a mí… salieron cuatro hombres… todos caucásicos… luego procedieron a hablar de la elección y lo felices que estaban de no tener que lidiar con niggers por mucho más tiempo… y yo, siendo como soy, me quedé en silencio… hasta que uno de ellos caminó hacia mí y dijo: ‘¿Qué tan asustada estás ahora, perra negra? Debería matarte ahora mismo… eres un desperdicio’. Aun así no dije nada, mantuve mi cabeza baja, y él siguió: ‘¿Eres sorda o algo por el estilo, negra?’ Luego otro chico bajó del auto con un arma y dice: ‘Tienes suerte de que haya testigos o de lo contrario te disparaba aquí mismo.’ Para este momento, yo estaba llorando. Se fueron, pero estoy confundida, asustada, molesta… ¿es esto lo que será América de ahora en adelante?

Y un grafiti en un muro: “Las vidas negras no importan, y tampoco sus votos.”

Y una carta puesta en un parabrisas de un auto: “No puedo esperar a que su ‘matrimonio’ sea nulificado por un presidente de verdad. Familias gay, quémense en el infierno. Trump 2016’’.

Y una experiencia que sacude: “Esta mañana salí a correr a las 7 am. Aun no entiendo cómo sentirme. Niños de secundaria me gritaron y me dijeron que me regresara a África. ¡Niños!”

6. “Fui a la licorería a comprar cigarros. Unos hombres blancos me preguntaron si hablaba inglés. Me reí y los ignoré. Me siguieron a un 7/11 y me dijeron que los chinitos deberían salirse del país mientras puedan porque una ‘América más pura va a regresar’. El encargado les pidió que se fueran y le llamaron Bin-Laden y le dijeron que regresarían a quemarlo en una cruz. Les dije que se fueran y me contestaron ‘¡Ah, wow, habla inglés!’ Me siguieron hasta mi auto mientras gritaban ‘¡poder blanco!’

7. “Mi primer encuentro racista después de la elección de nuestra nueva broma de presidente: mientras estoy en Wallmart una mujer se me acercó, me jaló de mi hijab y me dijo: ‘Esto ya no está permitido, así que ve a colgarte con él del cuello y no de la cabeza.’ Estoy traumatizada.”

Y en las escuelas: “La administración de la preparatoria está instalando cámaras en los pasillos porque los estudiantes que apoyan a Trump están coreando ‘¡10 pies más alto! ¡10 pies más alto!’ Se lo están cantando a los alumnos hispánicos.”

Hay una carta que circula en un campus universitario: “Donald Trump ganó. Ahora todos ustedes maricas liberales mejor se callan con sus derechos musulmanes, derechos para homosexuales, derechos de inmigrantes ilegales y toda su demás mierda. La economía de América finalmente florecerá de nuevo y el mundo temblará frente a la idea de enfrentarse a los militares americanos.”

En el supuesto de que Trump no haga nada de lo que dijo en campaña, lo dicho ya ha causado un enorme daño: Su retórica y su elección han “legitimado” el racismo, la exclusión, la segregación, la persecución, la agresión, la humillación.

Todo esto se puede hacer porque lo dijo el presidente.

Ha instalado la estratificación de los habitantes de Estados Unidos, ha refundado el sistema de castas.

Ni las instituciones ni el pueblo de ese país, y tampoco la comunidad internacional, pueden permitirlo.

Habrá que dar una dura batalla cívica y moral para impedir este inaceptable retroceso en derechos humanos.

*Especialista en derechos humanos y secretario general de la Cámara de Diputados @mfarahg

Hacia un parlamento abierto

Los días 7 y 8 de noviembre se efectuó en el Senado de la República y en la Cámara de Diputados el Seminario de Transparencia Legislativa, impulsado por las organizaciones de la sociedad civil integrantes de la Alianza para el Parlamento Abierto.

El evento me hizo recordar un texto del pensador y escritor inglés Jeremías Bentham, en el que, refiriéndose al parlamento de su país y de su tiempo, menciona que no sólo estaba prohibido la asistencia del público al Congreso, sino que incluso los propios parlamentarios tenían la prohibición de, cito textualmente, “referir algo de lo que haya pasado.”

Esta mención viene a cuento porque, a diferencia de aquel tiempo, ahora es justamente en el Congreso donde dialogamos sobre parlamento abierto, y donde legisladores, servidores públicos, académicos y especialistas de la sociedad civil dialogamos con absoluta libertad sobre transparencia y rendición de cuentas.

Aquí expongo algunas reflexiones sobre estos temas:

La información pública, la transparencia y la rendición de cuentas, tres vertientes esenciales del proceso de consolidación de nuestra democracia, inciden transversalmente en diversos ámbitos del Estado, entre ellos las transformaciones y alcances en materia de parlamento abierto.

Las dos jornadas del Seminario de Transparencia Legislativa, en las que participaron más de cincuenta ponentes en siete grandes apartados, constituyen una valiosa fuente de información, opiniones, perspectivas y propuestas que fortalecen la reflexión acerca de cómo vamos y qué nos falta por hacer.

En el foro se expresaron diversas posturas sobre la importancia de contar con un parlamento abierto y de cumplir con los diez principios básicos que le dan sustento. Tenemos trabajo por delante, desde luego,  pero es claro que el Congreso mexicano ha dado pasos firmes para avanzar en el cumplimiento de esos principios.

En 1977 se plasmó en el artículo 6° de la Constitución una línea llena de significado y compromiso: “El derecho a la información será garantizado por el Estado”. Pasaron 25 años para que tuviéramos la primera ley de transparencia, pero desde entonces no hemos dejado de avanzar. Hoy el 6º constitucional establece con claridad los alcances y límites de este derecho humano y contamos con una Ley General y una Federal, así como con 32 leyes locales que nos dan un sólido sustento jurídico. Gracias a este entramado institucional, no hay espacio para la opacidad. Sin pretextos, todos estamos obligados a rendir cuentas.

La transparencia y la rendición de cuentas hacen una importante contribución para que rijan a plenitud otros derechos de los que son titulares los mexicanos. Creo, en ese orden de ideas, que la información es piedra de toque de todos los derechos fundamentales.

Los genuinos reclamos de seguridad pública, de un sistema eficaz de administración de justicia, de servicios de salud y educación pública dignos y accesibles para todos, así como el derecho a vivir en un medio ambiente sano, encuentran mejores condiciones de realización cuando las instituciones responsables de su puesta en práctica actúan abiertamente, expuestas al escrutinio de la ciudadanía y cuentan con su confianza.

En la implementación de toda norma que delimita la compleja actividad social, invariablemente surgen dificultades operativas, visiones jurídicas diversas e incluso problemas de diseño institucional.

En este sentido, tanto el Congreso como el INAI, en sus correspondientes áreas sustantivas y administrativas, estamos acoplándonos a los nuevos sistemas y plataformas para dar cabal cumplimento al nuevo marco jurídico, con el fin de facilitarle al ciudadano el acceso a la información y rendirle cuentas claras de todo el quehacer del parlamento.

Me parece justo hacer un reconocimiento a la participación de eminentes especialistas nacionales e internacionales, miembros de organismos autónomos, académicos de universidades y, por supuesto y de manera fundamental, a la participación de relevantes miembros de la sociedad civil que han impulsado vigorosamente las reformas constitucionales y legales que nos colocan en un lugar de vanguardia en estos temas.

Esta es sólo una muestra de la transformación institucional, legislativa y social que hemos logrado y en la que la sociedad civil ha sido protagonista como impulsora del cambio y de los nuevos tiempos que hoy nos perfilan como una sociedad más participativa, promotora de una administración pública más democrática y transparente.

México, gracias al derecho de acceso a la información y a la sociedad civil organizada, ya no es el mismo.

@mfarahg

* Secretario general de la Cámara de Diputados y especialista en derechos humanos

Racismo y Trump: la semilla y el fertilizante

El racismo estadounidense es mucho más que una nota del día o una frase de Donald Trump. Para quienes cruzan la frontera sur de Estados Unidos y sobre todo para los 35 millones de mexicoamericanos que conforman el 11 por ciento de la población, el racismo es una realidad concreta, cotidiana, amenazante, incluso letal.

El arraigado segregacionismo tiene múltiples expresiones en la vida de todos los días, pero también se manifiesta de manera más organizada, extrema y sistemática, como es el caso, por ejemplo, del Ku Klux Klan, cuyas asociaciones afiliadas pasaron de 72 a 190 de 2014 a 2015. En ese mismo periodo, los grupos de derecha radical pasaron de 784 a 892.

Por su parte, las asociaciones de supuestos “patriotas” y “conspiracionistas”, entre los que se encuentran los envalentonados Minute Man, que “protegen” la frontera de la presencia de migrantes, pasaron de 874 a 998 de 2014 a este año.

Estas organizaciones radicales aprovechan el Internet y la fuerza de las redes sociales para reclutar miembros, sobre todo jóvenes. El foro “Stormfront”, que se distingue por su discurso de odio, cuenta ahora con 300 mil usuarios registrados. Durante cada uno de los últimos siete años se han sumado 25 mil nuevos miembros.

Recientemente, estos grupos han encontrado respaldo y aliento en Donald Trump: de acuerdo a un estudio de America’s Voice, lo seguidores del candidato republicano han cometido actos de violencia contra latinoamericanos y migrantes en general en 25 de los 50 estados de la Unión Americana. Consecuencia previsible, si el ejemplo es la palabra incendiaria y el puño cerrado.

Está ya tan extendido este veneno social, que 52 por ciento de los estadounidenses piensa que el racismo es un problema “muy” o “extremadamente” serio. Además, 69 por ciento considera que las relaciones entre los diversos grupos raciales son “generalmente malas”, y 60 percibe que están empeorando, cuando un 38 pensaba eso mismo hace sólo un año.

El propio presidente Barack Obama ha reconocido que los asesinatos de ciudadanos afroamericanos a manos de policías blancos no son “incidentes aislados”, sino parte de “un conjunto de disparidades raciales” en el sistema de justicia norteamericano.

Así, a pesar de su grandilocuencia y estridencia, es evidente que Trump no es la enfermedad sino el síntoma, y que la retórica del republicano sólo ha sido fertilizante de una semilla, el racismo, que sigue viva al paso de los siglos.

En mayor o medida exhibido o disimulado, el racismo corroe a un grupo significativo de estadounidenses, muchos de los cuales cuentan con recursos económicos, armas, contactos políticos y presencia en la administración pública, lo que desemboca en acciones agresivas tanto de grupos radicales como de agentes del Estado.

Una vez que pase la elección presidencial y Donald Trump pierda los reflectores mediáticos, la violencia xenófoba y racista continuará, tanto porque le precede una gran inercia como porque los leños arrojados por el magnate han avivado el fuego.

Quizá Trump se vaya a su casa, pero es probable que sus dichos, lanzados con tanta ligereza, sigan poniendo en riesgo a los migrantes latinos, particularmente a los mexicanos.

¿Estará consciente el Estado Mexicano del desafío que tiene enfrente, o abandonará una vez más a los paisanos en suelo estadounidense? Es una pregunta que se tiene que responder muy pronto con hechos.

Twitter: @mfarahg

Secretario general de la Cámara de Diputados y especialista en derechos humanos.

Inseguridad: ¿Percepción o realidad? (Segunda parte)

En tanto que ayer pusimos el énfasis en datos de la realidad sobre inseguridad, hoy lo pondremos en los indicadores de percepción para aportar una reflexión al actual debate acerca de lo que podríamos llamarInseguridad real vs. Percepción de inseguridad.

Para algunos analistas la percepción de inseguridad refleja la realidad, en tanto que para diversos responsables de la seguridad en el país y en entidades federativas la percepción es “sólo percepción” y la realidad es muy distinta.

Si bien saber qué tanto se concatena la percepción con la realidad requiere análisis cuantitativos y cualitativos de fondo, la percepción tiene un valor por sí misma, pues es ella la que hace que una persona o una comunidad vivan con mayor o menor confianza, se desenvuelvan libremente o modifiquen sus hábitos y conductas en función de la inseguridad que perciban.

También es la percepción la que alienta o desalienta la inversión, el turismo, el trabajo y el esparcimiento, y la que determina el grado de satisfacción que tienen las familias y la sociedad con sus instituciones de seguridad y justicia, lo que se traduce en su valoración de su propia calidad de vida.

La más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, elaborada por el Inegi, revela que 71.9 por ciento de las personas se siente inseguro en su ciudad.

En algunos lugares el porcentaje equivale a nueve de cada 10: en Ecatepec, 95 de cada 100 encuestados dicen sentirse inseguros; en la zona oriente de la Ciudad de México, 94; en Coatzacoalcos y en Acapulco, 93, y en Villahermosa, 90.

En promedio nacional, ocho de cada 10 se sienten inseguros al acudir a cajeros automáticos localizados en la vía pública, siete en el transporte público y en el banco, seis en la calle que habitualmente usan y cinco en el mercado.

Éstas son actividades diarias, no extraordinarias, por lo que si los porcentajes en la percepción de inseguridad son tan altos, es claro que ello se traduce en una sensación de miedo o intranquilidad cotidiana, independientemente de que esa percepción corresponda o no a situaciones reales de riesgo.

Por ello los resultados de la encuesta en cuanto a la modificación de hábitos señalan que 61 por ciento prefiere no llevar consigo dinero o tarjetas de crédito, 56 por ciento no permite que sus hijos menores salgan de su vivienda, 49 por ciento evita caminar por los alrededores de su casa después de las ocho de la noche y 32 por ciento ha cambiado rutinas de visitas a amigos y parientes.

Modificar los hábitos por temor implica una cesión del empoderamiento social en favor del poder de la delincuencia.

Ésta es la consecuencia que nos debe llevar a la reflexión y a la acción. La ciudadanía no tiene por qué renunciar a las actividades y espacios que le pertenecen; es la delincuencia la que tendría que retraerse.

Allí está el gran desafío que enfrenta el Estado mexicano. Hay que fortalecer la capacidad institucional, la relación sociedad-gobierno, el entramado social, la prevención del delito, la procuración y la administración de justicia. Más que discutir la validez de la percepción, hay que tomarla en cuenta, pues ella nos indica si lo que está avanzando o retrocediendo es la conducta delincuencial de unos pocos o la vigencia de los derechos y las libertades de todos.

Twitter: @mfarahg

Secretario general de la Cámara de Diputados y especialista en derechos humanos.

Inseguridad: ¿Percepción o realidad?

La desesperación ciudadana ante la impunidad está alcanzando niveles de escándalo: ahora una ola de indignación ha recorrido las redes sociales al ser arrestado un asaltante que operaba en Periférico Sur, pues se descubrió que, a pesar de que en seis ocasiones la policía había hecho correctamente su trabajo al atraparlo, este individuo había logrado regresar a las calles explotando recovecos del sistema judicial. Lamentablemente, no se trata de una excepción, sino de un caso tristemente común. Se ha creado un círculo más que vicioso, perverso, que bloquea el camino de la justicia.

Según el titular de la Unidad para la Implementación del Sistema Procesal Penal Acusatorio de la Procuraduría General de la República, de cada 100 denuncias solamente cuatro reciben sentencias condenatorias. Las consecuencias están a la vista: de conformidad con el Índice Global de Impunidad, México ocupa el segundo lugar de 59 entre los países más impunes, únicamente detrás de Filipinas. Por todo ello resulta comprensible que de los 29.3 millones de delitos cometidos en México durante 2015 el 93.7 por ciento no fue denunciado, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe).

Esto se traduce en una licencia para delinquir que ha torpedeado las instituciones, el tejido social y las mismas familias mexicanas. Baste señalar que uno de cada tres hogares mexicanos fue víctima de un delito durante el año pasado.

Así las cosas, un 72 % de los mexicanos siente que la inseguridad no es sólo un asunto de percepción, sino una realidad.

Por todo ello la gran revolución institucional que debe emprender el Estado mexicano debe tener como centro y cimiento el sistema judicial, pues es ahí donde ha echado fuertes raíces el crimen organizado e incluso la delincuencia común.

No sólo hay que capacitar mejor a los policías, sino también a los jueces, a los funcionarios y a los peritos. Está claro que el reto no sólo es comprar armamento y engrosar corporaciones, sino además comprender que el primer paso para lograr el México que merecemos es garantizar la seguridad pública, así como el hecho de que la verdadera base de la paz no son las armas, sino la justicia cotidiana.

Twitter: @mfarahg

Secretario general de la Cámara de Diputados y especialista en derechos humanos.

2 de Octubre fecha emblemática #AltoALaViolencia

“La violencia es el miedo a los ideales de los demás.”
—Mahatma Gandhi.

El 2 de octubre, aniversario del nacimiento de Mahatma Gandhi y fecha emblemática también de la historia de México, es desde 2007 y por resolución de la ONU, el Día Internacional de la No Violencia.

Conmemorar la no violencia es celebrar la paz y pronunciarse por el acuerdo pacífico, incluso, y con mayor razón, en los grandes conflictos.

En la historia hay ejemplos inspiradores de cómo la no violencia ha logrado profundas transformaciones en circunstancias complejas y de gravedad extrema. Allí están los movimientos encabezados por el propio Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela, Chico Mendes y Wangari Maathai.

No obstante, hay quienes prefieren la violencia como forma de lucha, justificando sus acciones en su derecho a la manifestación. Pero los hechos hablan más que sus declaraciones.

La antítesis de la no violencia la vemos y la padecemos todos los días en las calles, en las carreteras y, más grave aún, en las escuelas de nuestros hijos; en las formas de lucha de la CNTE y de todos esos grupos menores que agreden impunemente. Por más que disfracen su proceder con un discurso sindical, es un acto de violencia humillar a maestros y policías, atacar reporteros y negar derechos tan básicos como el de la libertad de tránsito o atentar contra la integridad física y patrimonial de las personas. La prueba es esa estela de agresiones sufridas en Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán durante los últimos meses.

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Crisis humanitaria en Tijuana y Mexicali

El 26 de mayo pasado llegó el primer camión a Tijuana. Era el inicio de lo que hoy se ha convertido en una crisis humanitaria con miles de migrantes varados en esa ciudad y en Mexicali en espera de una ficha para poder solicitar asilo en Estados Unidos o bien aguardando la respuesta de ese país a la solicitud que ya han presentado algunos.

Los migrantes llegan a esa frontera desde Afganistán, Cuba, El Congo, Etiopía, Ghana, Haití, Irán, Nepal, Ucrania y otros países, flujos que se suman a los habituales procedentes de Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán, convirtiendo a la ciudad fronteriza en algo más que una Torre de Babel: la zona fronteriza de Baja California es hoy escenario de una crisis humanitaria.

La capacidad de la Dirección de Atención al Migrante de Tijuana y de los albergues Centro Madre Asunta, Casa del Migrante Escalabrini, Ejército de Salvación y Desayunador Salesiano Padre Chava es a la vez heroica y notoriamente insuficiente.

Los haitianos afectados por el temblor de 2010, así como miles de africanos, fueron recibidos con voluntad humanitaria por Brasil, Ecuador y Venezuela, pero debido a la crisis económica que se vive en esos países han tenido que volver a emigrar para intentar llegar a Estados Unidos.

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La CNTE y su desprecio por la niñez

La CNTE y su desprecio por la niñez

Mauricio Farah

El inicio de un ciclo escolar debería ser una gran celebración. Hoy esa celebración se oscurece, acechada por la amenaza de maestros que se declaran en paro con el propósito de presionar para que el gobierno satisfaga sus demandas.

Hoy se cumplen cien días desde que el 15 de mayo los maestros de la CNTE declararon el paro de labores en las escuelas a cargo de sus docentes afiliados. En esas escuelas el ciclo lectivo anterior quedó inconcluso y hoy, que da inicio otro, esas instalaciones seguirán cerradas.

Alrededor de cuatro millones de niñas y niños viven la indefensión ante la vulneración de su derecho a la educación. Parece ser que ese derecho y esa niñez son lo que menos importan a quienes dicen defender la educación pública y gratuita.

Prontos para la protesta, y dispuestos siempre a la violencia, al bloqueo y a la retención y quema de vehículos, eficaces para la destrucción de inmuebles, documentos y equipos de oficina, dicen luchar por la educación. Y su forma de probarlo es negando educación, evadiendo las aulas, cambiando el pizarrón por palos y piedras, la enseñanza por agresiones y la obligación magisterial por exigencias políticas y pecuniarias.

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Trump y su montaña rusa

 

Trump y su montaña rusa

Mauricio Farah
Algunos se preguntan si a 80 días del 6 de noviembre la contienda por la presidencia de Estados Unidos ya terminó, debido a los tropiezos de Donald Trump y al deterioro que ha sufrido su popularidad, apenas iniciadas las campañas.
Por ejemplo, el analista político Stuart Rothenberg escribió en The Washington Post: “En tres meses, con la elección presidencial de 2016 en el espejo retrovisor, veremos hacia atrás y estaremos de acuerdo en que la elección presidencial se acabó el 9 de agosto.”
¿Qué ha pasado en los primeros días de este mes para que surja tal predicción? Entre otras cosas, que 54 senadores republicanos declararon que no votarán por Trump, en tanto que 50 exfuncionarios relevantes de las áreas de seguridad nacional y política exterior suscribieron una carta en la que califican al candidato republicano de ignorante e incompetente.

Según ellos, Trump sería “el presidente más peligroso de la historia estadounidense” y pondría en riesgo la seguridad nacional y el bienestar del país. “No conoce la Constitución, las leyes y las instituciones de la nación, incluidas la tolerancia religiosa, la libertad de prensa y la independencia del sistema judicial”, afirmaron.

Aun cuando el golpe va directo a la línea de flotación, nadie como Trump ha dinamitado sus propios logros como candidato.

Sobresale su insinuación…

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