Archivos de la categoría Valeria López Vela

Riesgos de la democracia bajo un gobierno populista

El próximo 20 de mayo los venezolanos saldrán a las urnas más por simulación que por competencia partidista. El tramado electoral, delineado desde la silla de Nicolás Maduro, dejó muy poco espacio para la contienda y exagerada solvencia para garantizar su reelección.

Durante estos años hemos visto la erosión —política, económica y social— de Venezuela; el papel de la oposición ha sido responsable y comprometido con la democracia. Ha intentado las vías jurídicas correspondientes para contener los excesos del gobierno de Maduro; sin embargo, creo que esa prudencia se agotó para esta contienda. La MUD no presenta ningún candidato a las elecciones y, con ello, cierra un capítulo más del Manual del Populismo escrito con la sangre de los venezolanos, por el puño de Maduro.

La crisis política en Venezuela tiene al mundo en vilo. El régimen inaugurado por Hugo Chávez y heredado a Nicolás Maduro contó con la simpatía de las izquierdas globales por la apuesta económica que enarbolaba. Representó, en su momento, una opción para contrarrestar los excesos económicos del neoliberalismo latinoamericano. Y, en ese sentido, fue importante.

Sin embargo, los estragos políticos no tardaron en hacerse sentir: la democracia fue sustituida por el totalitarismo populista. La sociedad civil fue la primera en pagar por los devaneos económicos y por los caprichos políticos de Nicolás Maduro —un oligofrénico borracho de poder y adicto al dinero—, de Diosdado Cabello, de Vladimir Padrino López; todos ellos han sido ligados a las redes del narcotráfico internacional.

Pero en el gobierno ni todo es política ni todo es economía. El peso de la opositores —Henrique Capriles, María Corina Machado, Leopoldo López— ha sido definitivo para señalar el desorden que hay en Venezuela y que ha sumido en la desesperación a millones de personas. Sus liderazgos fueron prudentes y responsables a pesar de la persecución y encarcelamiento injustificados. En una contradicción democrática más, ninguno de ellos estará en la boleta electoral.

Los tontos útiles que permiten simular la elección son Henri Falcón -18% de intención de voto- y Javier Bertucci, que tiene el 16% de los votos. TeleSur ha reportado que el presidente Maduro tiene el 51% de la intención de los votos. El 71% de los venezolanos sostiene que Maduro se reelegirá: a pesar de la oposición, de la violencia, de la desgracia humanitaria. El populismo se reinstalará en Venezuela, a pesar de todo.

El enfrentamiento por un modelo económico desencadenó una crisis política ocasionada por la corrupción y los vínculos delincuenciales de los gobernantes. La tensión fue causada por la ausencia de principios morales, de compromiso con la decencia, por la falta de respeto por la democracia. Y para eso, lamento escribirlo, no hay remedio: no hay farmacopea que cure dicha enfermedad.

Japón: una pieza clave en la nueva geopolítica

En los últimos meses, la mirada internacional se ha enfocado en la tensión entre la primera economía —la estadounidense— y la segunda —la china—. Hoy estamos frente al inicio de una guerra comercial que, no se puede dudar, nos alcanzará a todos.

Mientras tanto, la tercera economía –la del Japón– se mantiene sólida, aunque hay ajustes que no se pueden dejar pasar: la reforma constitucional, el aumento en el presupuesto militar y, finalmente, la posible remoción del primer ministro —artífice de la reforma y del presupuesto—, tejida con la maestría de un viejo político quien se opone, tajantemente, a los ajustes constitucionales.

Durante años, el Primer Ministro Abe ha buscado una nueva interpretación al artículo nueve de la Constitución, que es antibelicista; este artículo fue escrito con la tinta de la derrota de la Segunda Guerra Mundial. Pero de eso han pasado 72 años. Los japoneses han caminado sobre los rastros de la radiación; saben bien, de las secuelas de la guerra. No así los estadounidenses, los norcoreanos o los chinos.

El 2 de julio de 2014, Abe anunció una rotunda reinterpretación del texto constitucional; en ella, sostuvo que era posible la participación militar de Japón en acciones internacionales en el extranjero y deslizó la idea de la autoprotección. El pasado mayo, insistió en el replanteamiento del artículo nueve, considerando las amenazas de Corea del Norte. El Primer Ministro insistió aun en contra de la opinión pública.

El artículo nueve la Constitución señala: Aspirando sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden, el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio de solución en disputas internacionales. Con el objeto de llevar a cabo el deseo expresado en el párrafo precedente, no se mantendrán en lo sucesivo fuerzas de tierra, mar o aire, como tampoco otro potencial bélico. El derecho de beligerancia del Estado no será reconocido.

Pero las nuevas condiciones geopolíticas, la guerra comercial entre Estados Unidos y China y las amenazas nucleares de Corea del Norte, parecen dar la razón a Shinzo Abe. Hace unos días, el Parlamento aprobó un presupuesto récord de 924,336 millones de dólares para 2018; un aumento de 1.17%. Se trata del monto más generoso de los últimos años, con todo y artículo nueve.

Pero no todo es miel sobre hojuelas para el ministro Abe, pues un escándalo de corrupción hace tambalear su reelección al frente del Partido Liberal Demócrata; la renuncia de Abe la solicitó Seiichiro Murakami, un importante miembro del partido, quien defiende las restricciones pacifistas marcadas por la Constitución y que no ha dudado en enfrentarse al otrora omnipotente Shinzo Abe.

Si el Primer Ministro pierde la elección interna del partido, tendría que ceder el poder a Shinjiro Koizumi, “el Macron japonés”, quien ocuparía su sitio en el Palacio de la Dieta.

Sin duda, son días complicados en el Imperio del Sol.

La marcha por nuestras vidas

El sábado vimos una de las manifestaciones más sensibles de los últimos tiempos. Miles de estadounidenses salieron a las calles a defender su derecho a la vida y oponerse a la venta irrestricta de armas que ha cobrado tantas vidas, especialmente en escuelas y universidades.

Mirar a niños y a adolescentes con carteles ha dado un toque muy especial a esta manifestación: el futuro nos ha alcanzado y está hablando fuerte por la defensa de sus derechos. Ignorarlo es tan torpe como poner vino nuevo en odres viejos.

La marcha es una manifestación más de que los derechos humanos deben estar por encima de la lógica del mercado y de los delirios de los políticos advenedizos. Hay que defender los derechos humanos por encima de cualquier filiación partidista o convicción económica.

La administración Trump, la peor pesadilla de cualquier analista político, ha dejado cosas buenas; ninguna impulsada por la Casa Blanca, sino por la sociedad civil organizada —ese ente malévolo que los fascistas temen— y que se ha traducido en la Marcha por las mujeres y la Marcha por nuestras vidas. Ambas fueron movilizaciones multitudinarias que defienden los derechos de las mujeres y el derecho a la vida, respectivamente. En ellas, las multitudes han recordado al presidente y a los políticos que la calle es nuestra y que primero se van ellos antes de ceder un ápice en la defensa de nuestra dignidad.
Fue conmovedor escuchar los discursos de los estudiantes, de los profesores, de los sobrevivientes. Sus palabras tienen más eco en las conciencias y en los corazones de los ciudadanos; pero los billetes de la Asociación Nacional del Rifle marcan las acciones de los políticos y, hay que decirlo, del propio Trump.

El cinismo del actual habitante de la Casa Blanca tocó fondo cuando propuso armar a los maestros para acabar con las matanzas; tan absurdo como proponer más drogas para acabar con la drogadicción: ¡Que aumenten las ganancias de la Asociación del Rifle, que se muera quien se tenga que morir, que los profesores la hagan de niñeras con pistolas! Hay personas cuyas ideas son dictadas por el ancho del fajo de billetes que se les pone en frente; Trump es de esos.

¿Cambiará esto la posición de la actual administración? No. Pero los funcionarios tienen claro que sus tropelías pasarán factura, que encontrarán resistencia; que revertir la cultura de los derechos humanos va a ser más difícil de lo que sospechan. Y que las elecciones de noviembre están a la vuelta de la esquina.

La sensibilidad de las sociedades ha cambiado. Tantos años de insistir en los principios del liberalismo —tolerancia, autonomía, libertad— han dado fruto. Durante años mendigamos los derechos; después, los exigimos. Hoy, no tenemos miedo de defenderlos a toda costa.
Profesora Investigadora en la Universidad Anáhuac.

Polonia: prohibido decir, prohibido recordar

Hace un par de semanas, el presidente de Polonia —Andrzej Duda— ratificó la ley sobre el Holocausto, que prohíbe las afirmaciones públicas y generalizadas que digan que la “nación polaca” fue cómplice en diferentes momentos —Delación, operación, ejecución, silenciación— de los campos de exterminio nazis; los artistas y los académicos quedan al margen de las penas, que contemplan multas y privación de la libertad.

Conocemos de primera mano las historias de los campos de exterminio porque fueron contadas por tres grandes escritores sobrevivientes: el austriaco Jean Amery; el italiano Primo Levi y el húngaro Imré Kerstesz; todos ellos fueron testigos, víctimas, narradores y escritores del infierno nazi. Los tres estuvieron presos en Auschwitz: el terrorífico campo de concentración en Polonia. Ocupada, sí. Colaboracionista, también.

En las primeras páginas de ¿Esto es un hombre?, Primo Levi habla de la delación de los vecinos, cuyas filtraciones a la SS enviaba a los judíos a la muerte: El amanecer nos atacó a traición; como si el sol naciente se aliase con los hombres en el deseo de destruirnos. En Más allá de la culpa y la expiación, Jean Amery precisa las características del método de destrucción: disolución del yo, aniquilación de la confianza, arrebato del locus mediante el traslado a los campos de exterminio mediante la tortura que es el acontecimiento más atroz que un ser humano puede conservar en su interior.

Por su parte, en Yo –Otro, Kertesz —Premio Nobel de Literatura en 2002— concluye que Auschwitz es uno de los grandes toques de atención que se presentan en forma de golpe terrible para advertir a los hombres… siempre que estén dispuestos a prestar atención. En cambio, sacan a colación motivos científicos y hablan, por ejemplo, de la banalidad del asesinato, que es algo así como una postal de los infiernos. El Nobel adelantó, en 1997, las ganas de silenciar y banalizar las muertes en los campos.
Y le pregunto al primer ministro Mateusz Morawiecki y al presidente Andrzej Duda: ¿prohibirían y sancionarían las lecturas públicas de los libros de Levi, Amery y Kerstész? No hay respuesta aceptable frente a una ley que censura la libertad de expresión y hiere la memoria histórica.

Mucho me temo que esta ley no busca proteger la reputación ni el valor de la marca “Polonia”; más bien, conseguirá difuminar la culpa, desdibujar el pasado y, finalmente, negar las atrocidades innegables. Ahora, el Estado polaco será responsable de crear las condiciones legales del silencio mediante una paradoja legal: prohibiendo decir, prohibiendo recordar.

Hace tiempo que la frágil paz que construimos después de la segunda Guerra Mundial se viene resquebrajando. He dado cuenta de ello en esta columna; los totalitarismos van al alza; el racismo aumenta; los verdugos se disfrazan de víctimas.

Elecciones en Venezuela: el teatro del absurdo

La noche del 14 de abril de 2013, seguí con atención las elecciones en Venezuela que tras la muerte de Hugo Chávez significaban más que un cambio de partido o de gobernante. Se trataba, pensé entonces, de la oportunidad de liberación del pueblo venezolano por vías institucionales; una rara ocasión en la que se podría recuperar la libertad sin tener que pagar con sangre por ello.

El desgaste del régimen chavista abría la posibilidad de éxito del joven Henrique Capriles, un político y candidato con experiencia y que no conocería la derrota, sino hasta las últimas horas de esa fecha. Chávez se impuso con el 50.6% de los votos frente a un digno rival que ganó el 49.1% de los sufragios.

Esa noche, no alcancé a proyectar cuán difícil sería la gestión de Maduro ni lo complicado que resultaría salir del callejón sin salida político, al que condenó a los venezolanos.

En cualquier democracia funcional, el gobierno habría tenido que negociar constantemente con una oposición fuerte: no fue el caso de Venezuela. Capriles recibió, a cambio, la hostilidad del Presidente Maduro que se extendió además a todos los vértices de las voces opositoras: de diputados a gobernadores.

Cinco años después, Nicolás Maduro convocó a elecciones no sin antes cerrar todos los caminos legales a la oposición: quitó el registro a los partidos y encarceló a los candidatos. Maduro organizó una elección de Estado que no es más que una simulación democrática, un fingimiento electoral, con el que quiere maquillar su rostro de dictador.

Pero, no engaña a nadie. Los mayores de edad intelectual, como los describió Kant, nos valemos de nuestro propio entendimiento para reconocer las patrañas jurídicas a las que Maduro ha recurrido; primero, encarceló en condiciones inhumanas a Leopoldo López, el principal opositor al régimen quien ahora cumple una condena bajo el modelo de Casa por Cárcel y tiene, por tanto, suspendidos sus derechos políticos. También, inhabilitó a Henrique Capriles para que no hubiera un candidato fuerte que haga sombra alguna a la hoguera de su vanidad.

Así, sin competencia y sin rival, hace el montaje de unas elecciones sin credibilidad alguna y cargadas de reproches nacionales e internacionales. Será un Presidente electo pero ilegítimo y antidemocrático.

Y no es que la oposición quiera ser víctima, pero Maduro y su derroche de poder, su total desprecio por la razón y por las leyes, así como su prepotencia han bloqueado las opciones de diálogo. Lamento escribirlo, pero frente a la sinrazón, la única opción que queda es la violencia.

Hoy sabemos que la noche del 14 de abril de 2013 se extinguió la posibilidad de la alternancia por vías institucionales la MUD, Mesa de la Unidad Democrática, aún no decide si participará en la contienda que podría llevarse a cabo a mediados de marzo; también, que la sangre opositora correría por las manos del presidente. Ésa fue una noche aciaga y definitiva.

Papa Francisco: un mundo más humano

El papa Francisco está de visita, nuevamente, en nuestro continente. Y aunque no pise tierras mexicanas, debemos estar atentos a su mensaje, pues los problemas y los retos de los chilenos y los peruanos no nos son ajenos.

Esta visita ha sido complicada, pues no son pocos los grupos chilenos a quienes disgustó la presencia del Papa. No hay que perder de vista que, aunque la mayoría de los chilenos se reconocen como católicos, también es cierto que los casos de pederastia hicieron que el índice de credibilidad de la Iglesia chilena cayera hasta el 36 por ciento.

Los lamentables actos de violencia perpetrados en las iglesias quemas intencionales, pintas, amenazas de bombas son inaceptables; en la cultura democrática, todas las voces merecen tener espacios para ser escuchadas y el respeto por las instituciones incluso por las que no pertenecen al Estado es condición necesaria de la convivencia plural y tolerante.

Pero, todavía más importante, porque el derecho a la libertad religiosa es una prerrogativa de todos los ciudadanos. Las y los católicos chilenos tienen derecho a asistir con seguridad y con tranquilidad a los multitudinarios eventos a los que convoca el Papa.

Por ello, aunque no se compartan los principios de la fe o haya críticas que hacer a la Iglesia, es indispensable mantener un ambiente de respeto. Se vale disentir, pero no se vale violentar.

Hay cuatro aspectos de la agenda del Papa Francisco en Chile, que llamaron mi atención: la visita a la cárcel de mujeres, el encuentro con sus hermanos jesuitas, la visita a la Universidad y el encuentro en Temuco, con la comunidad Mapuche.

Celebro que el Santo Padre dedique buena parte de su tiempo a acompañar a las mujeres que se encuentran en situación de cárcel, pues suelen ser abandonadas por sus familias. El mensaje cariñoso que les dejará el Papa, puede servirnos como guía del trato y responsabilidades que, como sociedad, tenemos para con ellas.

Me encantaría poder escuchar el interesantísimo diálogo que sostendrá con sus hermanos de la Compañía de Jesús; estoy segura de que se abrirán líneas de discusión teológicas de avanzada y que enriquecerán la vida de la Iglesia en el siglo XXI. En tercer lugar, la parada en la Universidad Pontificia de Chile es un acercamiento con los jóvenes y con la intelectualidad. Finalmente, el encuentro con la comunidad Mapuche será clave para comprender las líneas de defensa y protección a los indígenas que tomará el Papa.

En mi opinión, el itinerario en Chile comunica dos cosas: al Papa le preocupan, de manera especial, las mujeres y los indígenas. Y para acompañarlos y protegerlos cuenta con los jóvenes, los intelectuales y los religiosos, mediante una fundada asistencia moral, racional y espiritual.

Creo que el Papa nos dejará un abrazo al corazón y un puñado de ideas, para reflexionar y hacer de éste, un mundo más humano.

Los héroes del 2017

La última columna del año la dedico a las mujeres y a los hombres cuyas acciones políticas contribuyeron en la construcción de los ideales de la convivencia democrática conforme a los derechos humanos.

En 2017 los principios de igualdad, libertad y legalidad que inspiran y dan cuerpo al lenguaje de los derechos fueron vapuleados, ignorados y ofendidos. Estos 365 días han sido un periodo de resistencia, de valor y de lucha constante. Nuestro silencio no será cómplice de las tropelías de las palabras de la discriminación y la violencia que inundaron los titulares y las legislaciones globales.

He de reconocer la valentía y la honestidad del fiscal especial para la interferencia rusa, Robert Mueller, cuyo trabajo es la vía que abriría el proceso de destitución de Trump. Mueller es un sabueso que ha obtenido evidencia de los círculos más cercanos al presidente; con ello no busca demostrar la intervención rusa en sí, sino el delito de obstrucción a la justicia. Se trata del mismo modelo judicial inculpar al sospechoso por un delito menor que puso tras las rejas a Al Capone. El patriotismo y la integridad de Mueller han mostrado ser inquebrantables pues sus simpatías políticas no se inclinan por el partido demócrata, sino por los republicanos. A pesar de ello, su lealtad está con América, no con el presidente.

Angela Merkel, la premier alemana, dio duras batallas durante este año; enfrentó el despotismo de Trump y de Putin. La garante del pacifismo comunitario no ha conseguido hacer gobierno y esto la ha debilitado en Bruselas. Todo indica que el carisma del presidente francés, Emmanuel Macron, habrá de tomar el liderazgo de la Unión. Esperemos los cálidos días de una primavera en Berlín pero que anuncian que será la última.

Michelle Bachelet, la todavía presidenta de Chile, dio una lección de educación y democracia al llamar telefónicamente en televisión nacional al presidente electo, Sebastián Piñeira. En ambos privó el amor por su país sobre sus intereses partidistas o su proyecto de Estado. Y eso es algo que desde México se extraña mucho.

Hace un par de noches cené con unos amigos canadienses y les pregunté su opinión sobre el primer ministro Trudeau. Me respondieron: “un liberal más”. No alcancé a contener un fuerte suspiro y una confesión sincera: “ojalá tuviéramos muchos así en México”. Trudeau representa, en efecto, la apuesta de gobierno liberal: incluyente, multicultural, tolerante. Y eso, hoy, se necesita tanto como en 1939, al inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Lo que más celebro de estos cuatro héroes es que actúan por principios; que no tienen el mal gusto de venderse al capricho de los intereses del poder. Y, sin duda, de vez en cuando tomaron alguna decisión equivocada pues sólo son héroes: ni santones ni mesías salvadores.

Tercia de ases le gana a la Casa Blanca

La posibilidad del impeachment destitución del presidente Trump se vio como una posibilidad desde los primeros minutos del 20 de enero de este año. La falta de pericia política y la irresponsabilidad en sus declaraciones, creaban escenarios viables para contemplar esta posibilidad.

Han pasado casi 11 meses ¡que se han sentido como once años! y la baraja ha incluido a actores, situaciones y declaraciones que son difíciles de comprender, incluso para quienes elegimos hacer un marcaje intensivo de esta administración.

La historia nos demuestra que algunos presidentes son mejores que otros; también, que algunos son una desgracia para la humanidad. Tal es el caso de Donald Trump, quien maneja en sentido contrario a la civilización: deconstruye lo que con tanto esfuerzo nos hemos empeñado en crear.

Afortunadamente, el rumbo de la política de un país no depende de una sola persona. No. Los mesías salvadores del mundo no existen; al menos, no en el siglo XXI. Mucho de lo que está en juego se resuelve por la pericia, capacidad y honestidad del equipo de gobierno. Y, también por la ineptitud, corrupción o complicidad de los implicados.

Esto es, precisamente, lo que ha desencadenado la posibilidad del impeachment de Donald Trump: una tercia de ases integrada por buenos funcionarios que, hasta hoy, han ganado importantes batallas legales a un puñado de trúhanes de los que escribiré la semana entrante: Michael Flynn, Paul Manafort, George Papadopoulus y Rick Gates.

Aquí, los nombres y las funciones de la tercia de ases:

Robert Mueller: Es el encargado de investigar la intervención rusa en las elecciones presidenciales de 2016. Abogado graduado de Princeton que simpatiza con el partido republicano pero es más patriota que político. Así, su compromiso con la transparencia de la investigación es incuestionable. La lógica de su investigación busca culpar al Presidente por obstrucción de la justicia.

James Commey: Era el director del FBI, encargado de la investigación sobre las elecciones de 2016. Declaró frente al Senado que el Presidente Trump le pidió que dejara de investigar los nexos entre el General Michael Flynn y los rusos. Se negó a hacerlo y el Presidente lo despidió.

Sally Yates: Se desempeñó como Fiscal General Interina durante los primeros dos meses de la administración Trump. Durante este periodo, advirtió al Presidente sobre los vínculos entre Michael Flynn, quien se desempeñaba como Consejero de Seguridad Nacional. Yates fue despedida por ordenar a los miembros del Departamento de Justicia que no acataran la orden ejecutiva de Trump sobre migración, por considerarla discriminatoria.

Queda pendiente que se revele la figura que completaría el póker que ganaría la batalla; supongo que será la senadora Dianne Feinstein, la demócrata de mayor rango en el Comité de Justicia de la Cámara.

El carnicero de los Balcanes

La justicia siempre llega. La mayoría de las veces, aparece tarde. Pero no hay que dudar que nos alcanza a todos. Especialmente en nuestros días, cuando las cortes internacionales se han fortalecido tanto, a la luz de los principios del derecho internacional de los derechos humanos.

La firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1949, no es otra cosa que una promesa de civilización que nos ofrecía no volver a caer en la bancarrota moral del genocidio, de la discriminación o de los campos de concentración. Desafortunadamente, no nos cumplimos esa promesa: antes de que pasaran 50 años, en la guerra de los Balcanes, volvimos a ver la crueldad humana sobre otros humanos. ¿Por qué? Porque sí, porque eran musulmanes, porque eran bosniocroatas, porque se podía.

La guerra de los Balcanes es una herida reciente en la historia de Europa, que surgió sobre las cicatrices y los saldos de la Segunda Guerra Mundial. La sentencia que dará hoy el Tribunal Penal Internacional para la exYugoslavia enfrenta crímenes parecidos a los que, en su momento, se juzgaron en Núremberg.

Ratko Mladic, el exjefe del ejército serbio-bosnio no tuvo miramientos morales ni reconsideraciones humanitarias, al momento de cometer los crímenes de guerra y crímenes en contra de la humanidad de los que se le acusa desde 1995. Es acusado del genocidio por la matanza de unos 8 mil varones musulmanes en Srebrenica; además, del asedio a civiles en Sarajevo desde 1992  hasta 1995. Y hoy, enfrenta a la justicia.

Terminada la guerra, vivió bajo la protección del Presidente Milosevic. Pero fue aprehendido en 2011 después de vivir 16 años como prófugo. Su figura se convirtió en una estampa del odio racial. Es imposible olvidar las palabras que pronunció durante el sitio de Sarajevo: “Tiren a Velusice suburbio sarajevita. Allí no hay muchos serbios”.

El veredicto que dará hoy el Tribunal resuelve cinco cargos de crímenes contra la humanidad –persecución, exterminio, asesinato, deportación y actos inhumanos- y cuatro crímenes de guerra asesinato, terror, ataques ilegales contra civiles y toma de rehenes. Se espera que el tribunal dicte cadena perpetua porque, a diferencia del acusado, las personas que respetamos los derechos humanos nos oponemos a la pena de muerte.

Mladic es conocido como el carnicero de los Balcanes; asesinó sistemáticamente a más de 8 mil musulmanes durante el conflicto en la zona durante la década de los noventa. Todo esto en medio de un conflicto religioso y étnico, que revivió los horrores de los días del Holocausto.

¿Alcanza la sentencia a reparar el daño? Estoy segura de que no. Pero la cadena perpetua dará cierto respiro a los supervivientes y abre un capítulo más en la conformación del sistema penal internacional.

La sentencia de Mladic nos recuerda que la impunidad no es eterna; y que, la justicia siempre llega, aunque sea tarde.

Viejo lunático

Coquetear con la posibilidad de acabar con la humanidad me parece moralmente inaceptable, políticamente irresponsable y racionalmente insostenible. Por desgracia, este fin de semana, dos de los hombres cuyas decisiones alcanzan ese escenario, decidieron insultarse como en los días del liceo.

El jefe de las fuerzas armadas de Estados Unidos decidió llamar  “gordo y chaparro” al líder supremo de Corea del Norte después de que éste se refiriera a él como un “viejo lunático”. No cabe duda de que vimos uno de los episodios más infantiles y de menor envergadura intelectual de la política exterior de los últimos siglos. Escenas como ésta son las que han puesto en duda la salud mental del presidente de Estados Unidos.

Dos niñetes se ofendieron apelando a los argumentos con menor valor epistémico posible: descalificar características personales. Podríamos preocuparnos por la desgastante situación familiar que sin duda alguna viven; también, por sus ciudadanos que, con seguridad, tienen que sobrellevar sus exabruptos de poder. Pero, todavía peor, la riña de estos poderosos políticos hace un flaco favor a la región y a la estabilidad mundial.

La primera vez que se puso en riesgo el futuro de la civilización fue durante la guerra fría que, por absurda que fuera, hundía sus raíces belicistas en un profundo conflicto ideológico; los intereses económicos y políticos estaban en segundo término. Henry Kissinger lo explicó con maestría:
“Los imperios no tienen interés en operar dentro de un sistema internacional; aspiran a ser el sistema internacional”.

En nuestros días, no tenemos ni el rastro ni el consuelo de alguna razón que dé sentido a la querella entre Trump y Kim Jong-un y que ha puesto en vilo a la seguridad mundial; en cambio, vimos un infantil intercambio de insultos, tweets y armas nucleares. La combinación es francamente peligrosa. Cuando Donald Trump inició su periodo al frente de la Casa Blanca pensé que modularía el modo en que hace política; que la responsabilidad de saberse uno de los hombres más poderosos del mundo saciaría su narcisista necesidad de reconocimiento y que, una vez instalado en la Oficina Oval, daría mayor importancia a su nación que a su ego. Me equivoqué.

Mirar con atención estos meses de su gestión me ha hecho sentir, la mayor parte del tiempo, como la espectadora de una intervención de cerebro en la que el cirujano está borracho, no conoce el procedimiento, manosea a las enfermeras mientras twittea insultos a los otros médicos, sin que se preocupe mínimamente por la salud del paciente que se le ha confiado.

Más allá de diferencias políticas, enfoques de gobierno o posturas económicas, pienso que la presidencia de Donald Trump es un gravísimo error que amenaza con acabar con la historia. No creo que convenga a nadie su permanencia al frente de la Casa Blanca.

Mueller: la golondrina, la serpiente y la Corte

La investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones presidenciales ha iniciado un nuevo capítulo. De las sospechas de la administración Obama, a las acusaciones verbales por parte de Hillary Clinton, a los incómodos interrogatorios al yerno del presidente, Jared Kushner, hemos llegado al primer detenido: el exjefe de campaña de Donald Trump.

Paul Manafort se entregó ayer al FBI tras ser acusado por el fiscal especial, Robert Mueller, de doce delitos. El más grave de ellos es el de traición a la patria. Y aunque Manafort renunció durante la campaña, sus actividades ponen en entredicho la credibilidad electoral de la actual administración.

La noticia cayó muy mal a la Casa Blanca; el hoy predecible presidente Trump hizo lo único que sabe hacer: victimizarse, insistir en que se trata de una cacería de brujas y atacar a los que lo descubren. Como era de esperarse, no citó a una conferencia de prensa en la que pudiera ser cuestionado por los medios; tampoco emitió un comunicado formal. Utilizó Twitter, pues el primer mandatario de Estados Unidos piensa que en 120 caracteres se puede resolver una crisis mayúscula.

La investigación de Mueller es delicada pues busca probar si el entonces candidato Trump tuvo vínculos con el Kremlinla agencia de inteligencia rusa para desencadenar la derrota de Clinton. De comprobarse, habría consecuencias dentro de la Unión Americana y en la comunidad internacional, pues se trataría de un atentado en contra de la democracia americana. Admitirlo sería reconocer que los ciudadanos no eligieron al presidente en una contienda interna, sino que “hubo mano rusa”. Esto en cualquier juego, incluido el democrático, implicaría la descalificación del jugador tramposo.

No puedo dejar de pensar en la fábula de Esopo, la golondrina, la serpiente y la corte; en ella: “una golondrina que retornaba de su largo viaje se encontraba feliz de convivir de nuevo con los hombres. Construyó entonces su nido sobre el alero de una pared de una Corte de Justicia y allí incubó y cuidaba a sus polluelos. Pasó un día por ahí una serpiente y acercándose al nido devoró a los indefensos polluelos. La golondrina al encontrar su nido vacío se lamentó:

Desdichada de mí, que en este lugar donde protegen los derechos de los demás, yo soy la única que debo sufrir equivocadamente”.

La democracia americana sería la paloma; la serpiente representaría la injerencia rusa. Pero, a diferencia de la fábula, en esta ocasión el fiscal ha puesto a andar la maquinaria de la Corte. Las paredes no han quedado sordas y la filtración de información le ha permitido a Mueller construir un caso.

Esta detención anuncia el inicio de un escándalo político grave que, estoy cierta, no se resolverá a twitazos.

Adiós a la Constitución de la paz

El final de la Segunda Guerra Mundial marcó el tono y el ritmo de la sinfonía mundial. Sus notas siguen resonando en las relaciones internacionales, en las alianzas o en los resentimientos. Su melodía es la música de fondo que acompaña, sin que lo sepamos, las decisiones de la política global.

Los países aliados sonorizaron sus exigencias con el estruendo de las bombas; silenciaron a los enemigos en sus constituciones, en sus condiciones económicas y en sus arsenales militares. Hubo quienes llevaron con más gracia las sanciones y se levantaron victoriosos de ellas y hoy tienen la batuta del concierto de las naciones, como Alemania.

Tras las elecciones del domingo pasado, Japón hará un reajuste al silencio forzoso del artículo nueve de su constitución que señala:Aspirando sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden, el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio de solución en disputas internacionales. Con el objeto de llevar a cabo el deseo expresado en el párrafo precedente, no se mantendrán en lo sucesivo fuerzas de tierra, mar o aire como tampoco otro potencial bélico. El derecho de beligerancia del Estado no será reconocido.

El texto constitucional tuvo sentido en 1945 pero, en opinión del primer ministro Shinzo Abe, hace tiempo que es inviable. El 2 de julio de 2014, Abe anunció una reinterpretación del texto constitucional; en ella, sostuvo que era posible la participación militar del Japón en acciones internacionales en el extranjero. A todas luces, se trataba de un exceso interpretativo que, durante las elecciones, el primer ministro ha intentado corregir.
Una de sus promesas de campaña fue la reforma constitucional al artículo nueve. Y tras el sobrado triunfo, Shinzo Abe podrá materializarla. Sin embargo, dado lo delicado del tema, Abe ha anunciado un periodo de discusión con el Parlamento pues no quiere lograr su objetivo por mayoría sino por unanimidad. No hay que olvidar que Japón solamente ha tenido dos Constituciones en su historia: la de 1889 y la de 1945. Y ninguna de las dos había sido modificada. Así, Abe da muestras del talante político que lo ha mantenido en el poder.

La reforma que busca el primer ministro responde a los conflictos internacionales de la región. La tensión con China es histórica y continúa vigente por las islas Diaoyu/Senkaku. Pero lo que más preocupa hoy a los japoneses —y al mundo entero— es la escalada entre Corea del Norte y Estados Unidos. Shinzo Abe prepara su país para enfrentarse, infortunadamente, a una nueva ofensiva.

Con estas acciones se modifican las partituras y se preparan nuevas orquestaciones que adelantan un sombrío réquiem de guerra.

Adeu, Mariano Rajoy

El análisis de lo que vimos en Cataluña, el domingo pasado, es todo menos fácil. Sin duda, Mariano Rajoy se ha equivocado, pero no solamente por someter por medio de la violencia a los votantes, sino por haber caído en la provocación y por querer reducir la política a la juridicidad.

En la conferencia de prensa que dio tras la represión vimos a un Rajoy de cuerpo entero: ensoberbecido, amparado en la letra de la ley, lejos de las voces de sus ciudadanos, ajeno al diálogo político. Rajoy permitió que el conflicto escalara. Convirtió una crisis en un problema y esta falta de pericia política no puede salirle gratis.

En pocas palabras, Mariano Rajoy tiene más poder que talento. Esto lo han gritado lo mismo Pablo Iglesias —de Podemos— que Pedro Sánchez —del PSOE—. Aunque lo más lamentable es que los propios populares lo saben; José María Aznar no se cansa de mostrar su desprecio por el manda más de la Moncloa.

Pero los independentistas tampoco lo han hecho bien. Lograron hacerse del poder en el Parlamento mediante la coalición Juntos por el sí —Junts pel Sí— que aglutinaba a Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Demócratas de Cataluña, Moviment d’Esquerres y a la Candidatura de la Unidad Popular (CUP). Partidos que no comparten ni formas, ni objetivos, ni fines políticos o económicos, pero que quieren una sola cosa: la independencia.

Imagine, respetado lector, el sinsentido en que se convertiría la redacción de la Constitución del nuevo Estado cuando los principales actores están de acuerdo en una sola cosa: que no quieren ser parte de España. ¿Cómo pactarían los problemas económicos? ¿Cuál sería su moneda? ¿Cuál su posición frente a la Unión?

En mi opinión, la solución del conflicto catalán pasa por lo que el famoso filósofo del derecho Alan Tarr ha denominado constituciones subnacionales. Se trataría de reconocer que la Constitución española es la fuente primaria mientras que la catalana es la refleja.

Pero, a partir de nuevos márgenes de convivencia, Cataluña podría ganar la soltura política y económica que reclama sin, necesariamente, dar la espalda al pasado ni enfrentar los embates de la incertidumbre de su nueva condición en la Unión Europea. Se trataría de defender la “españolidad de Cataluña, pero respetando su especificidad”.

Por defender la Constitución, Rajoy dio la espalda a los ciudadanos. Al presidente se le olvidó lo que Rousseau nos ha enseñado: el pueblo es el titular de la soberanía. Y no, no se necesitaba la represión sino un replanteamiento constitucional profundo que escuchara las necesidades de las voces ciudadanas; en otros términos, un nuevo constituyente que aclarara el estatuto de las autonomías –Catalana, Vasca, por ejemplo.

Ojalá que los habitantes de Cataluña encuentren la manera de seguir siendo parte de España; espero que Mariano Rajoy ¡de una vez se vaya!

Feminicidios en América Latina

El filósofo Ludwig Wittgenstein señaló en el Tractatus —posiblemente el libro de lógica más importante del siglo pasado— que el mundo es del tamaño de nuestro lenguaje. Tenía razón. Tanto en la vida privada como en la pública, existe y es visible de lo que se habla, lo que es nombrado; mientras que el silencio hunde en el cuarto oscuro de la historia todo aquello que no alcanza a pronunciarse.

Por eso debemos hablar, cuantas veces sea necesario, de la violencia en contra de las mujeres, de la ola de feminicidios que azota a nuestra región. Las cifras son espeluznantes en Argentina, Ecuador, Paraguay, México o Uruguay.

Parece que a muchas personas les sigue pareciendo que la vida de las mujeres vale menos que nada. La mayoría de los asesinatos de mujeres queda impune, pues las autoridades no se toman la molestia de investigarlos bajo el tipo de feminicidio, sino que los nublan en las cifras de homicidios; al hacerlo promueven la impunidad.

Para Latinoamérica, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, “Convención de Belém do Pará”, en el artículo primero, definió la violencia contra la mujer como “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”. A partir de esta definición, la profesora Rashida Manjoo —relatora especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias— presentó, en 2012, el Protocolo latinoamericano de investigación de las puertes violentas de mujeres por razones de género.

Todavía para muchas personas —desde colegas académicos hasta anónimos de las redes sociales— es absurdo distinguir entre la muerte de un hombre y la de una mujer. Lo que ignoran es la diferencia adoptada desde las Naciones Unidas para tipificar los crímenes de odio, entre los que se cuentan los feminicidios.

Dichas infortunadas opiniones, terminan por rematar a las mujeres asesinadas, quienes pierden primero la vida y después la honra y la credibilidad. Pareciera que el destino de las mujeres va del feminicidio al asesinato moral: asesinadas y rematadas por la sociedad que no conoce, pero opina; o, peor todavía, que sabiendo, trivializa.

Los derechos de las mujeres son derechos humanos. Y a pesar, la opinión de varios intolerantes, los derechos humanos no están sujetos ni a referéndums, ni a la opinión de las sociedades. Los derechos humanos son derechos morales incondicionados que están protegidos por las legislaciones —nacionales e internacionales—.

Es necesario poner en blanco y negro la realidad que acompaña a la mayoría de las mujeres latinoamericanas: vivimos amenazadas por la violencia y silenciadas por el machismo que marca el carácter de nuestras sociedades.

Ciudad de México, 19 de septiembre

Eran las 13 horas con quince minutos del 19 de septiembre de 2017. Sin previo aviso, los habitantes de la Ciudad de México sentimos un jalón fuera de lo habitual. Y aunque los capitalinos estamos familiarizados con los sismos, el movimiento del día de ayer rebasó los rangos a los que estamos acostumbrados.

Viví el sismo de 1985 y puedo decir que el que ocurrió ayer, 32 años después, se sintió con más fuerza. Esto podría explicarse considerando que el epicentro ocurrió a 132 km de nuestra ciudad.

Por lo general, el movimiento se percibe de manera gradual y eso nos da algunos momentos para poder evacuar los edificios o resguardarnos en las zonas de seguridad. Pero esta vez no fue así.

Desde el balcón del edificio en Santa Fe en el que me encontraba, miré el terrorífico vaivén del Hotel Intercontinental, con 155 metros de altura; una danza macabra de rascacielos Península, Arcos Santa Fe, City Capital, Grand Santa Fe que al unísono mostraba la flexibilidad de sus construcciones. Sólo alcancé a pensar: ¡si pierden el ritmo o el compás, nos morimos todos!

Durante los segundos que duró el sismo, la alberca  del edificio Infinity ubicada en la terraza del último piso se desbordó; infortunadamente, el primer edificio del Residencial Vista del Campo alcanzó a ladearse.

Los empleados del edificio Chrysler y del corporativo de Banorte salieron rápidamente: asustados y confundidos. El tráfico se detuvo y por algunos segundos lo único que se percibía era la adrenalina a flor de piel. Nos resguardamos en las pocas banquetas que hay en la colonia y esperamos instrucciones de las personas de seguridad.

Santa Fe es una zona que concentra mucha población flotante: estudiantes de siete universidades Tecnológico de Monterrey, Cide, UAM Cuajimalpa, Iberoamericana, UVM, Westhill y Universidad Panamericana, empleados de corporativos y personal que trabaja en los centros comerciales Centro Santa Fe, Patio Santa Fe, Samara, Garden, Park Plaza, Zentrika, por ello, la coordinación en la evacuación fue fundamental y mostró que los protocolos de seguridad funcionan.

Sin embargo, una hora más tarde, miles de trabajadores y estudiantes intentaron regresar a sus casas y esto hizo que el habitual tráfico pesado de la zona se volviera intransitable. Se reportaron varios asaltos en las glorietas y, en medio de la desgracia de la ciudad, vimos el rostro amargo de la mezquindad de algunos.

No pensé en volver a ver las calles de mi ciudad envueltas en la tragedia de otro terremoto. Me conmueve la solidaridad de los voluntarios y la generosidad de tantos. Espero mirar pronto cómo se recuperan nuestras calles y nuestros edificios, de la mano de la ciudadanía organizada.

No alcanzan las palabras para abrazar a quienes perdieron a amigos, familiares y colegas.

¿En dónde está Santiago Maldonado?

En nuestro país, la noticia de la desaparición del activista argentino Santiago Maldonado
ha tenido poca cobertura. Tal vez porque lo vemos como un problema menor; tal vez porque nos hemos acostumbrado. Peor aún, porque pensamos que es el día a día en las democracias latinoamericanas del siglo XXI.

Santiago Maldonado es un chico argentino que hace tatuajes. Tiene 27 años y siente un fuerte vínculo con las causas de la naturaleza; esto lo hizo solidarizarse con el movimiento de los indígenas mapuches de la comunidad Pu Lof, un pueblo originario de la provincia de Chubut que reclama la recuperación de sus tierras.

El 1 de agosto de este año, Santiago participó en la protesta que la Resistencia Ancestral Mapuche organizó en contra de Luciano Benetton –actual dueño de las tierras-; durante dicha protesta, la Gendarmería Nacional desalojó la manifestación por orden del juez federal Guido Otranto. Esa tarde, tres testigos vieron cómo subían a Santiago —en calidad de bulto: golpeado e inconsciente— a una camioneta de la Gendarmería.

La desaparición forzada de Maldonado abre heridas de la Argentina del final del siglo pasado. No son pocas las personas que vivieron los horrores de la dictadura, plagada de prácticas inadmisibles. Al restablecimiento del tejido social le quedan por delante décadas de trabajo, de reconciliación y de olvido. Y casos como el de Santiago ponen en duda la legitimidad de la Gendarmería y del Ministerio de Seguridad.

La sociedad continúa en el proceso de recuperación; por ejemplo, las abuelas de mayo aún buscan a sus nietos; el gobierno todavía paga indemnizaciones a los familiares de los desaparecidos. Por ello, el caso de Santiago Maldonado ha tenido tanta sonoridad pues pone a prueba los beneficios de la democracia que se construyeron a precio de sangre.

La ONU ha señalado la desaparición forzada como una violación grave a los derechos humanos. Por su parte, el Comité contra la Desaparición Forzada de las Naciones Unidas en Argentina exigió la acción urgente del Estado para buscar y localizar a Maldonado a la brevedad. Además, señaló que la Gendarmería Nacional Argentina debe abstenerse de participar tanto en la búsqueda como en la investigación de la desaparición de Santiago. Pidió medidas cautelares para los familiares, su representantes y para los miembros de la comunidad mapuche.

Hace unos días, en Buenos Aires, escuché justificaciones ramplonas o perversas –según como se mire– sobre la desaparición del joven; una profesora universitaria me dijo que era parte de una treta de Cristina Kirchner porque “es su sobrino”. Un taxista sostuvo que “se lo merecía por andar defendiendo indígenas aunque él no fuera uno de
ellos”. Se equivocan. La desaparición forzada nos vulnera a todos, no es otra cosa que la institucionalización de la barbarie.

Un fiscal independiente: el caso guatemalteco

La semana pasada, Jimmy Morales —presidente de Guatemala— declaró persona non grata al Comisionado Internacional contra la impunidad, Iván Velásquez. El presidente Morales intentó expulsarlo del país y desechar su ratificación en el cargo para los próximos dos años. La decisión fue muy mal recibida por buena parte de la comunidad guatemalteca, pero también por la comunidad internacional.

En un sano ejercicio del equilibrio de poderes, el defensor del pueblo interpuso una queja; además, renunciaron cuatro ministros. Hacia el final de la semana, la Corte falló en contra de la decisión del presidente y el comisionado mantuvo su puesto al frente de la CICIG Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala que, hay que decirlo, cuenta con un 85 por ciento de credibilidad frente a la ciudadanía.

A Jimmy Morales le molestó que el Comisionado Velásquez investigara los donativos de la campaña que lo llevó a la presidencia. Pero también le preocupó que su antecesor Otto Pérez Molina y su vicepresidenta Roxana Baldetti terminaran en prisión por actos de corrupción. Además, le molestó la exigencia de buscar alternativas a las cárceles que están ubicadas en instalaciones militares.

El comisionado Iván Velásquez es colombiano; como abogado, se desempeñó en la persecución de los políticos corruptos de su país; se enfocó en el hermano del presidente Uribe y por ello tuvo que dejar el cargo. Sin embargo, el trabajo de Velásquez ha sido reconocido por la International Bar Association y con el premio mundial de la Asociación de Jueces Alemanes como el defensor de los derechos humanos del año.

La dupla que han hecho la fiscal Thelma Aldana y el comisionado Velásquez ha sido muy positiva para la salud democrática guatemalteca. Ambos declaran su lealtad a la ley y a la constitución, no al presidente. De esta forma, buscan eliminar los escandalosos casos de corrupción que azotaron a su país en la década anterior. Y, hay que decirlo, van en la ruta correcta.

En el más reciente reporte de Percepción sobre la Corrupción, de los 176 países participantes, México tiene una calificación de 30 puntos a la par de Honduras, Laos, Moldova, Paraguay y Sierra Leona. Guatemala, por su parte, alcanzó 28 puntos. Sin embargo, la diferencia fundamental es la tendencia; mientras que Guatemala gana puntos y mejora en la erradicación de la corrupción, nuestro país va en sentido opuesto y cada año pierde más puntos.

La democracia tiene muchos enemigos. Dos de ellos son especialmente peligrosos: la corrupción y la impunidad. Por ello, es importante que haya un compromiso total por erradicarlos y, moleste a quien  moleste, esto pasa por una fiscalía independiente y por un observador internacional que garantice la imparcialidad.

El indulto a Arpaio

 

Desde que Trump anunció su precandidatura, en 2015, seguí con atención el desarrollo de sus discursos y la cobertura que le daban los medios. Me sorprendió, entonces, que hubiera discursos de odio y que pasaran de largo durante la precampaña.

Ya como candidato, Trump intensificó sus ataques hacia los latinos, los mexicanos y las mujeres. A partir de este momento, las cadenas se dividieron en la cobertura; mientras que Fox News renunció a su vocación periodística y se transformó en una vocería de la propaganda trumpista, el resto de las cadenas han insistido en reportar las mentiras, descalificaciones y desvaríos del presidente.

Este modelo se ha mantenido en la cobertura del indulto al exsheriff Arpaio, quien había sido condenado por la persecución racista en contra de los migrantes latinos. El perdón amplio que ofreció el presidente ha caído mal y ha recibido críticas de demócratas y republicanos; de toda la prensa —salvo de la cadena Fox—, y de los analistas en México y en EU.

Con este perdón, Trump pone en entredicho su respeto por el Estado de derecho y por la ley. Con todo ello, integra un nuevo eslabón a la cadena de actos racistas que lo han caracterizado: ha pasado de los discursos de odio a la protección de los racistas. ¿Qué es lo que sigue? La criminalización de todos los que no sean hombres, blancos, protestantes y ricos. Creo que hay que tomar en serio los riesgos que esto representa para todos, en especial para nuestros migrantes.

Hay que decirlo claramente: la actual cabeza de la Casa Blanca crea las condiciones para que florezca la discriminación y el racismo. En seis meses de gobierno, Trump ha protegido a los grupos neonazis, a los supremacistas blancos y, ahora, al sheriff Arpaio. Me parece que estamos frente un crescendo que inició con la retórica del desprecio y que, de a poco, ha pasado a las acciones. Pareciera que para gozar de la protección del presidente hace falta ser un racista intolerante en consonancia con la Alt-Right, el movimiento de ultraderecha que le habla al oído a Trump.

Por ello, no debe sorprendernos que las acciones intolerantes vayan en aumento: las pintas en las sinagogas, los asesinatos de latinos y los enfrentamientos entre los ciudadanos. Y, seamos claros, esta espiral de violencia ha de cargarse, directamente, a la cuenta del presidente Trump.

Durante los últimos meses, el papel de la Cancillería mexicana ha sido extraordinario; en medio de la renegociación del Tratado de Libre Comercio, Luis Videgaray ha mostrado pericia y dignidad; supo poner en claro las reglas del juego y deslindarse de las discusiones en Twitter. Sin embargo, me habría gustado algún comentario que reprobara el indulto a Arpaio pues sería un gesto importante de respaldo hacia nuestros migrantes.

* Profesora Investigadora de la Universidad Anáhuac.

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Terrorismo: el chantaje como moneda

Nuestro estado de ánimo político vuela alicaído: tantos atentados terroristas hacen que perdamos la fe en los Estados; que miremos al vecino como un peligro; que despierten los demonios de las intolerancias. Y no es para menos si miramos la racha del último año: Italia, Francia, Reino Unido, Alemania, España…

Los atentados terroristas se parecen a los actos de magia, pues ambos juegan con la percepción que tenemos de la realidad. Así, los primeros quieren que creamos mediante ataques precisos que nadie es tan poderoso como ellos, ni siquiera los Estados o sus sistemas de inteligencia. Por su parte, los segundos juegan con lo que reconocemos como real. Pero mientras los terroristas lucran con el miedo, los magos nos deleitan con ilusiones. Para ambos, lo peor que puede pasar es que se descubran sus secretos, que se revele la mecánica que sostiene sus acciones.

Por eso, insisto en desnudar la ingeniería política que sostiene al terrorismo: situaciones aisladas, planificadas para causar caos cuyo éxito es proporcional al número de muertos y al terror difundido en las sociedades.

En una vieja columna que publiqué en La Razón en 2014, señalé cuatro pasos que cualquier acto terrorista utiliza; en esta entrega, incorporo cuatro más que dan cuenta —con precisión— del modus operandi del EI, de Boko Haram o de los supremacistas blancos.

1. El terrorista busca tener bajo control a la víctima para que pueda comunicar la amenaza y presentar las exigencias al gobierno en cuestión.   2. El terrorista debe mostrar que está dispuesto a cumplir las amenazas, en caso de que sus demandas no sean satisfechas.

3. El gobierno modifica su modelo de actuación y cede a las peticiones del terrorista.

4. Si el gobierno desafía al terrorista, entonces éste cumple sus amenazas. 5. La inteligencia del gobierno aprovecha las pistas que deja el grupo terrorista y busca acorralarlo.

6. La sociedad civil muestra su solidaridad con las víctimas y el rechazo a la violencia. Paradójicamente, pasado un tiempo de luto, la desgracia fortalece el sentido de pertenencia de la sociedad y la revalorización de la situaciones de paz.

7. Se revela el financiamiento del grupo terrorista y se congelan los recursos. El grupo se debilita considerablemente.

8. La falta de nuevos miembros, de capital y de atención, terminan por hundir en la segregación y el olvido a los pocos terroristas que alcanzan a librar la cárcel o la muerte.

La negativa de los gobiernos occidentales a ceder frente a los chantajes del EI, explica la continuidad de los actos terroristas en Europa durante los últimos 24 meses; a pesar de esto, y del profundo dolor por las víctimas, pienso que la única opción es aguantar con la dignidad de la decencia, con la frente en alto, con las lágrimas enjugadas; envueltos, además, en la solidaria compañía ciudadana y en la certeza de que la fortaleza de los Estados es infinitamente superior a las crisis causadas por cobardes incivilizados.

El 11 de septiembre de 2001 cambió la historia; los atentados a las Torres Gemelas incorporaron al nuevo milenio la traicionera moneda de chantaje de la muerte de civiles. Pero nosotros tampoco somos los mismos: conocemos las tácticas terroristas y sabemos de su fecha de expiración.

* Profesora Investigadora de la Universidad Anáhuac.

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Claves para entender la tragedia en Charlottesville

El final de la semana pasó las imágenes que parecían sacadas del capítulo de la historia de la Segunda Guerra Mundial, de nuestros libros de historia: conjuntos de personas con antorchas encendidas que exigen el respeto a su blanco; Otros grupos de ciudadanos se les oponen; Enfrentamientos

El saludo, la muerte por atropellamiento de Heather Heyer, además de las 19 personas heridas. Un país dividido, nuestros migrantes en riesgo y la comunidad internacional fraccionada.

Hay más de mil grupos de odio racial que, diariamente, hijo monitoreados por la CIA. Durante los últimos meses, los más activos fueron el Ku Klux Klan, los Neonazis, la Alt-Derecha, Vanguardia América; Han utilizado tabloides – Breitbart Noticias – y cadenas de televisión -Fox News- como megáfonos para sus ideologías racistas.

Las agresiones de estos grupos se dirigen a los judíos, a los afroamericanos ya los latinos; Rechazan la diversidad religiosa y la idea de multiculturalismo. También atacan la diversidad sexual y la descalifican con la etiqueta de “ideología de género”; Hijo enemigos acérrimos de los feminismos.

Los supremacistas, en todos sus versiones, a los latinos por los prietos, a las mujeres por los traidores a la familia, a los  trans  por enfermos, a los gays por los perversos, a los judíos por los avaros ya los musulmanes por infieles. Todas estas adjetivaciones son equivocadas, son crueles y dan muestra de la intolerancia de los grupos radicales que no han entendido que la civilización requiere respeto por el otro y la fraternidad entre los ciudadanos del mundo.

Desde que Trump asumió la presidencia, los supremacistas han aumentado sus ataques: desde profanaciones a cementerios judíos, pintas en museos de historia afroamericana, discursos de odio que han derivado en crímenes de odio. Estos grupos perciben que esta administración está alineada con sus valores y en deuda, pues piensan que sus votos fueron decisivos en la victoria del magnate. Traducen el Make America Great Again (MAGA) por Make America White Again.

El ex “grand wizard” del Ku Klux Klan, David Duke, fue quien convocó, azuzó y promovió la manifestación del viernes pasado, en Charlottesville. Su grupo se siente tan seguro bajo la presidencia de Trump que, a diferencia de otras ocasiones, no se cubrió el rostro pues se sabe inmune frente a la ambición electoral del presidente.

Además del saldo de violencia y el desgaste social, lo que está en riesgo son los pilares de las sociedades como las construimos desde 1945. Las ideas de igualdad, de multiculturalismo, de cosmopolitismo quieren ser sustituidas por rancios paradigmas que encuentran en la pigmentación de la piel motivos de ordenación política: un país de blancos y para hombres blancos cristianos capitalistas.

La insuficiente declaración de Trump dejó entrever que ha entregado los principios del partido republicano a las exigencias de los supremacistas blancos. Espero que esta nueva ofensa despierte las conciencias de los congresistas republicanos y sepan poner un freno al presidente.

Y no, no es un gran negociador, mucho menos un estadista. Trump no es más que un cuenta votos.

* Profesora Investigadora de la Universidad Anáhuac.

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