Archivos de la categoría Raúl Martínez Solares

Nuestra vulnerabilidad ante esquemas de fraude financiero

“No seas tan abierto de mente que se te caiga el cerebro”.

G K. Chesterton escritor y periodista británico.

Históricamente hay mecanismos de defraudación financiera que, en gran medida, se aprovechan ciertos sesgos cognitivos y una conducta proclive a la búsqueda de ganancias aparentemente fáciles y elevadas para engañar a las personas.

Un ejemplo son las llamadas pirámides Ponzi, cuyo nombre viene de Carlo Ponzi, un emigrante italiano que defraudó a miles de personas en Estados Unidos promoviendo un producto aparentemente de grandes rendimientos (por supuesto ficticios), que se pagaron a los primeros participantes con el ahorro de las nuevas generaciones de participantes en la supuesta inversión, perdiendo así la mayoría de las personas su ahorro total.

Este tipo de esquemas, con mayor nivel de sofisticación, se han presentado incluso en la historia reciente. Experiencias como las inversiones de fondos Stanford o las que creó en Estados Unidos Bernie Madoff y más reciente en México, la financiera FICREA, utilizaron variantes de dicho esquema para defraudar miles de personas con la promesa de obtener ganancias elevadas.

En principio, para cualquier persona que tuviera un mínimo de conocimiento financiero, debería ser evidente que una promesa de rendimiento muy elevado necesariamente tiene aparejado un riesgo también elevado; así como que una supuesta garantía de rendimiento, expresamente prohibida bajo ciertos supuestos, debería ser una alerta suficiente para provocar la desconfianza e inhibir la participación en dichos esquemas de “inversión”. Sin embargo, la realidad es que son muchas las personas que son víctimas de este tipo de fraudes, perdiendo en muchos casos casi la totalidad de su patrimonio.

En el studio “Decision-making and vulnerability in a pyramid scheme fraud”, de Bosleya, Bellemareb, Umwalia, y York, se trató de analizar precisamente cuáles son algunos de los mecanismos que propician que las personas participen, por incredulidad o desconocimiento, en este tipo de esquemas.

Como recomendación de política pública, el estudio concluyó que la simple exposición a las personas con recordatorios respecto de la importancia de analizar las probabilidades de ganar o perder en cierto tipo de inversiones, disminuyó su propensión a participar en esquemas piramidales que, de entrada, proponían un rendimiento sumamente elevado. Sin embargo, este tipo de información solo resultó particularmente efectiva tratándose de personas que tuvieran educación

preparatoria o superior o que demostraron tener habilidades cognitivas superiores al promedio.

Lo anterior se explica, en parte, porque presumiblemente a mayores niveles de educación el conocimiento matemático que se recibe permite una más cabal comprensión de los temas probabilísticos, lo que nos permite evaluar mejor qué tan factible es que ocurra algo.

De la misma manera, las personas que, con independencia de su nivel educativo han logrado desarrollar mejores capacidades cognitivas, son menos proclives a caer bajo la presión de los sesgos de conducta que inducen a las personas a tomar decisiones menos analíticas ante la promesa de un premio considerable.

Con base en lo anterior se destaca la importancia fundamental de que las personas adquieran un conocimiento matemático básico desde muy tempranas etapas educativas, que les permita comprender mejor la información cuando se trata de decisiones financieras. De la misma manera, las conclusiones del estudio nos hablan de la importancia de desarrollar en los niños y los adultos jóvenes, las capacidades cognitivas que les permitan evaluar mejor la información, para tomar decisiones que impliquen una adecuada evaluación del riesgo y un mejor control de los sesgos de conducta que nos llevan a tomar decisiones de un elevado riesgo no cabalmente comprendido y, consecuentemente, a incurrir en prácticas financieras que provocan quebrantos patrimoniales.

Lo anterior no implica que solamente personas con educación básica toman malas decisiones. En los ejemplos que mencioné al inicio fue posible encontrar personas de alto nivel ingreso y con niveles estudios superiores que fueron seducidos la promesa de elevados rendimientos e influenciados por los sesgos de su conducta.

Evaluar mejor el riesgo de las decisiones financieras, con base en un mínimo de comprensión de la probabilidad de ocurrencia de los eventos que pueden provocar pérdidas o ganancias financieras, resulta fundamental si queremos construir de manera consistente y sólida un patrimonio que asegure el bienestar financiero de nuestras familias.

Factores que determinan nuestro comportamiento como consumidores de servicios financieros

“Sólo puedo controlar mi propio rendimiento. Si hago lo mejor que puedo, puedo sentirme bien al final del día”.

Michael Phelps, deportista olímpico más condecorado de la historia.

De acuerdo con los modelos económicos convencionales, las decisiones de consumo deberían partir de maximizar nuestro beneficio y ser en nuestro mejor interés. Pero cualquier compra, incluyendo la de productos o servicios financieros, tiene determinantes que inciden en la percepción y la decisión, generando efectos, no solo no óptimos, sino frecuentemente negativos.

Un ejemplo típico es la adquisición de una tarjeta de crédito. La variable fundamental de decisión debería ser la tasa de interés. A tarjetas similares, debería existir una inclinación para contratar aquellas con tasas de interés menores. Sin embargo, la evidencia experimental muestra que existen factores de diferente índole que hacen que la tasa de interés no sea considerada como relevante e incluso en ocasiones, ni siquiera es analizada, siendo otros factores más vinculados con percepción o recompensas de corto plazo, los que condicionan la decisión de contratarlas.

En México, por ejemplo, existen tarjetas cuya tasa de interés es cercana al 20 %, mientras que otras se encuentran en niveles superiores al 80 % de interés anual.

Entre los factores que pueden incidir en las decisiones de consumo financiero, algunas apuntan a temas de personalidad y de percepción, que condicionan la forma en la que tomamos dichas decisiones. En el artículo “Who Is in Control? The Role of Self-Perception, Knowledge, and Income in Explaining Consumer Financial Behavior”, de Perry y Morris, se analizó la relación entre las decisiones de consumo de productos financieros con variables como el nivel de conocimiento financiero, el ingreso y una característica psicológica denominada locus de control.

Para algunos, el conocimiento financiero se refiere simplemente a la cantidad y calidad del conocimiento que tenemos sobre variables financieras, como la tasa de interés, el efecto de la inflación y la capacidad para hacer cálculos financieros sencillos como porcentajes. Para otros, conocimiento financiero implica necesariamente tener una práctica financiera tal muestre la aplicación de dicho conocimiento.

Por lo que se refiere al concepto de locus de control, esto se refiere a la propensión a observar la influencia de los factores del entorno como causa de recompensa o

castigo. En el artículo se define a las personas con un locus de control Interno, como aquellas que esperan que sus acciones tengan resultados previsibles y por lo tanto son más orientadas a tomar acciones que determinen el curso de los acontecimientos de su vida futura.

Por el contrario, las personas con un locus de control Externo perciben los eventos de su entorno como fuera de su control, influenciados por factores como la suerte, el destino o el poder que terceros ejercen sobre distintos aspectos de su vida, lo que los lleva actuar como si sus acciones tuvieran poco efecto sobre su vida futura.

El estudio encontró qué las personas con un locus de control externo tienden a involucrarse menos en decisiones relacionadas con su comportamiento financiero, mientras que las personas con locus de control interno sí buscan tomar decisiones más productivas en ese sentido.

Los dos componentes que combinados pronostican el peor escenario en toma de decisiones financieras, es cuando se tiene simultáneamente un locus de control externo y un bajo nivel de conocimiento financiero.

Lo importante de esta conclusión es que ambas condiciones son reversibles. El conocimiento financiero puede mejorarse, existiendo hoy la posibilidad de acceder a cursos y mecanismos de información simplificada, que permitan tener los elementos básicos para tomar decisiones más informadas.

Simultáneamente, por lo que se refiere al cambio en la percepción relacionada con el locus de control, como muchas características psicológicas, éstas pueden ser desarrolladas y entrenadas. Pero ello exige que las personas asuman procesos sistemáticos de cambio de conducta, en este caso financiera, que gradualmente vaya generando hábitos positivos reforzando la percepción de que la acción individual provoca cambios en el futuro.

Evidentemente, son múltiples los factores que en la vida económica y financiera rebasan nuestra capacidad de influencia, pero de manera existen decisiones que de manera diaria y permanente pueden crear la diferencia entre un futuro de relativo bienestar y una vida de precariedad.

El efecto económico de la desconfianza institucional

“La desconfianza en el gobierno no es cinismo sin fundamento; Es realismo”.

Ben Shapiro, abogado y comentarista estadounidense.

Históricamente, existe una correlación entre el crecimiento económico y el nivel de confianza institucional que los habitantes de un país muestran; particularmente respecto de las instituciones gubernamentales.

Más que una causalidad directa, es decir, que la desconfianza genera un bajo crecimiento económico; lo que se ha evidenciado en distintos estudios es que la desconfianza típicamente es producto de una serie de factores que, a su vez, están asociados con condiciones que inhiben o limitan el crecimiento.

Un primer factor es la corrupción. Cuando la percepción ciudadana es que desde el gobierno se tiene una visión patrimonial de los recursos públicos y que estos son canalizados a enriquecer indebidamente a personajes de la esfera política; cuando se percibe que las decisiones gubernamentales están centradas en satisfacer intereses personales o de grupos específicos, sin importar su pertinencia; cuando se tienen la creencia y evidencia de que ha habido una mala administración de los recursos con acciones o decisiones ineficientes, destinadas a favorecer a algunos; entonces la percepción ciudadana es qué cualquier iniciativa de gobierno estará manchada por alguno de estos elementos y, por lo tanto, no es digna de confianza.

Visiones como esta, por ejemplo, están asociadas a altas tasas de evasión fiscal, bajo la premisa de que si los recursos públicos no son utilizados adecuadamente. es preferible que evadir las obligaciones fiscales.

Un segundo elemento presente en entornos de elevada desconfianza institucional es la debilidad del Estado derecho, que se traduce en una falta de consecuencias jurídicas para quien transgrede la ley, (desde lo público o desde lo privado), lo que a su vez genera el doble efecto de inhibir la inversión privada por desconfianza y de crear condiciones poco propicias para el desarrollo de las iniciativas que desde lo privado realmente se concretan. Una reglamentación excesiva e ineficiente, que permite altísimos grados de discrecionalidad de la autoridad, un incremento de la delincuencia y la criminalidad, al no existir la presión para aquellos que transgreden la ley, de una amenaza creíble de que serán detenidos y encarcelados, generan más presiones negativas sobre la actividad económica.

La experiencia internacional muestra que la manera más eficaz de combatir la corrupción es fortaleciendo las instituciones, particularmente aquellas responsables

de aplicar la ley y, de manera fundamental, dando certeza a la ciudadanía con información puntual y objetiva que permita ir construyendo la certidumbre de que las leyes se aplican y no están sujetas a la discrecionalidad de quienes detentan cargos públicos. La certidumbre en la actuación de las instituciones gubernamentales, que respetan las leyes y las reglas establecidas, así como los contratos y proyectos, vigilando estrictamente que estos sean apegados a derecho y al interés de la ciudadanía, son elementos fundamentales para crear condiciones de actividad económica que alimenten un crecimiento sostenido.

Todas las experiencias exitosas de combate a la corrupción que han permitido incrementar la confianza institucional y, de esta manera, han apoyado el crecimiento económico sostenido, han pasado por reformas de corto plazo y gran profundidad para fortalecer los mecanismos de interacción entre la esfera pública y los ciudadanos. Dichas experiencias han mostrado además que, las visiones típicas de que la corrupción está arraigada en valores a una cultura y que por lo tanto su erradicación es un proceso muy largo, son equivocadas.

Información dura, medible y objetiva en cualquier ámbito; leyes claras y cumplibles con mecanismos que garanticen el castigo a quienes no la cumplan y un gobierno que esté permanentemente sujeto al escrutinio de la ciudadanía, son fundamentales, y para esto último es crucial contar con medios de información críticos que, al margen de que el Estado pueda pensar que responden agendas particulares, señalen la información que debe ser investigada y acusen cuando esté en duda la actuación del gobierno para provocar investigaciones acuciosas e imparciales. Ello es fundamental para garantizar condiciones de combate a la corrupción y fortalecimiento del Estado de derecho que mejoren la vida de las personas y gradualmente contribuyan al crecimiento económico del país.

Cómo afecta la desaceleración económica y los periodos de recesión el empleo para los jóvenes

“El éxito es qué tan alto rebotas cuando tocas fondo”.

General George Patton.

En la actualidad encontramos análisis coincidentes de parte de analistas económicos, con base en cifras actuales verificables y objetivas, que pronostican una desaceleración económica significativa para el país y, en algunos casos, prevén incluso un periodo de recesión.

Factores del entorno internacional que propicien una desaceleración del comercio mundial, sumados a factores estructurales y de coyuntura en el país, hacen poco probable que podamos revertir la desaceleración de manera rápida. Las economías son como locomotoras, que cuesta mucho frenarlas y mucho acelerarlas.

En escenarios de bajo crecimiento y de una posible recesión, uno de los sectores que primordialmente resulta afectado es el del empleo y, de acuerdo con experiencias nacionales e internacionales recientes, específicamente el empleo de los jóvenes.

Yo concluí mis estudios universitarios precisamente cuando, después del periodo de crecimiento irresponsable del déficit público del presidente José López Portillo se dio uno de los periodos de recesión y contracción económica más severos que haya experimentado México, por lo que puedo hablar en primera persona de algunos de los efectos que estos fenómenos generan en el empleo.

Un primer efecto típico, documentado por ejemplo en el estudio “The Short-And Long-Term Career Effects of Graduating in a Recession: Hysteresis And Heterogeneity In The Market For College Graduates”, de Oreopoulos, Wachter y Heisz, es que los jóvenes que terminan sus estudios durante periodos de contracción económica, presentan un impacto inicial de perdida en sus ingresos que desaparece en periodos largos entre 8 y 10 años.

Un segundo efecto es el incremento del desempleo, incluso mayor que el de la población general. En Europa, con posterioridad a la crisis de 2009, el desempleo de jóvenes fue superior al promedio, llegando en países como España a niveles de 50%.

Adicionalmente, de acuerdo con el reporte “Changes in the Character of the Labor Market over the Business Cycle”, de Lisa Kahn, en casos de recesión, los trabajadores empleados en tareas rutinarias ven una depreciación de sus habilidades en términos de salarios y, el ciclo normal mediante el cual las personas

ascienden en la escala salarial de las empresas, al aumentar su experiencia, se ve frenado. Este estudio ratifica que los jóvenes que se emplean por primera vez en periodos de contracción económica presentan salarios en promedio 10% menores incluso varios años después.

También existe una afectación en la movilidad laboral, derivada del hecho de que los jóvenes tienen que aceptar empleos en empresas más pequeñas y más inestables, lo que provoca que en los siguientes años aumente su necesidad de movilizarse hacia otros puestos de trabajo.

Si bien después de los periodos de recesión, tiende a haber una recuperación de los niveles de empleo (como ocurrió en México con posterioridad a la recesión del 2009), típicamente los empleados recuperado son de menor nivel y calidad que los que se perdieron.

En suma, los momentos de desaceleración económica, aun los que provienen de bajos niveles de crecimiento como los que ha presentado México en las últimas décadas, generan afectaciones en los jóvenes que se incorporan al mercado laboral, que se mantienen por lo menos la primera década de su carrera profesional.

Por ello, ante un escenario actual de muy probable desaceleración y falta de crecimiento, es fundamental que los jóvenes universitarios adquieran conocimientos adicionales a los que adquieren en las universidades, que les permitan fortalecer sus capacidades, para ser así más competitivos en lo que seguramente será un complicado y competido mercado laboral.

Hasta dónde deben vigilarse las intervenciones conductuales en política pública

“La única máxima de un gobierno libre debería ser no confiar en ningún hombre que viva con poder para poner en peligro la libertad pública”.

John Adams, primer vicepresidente y segundo presidente de los Estados Unidos.

El día de hoy tuve la oportunidad de conversar con Lucia A. Reisch , destacada economista conductual, profesora Escuela de Negocios de Copenhague y especialista además en Investigación del consumidor y Política del consumidor.

Se trata de una prestigiada investigadora quien recientemente publicó, junto con Cass Sunstein, el libro “Trusting Nudges: Toward A Bill of Rights for Nudging”, en el cual abordan el tema de que tan invasivas y aceptadas pueden llegar a ser iniciativas que buscan utilizar mecanismos de economía conductual, particularmente las llamadas intervenciones conductuales, como mecanismos para dirigir la política pública, de forma tal que incidan en el comportamiento de las personas.

De acuerdo con sus investigaciones la visión imperante en la mayoría de los países investigados, entre los cuales se encuentra México, es que los ciudadanos tienen simultáneamente una visión favorable respecto de las políticas públicas que buscan mejorar a través intervenciones conductuales la conducta de los ciudadanos, cuando se trata de temas como el ahorro y en específico el ahorro para el retiro, pero tienden a ser más cautos o rechazan aquellas intervenciones en las que la política pública trata de incidir en temas que son más cercanos aspectos relacionados con la vida de las personas; por ejemplo, en temas como la salud (como por ejemplo la donación de órganos).

Implícito está el reconocimiento de que, a nivel mundial, es cada vez más frecuente el reconocimiento de que, comprendiendo cómo opera la conducta real de las personas respecto a temas tan diversos como la salud, las finanzas o la delincuencia, es posible buscar cambiar patrones de conducta, para provocar mejores decisiones y conductas que generen una mejora en las condiciones de vida de la sociedad y de las familias y, en muchos casos, un mejor aprovechamiento de los recursos disponibles.

Sin embargo, existe un temor, fundado, de que dichas intervenciones conductuales pueden responder en algunos casos, a un intento de los gobiernos por dirigir la conducta y la percepción de la ciudadanía, hacia los temas reflejan más la agenda de los grupos políticos que detentan coyunturalmente el poder.

Conviene en este sentido recordar, que estas intervenciones conductuales se refieren específicamente a aquellos mecanismos que, comprendiendo y sobre todo utilizando los sesgos cognitivos y conductuales que tenemos las personas, tratan de dirigir la conducta de manera específica. Por ejemplo, en un sesgo que se conoce como de opción por default, las personas tendemos a optar con mayor frecuencia por la opción que se nos presenta de manera automática. Por ello, en materia de política de donación de órganos se ha reconocido que, en la mayoría de los países, la decisión de donación se establece a partir de una pregunta que requiere una afirmación expresa: “Si desea usted ser donador de órganos marque esta casilla”. Dado que no tachar la casilla implica que no se es donador, esa es la opción por default y la más frecuente. En algunos países a partir de este reconocimiento de sesgo conductual la pregunta es en sentido inverso, lo cual convierte en automático la opción por default el aceptar ser donador; “Si usted no desea ser parte del programa de donación de órganos, tache esta casilla”.

Está simple y muy básica diferencia provoca en algunos casos que la intención de donación de órganos pase del 15 a cerca del 80% de los casos.

En la plática, la profesora Reisch comentó que, cada vez más en el futuro, es fundamental que comprendamos los alcances reales que tienen las intervenciones conductuales y reconozcamos la necesidad de que éstas se vigilen reconociendo los derechos de los ciudadanos, para evitar que su conducta sea manipulada de una forma tal que no refleje genuinamente el beneficio de la población.

Reconocer como actuamos y no como se supone que deberías actuar las personas es fundamental para contar con políticas públicas que sean eficaces y que operen genuinamente en beneficio de la mayoría de la población.

Cuándo y por qué demandamos más información financiera

“Como regla general, el hombre más exitoso en la vida es el hombre que tiene la mejor información.”

Benjamin Disraeli, político, escritor y aristócrata británico

En principio, deberíamos suponer que todas las personas que cotidianamente tomamos decisiones financieras, tendríamos una permanente y constante búsqueda de información que permitiera que esas decisiones estuvieran fundadas y, consecuentemente, fueran de la mejor calidad posible; con el fin de optimizar el rendimiento de nuestros recursos y minimizar el riesgo asociado a su administración.

Sin embargo, es más que evidente que las personas, pero incluso muy frecuentemente las instituciones (al final de cuentas integradas por personas), no buscan información de manera permanente, lo que conduce a decisiones subóptimas, cuando no completamente inadecuadas.

Sobran los ejemplos recientes y antiguos, de momentos en los que de manera masiva se han tomado decisiones de inversión que terminan en una seria afectación patrimonial.

Hace algunos años, por ejemplo, personas físicas, pero incluso tesorerías de empresas y de entidades gubernamentales, invirtieron en vehículos operados por una empresa llamada Ficrea, que aparentemente ofrecía rendimientos “garantizado”, muy superiores no sólo a la inflación sino también al promedio vigente de las tasas de interés en ese momento.

En ese caso, la promesa de un retorno exorbitante inhibió el que los tomadores de decisión buscaran información adicional que les permitirá corroborar la validez y certidumbre de su inversión, lo que provocó severos quebrantos que, hasta la fecha, siguen afectando a cientos de personas y empresas.

Más recientemente, la burbuja que provocó la especulación en torno a las inversiones en Bitcoin llevó a miles de personas en el mundo a contratar inversiones de esta naturaleza, precisamente en momentos en que la especulación alimentó un crecimiento exorbitante del precio de esa criptomoneda, la cual posteriormente tuvo una estrepitosa caída generando un quebranto brutal para muchas de las personas que participaron en esa inversión, sin haberse allegado información puntual para tomar decisiones adecuadas al respecto.

De acuerdo con el estudio “Financial attention and the demand for information”, de Qadanay Zoua’bib, se encontró que la atención por información financiera tiene una correlación positiva con el nivel de incertidumbre y de negatividad que se refleja el sentimiento de los inversionistas. Ello implica que sólo cuando se trata de entornos económicos negativos, los inversionistas buscan allegarse más información, lo que podría eventualmente llevarlos a ser más cautos en sus decisiones de inversión.

El estudio utilizó como referencia las consultas a sitios de internet especializados en temas de información financiera, partiendo de la premisa de que muchas personas acuden estos mecanismos de información, incluso por encima del consejo de expertos.

Aun no siendo necesariamente mejores fuentes información, la posibilidad de contar a través de sitios de internet especializados con datos duros contrastables y verificables, que permitan conocer las bondades y sobre todo los riesgos de determinadas inversiones, resulta fundamental para que las decisiones de inversión tengan, por lo menos, riesgos conocidos y se eviten quebrantos financieros graves.

El sentimiento de los inversionistas es un tema que se puede medir de diversas formas y que típicamente está asociado a la percepción que las personas tienen respecto del entorno presente y, sobre todo futuro, en términos de expectativas de potencial crecimiento de sus inversiones.

En la actualidad, México enfrenta un entorno particularmente negativo, ante perspectivas, fundadas en datos verificables, que apuntan a que el crecimiento económico para este año probablemente sea incluso inferior al 0.5% , con expectativas de crecimiento mayor (pero también sumamente bajo) para el 2020.

Si atendemos a las conclusiones de este estudio, hoy debiera existir entre todas las personas que toman decisiones financieras (ya sea de mucho o poco volumen de recursos) una mayor inclinación para allegarse información dura, verificable y fundada, que les permita mejorar la calidad de sus decisiones.

En entornos inciertos ésa un más importante mejorar las decisiones para evitar que al entorno negativo, se suman los efectos individuales de decisiones que comprometa, en el bienestar financiero futuro.

Por qué frecuentemente los políticos mal interpretan los datos (económicos) y también las opiniones de sus votantes

“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.

Groucho Marx, cómico estadounidense

Alrededor del mundo conocemos y frecuentemente padecemos, situaciones en las que los políticos de todo tipo, corte y orientación ideológica malinterpretan la información que reciben, la que a su vez determina la naturaleza de las decisiones que toman y, con muchísima frecuencia, mal interpretan también las opiniones de sus votantes, ajustándolas para que parezcan – cuando no apoyo irrestricto sus plataformas y políticas – por lo menos no contrarias a las mismas.

Distintos estudios realizados en el mundo muestran que esto es más frecuente de lo que queremos creer, lo cual contraviene uno de los principios básicos de la democracia, que es la noción de que aquellos por quienes votamos representan de alguna forma nuestras visiones y deseos.

Uno de estos estudios (“Correcting Bias in Perceptions of Public Opinion Among American Elected Officials: Results from Two Field Experiments”, de Kalla y Porter) se llevó acabo en Estados Unidos encuestado y entrevistando a legisladores, para propiciar que se acercaran a conocer información que trataba de transmitir las opiniones de sus votantes.

Se estableció una plataforma en la que de manera neutral los legisladores pudieran conocer las opiniones de los votantes de sus distritos, sobre temas específicos de la agenda legislativa.

La mayoría de los participantes no utilizaron el mecanismo, lo cual reflejó una doble condición: Por un lado, el desinterés de los legisladores por conocer de manera precisa las opiniones de aquellos a los cuales se supone representan y, por el otro, la visión, sumamente simplista, de que por el solo hecho de haber sido votados, ellos ya representan las opiniones de los votantes y por lo tanto no requieren ningún mecanismo que les permita ratificar que existió (o continúa existiendo) una alineación entre sus visiones y agenda con las opiniones y necesidades de sus votantes.

Incluso en EUA en que existe la reelección legislativa desde hace mucho (y no como en Mexico que esta posibilidad apenas inicia), no existe evidencia que el interés de relegirse incentive a conocer los intereses reales y concretos de los votantes o analizar información dura para tomar decisiones mas objetivas.

En estudios que se han realizado para tratar de entender la posibilidad de mejorar las decisiones de los ciudadanos en los procesos de votación, se ha encontrado que, si se les presenta información y hechos corroborables, se puede mejorar la eficacia de sus decisiones políticas electorales.

Por el contrario, este estudio demostró que, tratándose de los legisladores, es frecuente que cuando se les presenta información corroborable y dura que podría ayudarles a tomar mejores decisiones y diagnósticos más acertados, existe una marcada resistencia a analizar nueva información y por supuesto a incorporar esta en sus propuestas y posiciones legislativas.

En México, desde hace varios procesos electorales han existido iniciativas que tratan de facilitar la identificación, por parte de los ciudadanos, de las propuestas específicas que tienen aquellos candidatos por los cuales votarán. La gran iniciativa Voto Informado, desarrollada por estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, estableció cuestionarios que sobre tópicos generales permitirían a un ciudadano conocer la opinión de los candidatos sobre esos temas.

El problema es que, de acuerdo con el estudio comentado, existen pocos incentivos hoy para asegurar que aquellos que supuestamente nos representan, efectivamente (más allá del discurso y de posiciones políticas simplistas), representen genuinamente los intereses de aquellos que los eligieron, lo que limita su capacidad para proponer iniciativas que genuinamente generen el beneficio de la ciudadanía en el largo plazo y no únicamente satisfagan el interés político de corto plazo.

Medioambiente y conducta

“Nuestro uso de los recursos finitos del planeta están creciendo de manera exponencial, junto con nuestra capacidad técnica para cambiar el medio ambiente para bien o para mal”.

Stephen Hawking, astrofísico, y divulgador científico británico.

En las últimas décadas, pero con particular énfasis en los últimos años, se ha hecho evidente el efecto devastador que tiene, tanto para el planeta como para la vida cotidiana de las personas, el uso indiscriminado e irracional de los recursos naturales.

Ya sea en temas como el calentamiento global, la sobreexplotación de los recursos pesqueros, la tala inmoderada de bosques, el uso y contaminación de aguas pluviales, entre otros muchos temas, se genera esta discusión, en la que, por un lado, se trata de establecer cuál es el deterioro los años irreversibles inmediatos que se enfrenta y como resolverlo y, por el otro, una aparente ceguera en reconocer y atender estos temas, ya sea por desconocimiento o incluso de la negación de los datos científicos existentes o por una visión netamente utilitarista y de corto plazo, que no muestra mayor preocupación por el futuro.

Estos temas se abordan desde diferentes perspectivas: ya sea de la eliminación de la actividad que provoca el deterioro ambiental, o la de mitigación progresiva de las actividades que las generan o, en otros casos, de la incorporación de avances tecnológicos que permitan, sumados a un factor de mitigación, corregir los efectos negativos de la actividad humana.

Por ejemplo, cuando se trata del tema de las emisiones de carbono en el mundo, es fundamental entender que la visión de eliminar radicalmente la huella de carbono en el corto plazo es poco realista. Lo más adecuado (y posible) es buscar mitigar las emisiones, acompañados de una perspectiva de generación de energías alternativas, sumada a la inversión en tecnologías que permitan capturar el carbono de la atmósfera y reducir sus efectos dañinos sobre el planeta.

Pero más allá de eso, es importante también reconocer cuáles son las conductas que están detrás de la visualización que se tiene, de personas o grupos, respecto del uso de los recursos naturales.

En el estudio “I feel it is mine!” Psychological ownership in relation to natural resources”, de Matilainen, Pohja-Mykra, Lahdesm y Kurki, se trata de analizar los conflictos y disputas que se presentan cuando distintos grupos de interés compiten

por el uso o aprovechamiento de recursos naturales, lo que frecuentemente conlleva a confrontaciones.

El estudio plantea el concepto de “propiedad psicológica”, definido como el estado en que las personas perciben que objetos, entidades, ideas o, en este caso, recursos naturales, son de su propiedad.

Tratándose de recursos naturales, el concepto de “propiedad psicológica” se hace relevante, porque con frecuencia encontramos esta visión en comunidades que, por ejemplo, tienden a explotar los recursos naturales de forma indiscriminada, partiendo de que su origen o cercanía con los recursos en esa comunidad, les da un derecho de propiedad intrínseco, que consideran les debería permitir el aprovechamiento de dichos recursos. Por el otro lado, ciertos grupos ambientalistas tienen una percepción de “propiedad psicológica”, en la que, de manera más global, perciben que estos bienes rebasan el concepto de una propiedad grupal o comunitaria y por lo tanto perciben un derecho de propiedad más amplia hacia la naturaleza o hacia la sociedad en general.

La importancia de este concepto es que explica por qué la discusión entre la explotación o preservación racional de ciertos recursos naturales, no se resuelve típicamente por vías de un análisis racional, ya que los grupos en conflicto se confieren derechos de propiedad psicológica sobre los bienes.

A ello se suman condiciones específicas que en algunas ocasiones pueden ser atribuidas a factores de desigualdad que incentivan a que ciertas comunidades sobreexploten los recursos naturales.

En otros casos, se trata simplemente de una visión cortoplacista (por ejemplo, en el caso de las pesquerías de asiáticas), que simplemente buscan maximizar el retorno de corto plazo, sin importar los efectos negativos de mediano y largo plazo.

El tema de la preservación del ambiente y de los medios adecuados para mitigar y revertir daños al mismo, es poco probable que se resuelvan simplemente bajo la premisa de provocar un cambio en la conducta de las personas, de los consumidores o de quienes explotan indiscriminadamente ciertos recursos naturales.

Es fundamental entender que se requiere la comprensión de las conductas de fondo y de los factores económicos que motivan la explotación indiscriminada los recursos, sumadas a cambios normativos que, de manera efectiva, permitan mitigar y disminuir gradualmente los efectos negativos de la actividad humana, apoyándose invariablemente además en el avance tecnológico que permita contribuyan a revertir, de madera más acelerada, los cambios en la naturaleza que, de otro modo, terminarán por afectar la calidad de vida de todas las personas en el planeta.

La importancia de la inversión privada en México

“El objeto social de la inversión calificada debe ser derrotar las fuerzas oscuras del tiempo y la ignorancia que envuelven nuestro futuro”.

John Maynard Keynes, economista británico.

La semana pasada tuve la oportunidad de asistir al 10º encuentro bursátil organizado por la Bolsa Mexicana de Valores, en la cual participamos tanto autoridades, como los representantes de las empresas emisoras de valores bursátiles en el país.

En el caso de la empresa que dirijo, Fibra Educa, ésta recibió el reconocimiento por ser una de las emisoras que colocó en bolsa en los últimos 12 meses, siendo una de las contadas con lo hicieron en este periodo caracterizado por la incertidumbre política, económica y financiera.

En el evento participaron servidores públicos de la Secretaría de Hacienda y de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, especialistas en temas económicos financieros y de cyber seguridad para el sector financiero; así como analistas políticos. Todos, contribuyeron a que los participantes tengamos un panorama más claro de las perspectivas para el futuro inmediato del país en lo económico, lo político y fundamentalmente, desde la perspectiva de las inversiones del sector privado.

Resultó particularmente relevante el señalamiento realizado por el Subsecretario de Hacienda en el sentido de que si México quiere crecer a tasas superiores a las que en promedio ha crecido las últimas décadas y superar además la tendencia de aún más bajo de crecimiento, que se prevé para los siguientes dos años, se requiere de forma indispensable, la inversión y participación del sector privado.

Ello es absolutamente cierto y es precisamente por ello que es fundamental que el mensaje y las acciones del gobierno tengan, ante todo, un componente que garantice la certidumbre tanto jurídica como financiera para los siguientes años. Para realizar inversiones en un país como México, en la escala y en el tiempo que se requieren, todos los inversionistas privados requieren tener certidumbre de que sus inversiones están garantizadas (en lo legal) y la estabilidad necesaria para buscar, mediante proyectos rentables y eficientes, la rentabilidad y el rendimiento adecuado para premiar a los inversionistas.

En el evento, en los distintos foros quedó en evidencia la importancia trascendental de que el gobierno actual mantenga, como hasta ahora, una visión de disciplina fiscal. En un entorno complejo, en el que se anticipa una desaceleración económica a nivel global que, por condiciones internas podía acentuarse en

nuestro país, la disciplina fiscal (que no la astringencia de recursos públicos en sectores prioritarios), es fundamental, porque garantizar la estabilidad de los factores macroeconómicos, que a veces pueden parecer lejanos, pero que tiene implicaciones fundamentales para la vida económica de las familias. Por ejemplo, el déficit público creciente y descontrolado, históricamente se traduce casi de manera automática en un crecimiento de la inflación, que termina por deteriorar la capacidad adquisitiva de las familias y cuyos efectos generalmente tienen una duración prolongada.

México ha recibido enormes cantidades de recursos de inversión financiera que, cuando no está asociada a emisiones primarias bursátiles o inversiones directas privadas, tiene un efecto limitado en la creación de empleo y crecimiento económico. Hoy en México tiene indicadores sumamente favorables en la tenencia de bono mexicanos en manos de extranjeros. Y ello es resultado de una razón simple, la diferencia entre las tasas en Estados Unidos y en México es tan considerable que, aun descontando factores de incertidumbre y riesgo económico y político en México, para cualquier inversionista financiero México sigue siendo altamente rentable. Hoy, la diferencia entre los bonos mexicanos denominados en dólares a 10 años y los bonos del tesoro estadounidense a ese mismo plazo, de las mayores para cualquier economía emergente y la mas alta para una economía similar a la mexicana.

Un inversionista norteamericano puede pedir prestado en Estados Unidos para invertir en México y tendría una ganancia superior al 4% sin haber realizado ninguna actividad productiva; simplemente por la diferencia entre lo que le costaría el préstamo y el rendimiento elevado que pagan los instrumentos financieros en México.

Incluso las inversiones en la Bolsa Mexicana de Valores, a menos que sean primarias; esto es, que se realicen en el momento de la emisión por parte de la empresa que coloca en bolsa, que es cuando utiliza esos recursos mayoritariamente para proyectos de inversión productiva, el resto del tiempo esas inversiones en bolsa no tienen un efecto inmediato en generación de actividad productiva. Por ello, tanto las inversiones financieras en instrumentos de deuda como las inversiones en bolsa no necesariamente están contribuyendo a un aceleramiento del crecimiento.

De ahí la importancia fundamental de garantizar la estabilidad y la certidumbre que permita que más empresas realicen emisiones en bolsa, tanto de instrumentos de deuda como de acciones o certificados y que los recursos que se obtengan por esta vía se destinen a proyectos productivos que ahí sí, contribuyan a generar más empleo, más crecimiento económico y por ende mayor bienestar para las familias.

El efecto de la depresión en las decisiones económicas

“La depresión es como la melancólica, pero sin sus encantos “.

Susan Sontag, escritora, filósofa y ensayista estadounidense.

En las últimas décadas las enfermedades mentales han pasado de ser secretos personales y familiares a un asunto de salud pública.

Específicamente en el tema de la depresión, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, más de 300 millones de habitantes del mundo sufren de depresión y en México este padecimiento se considera el primer lugar de discapacidad para las mujeres y la novena para los hombres.

De acuerdo con la misma fuente, cerca del 10% de las personas han sufrido depresión en algún momento y una de cada cinco la sufrirá antes de los 75 años, siendo está cada vez más frecuente en los grupos de edad jóvenes.

Dada la importancia creciente de está afectación, resulta importante entender como esta afecta, entre otras múltiples facetas de la vida, las decisiones económicas y financieras.

El estudio “Time and risk preferences, and consumption decisions of patients with clinical depression”, de Bayera, Shtudinerc, Suhorukova, y Grisarua, se buscó analizar cómo la depresión afecta las decisiones económicas, específicamente aquellas relacionadas con las preferencias de tiempo. Es decir, las que determinan la decisión entre el consumo presente y el futuro o, dicho de otra manera, entre gastar hoy y ahorrar para mañana.

A partir de analizar un grupo de personas diagnosticadas con depresión y contrastar sus resultados contra personas de similares características socio demográficas sin el padecimiento, se encontró que las personas que padecen de depresión clínica son menos propensas a ahorrar y toman decisiones económicas de corto plazo de mayor riesgo.

En muchos casos, las decisiones económicas incorrectas, además, generan una afectación a la condición económica de corto plazo, lo que profundiza o genera nuevas tensiones de incertidumbre de corto plazo que a su vez retroalimentan la depresión.

De manera más puntual, las personas con depresión se caracterizan por tener tasas de descuento mayores en sus decisiones económicas de largo plazo;

entendiéndose como tasa de descuento, el rendimiento implícito que una persona requiere para posponer consumo presente contra consumo futuro. En un ejemplo específico, de manera racional a una persona que se le ofrezca hoy 10,000 pesos o la alternativa de recibir 11,000 pesos dentro de un año, debería aceptar el ingreso futuro dado que se le está ofreciendo implícitamente una tasa de interés del 10%, claramente superior a la inflación.

La mayoría de las personas, requieren el ofrecimiento de un rendimiento mayor para aceptar posponer un año el pago. Pero las personas con depresión clínica requieren la promesa de un premio futuro aun mayor que incluso que el promedio del resto de las personas requiere, lo cual conlleva a no realizar el ahorro o a sólo hacerlo cuando se presentan opciones con promesas de rendimiento sumamente elevadas, pero, consecuentemente, también de riesgo sumamente alto.

Si los estudios realizados en las últimas décadas sobre la conducta económica y financiera de las personas han mostrado que la mayoría de nosotros tenemos sesgos de irracionalidad que afectan la calidad de nuestras decisiones futuras, las personas con depresión clínica presentan una mayor profundidad de estas desviaciones de los modelos racionales de decisión. De ahí que, ante el crecimiento de este padecimiento que afecta a integrantes de muchas familias de nuestro país, estemos obligados a tener el doble cuidado de apoyar a las personas a enfrentar este severo padecimiento y, simultáneamente, a vigilar que no se tomen decisiones que generan desequilibrios más graves para el futuro.

Divorcios y perspectivas educativas

“El divorcio probablemente se remonta a la misma época que el matrimonio. Yo creo, sin embargo, que el matrimonio es algunas semanas más antiguo.”

Voltaire.

Prácticamente en todas las sociedades modernas se ha presentado un fenómeno de crecimiento de la tasa de divorcios y de disminución de los matrimonios.

En México, de acuerdo con información del INEGI publicada en los primeros meses del año, los matrimonios se han reducido en poco menos del 10% en los últimos años. Pasando de registrarse 567,000 matrimonios en el año 2010 a 526,000 en el año 2017. Lo anterior resulta doblemente significativo si consideramos que el porcentaje de personas que empieza a colocarse en grupos de edad donde potencialmente podría casarse, ha aumentado. Ello, como resultado de que las últimas generaciones grandes de la pirámide poblacional del país están entrando a edades de matrimonio.

Simultáneamente, la tasa de divorcios ha mostrado una tendencia contraria y creciente, pasando de tener 86,000 divorcios en el 2010 a más de 146,000 en el 2017. Ello implica, en una relación de divorcios por cada 100 matrimonios, que en el 2010 se presentaban 15.1 divorcios por cada 100 matrimonios, mientras que para el 2017 esta tasa se situó en 28.1 y seguramente para 2019 se estará alcanzando el doble de la tasa del 2017.

También para 2017, la edad promedio de divorcio de los hombres fue de 41 años y de mujeres de 38.4 años. Lo anterior implica que, en muchos casos, los matrimonios se disuelven cuando ya tienen la edad suficiente para haber procreado por lo menos un hijo.

Si bien no existen en México estudios específicos que con profundidad analicen el impacto de los cambios en el estatus de las relaciones matrimoniales en la educación futura de los hijos, en el estudio fulano de tal se hace referencia a una investigación realizada en Taiwán para comprender el efecto detienen los divorcios en educación superior de los hijos.

No se trata en este sentido de juzgar el crecimiento de los divorcios desde una perspectiva moral. Y crecimiento de los divorcios los vendemos tu pieza actores entre otros a procesos en permitido la liberación y empoderamiento aún muy limitado, y grupos de mujeres y una modificación, producto de cambio sociodemográficos, los patrones de relación de las personas.

De lo que se trata aquí ese entender si este crecimiento de los patrones de divorcio tiene una acto específico en la posibilidad de que los niños tengan una educación superior en relación con aquellos matrimonios que permanecen unidos.

Las conclusiones del estudio apuntan a que el divorcio genera una reducción del ingreso promedio de los hogares y típicamente es mayor del lado del hogar dividido en donde permanecen los hijos.

Necesariamente implica que los recursos disponibles para apoyar en todo tus gastos los relacionados con la educación, disminuyan.

En el estudio “Understanding the mechanisms of parental divorce effects on child’s higher education”, de Chen, Fan y Liu, se encontró que, cuando el divorcio se presenta cuando los niños se encuentran en edades entre los 13 y los 18 años, se produce una la disminución de 10.6% en la probabilidad de que los niños ingresen a la universidad cuando alcancen 18 años.

El estudio encontró también que, incluso de manera más pronunciada que los efectos económicos, existen una serie de mecanismos no económicos, tales como los efectos psicológicos, que pueden incidir con mayor fuerza en una reducción de la posibilidad de acudir a la universidad. El efecto es mayor entre menor sea la edad del niño (dentro de esos rangos de edad señalados).

En México, la tasa de divorcios ha aumentado también en segmentos de edad que antes se consideraban de alguna manera protegidos contra este fenómeno, por ejemplo, en rangos de edades de mujeres mayores de 50 años.

Sin embargo, el incremento de la tasa divorcio en ese segmento de edad genera también efectos negativos, pero ahí ya no sólo para los hijos, sino específicamente para el bienestar económico de las mujeres que son divorciados a esa edad.

Dado que estas tendencias son presentes a lo largo del mundo, más que pensar es una perspectiva moral o de valores acerca de cuál es el origen de esta tendencia, conviene que las familias si bien evidentemente busquen permanecer unidas, también contemplen establecer mecanismos de planeación que les permitan, en caso de que el matrimonio se disuelva, que existan mecanismos que les permitan mantener una mayor probabilidad de contar de manera planificada, con los recursos para sufragar los costos de la educación superior de sus hijos. Y, de la misma manera, que las mujeres, que de por si reciben una presión adicional en el entorno laboral, que limita su capacidad de acumulación de recursos para el retiro, planeen con anticipación el construir los recursos para su vejez de manera individual, con independencia de su estatus marital.

Es fundamental ,en este sentido, que entendamos que, como señala algún dicho estadounidense, “hay que esperar lo mejor, pero prepararse para lo peor”. La planeación financiera invariablemente debe de considerar escenarios negativos

extremos, para impedir que, en caso de que estos se presenten, se altere de manera radical el futuro bienestar económico de las familias.