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Economía y educación

“La educación es el pasaporte para el futuro, porque el mañana pertenece a quienes se preparan hoy”.

Malcolm X.

El día de hoy se conmemora el día del maestro, paradójicamente sin que en este día se pueda ejercer la función de educar formalmente, porque es un día feriado para escuelas y maestros.

Por ello resulta conveniente reflexionar acerca de la relación entre la economía y la educación, así como sobre las implicaciones y relaciones que existen entre una y otra.

Distintos estudios conductuales han mostrado la importancia de tratar de modelar o incidir en las decisiones relacionadas con educación futura, en virtud del efecto tan relevante que las decisiones que los jóvenes tomen sobre su educación (áreas, características y calidad), tendrá en su futuro, tanto en su desempeño académico, como por supuesto en su vida profesional y, consecuentemente, en bienestar económico que alcancen.

En el estudio “Nudging in education”, de Damgaard y Nielsen, a partir de la revisión de distintos estudios se plantea la posibilidad (y conveniencia) de realizar intervenciones conductuales en temas educativos, así como que es factible utilizar mecanismos conductuales para apoyar a los jóvenes a tomar mejores decisiones en relación con su futuro escolar, por ejemplo, a través de proveer de manera adecuada información que les permita entender y valorar adecuadamente sus propias habilidades en distintos campos. Ello permite que los niños y después jóvenes, exploten adecuadamente las áreas de conocimiento en que sus habilidades les permitan destacar y alcanzar un mejor desempeño. En mi experiencia personal, cuando se logra que los jóvenes identifiquen áreas específicas que le resulten de interés y que sean afines a sus capacidades y habilidades, se logra una motivación interna más potente, que a su vez se traduce en un mejor desempeño y, posteriormente, en la vida profesional, en mejores resultados que contribuyen a un crecimiento laboral.

De la misma manera, es posible, mediante estímulos conductuales específicos, ayudar a que aquellas habilidades que se encuentra limitadas en los jóvenes alcancen por lo niveles aceptables, sobre todo cuando se trata de habilidades que son indispensables para cualquier campo de la vida profesional. Es frecuente escuchar que, si un hijo es bueno pintando y malo en matemáticas, hay que ayudarlo a que desarrolle sus habilidades de pintor y no darle clases de matemáticas. Esta visión implica es incorrecta, porque asume que ambas opciones

son excluyentes y supone que un área específica de conocimiento es opcional. Lo conveniente sería por supuesto favorecer y desarrollar las habilidades artísticas, pero con una orientación que le permita traducir estás en actividades que le generen oportunidades de desarrollo profesional (y salarial) y, simultáneamente, apoyarlo en la capacidad de comprensión mínima de los temas matemáticos, que son necesarios en cualquier faceta de la vida personal y profesional futura.

Hoy, por ejemplo, se discute como una de las razones de mayor o menor capacidad de innovación y crecimiento de las economías la orientación hacia las áreas denominadas STEM (las iniciales en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingenierías y Matemáticas), encontrándose que en aquellas sociedades en que más jóvenes participan en estas áreas de conocimiento, se produce mayor innovación y crecimiento económico (y con mejores salarios promedio esperados). De la misma manera, uno de los factores que explica la desigualdad salarial de género (además de estructuras de discriminación laboral reales y de la afectación de la maternidad en la vida salarial), es precisamente la baja participación de las mujeres en las áreas STEM.

En temas educativos y económicos, también resulta importante destacar algunos de los planteamientos del libro “Giving Kids a Fair Chance”, del Premio Nobel de economía James Heckman, en el que se concluye, entre otras cosas, que la calidad y duración de la educación inicial que reciben los niños (la que va de los 0 a los 18 meses y después hasta los 48 meses), tiene efectos específicos favorables, tanto en el desempeño académico de los grados superiores, como en el futuro desempeño en la vida profesional adulta.

La educación tiene un efecto fundamental en la vida económica de las personas y a su vez, los fenómenos económicos inciden en el presente y futuro de la educación. Hoy, la educación sigue siendo un factor fundamental para asegurar a nuestros hijos mejores oportunidades de crecimiento profesional, de bienestar económico y de felicidad futura.

Polarización política y expectativas y comportamiento de los consumidores

“Espera todo, para que nada sea inesperado”.

Norton Juster, académico estadounidense, arquitecto y escritor.

Recientemente, en México, enfrentamos el problema de analizar encuestas y datos que reflejan, por un lado, las visiones políticas y económicas de las personas, sus filias y fobias respecto de los temas de la agenda pública, sus expectativas económicas y, por el otro, su comportamiento económico real y específico como consumidores.

En teoría, debería existir consistencia entre lo que creemos, lo que esperamos y cómo actuamos; pero rara vez ello es así y, en entornos volátiles y polarizados como los que vivimos, la inconsistencia se hace más evidente.

Cuando escuchamos las opiniones de muchas personas, en los meses previos a la elección presidencial del año pasado, o en los meses después de la elección y ahora en los primeros meses de gobierno, viendo cómo estás se expresan en encuestas formales (como lo que refleja la confianza de los consumidores) o de manera informal, por ejemplo en rede sociales o espacios de opinión, y las contrastamos con el comportamiento real de los grupos de consumidores, encontramos evidencia de estas contradicciones.

En Estados Unidos de acuerdo con el artículo “Partisan Bias, Economic Expectations, and Household Spending”, de Mian, Sufi y Khoshkhou, al analizar el comportamiento y las opiniones de las personas respecto del futuro económico de Estados Unidos se encontró que en el periodo preelectoral, cuando la sociedad anticipan un cambio ante una situación presente que consideraba negativa, las encuestas de confianza de los consumidores reflejaban una visión positiva del futuro.

Después de la elección, las personas cambiaron su percepción respecto del futuro económico, dependiendo de la cercanía o afinidad, no sólo con el gobierno que triunfó, sino con las expresiones puntuales que el nuevo gobierno manifestaba respecto del rumbo que pretendía imprimir a la economía.

De esta manera, en Estados Unidos se percibió que los votantes republicanos, después de la elección presidencial, tuvieron una visión sumamente favorable, en términos de confianza sobre futuro, mientras que los grupos demócratas abiertamente opositores el presidente Trump, tendieron a mostrar perspectivas mucho más pesimistas.

En el caso de México, el comportamiento ha sido similar. Las encuestas de confianza del consumidor mostraron una perspectiva de futuro sumamente optimista tanto en el período preelectoral como después de la elección. Para muchas personas, aún para aquellos que inicialmente no necesariamente tenían un apoyo declarado hacia el nuevo gobierno, la perspectiva de un cambio resultaba optimista ante una visión negativa de los años anteriores.

Sin embargo, esta postura de optimismo sobre el futuro que hoy todavía está presente en las encuestas de confianza de los consumidores empieza mostrar una reversión de la tendencia, en los tres primeros del año respecto de los últimos meses del año empieza, pero aún muy por arriba de los mismos meses del año anterior.

Pero los datos duros de consumo, no muestran necesariamente una traducción de ese optimismo en las decisiones de los consumidores.

Por un lado, las cifras que publica la Asociación Nacional de tiendas de autoservicio y departamentales, muestran una caída sistemática en las tasas de crecimiento de los indicadores de ventas mismas tiendas, en los últimos meses, incluyendo el año pasado. Y otros indicadores que típicamente sirven también para medir la visión real de futuro que tienen los consumidores, relacionados con la compra de bienes que generarán una obligación de pago para los siguientes años, por ejemplo, los automóviles, también muestran signos de contracción reciente.

La conducta real de los consumidores en sus decisiones de compra es muy importante porque de esas decisiones de consumo depende en gran medida el dinamismo de una economía que, como la mexicana, depende en una proporción importante de la actividad de consumo en el mercado interno.

De ahí la importancia de diferenciar la información y los indicadores que reflejan percepciones y perspectivas de futuro, contra los datos que reflejan la conducta real económica de las personas.

Al país le conviene que gradualmente, a través de consistencia en la señales el gobierno y de mensajes que contribuyan a la confianza de los inversionistas, las perspectivas y la conducta real de los consumidores estén alineadas, en beneficio del crecimiento económico futuro del país para que este se derrame a la mayoría de la población.

La falta de comprensión de los fenómenos económicos

“La investigación muestra que, si las personas hablan y escuchan a otras personas de ideas afines, se vuelven más dogmáticas, más unificadas y más extremas”.

Cass R. Sunstein, economista conductual

En entornos polarizados, resulta complejo para las personas analizar de manera adecuada la información que, en los distintos temas, por ejemplo los económicos y financieros, se les presentan y que tienen que tomar en consideración, tanto para formar una opinión, como para tomar decisiones específicas.

En el “How We Misunderstand Economics and Why it Matters”, de David Leiser, especialista en psicología económica, se trata de analizar por qué las personas malinterpretamos y comprendemos de manera incorrecta los fenómenos del entorno económico, lo que nos lleva a adoptar posturas que dificultan la formación de opiniones objetivas y fundamentadas y, consecuentemente, llevan la toma decisiones económicas y financieras equivocadas.

Para la mayoría de las personas, la comprensión de los fenómenos económicos negativos, particularmente aquellos que afectan su bienestar, frecuentemente se deriva de una visión en la que parecería existir una intencionalidad absoluta y voluntarista de actores que crean condiciones que afectan el bienestar. Y, de la misma manera, parecería que, por el contrario, la corrección de los fenómenos económicos negativos en un país puede llevarse a cabo a partir de buenas intenciones y de programas orientados a hacer “lo correcto”.

La historia económica muestra que, con frecuencia en medio de buenas intenciones, el desarrollo de programas o políticas económicas pueden conducir a condiciones negativas, cuando estas no toman en consideración las reglas básicas del comportamiento económico de las personas y de la economía nacional. Detrás de esas visiones frecuentemente existe una postura que menosprecia el efecto negativo que ciertas decisiones pueden tener en el desarrollo económico de un país o por lo menos se considera que dichos efectos potencialmente negativos pueden ser controlados y limitados a voluntad.

En el fenómeno de la inflación, por ejemplo, la mayoría de las personas no alcanzan a comprender integralmente cuáles son las causas que alimentan estos procesos y en muchas ocasiones lo reducen a decisiones específicas negativas de algunos agentes económicos que buscan beneficiarse incrementando los precios. Esta visión, simplista, desconoce el efecto que el déficit público o el gasto

descontrolado del gobierno pueden tener en la alteración de los mercados económicos y la generación de desequilibrios inflacionarios.

La historia económica de México por ejemplo, muestra como en períodos en los que el discurso de la política pública se centraba en el beneficio de las capas más desfavorecidas de la sociedad, la política económica terminó por generar efectos profundamente negativos que afectaron más, precisamente a los sectores que en el discurso se pretendía beneficiar.

Actualmente, la complejidad de la comprensión de los fenómenos económicos es mayor porque, a diferencia de hace algunas décadas, existe una interacción constante entre factores internos e internacionales que alimentan o cancelan las tendencias económicas, lo que hace sumamente complejo predecir movimientos en el corto plazo de la economía.

A ello se suma la confusión que se genera en el espacio de la discusión pública, cuando para muchos pareciera más importante justificar o validar las decisiones y menos entender los datos duros y la información puntual que valida o contradice una visión económica específica. En entornos polarizados, escuchamos aquello que ratifica y hace más dogmática nuestra postura y descalificamos lo que la contradice.

En el caso de nuestro país, la discusión de la economía nacional se vuelve más compleja cuando olvidamos que se trata de una economía dinámica, sumamente grande (entre las primeras 15 del mundo), con comportamientos sectoriales y regionales diferenciados y con profundos desequilibrios que, a veces por simplificación o por diagnósticos incompletos, nos llevan a pensar soluciones simplistas o a olvidar las enormes fortalezas que actualmente tiene.

Si bien resulta complejo entender todos los efectos e impactos que la economía y su comportamiento general tiene sobre la vida cotidiana de las familias, resulta importante que hagamos el esfuerzo por romper la simplificación de la discusión y tratemos de conocer distintas opiniones que, fundadas en datos verificables, ayuden a entender el presente y sobre todas las perspectivas futuras de la economía nacional, para tomar en lo individual y como sociedad las decisiones que, en medio de la incertidumbre, sea más factible que nos favorezcan.

Cómo modelan nuestras decisiones económicas los consejos de conocidos o de expertos

“La mayoría de las personas que solicitan el consejo de otros ya han resuelto actuar como les plazca”.

Gibran Khalil Gibran, poeta libanés.

La mayor parte del conocimiento que obtenemos las personas a lo largo de nuestra vida proviene de una combinación entre información adquirida mediante un proceso de aprendizaje y la experiencia.

En temas complejos, como lo son los económicos y financieros, ante la ausencia de conocimiento previo, típicamente se requiere o se acude al consejo de otros, para modelar las decisiones que tomamos.

Generalmente existen dos tipos de consejos: por un lado, está el consejo de expertos, a los cuales atribuimos un conocimiento superior sobre el tema que pretendemos decidir y, por el otro, está el consejo de nuestros “pares”, es decir, personas conocidas que creemos que se parecen a nosotros, por lo menos en algunas de las características relevantes para el tipo de decisión que enfrentamos.

En la investigación “How do learning ability, advice from experts and peers shape decisión making? de Läpplea y Barhamb se realizaronh diferentes experimentos para tratar de evaluar cómo toman decisiones las personas sujetas a la influencia, tanto de experiencia personal, como de consejos de conocidos y de expertos.

Una primera conclusión relevante de la investigación es que las personas aprenden fundamentalmente a partir de la realización directa de acciones y decisiones. Es decir, las personas aprenden más “haciendo”. Ello implica que las personas que actúan específicamente a partir únicamente de consejos, sin incorporar sus propios procesos en la decisión, tienden a aprender menos en la decisión y no les genera de manera relevante un factor de experiencia para tomar decisiones futuras. Ello es particularmente notorio en las personas que tienen mayor lentitud en sus procesos de aprendizaje.

En muchos casos, las personas tienden a tomar como válidos los consejos de pares, aún por encima de aquellos por proporcionados por personas que son vistos como expertos en los temas. Parecería como que la identificación de una persona, con la que creemos que compartimos ciertas características, nos hace creer más en su consejo, sin recapacitar acerca de que, si dicha persona se parece a nosotros, probablemente tenga las mismas carencias de información y de conocimiento necesarias para tomar una decisión económica óptima.

Las personas que tienden a aprender más rápido son menos proclives a tomar consejo, que aquellos que son más lentos en su proceso de aprendizaje. Sin embargo, en general, en todos los casos las personas toman en consideración menos de lo que debieran los consejos de los expertos.

Las conclusiones de la investigación son relevantes porque reflejan, en primer término, la dificultad que tenemos para entender que el consejo de un experto puede agregar valor a nuestras decisiones. También, porque muestra la tendencia a tomar decisiones a partir de consejos de personas que, en la mayoría de los casos, son igual de ignorantes que nosotros respecto de algún tema relevante (por ejemplo, los económicos o financieros). Y, por último, porque muestra la importancia que tiene el “hacer” en el proceso de aprendizaje.

Por ello es relevante que propiciemos que las personas, desde muy jóvenes, empiecen a involucrarse en las decisiones económicas y financieras que les atañen y que, apoyados por el consejo de expertos, puedan ir construyendo su propio criterio y proceso de decisión, lo que les garantice que en el futuro tengan una mayor probabilidad de tomar las decisiones económicas que más les convenga.

Cómo maximizar el efecto percibido de las vacaciones

“Mi vocación es mi vacación”.

Nick Cannon, rapero y comediante estadounidense.

Los periodos vacacionales son importantes para las personas en muchos sentidos. En primer lugar, porque representan un espacio de descanso o esparcimiento que rompe la rutina habitual de trabajo personal o, incluso, de convivencia familiar.

Importan también en un sentido financiero, porque representan momentos en los que, dependiendo de su adecuada planeación, pueden generarse presiones financieras o de endeudamiento para las familias.

En términos del efecto sobre la percepción o la conducta, un período vacacional afecta la percepción de bienestar y la condición física de las personas y, consecuentemente, su salud física y emocional; teniendo estas últimas condiciones efectos también financieros para las personas.

En el estudio “An investigation into the effects of vacations on the health status in male white-collar workers”, de Tarumi, Hagihara,y Morimoto, se demostró, por ejemplo, que el descanso vacacional está relacionado inversamente con ciertos factores de estrés psicológicos (incluso ajustado por las horas trabajadas y el tipo de empleo). Aunque también se mostró que la ausencia de periodos vacacionales genera un pequeño menor en la probabilidad de ciertas enfermedades.

También existen estudios que vinculan las vacaciones con el nivel de felicidad percibido de las personas. En la investigación titulada “Vacationers Happier, but Most not Happier After a Holiday”, de Nawijn, Marchand, Veenhoven y Vingerhoets, realizada con1500 personas en Holanda, se tuvo como resultado que las vacaciones generan un efecto de mayor felicidad, pero no después de las mismas, sino primordialmente en el período previo a que éstas se llevan a cabo. De acuerdo con el estudio, la anticipación y preparación de las vacaciones genera un estado de felicidad que no necesariamente se sostiene una vez concluidas las mismas. Parecería que produce más felicidad esperar la llegada de las vacaciones que las vacaciones en sí mismas.

Otro aspecto conductual importante en relación con las vacaciones se deriva de un planteamiento realizado por el Premio Nobel de economía Daniel Kahneman, que distingue la “percepción de experiencia” y la “percepción de recuerdo” de las personas. Cuando se trata de la percepción de experiencia, se refiere a la conducta y sentimientos que tienen las personas en el momento mismo (en este caso, durante sus vacaciones). Mientras que la “percepción de recuerdo” se refiere

a cómo en el futuro las mismas personas recuerdan la experiencia (en este caso el recuerdo de las vacaciones que tomaron). En este sentido, si queremos maximizar el efecto de bienestar que producen un periodo vocacional, lo más importante es que la percepción del recuerdo sea incluso más favorable que la que se tuvo durante las vacaciones mismas y una de las maneras de lograrlo es tratar de que la experiencia propia de la vacación presente el menor número posible de momentos negativos, porque estos tienden a ser recordados de manera más puntual en el futuro incluso que momentos favorables. Esto resulta particularmente complicado, cuando se trata de periodos vacacionales en los que, por ejemplo, en destinos turísticos, es muy probable encontrarse en momentos negativos, como largos periodos de espera o deficiencias en la atención a los turistas.

Parecería que hablar de las vacaciones no es un tema relacionado con la economía o las finanzas de las personas. Sin embargo, tanto en términos del gasto que representan (y de su impacto en el endeudamiento posterior), en la presión sobre los ingresos de las familias y en el efecto que las vacaciones tienen en nuestro bienestar (y en la prolongación de dicha percepción de dicho bienestar en el futuro), el impacto y efecto de las vacaciones es sumamente relevante.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

El efecto que tiene la desgracia de otros en nuestras decisiones de prevención

“No hay que temer nada en la vida, solo hay que entenderlo. Ahora es el momento de entender más, para que podamos temer menos”.

Marie Curie, científica francesa de origen polaco.

En muchos casos, las decisiones de prevención que tomamos, en temas de salud o en la contratación de mecanismos de previsión financiera, están asociadas, más que a una evaluación objetiva y precisa de nuestras necesidades y a su potencial efecto de beneficio, a factores de percepción y conducta que limitan la posibilidad de una decisión racional y de una elección adecuada entre alternativas.

Tratándose de productos previsionales; tales como los seguros de vida o los planes de ahorro para el retiro o para la educación de los hijos; buena parte de las decisiones que se toman están condicionadas por una expectativa o una percepción del futuro, a la que se suman factores con la tendencia a la postergación de las decisiones, aún sepamos que estas son necesarias y en nuestro mejor interés. Distintos factores de conducta nos impiden realizar el análisis adecuado y sobre todo emprender las acciones necesarias.

Tratándose específicamente de los seguros de vida, se ha encontrado que las personas tienden en muchos casos a evitar la contratación de dichos productos, como resultado, entre otras cosas, de que por un lado se minimiza la posibilidad de ocurrencia en el futuro inmediato de la muerte y, por el otro, a que de manera a veces inconsciente se evita discutir lo relativo a la muerte por el temor al proceso de reflexión personal que ello implica. Por ello, frecuentemente se evita enfrentar la planeación de las decisiones y temas relacionados con el efecto de la muerte en temas familiares o financieros.

En una investigación reciente detallada en el artículo “The effect of experiencing a death on life insurance ownership”, de Song, Park y Heo publicado recientemente, se trató de explorar los factores psicológicos que determinan la predisposición a la contratación de una póliza de vida; específicamente, el impacto que la experiencia de la muerte de un familiar cercano tiene en dicho proceso de decisión.

De acuerdo con la investigación, las personas que han enfrentado una muerte en la familia tienen una probabilidad 1.4 veces mayor de contratar una póliza de seguro de vida que aquellas familias que no tuvieron esa experiencia reciente. La investigación apunta a que las emociones negativas, el estrés y la ansiedad derivadas de la muerte de un familiar, generan mecanismos de presión que

disminuyen la propensión a postergar las decisiones de esta naturaleza, enfrentando a la persona a una realidad que puede ser internalizada como una potencial experiencia propia que la lleve a tomar mayor conciencia de la importancia de contar con una protección para la familia en caso de fallecimiento.

Este tipo de fenómenos se muestra en otras decisiones que toman las personas en temas como la salud. Para muchas mujeres que por su edad o su perfil de riesgo deberían de realizarse una mastografía anual, postergan dicha acción de manera innecesaria y riesgosa, siendo hasta que enfrentan la cercanía de un familiar que enfrenta un diagnóstico negativo que perciben un “detonador de urgencia” que acelera la toma de decisión y la realización de la acción concreta de prevención.

La realidad muestra que las personas tendemos en muchos casos a encontrar motivadores más duros para impulsarnos a tomar las decisiones correctas, a partir de escenarios negativos de futuro que nos generan miedo y ansiedad.

Lo ideal sería que pudiéramos evaluar y decidir adoptar los mecanismos de protección (ya sea financieros o de salud) que objetivamente más nos convienen, en el momento en que más nos conviene realizarlos para salvaguardar el interés de nuestras familias, sin esperar a que la tragedia de otros se convierta un recordatorio de nuestra propia fragilidad.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Por qué a veces nos interesa no solo tener más, sino tener más que otro

“Tu tiempo es limitado, así que no lo desperdicies viviendo la vida de otra persona”.

Steve Jobs, fundador de Apple.

En distintos estudios económicos, se ha mostrado que las personas perciben su bienestar económico y financiero no sólo de manera absoluta, esto es, en términos del tamaño total del ingreso que tienen o del consumo de bienes o servicios que realizan; sino que también existe una “percepción relativa”, que se refiere a la comparación de su nivel de satisfacción, ingreso y gasto, con el de las personas de su entorno inmediato (social, laboral e incluso familiar).

Este fenómeno no opera no solamente para temas relacionados con el ingreso, sino para casi cualquier elemento relacionado cualquier cosa que permita a las personas comparar su bienestar percibido, relativo al de otras personas. Así por ejemplo, distintos estudios han mostrado que ello ocurre en temas como la calidad del trabajo y las horas trabajadas, el tipo de vehículo que se tiene e incluso calidad de las vacaciones que se tienen.

En un estudio recientemente publicado (“Positional concerns through the life-cycle”, de Akay y

Martinsson) se analizó si este efecto, denominado en estudio de “preocupación posicional”, se expresa de manera diferente a lo largo de la vida de las personas, en lo que se conoce como ciclo de vida, ya que este ciclo incide en la conducta de ahorro y consumo que tenemos las personas.

Las conclusiones del estudio muestran que este factor de “preocupación posicional” en temas relativos como el ingreso y la compra de autos, aumenta en función de la edad.

Esta “preocupación posicional” se vincula directamente con los que en economía se conocen como “bienes posicionales”, que se refieran a productos o servicios cuyo valor percibido para las personas se deriva fundamentalmente del valor que creen que tienen para otras personas. Típicamente están relacionados con aquellos que denotan un mayor nivel de ingreso o una mayor “posición social“.

El estudio mostró además que, conforme aumenta la edad, las personas tienden a tener una mayor preocupación sobre este tipo de bienes posicionales, en parte presumiblemente porque de alguna manera reflejan cuál ha sido el éxito económico alcanzado (frente a los demás) a partir de una vida laboral.

El tema no es menor, porque para una persona que en su etapa de adulto, previa al retiro, tiene una propensión mayor a adquirir este tipo de bienes (que cree que manifiestan su posición social), ello puede implicar una menor racionalidad en la selección de bienes que se adquieran y consecuentemente un reducción de la acumulación real de recursos para el bienestar financiero. En ciertos casos, se trata de bienes que implican un costo mayor o esfuerzo extra convertirlos en valor de rentas para la etapa de las personas en que ya dejan de percibir ingresos fijos.

Entender esto nos puede ayudar a que, tratándose de ciertas compras, analicemos hasta donde estamos adquiriendo un producto o servicio por el bienestar real presente o futuro que nos genera o sólo porque este mayoritariamente representa ante nuestra propia imagen, algo que únicamente contribuye hacernos sentir que ocupamos una posición relativa a las demás personas de nuestro entorno superior.

Al final de cuentas, la percepción que otros tengan de nuestro nivel económico o incluso la que nosotros podamos sentir que tienen otros respecto de nosotros mismos, debería ser secundaria frente al tema importante que es alcanzar un nivel de bienestar financiero (absoluto) futuro para nosotros y nuestras familias.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Volatilidad y autoeficacia financiera

“La fragilidad es la calidad de las cosas que son vulnerables a la volatilidad”.

Nassim Nicholas Taleb, investigador y financiero libanés/estadounidense.

Recientemente, algunos indicadores de volatilidad han venido generando mayor incertidumbre sobre el comportamiento futuro de las variables financieras y económicas, teniendo ello un impacto relevante sobre las expectativas de crecimiento económico

Por ejemplo, el tipo de cambio ha sufrido volatilidad importante, que generalmente se refleja en la amplitud entre el precio de compra y de venta de esa divisa. De igual manera, otros indicadores como a las tasas de interés han presentado variaciones significativas y comportamientos tales que para muchos permiten pronosticar condiciones de desaceleración económica futura.

La semana pasada, se presentó un fenómeno conocido como “inversión de la curva de rendimiento” consistente en que, para los bonos del tesoro de Estados Unidos, el bono de corto plazo presentó rendimientos superiores a los del bono de 10 años. La importancia de este evento es que la ultima ocasión en que se había presentado fue el momento previo al periodo de la crisis financiera de 2008.

La volatilidad financiera provoca efectos que impiden una adecuada planeación financiera futura, generando en muchos casos un impulso a tomar decisiones de corto plazo que prevengan condiciones inciertas hacia delante. En otras ocasiones, provoca cambios repentinos en los enfoques y las decisiones financieras, lo que en muchos casos provoca un deterioro sobre las inversiones

Uno de los factores conductuales que inciden en la forma en la que las personas, incluso los inversionistas con mayor experiencia, enfrentan y toman decisiones en momentos de volatilidad financiera, es el concepto conocido como de “auto eficacia financiera”. En el artículo 2Market Volatility and Financial Satisfaction: The Role of Financial Self-Efficacy”, de Asebedo y Payne, se define este concepto como el juicio subjetivo que tienen las personas sobre su propia habilidad para controlar, manejar o influenciar aspectos de su vida financiera.

De acuerdo con estudios de conducta, las personas que tienen mayores niveles de sentido de auto eficacia, en términos generales, tienen establecerse metas más elevadas, a perseverar en sus objetivos pese a la adversidad y son menos susceptibles de enfrentar consecuencias psicológicas negativas derivadas de la adversidad.

El estudio señalado encontró que las personas que tienen un bajo nivel de sentido de auto eficacia financiera tienden a presentar mayores efectos negativos en periodos de volatilidad y un menor nivel de satisfacción financiera derivado de sus decisiones en entornos complejos.

Para personas con bajos niveles de este factor, los entornos de volatilidad propician mayores niveles de preocupación, que se traduce en típicamente en toma de decisiones poco fundamentadas y apresuradas.

La mayoría de los análisis económicos muestran que la perspectiva de una desaceleración en la economía norteamericana no es una cuestión de si se presentará sino de cuándo.

Para algunos analistas; tan pronto como en la segunda mitad de este año; ante la desaceleración económica, la Reserva Federal deberá tomar medidas como la reducción de las tasas de interés, que han venido creciendo sistemáticamente durante los últimos años.

Ante una desaceleración de la economía norteamericana; dada la enorme vinculación de la economía mexicana y en particular el hecho de que el sector más dinámico de la economía nacional está relacionado con las exportaciones hacia Estados Unidos; se presentará un factor de freno al crecimiento de México. Aun en años recientes de expansión de la economía en EUA, la economía mexicana ha crecido de manera sumamente moderada a tasas cercanas al 2%. Hoy, la mayoría de los pronósticos apunta a que en crecimiento en México que será en este año cercano al 1.5%.

Las perspectivas de crecimiento futuro en nuestro país dependerán tanto del crecimiento de la economía norteamericana, como de las medidas que al interior del país se tomen para que se den las inversiones necesarias para fortalecer el crecimiento de la actividad económica. El crecimiento que en el corto plazo pueda provenir de inyecciones de gasto gubernamental, a menos que estén orientadas hacia sectores que dinamicen la economía como en temas de infraestructura productiva, no sólo no contribuirán a una aceleración del crecimiento económico, sino que potencialmente podrían provocar inflación y deterioro de la capacidad de compra de las familias.

En entornos volátiles, es fundamental entender que existen temas de entorno no controlables. Lo que sí podemos controlar es la calidad de las decisiones que tomamos, cuyas repercusiones podrán tener un efecto negativo o favorable para el futuro bienestar económico de nuestras familias.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de

Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Personalidad y estilo de inversionista

“La personalidad sólo ha madurado cuando un hombre ha hecho suya la verdad”.

Soren Kierkegaard, filósofo danés.

Se ha documentado ampliamente, que las decisiones de inversión no necesariamente responden de manera estricta a un puro análisis técnico.

Factores de percepción de entorno, sesgos heurísticos de decisión y, por supuesto, factores de personalidad, determinan la forma en la que nos aproximamos a las decisiones relativas, en primer lugar, al gasto y el ahorro y, habiendo ahorrado, a las decisiones sobre la estructura y características de los vehículos de ahorro o inversión que elegimos.

El estudio “Personality, decision-making styles and investments”, de Gambetti y Giusbert, contó con la participación de casi 400 personas a las que se realizaron estudios de personalidad e inventarios de su proceso de decisión, así como estudios de sus percepciones y decisiones de inversión.

El análisis, parte de recuperar estudios de finanzas conductuales que pretenden específicamente entender cómo ciertos patrones inciden en la forma en la que analizamos la información y en la naturaleza misma de las decisiones que adoptamos con la misma. El propósito específico de la investigación fue entender si ciertas características de personalidad y estilo de toma de decisiones generaban comportamientos particulares tanto de las percepciones como las decisiones de inversión de las personas.

Las primeras conclusiones se encuentran en línea con otros estudios, demostrando que, en términos generales, los hombres tienden a tomar mayor riesgo en sus inversiones que las mujeres y que las personas que más experiencia tienen en temas de inversión, tienden a ser más tolerantes con las inversiones de riesgo y las variaciones coyunturales que estas pueden tener, respecto de aquellos inversionistas de menor experiencia.

Específicamente, en términos de factores de personalidad, se encontró que las personas de mayor nivel de ansiedad; que presentan altos niveles de aprehensión, tensión y sentido de alerta o vigilancia, tienden a ser aquellos con menor propensión a la inversión y el ahorro; cuando llegan a ahorrar, están orientados más hacia la búsqueda de retornos fijos en mecanismos de inversión tradicionales, que en la búsqueda de rendimientos más elevados a través de vehículos de renta variable y mayor nivel de riesgo potencial, como los del mercado accionario.

Las personas que en los estudios de personalidad mostraron mayor nivel de autocontrol y disciplina, y, consecuentemente, menor nivel de impulsividad, tienden a diversificar más sus inversiones. Las características de extroversión y sentido de independencia tienen una correlación positiva con las decisiones de inversiones en acciones, típicamente asociadas a mayores niveles de riesgo.

Las personas extrovertidas -normalmente optimistas- tienden a tomar decisiones financieras de mayor riesgo y toman la iniciativa para ejercer sus decisiones de inversión. Sin embargo, este factor de personalidad en algunos casos tiende a utilizar un sesgo cognitivo, que se refiere a traer la memoria de experiencias pasadas para tomar decisiones presentes, lo que debilita en ocasiones la calidad de sus decisiones financieras.

En conjunto, personas que muestran, de manera combinada, características de independencia de pensamiento, asertividad y habilidad para influenciar a otras personas, tienden buscar retorno de inversión más altos y consecuentemente a tomar decisiones más de inversión que de ahorro; respecto de aquellas que tienen personalidades vigilantes, suspicaces y escépticas.

Se encontró que aquellas personas cuyo estilo de decisión es dependiente (requieren de la reafirmación de algo externo) o que evitan tomar decisiones, presentan también bajos niveles de percepción de sentido de auto eficacia y, consecuentemente, limitan sus decisiones de inversión. En el primer caso, se confía excesivamente en el juicio de terceros para tomar las decisiones y en el segundo, se aumenta la propensión a procrastinar (postergar) las decisiones de ahorro e inversión.

Lo importante de estos estudios es, en primer término, reconocer que los factores de personalidad inciden y limitan nuestra capacidad de juicio y de toma de decisiones racionales y óptimas. Pero, en segundo lugar, nos permiten reconocer que, como toda características de personalidad, esta puede ser administrada para reducir las consecuencias negativas que tengan en nuestras decisiones presentes y en nuestra estabilidad financiera futura.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Qué es la proyección afectiva y cómo afecta nuestras decisiones económicas de largo plazo

“Cambia tu vida hoy. No apuestes por el futuro, actúa ahora, sin demora”.

Simone de Beauvoir, filósofa y feminista francesa.

Todas las decisiones, incluyendo las económicas y financieras, se llevan a cabo involucrando componentes emocionales; frecuentemente teniendo estos, mayor peso incluso que los aspectos estrictamente técnicos asociados a la naturaleza de la decisión.

Uno de los comportamientos que con frecuencia dañan las decisiones financieras, es la procrastinación, que se refiere a postergar las decisiones que deberían tomarse o ejecutarse en el presente, para un futuro que no casi nunca llega.

De acuerdo con investigaciones recientes, uno de los componentes que afectan y alimentan la procrastinación es algo denominado la “proyección emocional”.

La investigadora Mariam Hanna describe la “proyección emocional” cómo la forma en la que predecimos las emociones que creemos tendremos en el futuro o las consecuencias emocionales que asignamos a eventos futuros.

El efecto de ello es descrito en un artículo publicado en Psychology Today, como similar a realizar las compras de la semana cuando tenemos hambre o cuando las realizamos después de comer. Al comprar cuando se tiene hambre se toman decisiones como si en el futuro fuéramos a tener la misma sensación de hambre que tenemos en el presente; lo que lleva a una compra mayor.

De forma similar, al intentar realizar un acto hoy, que puede implicar un costo emocional o sacrificio presente, las persona pueden suponer que hoy no están suficientemente motivadas para iniciar la tarea, pero que en el futuro si tendrán una adecuada motivación. Proyectan que en el futuro tendrán un estado de ánimo más favorable, lo que les facilita la postergación en el presente.

La investigación encontró que ello ocurre con una persona que, habiéndose hecho el propósito de ejercitarse, posterga cotidianamente la decisión de iniciar, pensando que en ese día no está en las mejores condiciones emocionales o física para realizarlo y suponiendo que en el futuro si tendrá mayor probabilidad de hacerlo.

La investigación arroja dos recomendaciones importantes para evitar este fenómeno.

La primera es reconocer este sesgo de conducta, lo cual implica contradecir las dos suposiciones implícitas: Cuestionar si efectivamente en el presente se tiene un bajo nivel de motivación para iniciar la tarea objetivo y cuestionar si efectivamente mañana o en el futuro se tendrá una mejor disposición de motivación para hacerlo. La respuesta en ambos casos típicamente es que NO y reconocerlo puede disminuir la proclividad a “patear” indefinidamente hacia el futuro el inicio de las decisiones que nos convienen.

Una segunda recomendación es reconocer que normalmente la motivación para iniciar una tarea que implica sacrificio, no aparece de forma espontánea; casi siempre se deriva del hecho mismo de iniciar la acción. Con frecuencia, las personas pensamos que debemos encontrar el momento adecuado de motivación para iniciar una tarea que nos resulta particularmente compleja, como ejercitarnos o iniciar un ahorro de manera constante. Pero mucha evidencia muestra que el proceso es inverso. La motivación se genera a partir de iniciar la acción: La persona que empieza ejercitarse, encuentra que el mismo acto de iniciar el ejercicio motiva que esta decisión se sostenga en los días subsecuentes.

Lo mismo ocurre con decisiones de ahorro. No se requiere una motivación previa para iniciar el ahorro; Iniciar el ahorro genera la motivación que ayuda a sostener la conducta en el tiempo.

Si entendemos esta conducta y asumimos las recomendaciones, estaremos contribuyendo en cierta medida a disminuir que nuestra percepción de la motivación presente y nuestra expectativa de motivación futura sean elementos que contribuyen a la postergación constante de las decisiones y acciones que contribuyan a nuestro bienestar financiero futuro.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Inequidad y desigualdad económica de género

“Cualquier cambio serio hacia sociedades más sostenibles debe incluir la igualdad de género”.

Helen Clark, ex Primer ministro de Nueva Zelanda.

Esta semana se conmemora nivel internacional el día internacional de la mujer. Conviene recordar que no se trata de un evento motivo de felicitación a las mujeres. Es un recordatorio (que no debería ser anual), de la necesidad de realizar adecuaciones a los temas económicos, políticos y sociales que han generado y mantienen, barreras de acceso, desigualdad e inequidad de género y que impiden el acceso a las mismas oportunidades a las mujeres, a nivel mundial.

De acuerdo con los datos más recientes de la OCDE, la diferencia salarial por género se encuentra en niveles cercanos al 14% para el conjunto de los países pertenecientes a esa organización. El dato desglosado es más grave; existen países de mayor nivel de desarrollo, que tienen brechas salariales mayores como el caso de Corea con una brecha de 35%. Países como México reflejan niveles de brecha aparentemente inferiores (11% para el caso de nuestro país) pero la cifra no evidencia que una gran parte de la población, con salarios muy deteriorados, no tiene mucho margen para una diferencia salarial mayor; la cual es mucho mayor al promedio general tratándose de segmentos de niveles mayores de ingreso de la sociedad.

La diferencia es más grave en personas auto empleadas. Si bien no existen datos para México, en Italia, que muestra una brecha salarial de 5.6%, cuando se trata de personas auto empleadas la brecha aumenta hasta casi 50%, situación que debe ser muy similar a la que se presenta en México.

El nivel de desigualdad en casi todos los campos es tan significativo que se requiere de políticas y acciones que establezcan, de arranque, un trato desigual que permita compensar la situación actualmente imperante. Los frecuentemente criticados programas de acción afirmativa parten de esa premisa: no basta garantizar acceso igual; es necesario crear accesos desiguales que por lo menos en las primeras etapas compensen las enormes diferencias.

Lo anterior exige voluntad política y acuerdos sociales para llevar acciones que en muchos casos provocarán oposición de ciertos grupos. Incluso de aquellos que en abstracto pueden compartir la simpatía por las causas de género, pero que en los hechos son poco proclives a aceptar sacrificios para compensar los rezagos existentes.

En México tendemos a pensar que la simple declaración de principios legales, la inclusión de nuevos conceptos en la ley o las declaraciones, permiten avanzar en la corrección de la desigualdad. La experiencia internacional prueba lo contrario.

El estudio “Women’s Economic Empowerment in Selected MENA Countries”, de la OCDE, encontró que para que los gobiernos pueden realizar cambios legales significativos se requiere que hay una completa comprensión de los impactos económicos y sociales de la inequidad de género, una adopción de recomendaciones internacionales para los sistemas legales, una mejora en los sistemas de acceso a la justicia para las mujeres, la armonización de los marcos legales relativos a los derechos en la familia (que reconozcan la realidad y no sólo el deber ser legal), y por supuesto, el fortalecimiento de la equidad en el mercado laboral a partir de leyes que no sólo señalen, sino que penalicen de manera puntual y efectiva las prácticas de discriminación.

Con frecuencia se habla de que las diferencias de género tienen, en países como el nuestro, profundas raíces culturales. Este argumento olvida que la cultura y sus patrones son resultado de prácticas que gradualmente evolucionaron y se hicieron costumbre en la sociedad. En casi cualquier tema negativo al que se presume derivado de un patrón cultural (como la corrupción o la discriminación de género), el contar con marcos legales aplicables y efectivos es la primera condición para romper las tendencias de conducta no deseada de ciertos grupos de la sociedad. Los derechos de igualdad y equidad de género (y de cualquier otro tipo), nunca se han alcanzado a partir de un consenso social autoimpuesto. Se requiere invariablemente de una visión legal de lo que es correcto y justo, por encima incluso de la opinión de grandes grupos de la población, que establezca un marco de referencia para empezar a cambiar, con firmeza, los patrones de conducta de la sociedad.

No debemos olvidar que en aquellos países en que las mujeres participan en condiciones de menor inequidad en los temas económicos y políticos, se genera una mayor riqueza económica, se contribuye a reducir la desigualdad de toda la sociedad y se favorece la creación de una sociedad más justa que favorezca el desarrollo pleno de las familias.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Por qué los mecanismos de control de precios resultan tan atractivos y al mismo tiempo son tan negativos

“Los economistas han dicho durante mucho tiempo que no hay almuerzos gratis, pero los políticos son elegidos prometiéndolos”.

Thomas Sowell.

Periódicamente, con particular énfasis en los tiempos recientes, han resurgido visiones que desde la política pública o desde algunas organizaciones laborales, promueven la incorporación de elementos de control de precios como parte de una política pública que pretende beneficiar a la población.

Históricamente, no existen experiencias internacionales que de manera clara muestren los beneficios del establecimientos de controles de precios. Por ello, resulta importante entender qué función tienen los precios en una economía y cuáles son los riesgos de controlarlos artificialmente, así como los potenciales efectos negativos para la misma población que se pretende beneficiar.

El precio, es el mecanismo que permite equilibrar la oferta de servicios y productos con la demanda de estos. Es el valor de un producto o servicio que para el consumidor tiene en términos monetarios. Es el mecanismo que permite a una empresa, que produce un bien o servicio, encontrar el nivel al que el mercado y los consumidores están dispuestos a pagar en entornos donde existe cierto nivel de competencia.

Evidentemente, economías como la mexicana, presentan condiciones que no garantizan una competencia plena en muchos sectores, lo cual genera algunas distorsiones en la fijación de precios. Existe frente a ello una tentación importante de buscar mecanismos que, en todos los sectores, permitan reducir los precios que pagan los consumidores. Sin embargo, el establecimiento de precios artificiales, desde una visión de política pública, típicamente genera distorsiones en detrimento para el consumidor.

Un primer efecto asociado al establecimiento de controles de precios es la reducción en la oferta de productos o servicios sujetos de dicho control y ello típicamente se traduce en desabasto.

Las experiencias de controles de precios (por ejemplo en las economías centralizada de Europa central antes de los 80s, en la década de los setentas en Estados Unidos o en algunos momentos de la historia de México de los años setentas, así como otras economías latinoamericanas como la venezolana), muestran evidencia suficiente y contundente de que rara vez un control de precios

no conduce al desabasto y este produce con frecuencia un mercado negro con precios más altos de los que existían antes del establecimiento de los controles.

La creación de mecanismos artificiales de precio genera una afectación en la creación de utilidades de corto plazo para las empresas lo que (al margen de evidentemente reconocer que existen áreas donde los márgenes pueden resultar excesivos), termina por afectar la inversión privada, que históricamente es el principal motor del crecimiento económico futuro.

Existen otras formas de control de precios, que se refieren al establecimiento de precios mínimos, los llamados precios de garantía. Con ello se busca el establecimiento de subsidios que permitan, por ejemplo, en precios de productos agrícolas, garantizar un mínimo nivel de ingreso a los productores de ciertos bienes. Este tipo de controles también genera distorsiones importantes. Una canalización de recursos fiscales que deberían de beneficiar a toda la población apoya apoya un grupo específico al margen de sus niveles de productividad y de la rentabilidad de su actividad. Como ocurrió en México en los años setentas, el establecimiento de precios de garantía no contribuyó a la mejora de la calidad de vida de los productores y se generó en cambio distorsiones que afectaron la productividad del campo y evitaron la canalización de recursos hacia sectores agrícolas más productivos.

En estos casos, también el afectado termina por ser por ser el consumidor final. Porque está comprando productos que tienen en su origen un precio artificialmente elevado.

En el libro “Price Controls and the Damage They Cause”, editado por Christopher y Rachel Coyne, se señala que los mecanismos de control de precios sustituyen la competencia en el mercado por una competencia política, en la que más que los sectores más eficientes, los que resultan más beneficiados son aquellos que tienen más capital político para presionar la definición de la política pública; así como que las empresas, más que vigilar su eficiencia operativa buscan mecanismos que permitan influir en los reguladores gubernamentales como una fuente de seguridad económica.

Siempre resultará atractivo y políticamente rentable anunciar controles de precios. Sin embargo, la historia económica del mundo y de México muestran que los controles de precio acaban por generar más distorsiones que aquellas que pretenden combatir, en detrimento de los intereses de los consumidores y del crecimiento económico, que es la única vía para generar bienestar.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de

Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

Malas decisiones por sesgo de sobre precisión

“Todo este mal juicio que tenemos el uno del otro se basa en la ignorancia”.

Marjane Satrapi historietista y pintora franco iraní.

Desde hace ya muchos meses hemos presenciado un ambiente de polarización en la discusión de prácticamente cualquier tema económico, político o social, que toca la esfera de lo público.

Se pensó que ello terminaría después de la elección presidencial, después que ello ocurriría al concretarse el cambio de gobierno, pero la polarización no sólo no disminuye, sino que se acrecienta. Ello genera, además de una reducción de los espacios de discusión y conversación, una peligrosa reducción y sobre simplificación de los problemas, para convertirlos en posturas antagónicas que no admiten ni diagnóstico ni discusión sobre puntos de coincidencia o explicaciones alternativas.

Este entorno de polarización afecta la vida económica. Muchas de las discusiones que presenciamos se refieren precisamente a temas relacionados con el presente y futuro de la economía o a temas que tienen un efecto directo sobre la evolución de la misma; así como al diagnóstico de lo ocurrido en el pasado que, con frecuencia, es utilizado para justificar las visiones del presente o propuestas para el futuro.

Este fenómeno de polarización no es privativo de México, en el estudio “Unmotivated bias” and partisan hostility: Empirical evidence”, de Daniel F. Stone, se hace un análisis de los factores que han contribuido a la polarización en la discusión en los Estados Unidos.

El estudio encontró que las personas tienden a generar un sesgo en contra de aquello (personas o argumentos), que representan temas que no les gustan o por los que tienen aversión.

Ello deriva en un sesgo denominado de “sobre precisión”. Las personas tendemos a tener un exceso de confianza que nos lleva a creer que conocemos de los temas más de lo que realmente conocemos y que, consecuentemente, somos capaces de opinar aun careciendo de conocimientos básicos al respecto. Este sesgo se refiere a una fe excesiva en la calidad de nuestros juicios y a que consideramos que cualquier información que tenemos es suficientemente precisa para validar los argumentos y creencias que exponemos y que son la base de nuestras decisiones.

Lo anterior resulta negativo para nuestras decisiones. Primero, aquello por lo que tenemos aversión lo rechazamos sin análisis; después, tenemos sobre confianza de

nuestro conocimiento sobre los temas y ello nos lleva a creer que los datos que tenemos (sin importar la fuente, la consistencia lógica o la validación que exista sobre los mismo), es suficiente para formular un juicio o tomar una decisión.

Cuando estos sesgos se manifiestan tan sólo en argumentaciones simplistas en redes sociales, los efectos negativos pueden ser menores; sin embargo, cuando estos se traducen en decisiones respecto de temas como el ahorro, el gasto presente o nuestras perspectivas del futuro económico, las consecuencias pueden ser sumamente negativas.

Como la mayoría de los sesgos y conductas, este tipo de condiciones son difíciles de auto diagnosticar y, consecuentemente, de evitar; sin embargo, el desarrollo de un pensamiento crítico puede ayudarnos a identificar cuándo nuestro razonamiento no está fundado en datos consistentes y en argumentación lógica. Para aquellos que genuinamente están interesados en mejorar la calidad de sus decisiones es fundamental desarrollar el sentido autocrítico que les permita evitar la validación automática de aquello que les resulta afín, evitar la descalificación automática de aquello por lo cual sienten aversión y, sobre todo, construir sus decisiones a partir de información verificable y consistente.

Como sociedad y como individuos debemos recobrar nuestra capacidad de razonar y decidir a partir de información lógica y verificable que fundamente adecuadamente nuestras decisiones.

Conducta económica y decisiones de aseguramiento

“La salud no se valora hasta que llega la enfermedad”.

Thomas Fuller. Historiador inglés.

Las decisiones relacionadas con la salud deberían, en principio, ser tomadas desde una perspectiva que atendiera con claridad a los beneficios individuales que cada persona busca para su presente y su futuro.

Sin embargo, es más que evidente que, tratándose de conductas que tienen impactos de corto mediano y largo plazo sobre la salud, la mayoría de las decisiones que tomamos no necesariamente están alineadas con nuestro mejor interés.

Una persona que tiene (tenemos) sobrepeso, aun cuando cuente con mínima información, sabe que esta condición puede crear condiciones de potencial enfermedad o incrementar los riesgos de afectaciones graves a la salud que, además de comprometer el bienestar físico, afectan el bienestar financiero.

Existe, sin embargo, evidencia de que, tratándose de temas relacionados con la prevención de salud y sus efectos para la vida económica de las familias, las personas no solamente tomamos malas decisiones, sino que, con frecuencia, conociendo los peligros de ciertas conductas o condiciones, conscientemente los ignoramos e incluso evitamos confrontar tanto el problema, como las decisiones asociadas a solución.

Así, por ejemplo, algunos estudios demuestran que uno de los principales obstáculos para que las personas con padecimientos como la diabetes cambien conductas cotidianas que agravan su condición de salud, es precisamente la propensión para evitar reconocer el problema de salud, para evitar a su vez enfrentar la angustia que provocan tanto la enfermedad, como la necesidad de cambiar conductas de alimentación y de estilo de vida cotidianas.

En temas de aparentemente menor riesgo y complejidad futura, como por ejemplo la atención dental, esta conducta también es evidente.

Una persona que en principio guardara, de manera diaria, hábitos de higiene dental poco complejos y de aparente poca “inversión”, puede tener un beneficio claro y significativo tanto en calidad de vida como en impacto económico, respecto de aquella persona que desatiende este aspecto de su salud.

Sin embargo, también es frecuente encontrar personas que, abandonando casi cualquier cuidado dental preventivo, tienen que enfrentar después afectaciones

a su calidad de vida y costos elevados de atención, derivados de problemas graves que pudieran pudiesen haber prevenido.

Adicionalmente, otro de los factores que los sesgos de conducta que provocan afectaciones financieras derivadas de temas de salud es la prevención y el aseguramiento médico.

En México, el sistema privado de salud presenta extremos en términos de la calidad y el costo de la atención, pero casi siempre puede representar, en caso de eventos de salud, elevados gastos que, precisamente por tratarse de eventos no contemplados, generan graves afectaciones a el bienestar financiero de las familias.

En muchos casos, la previsión para la atención de estas contingencias, a través de esquemas de aseguramiento de gastos médicos, puede representar una herramienta que proteja contra estos impactos financieros probables.

Sin embargo, al igual que ocurre con otras áreas de prevención, operan dos mecanismos conductuales que impiden que para muchas personas esta actividad de previsión se considere prioritaria.

Por un lado, existe en la mayoría de los casos, una notable incapacidad para analizar eventos de forma probabilística. Existen personas que no contratan un seguro de gastos médicos mayores por considerar que es improbable que tengan una afectación de esta naturaleza, cuando por el contrario adquieren sorteos o loterías cuya probabilidad de ocurrencia es infinitamente menor (uno en treinta y dos millones). En México, existe una propensión genética para la presencia de enfermedades como la diabetes, por lo que no contar desde una temprana edad con vehículos de prevención para la cobertura de gastos asociados a este padecimiento (siempre que económicamente sea posible) representa un riesgo de salud y financiero elevado.

Para las familias es fundamental entender que es de mucha ayuda la prevención de la salud y la contratación, cuando es financieramente viable, de mecanismos de cobertura que permitan enfrentar contingencias de salud (y financieras) de grave afectación para las familias.

Los riesgos de ser ignorante (y no reconocerlo) cuando se toman decisiones económicas

“Con frecuencia, la ignorancia engendra más confianza que el conocimiento”.

Charles Darwin.

Vivimos en una era en la que el acceso a la información es tan amplio y diverso, que potencialmente nos genera la oportunidad de tener el mejor conocimiento e información sobre casi cualquier tema. Sin embargo, derivado de las limitaciones para analizar y discriminar información, el riesgo mayor es de estar muy mal informados y ser profundamente ignorantes sobre los temas, en medio de un mar de información.

Éste fenómeno en ningún lugar es más evidente que cuando leemos información por ejemplo publicadas en redes sociales. A partir de un tweet, un post, o un video, de orígenes y procedencia desconocido o dudoso, con información no verificable; la mayoría de las personas asumen posiciones y emiten opiniones como si conocieran a profundidad temas que, en su mayoría y por su complejidad, requerirían tener información de muy diversas fuentes, contrastables y aun así podrían existir posturas contrastantes al respecto.

La ignorancia es más grave cuando esta puede ser calificada como supina (en definición de la Real Academia, aquella que procede de negligencia de aprender o inquirir lo que puede y debe saberse). Es más peligrosa, cuando se trata de una ignorancia que reconocemos y que nos lleva a tomar decisiones como si entendiéramos los temas sobre los cuales opinamos y decidimos.

Cuando estas decisiones u opiniones se expresan por ejemplo en redes sociales, sobre temas del ámbito de lo político lo público, su único defecto es “simplemente” la propagación de información incorrecta. Pero cuando esa ignorancia profunda se lleva el ámbito de las decisiones económicas personales, su efecto es aún más pernicioso que el de la ignorancia reconocida.

Lo anterior, en virtud de que la mayoría de las personas que reconocen desconocer información sobre algún tema, típicamente asumen uno de dos caminos: o buscan allegarse información que les genere algún nivel de confianza y que les permita decidir o, en el peor de los casos, evitan tomar decisión alguna.

Sin embargo, las decisiones tomadas en ignorancia que no es reconocida, típicamente conducen a decisiones erróneas con efectos negativos para las personas.

Así, por ejemplo, si una persona tiene que decidir sobre tomar un endeudamiento y sabe que ignora los elementos fundamentales para tomar la mejor decisión entre las alternativas que se le presentan, optará por no endeudarse o por buscar información confiable que le permita dilucidar cuál es la alternativa que más conviene a su circunstancia específica financiera. Por el contrario, una persona que enfrenta la misma decisión, pero que desconoce su nivel de ignorancia, tomará la decisión a partir de preconcepciones y de información incorrecta, lo que casi con seguridad lo llevará a condiciones negativas para su estabilidad financiera futura.

Hoy, la facilidad de divulgación de opiniones en medios digitales genera la falsa sensación, “democrática”, de que todas las opiniones son igualmente válidas. Pero ello es una falacia. Una opinión basada en datos verificables y en un análisis crítico de los mismos es mucho más valiosa que una basada en información superficial e imperfecta, sin análisis alguno.

En el paper “Digital literacy and the epistemology of ignorance” de Bhatt y MacKenzie, se muestra como incluso en estudiantes universitarios, las prácticas usuales de búsqueda de información digital pueden conducir a la ignorancia sobre fuentes alternativas que contribuyan y enriquezcan su capacidad de análisis.

Opinar sin información sobre ciertas políticas de gobierno, no tiene un efecto potencial para nuestra vida personal; pero no reconocer la ignorancia en decisiones que tienen repercusiones sobre nuestra condición económica y financiera, si tiene efectos negativos para nuestro futuro.

La importancia de la confianza para las decisiones económicas

“La mejor manera de saber si puedes confiar en una persona, es confiar en ella”.

Ernest Hemingway.

En estricto sentido, las decisiones económicas que tomamos las personas deberían ser ajenas a la confianza. En principio, debería bastar la información dura y disponible que tenemos frente para ayudarnos a tomar las decisiones y elegir las alternativas que más nos convenga.

Lo mismo debería ocurrir tanto para decisiones individuales de personas que eligen productos de deuda o de inversión, o la compra de un televisor, que para grandes inversionistas institucionales que buscan localizar recursos entre distintas economías, distintos sectores y distintos países.

Sin embargo, la realidad es que no es inusual que los agentes económicos carezcamos de información completa, perfecta y adecuadamente interpretable lo que, con frecuencia, obliga utilizar la confianza que tenemos en la fuente de información, en el proveedor del servicio o en la persona que presenta la información o las alternativas frente a nosotros, como elemento relevante para efectos de tomar decisiones específicas.

Uno de los aspectos negativos de lo anterior es que, en muchos casos, productos financieros y que tienen un claro beneficio para los consumidores, son relegados en las decisiones frente a otros, probablemente de menor calidad, cuando la persona que los presenta es capaz de transmitir confianza, aun cuando esta sea infundada.

Cuando se habla de una economía nacional, la confianza es fundamental porque de ella se derivan decisiones que, en el largo plazo, afectan la conducta de inversionistas nacionales e internacionales y que se traduce, al final de cuentas, en recursos que permiten a la economía crecer, generar empleos y mantener un ritmo y estabilidad que beneficie en su conjunto a segmentos importantes de la población.

De ahí la importancia que tiene la confianza, con frecuencia menospreciada, al transmitir mensajes que generan confianza adecuada en la población, no sólo en el corto plazo, sino una expectativa de confianza institucional duradera que, por ejemplo, tratándose de fondos que localizan recursos, les llevan a creer que las condiciones de su inversión permanecerán relativamente estables en periodos largos de tiempo, particularmente cuando se trata de montos muy importantes que son visualizados como inversiones que requieren un retorno y estabilidad en el tiempo.

Por ello es fundamental que los gobiernos mantengan discursos y mensajes consistentes, basados en datos, que transmitan esa visión de confianza en general a la población y a los actores económicos, para que estos sean capaces de tomar decisiones más estables, sin que éstas se vean influenciadas por temores (reales o infundados) sobre el comportamiento futuro de un gobierno y su impacto sobre la economía.

Esta semana asisto a la 23ª Conferencia Latinoamericana de Santander de Emisoras Públicas e Inversionistas en la que es posible constatar la importancia que los inversionistas asignan a la confianza par determinar sus decisiones de inversión. Coincidentemente, esta semana, el nuevo gobierno mexicano logró su primera emisión de bonos en mercados internacionales, que tuvo una respuesta en principio favorable.

La respuesta representa, aunque de manera en cierta forma acostada, un voto de confianza de los mercados internacionales frente a las perspectivas del comportamiento futuro de las políticas públicas. Mantener esa confianza es fundamental si queremos que las personas en lo individual y los inversionistas nacionales y extranjeros, mantengan una visión positiva del crecimiento y el comportamiento futuro de la economía mexicana; para que esta se traduzca, a la larga, en condiciones que favorezcan el empleo y el crecimiento económico, porque sólo a través de ello será factible mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población.

Asegurar consistencia en los mensajes y confianza institucional, es fundamental si queremos tener una economía que mantengan los niveles de crecimiento que aseguren el bienestar económico para la mayoría de las familias del país.

Consejos conductuales para esta próxima Navidad

“Todo regalo que se da, aunque sea pequeño, es en realidad grande, si se da con afecto”.

Píndaro, poeta líricos griego.

Típicamente, la Navidad se convierte en una época en la que, lo mismo se despiertan sentimientos y deseos positivos, que se generan condiciones y conductas de gasto que, cuando no son controladas de manera adecuada, generan presiones financieras sobre las familias en los meses posteriores.

En otros años he hecho referencia a ciertos mecanismos que nos permiten que, si decidimos gastar en regalos, estos cumplan de mejor manera su propósito y se disminuya el efecto financiero negativo de corto plazo.

Repasando consejos de esta naturaleza, en artículo publicado hace algunos años, el economista conductual Cass Susstein señaló que, tratándose de regalos, es conveniente evitar en primer término lo que se conoce como el “sesgo de egocentrismo”, que se refiere a que las personas tendemos a regalar pensando más en nuestros gustos propios, que en los de la persona que recibirá el obsequio. En muchos casos, esta conducta provoca que el regalo, con independencia de su costo, no provoque una percepción favorable en quien lo recibe, lo que significa un desperdicio del hecho (y el costo) de regalar, en términos de su efecto para generar una sensación de cercanía emocional con la persona a la cual obsequiamos algo.

Una segunda recomendación, se refiere a evitar algo que se conoce como la “ilusión de foco”. Ello está relacionado con el hecho de que frecuentemente, los impulsos de compra llevan a poner más atención en productos que de primera impresión resultan deslumbrantes, pero que en los hechos no tendrán mayor uso para la persona que lo reciba como obsequio.

Resulta mucho más favorable buscar regalar productos que la persona que lo reciba pueda utilizar con relativa frecuencia, porque de esa manera la recordación del detalle del obsequio permanecerá durante más tiempo, generando un efecto emocional más duradero.

También para buscar un efecto emocional más duradero, es preferible buscar regalos que muestren a las personas que, en primer lugar, las conocemos y en segundo lugar conocemos y valoramos sus ilusiones. Un regalo pensado con ese enfoque resultará mucho más apreciado que un regalo más costoso, que muestre un completo desconocimiento de las preferencias de la persona.

Desde la perspectiva del cuidado de las finanzas personales, en esta época algunas recomendaciones básicas tienen que ver, en primer lugar, con vigilar que el gasto extra que se genera en la época, de ninguna manera sea superior al ingreso extra que se obtiene por concepto de aguinaldos u otros ingresos extraordinarios. Es frecuente encontrar personas que, recibiendo un aguinaldo de medio mes de salario, su gasto extra sea de un mes y medio día de salario. Es necesario procurar tener un límite superior que no exceda los ingresos adicionales y más favorable aun es si se pone un tope que sea menor a ese máximo, para que, de esta manera, podamos canalizar el remanente ya sea al ahorro o al pago de deudas previas.

Adicionalmente, prevenir las compras mediante el uso de promociones de meses sin intereses, evitará que a lo largo del año (o durante por lo menos 6 a 12 meses), se tenga una acumulación de cargos adicionales que, sumados, pueden representar un porcentaje significativo del ingreso disponible de las personas.

Regalos más pensados, que muestran efectivamente el valor emocional que concedemos a las relaciones con amigos y familia, así como un mayor cuidado de nuestro gasto, nos ayudarán a tener no sólo un feliz año sino un 2019 con mayor bienestar económico.

 

La incapacidad para distinguir información y noticias falsas afecta nuestras decisiones financieras

“Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar … ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel”.

Umberto Eco, escritor, lingüista y filósofo italiano

En los últimos años, ha crecido significativamente la importancia de las redes sociales y medios de difusión digital como fuente de información para las personas. Ello ha generado procesos de desinformación que impiden a las personas comprender adecuadamente los eventos de su entorno y los llevan a tomar posiciones y decisiones no fundamentadas y en muchos casos perjudiciales para su propio bienestar futuro.

Este crecimiento se explica porque, ante la desconfianza en las instituciones existentes, se genera también desconfianza en los medios de comunicación. Pero el resultado es que, de manera simplista, se parte de la premisa de que toda la información que proviene de medios institucionales es falsa y toda aquella que la contraviene es verdadera.

Incluso, se rechaza en muchos casos de forma casi automática cualquier crítica a lo que se considera “la nueva información”, por suponer que existen intereses ocultos o porque, particularmente en momentos de incertidumbre económica o de efervescencia política y social, personas que nunca habían estado informadas consideran que la preocupación sobre ciertos temas surgió a partir de que ellos empezaron a “reflexionar” acerca de los mismos.

En el Reuters Institute Digital News Report 2018, con base en información recabada en 40 países, con extensas muestras en cada país, se encontró que, si bien empieza a detenerse la tendencia acelerada del crecimiento en ciertos países, las redes sociales representan un porcentaje elevado de los mecanismos de información. Adicionalmente, la distribución de información a través de redes directas como WhatsApp continúa creciendo como mecanismo para la transmisión de información, sin que sea necesariamente de fuentes corroborables y confiables.

En esta investigación se incorporó una medición de “alfabetismo noticioso”, que busca medir la capacidad para entender la confiabilidad de las noticias y sus fuentes. Se encontró que las personas que tienen mayor nivel de alfabetismo noticioso tienden a preferir fuentes de información como periódicos establecidos, por sobre la televisión y sobre las redes sociales y son mucho más cautelosos en creer las noticias que se divulgan medio de Facebook o Whats App.

En general, las personas con menor nivel de alfabetización noticiosa tienden a recibir primeramente su información, casi siempre sin mediar juicios críticos o corroboración, de redes sociales y medios con bajo nivel de verificación sobre sus contenidos.

Adicionalmente, las personas con bajo nivel de alfabetización noticiosa tienden a compartir o creen más en la información que reciben en redes sociales, no con base en la credibilidad de quién comparte o la confianza que genera la fuente de información, sino que tienden a darle mayor peso al número de “likes”, “shares” o comentarios que la noticia presenta.

En el caso de México, 90% de las fuentes de noticias provienen de medios online, el 71% proviene específicamente de redes sociales y sólo el 45% de la información proviene de medios impresos convencionales. El 61% de la población utiliza Facebook como su principal fuente de información y 35% whatsapp. De la muestra de países, México ocupa el 4º lugar en la percepción de que se tiene exposición semanal a noticias falsas.

La exposición a información poco confiable sumada a un bajo nivel de alfabetismo noticioso resulta preocupante como sociedad y para las decisiones individuales que tomamos.

Toda decisión, toda postura, es tan sólida como la calidad de la información de la que se alimenta y de la capacidad crítica que se tiene para procesar, corroborar y contrastar dicha información.

En temas económicos y financieros, procesar adecuadamente la información, requiere reconocer que la mayoría de las situaciones y problemas responden a dinámicas complejas, que pocas veces pueden ser sobre simplificadas.

Ejercer nuestra capacidad de análisis y de sentido crítico de la manera más objetiva posible, sobre toda la información que recibimos, es fundamental si queremos que nuestras decisiones y acciones respondan genuinamente al mejor interés individual y colectivo.

¿Pueden nuestros gustos musicales reflejar el sentimiento económico de una sociedad?

“Con el sentimiento público, nada puede fallar. Sin él, nada puede tener éxito”.

Abraham Lincoln.

Uno de los temas que frecuentemente se describen cuando se habla de las perspectivas económicas de corto plazo, es el llamado “sentimiento económico”; este se refiere a la percepción que tienen las personas, sobre las condiciones presentes y futuras acerca desarrollo y crecimiento económico de un país.

En México, uno de los indicadores más utilizados para medir este sentimiento, es el índice de confianza del consumidor, el cual se construye a partir de la elaboración de encuestas que permiten determinar la percepción que tienen las personas respecto de la situación económicos actual del país y de sus familias, en términos de hoy respecto de hace un año y lo que perciben existirá dentro de un año.

Esta medición de la confianza es relevante, porque muchas de las decisiones cotidianas de los agentes económicos y de las personas y sus familias, se derivan en gran medida de su percepción sobre el ambiente económico que esperan para el futuro.

Así, por ejemplo, tratándose de temas como la paridad cambiaria, muchas personas y familias postergan decisiones de ahorro en pesos, aun cuando en términos estrictamente técnicos ello no sea necesariamente ni fundamentado, ni correcto.

Hoy, por ejemplo, ante una presión del tipo de cambio; derivada tanto de la incertidumbre asociada al proceso electoral nuestro país, pero también alimentado por potenciales en escenarios catastróficos en relación con el Tratado de Libre Comercio; inversionistas tanto institucionales como privados aumentan su posición en dólares, aun cuando la experiencia de sexenios anteriores en periodos similares lleva a pensar que, con posterioridad a la elección, se produce una corrección y apreciación del peso frente al dólar.

Se trata de un factor eminentemente conductual que expresa angustias y preocupaciones que pueden o no estar debidamente fundadas en aspectos de la realidad.

Pero esta expresión del sentimiento económico puede reflejarse en ocasiones de manera insospechada.

En una investigación llevada cabo por investigadores de Claremont Graduate University, se encontró una relación entre la música que se escucha en plataformas digitales y la percepción de sentimiento económico.

El principio es relativamente sencillo: la mayoría de las canciones expresan estados emocionales que se puedan relacionar con el estado de ánimo imperante en las personas que, de manera relevante, es influenciado a su vez – en coyunturas económicas – por su perspectiva favorable o negativa del futuro económico inmediato.

A través de mecanismos de utilización de interpretación de big data, los investigadores llevaran a cabo análisis previos y posteriores a la crisis del 2008 de la música más escuchada, encontrando una correlación entre canciones cuyas letras expresaban sentimientos de enojo o angustia, con las percepciones de desconfianza en el entorno económico.

Este tipo de análisis pudiera parecer trivial, pero recientemente, el Economista en Jefe del Banco Central de Inglaterra, propuso a sus colegas que se examine el sentimiento musical imperante en el país, antes de contemplar cambios en la tasa de interés de ese banco central.

Temas como éste son relevantes porque permiten una aproximación indirecta a la percepción y conducta de las personas que con frecuencia es difícil de capturar por mecanismos tradicionales de análisis. Particularmente hoy, en que se cuestiona la vigencia o validez de modelos encuesta tradicional para analizar conducta futura de las personas.

Los modelos tradicionales de encuesta más simplificados no alcanzan a capturar la verdadera intención de las personas. Un ejemplo es encuestar a una persona a la que se le pregunta sobre su intención de cuidar su salud en los siguientes meses, frente a problemas de sobrepeso o mala alimentación, teniendo que su respuesta seguramente mostrará una intención de cambio de conducta que, en la mayoría de las veces, es poco probable que realmente ocurra.

Encontrar mecanismos que aproximen mejor el estado de animo ý perspectivas económicas de las personas puede ser una herramienta adicional para tomar decisiones que estén más en línea con la conducta real económica de las personas.

¿Por qué es importante la confianza para el crecimiento y estabilidad económica?

“A quien sea descuidado con la verdad en asuntos pequeños, no se le puede tener confianza en asuntos importantes”.

Albert Einstein.

Frecuentemente escuchamos hablar de la importancia de la confianza para la estabilidad y crecimiento económico de un país. Sin embargo, también frecuentemente escuchamos (sobre todo en los últimos días), la descalificación de la importancia que puede tener la confianza (particularmente cuando esta se refiere a ciertos agentes económicos nacionales e internacionales), cuando se parte de la premisa de que se requiere hacer grandes trasformaciones o cambios a las instituciones existentes y que, por lo tanto, la opinión de agentes o grupos que se considera han sido en parte beneficiarios del estado de cosas anterior, no tiene relevancia.

En el estudio “Crisis of Trust: Socio-economic determinants of Europeans’ confidence in government”, de Foster y Frieden de la Universidad de Harvard se sostiene que parte de la desconfianza institucional proviene de incapacidad de los gobiernos democráticos en enfrentar los problemas económicos, pero también (a mi juicio) de la incapacidad de evitar mostrarse como responsables de condiciones que son derivadas de cambios relevantes como los sociodemográficos y cuyas únicas soluciones viables, por impopulares, nadie quiere enfrentar.

Existe evidencia de sobra en países de muy distinto tipo, que la confianza institucional es un prerrequisito del crecimiento económico. Hay quienes (creo que de manera equivocada), suponen que un requisito para la consolidación de crecimiento de un país es un régimen autoritario que permita “poner en orden las cosas”. Sin embargo, ese argumento no se comprueba. Por cada caso en que suponemos que un régimen autoritario propició las condiciones para el posterior crecimiento, encontraremos decenas de otros en que un régimen autoritario solamente propició falta de crecimiento, corrupción, concentración de riqueza y perdida de libertades, incluyendo las económicas.

La confianza institucional se deriva fundamentalmente de la aplicación de un marco legal que de certeza a las personas; tanto en sus decisiones económicas y financieras como en el resto de los ámbitos de la vida humana. Por supuesto es fundamental hacer las adecuaciones a las leyes que así lo requieran, pero en la mayoría de los casos, más que nuevas leyes, se requiere simplemente la aplicación de las existentes.

El marco legal y el estado de derecho evitan además caer en la idea de que las sociedades pueden operar bajo principios de buena fe y voluntad de manera exclusiva. Los códigos penales tipifican penas graves para la comisión de delitos como el homicidio, porque parten de la premisa de que dicha conducta sólo desincentivada si existe claridad en la amenaza creíble de un castigo. Cualquier norma que no presenta ni consistencia en su aplicación, que está sujeta la interpretación discrecional de alguna autoridad o que se aplica con distinción dependiendo de quién infrinja la norma, genera inestabilidad y desconfianza e impide el crecimiento de la sociedad.

Los episodios de volatilidad reciente que hemos presenciado en los mercados cambiarios, de tasas de interés y bursátiles, son precisamente reflejo de temores asociados a que el marco normativo puede estar sujeto a interpretaciones y cambios derivados de la voluntad coyuntural de los gobernantes y a diagnósticos imprecisos o parciales.

La certidumbre jurídica y el apego a normas establecidas (no sujetos a interpretación) y la creación de condiciones que posibiliten el desarrollo de la actividad económica de las personas es fundamental requisito para garantizar el crecimiento económico; siendo esa la principal función historia del estado y del gobierno.

La experiencia internacional también apunta a que sólo a partir de este principio y de la creación de mecanismos que posibiliten medidas de política pública que, de manera clara y sin clientelismos, se dirijan a apoyar a aquellos que menos tienen y a gravar de manera adecuada, pero no inhibitoria al crecimiento y la inversión, a quienes más tienen, es posible cambiar y combatir la desigualdad y, sobre todo, se evité que esté llegue a niveles no sólo socialmente inaceptables, sino económicamente inviables para garantizar el crecimiento futuro de un país.